¿Puedes guardar un secreto?
Crecí enferma.
Permíteme aclarar.
Crecí creyendo que las verdaderas historias de amor incluyen un mártir o exigen un gran sacrificio para ser digno.
Por eso, me lo creí, porque me obligué a creerlo, y engendré el más masoquista de los corazones románticos, lo que resultó en mi enfermedad.
Cuando viví esta historia, mi propio cuento de hadas retorcido, no me di cuenta en ese momento porque era joven e ingenua. Cedí a la tentación y alimenté a la bestia que me golpeaba, que se volvía más sedienta con cada tajo, cada golpe, cada puñalada.
Triple Falls no era en absoluto lo que parecía, como tampoco lo eran los hombres que me acogieron bajo su ala. Pero para mantenerlos, tenía que estar al tanto de sus secretos.
Secretos que nos costaron todo por guardarlos.
Esa es la novedad de la ficción frente a la realidad. No puedes revivir tu propia historia de amor, porque cuando te das cuenta de que la estás viviendo, ya ha terminado. Al menos ese fue mi caso y el de los hombres a los que confié mi insensato corazón.
Mirando hacia atrás, estoy convencida de que he querido que mi historia exista debido a mi enfermedad.
Y todos fuimos castigados.