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Figuras V PDF

340 Pages·2005·2.908 MB·Spanish
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V S A R U G I F Serpenteante, a través de temas tan variados como las funciones de la crítica, de la Poética de Aristóteles, la catedral gótica, la comedia americana, la Estéticade rt t Hegel, el western clásico, el jazz, la serie televisiva, el realismo y lo novelesco, a e el detalle y la excepción, lo cómico y lo trágico, el humor y la ironía, el arte rn moderno y contemporáneo, las Memorias de ultratumba, este volumen evoca é e a su manera, voluntariamente rapsódica, la relación, siempre inestable o GG ambigua, entre las obras y los géneros, literarios y otros. Sus partes representan secuencias más o menos continuas de páginas, más o menos autónomas y diversamente encadenadas, con o sin transición. Mucho más que un salto de tema, cada cesura marca un suspenso de escritura y sugiere a la lectura una pausa de duración variable, entre suspiro y calderón. EDIT001865/SIGLO XXI/PUB0011301 teoría traducción de ARIEL DILON FIGURAS V por GÉRARD GENETTE siglo veintiuno editores siglo xxi editores, s.a. de c.v. CERRO DELAGUA248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MÉXICO, D.F. siglo xxi editores argentina, s.a. TUCUMÁN 1621, 7 N, C1050AAG, BUENOS AIRES, ARGENTINA portada de patricia reyes baca primera edición en español, 2005 © siglo xxi editores, s.a. de.c.v. isbn968-23-2586-2 isbn eBook 978-9682-325-86-1 primera edición en francés, 2002 © éditions du seuil, parís título original: figures v derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico / printed and made in mexico OBERTURA METACRÍTICA Cuando acababa de clasificar de forma aproximada la crítica literaria en tres variedades —la “espontánea” de “la gente decente” (que, se- gún Sainte-Beuve, se practica en París y “conversando”); la de los “pro- fesionales” (de la crítica, se entiende); y la de los “artistas”, es decir, en este caso, los escritores mismos—, Albert Thibaudet se apresuraba a incluir en la primera, al punto de identificarlas totalmente una con la otra, a la “crítica de los diarios”, esa “forma de la crítica espontánea que hoy ha casi absorbido a todas las otras”. Consciente de la sorpre- sa que podía provocar esta absorción —y por ende la desaparición de la categoría social, que se tornó efectivamente obsoleta, de la “gente honrada”—, reconocía de inmediato la permeabilidad de esas fronte- ras, añadiendo, con una desenvoltura que todo manipulador de clasi- ficaciones debería imitar: “Se entiende que hacer esta distinción de las tres críticas es excelente, pero que una vez hecha también es muy bueno deshacerla”.1De un solo golpe, la segunda categoría, la de los críticos “profesionales”, resultaba reducida a una sola profesión, la de los profesores, de tal suerte que la clasificación venía así a distribuir la crítica entre escritores, profesoresy periodistas, estos últimos en adelante simples amateurs aparentemente, pero tal vez habría que decir ama- teurs profesionales o profesionales del amateurismo. Hoy estos tres ejercicios me parecen aun menos claramente sepa- rados que bajo la difunta Tercera República de las Letras, en la que Thibaudet en persona ilustraba ya su síntesis de manera bastante no- table. Y si yo ensayara a mi vez una distribución more geometricode las diversas especies de crítica, no solamente literaria sino, de manera más general, artística, creería poder hacerlo de un modo más pertinente, eludiendo las categorías profesionales invocadas por él, de tres mane- ras: según el objeto, según la función, y según el estatuto genérico —por supuesto no del crítico mismo como productor, sino de la manifesta- ción escrita, oral, incluso (en la televisión) mímica y gestual, que él 1Albert Thibaudet, Physiologie de la critique[1930], Nizet, 1962, p. 21-35. (Salvo indi- cación en contrario, el lugar de edición es París.) [7] 8 OBERTURAMETACRÍTICA produce. El objeto puede ser de naturaleza y de amplitud sumamen- te variables: de naturaleza, de acuerdo con cada arte, y de amplitud, según el crítico se interese en una obra singular, en la obra completa de un artista individual, o en la producción colectiva de un grupo, de una época, de una nación, etc. De función, se pueden distinguir tres: descripción, interpretación, apreciación. De géneros, dos: la reseña(o “recensión”) periodística, revisteril o mediática, generalmente breve y de plazo tan rápido como sea posible (es decir inversamente propor- cional, de hecho, al grado de amistad entre autor reseñado y órgano de recensión), y el ensayo, de dimensiones y de relación temporal con su objeto mucho más indeterminadas. El interés del juego, si es que lo hay, residiría tal vez en la manera en que se articulan entre ellas estas categorías de objeto, de función y de género. En términos absolutos, el cruce de tres por tres daría nue- ve especies, pero, como en toda tabla combinatoria de este género, al- gunas clases virtuales sin duda permanecerían vacías, o todavía no lle- nadas —no me atrevo a decir honradas. Me parece más razonable, o más expeditivo, considerar en los hechos cómo se distribuyen los ob- jetos y las funciones entre los géneros instituidos. * Las funciones cardinales de la reseña dependen de su oficio social, que es el de informar y aconsejar a un público que, se supone, pregun- ta si debe leer un libro, escuchar un concierto, asistir a una obra de tea- tro, un film o una exposición. En lo esencial son, por lo tanto, descrip- ción (y en principio pura información: ha aparecido tal libro, tal película ha “llegado a las salas”, tal exposición tiene lugar en tal sitio), y apreciación, debiendo, el juicio del crítico, iluminar el del público aunque sea, en ocasiones, a contrario: “Si eso le ha gustado a Fulano, yo me puedo abstener.” Se deduce que el objeto es aquí, típicamente, una obra singular, y de producción reciente; pero este rasgo no es absolu- to: una exposición comprende por lo general varios cuadros o escultu- ras, debidos eventualmente a varios artistas, y un concierto o una ex- posición “retrospectiva” puede tener por contenido una producción antigua. Por otra parte, ciertos eventos artísticos, como un happening o un concierto único, son temporalmente singulativos, lo que priva a su reseña, retrospectiva pero forzosamente no retroactiva, de su fun- ción de consejo: Fulano (otra vez él) ha juzgado admirable a tal intér- prete en tal obra, nos lo puede hacer saber, y esta información es, si no OBERTURAMETACRÍTICA 9 ociosa, al menos carente de todo efecto práctico, porque ya no puede invitarnos a que vayamos a compartir ese placer; no ocurre del mismo modo, evidentemente, con una crítica de discos ni con una crítica tea- tral, puesto que el mismo programa puede mantenerse en cartel por algunas semanas o algunos meses. Además, el objeto de una crítica mu- sical o teatral es siempre doble, aunque en proporciones variables, pues consiste al mismo tiempo en la obra interpretada y en su interpreta- ción; proporciones variables, porque la reseña de una creación trata más legitimamente sobre la obra creada que la de un reestreno: en principio, la tricentésima producción del Avaroes menos una ocasión de “revisitar” ese texto antiguo que de apreciar el nuevo trabajo de un realizador o de una compañía de comediantes. Finalmente, sin duda habrá que modular esta descripción según la naturaleza, muy variada, del soporte: la reseña de diario (hoy de ritmo típicamente hebdoma- dario, puesto que incluso en los cotidianos las rúbricas culturales apa- recen por lo general una vez a la semana) es de reacción (en prome- dio) más rápida y de orientación más pragmática que la reseña de revista, que llega a menudo como las fuerzas del orden, varios meses —incluso, en las revistas universitarias—, varios años después de que la obra reseñada ha sido confiada a lo que Marx, creo, llamaba “la roedo- ra crítica de los ratones”, o a aquella, más expeditiva, de la picadora de papel. En compensación, la reseña en revistas puede ser más atenta, o al menos más detallada, incluso puntillosa (lista de errores y de erra- tas), que la de los diarios. En cuanto a la reseña “mediática” (radio, te- levisión), no figura aquí más que a título de añoranza, ya que la espe- cie parece estar claramente en extinción allí, en beneficio de otro ejercicio: la entrevista a (o la conversación con) el autor, que debe su favor, supongo, al hecho de que asegura a dicho autor una promoción más eficaz (en tanto que depurada, por lo común, salvo perversa incli- nación a la autocrítica, de toda apreciación negativa), que dispensa al periodista en mayor grado de una lectura eventualmente fastidiosa, y que tiene más posibilidades de gustar al oyente, a fortiorial telespecta- dor. Una conversación animada, con uno o —mejor aún— varios au- tores presentes que “lo pasan bien”, distrae más que un monólogo so- bre una obra ausente que, por definición, no “lo pasa” ni bien ni mal: el propósito de las obras, tal vez ya se sepa, no es exactamente el de pa- sar(su destino es otro asunto). * 10 OBERTURAMETACRÍTICA El otro género canónico es entonces el que habitualmente llama- mos ensayo. Contrariamente a la reseña, esta forma no es por cierto- propia de la función crítica, pero sin embargo todo estudio crítico en volumen corresponde, explícita o implícitamente, al género del ensa- yo, incluso si en su origen se tratara de una reseña en revista. Pero tal vez debería decir a los géneros del ensayo, pues existen por lo menos dos: el ensayo breve, crítico o no, que sólo se publica en forma de re- copilación plural, como los Ensayosde Montaigne, o, en función críti- ca, La parte del fuegode Blanchot, y el ensayo extendido, capaz de ocu- par por sí solo un volumen entero, como el Ensayo sobre el entendimiento humanode Locke, o, en función crítica, el Saint Genetde Sartre. Este criterio de longitud es gradual por definición: algunas recopilaciones pueden agrupar un número reducido de ensayos de mediana ampli- tud, como Littérature et sensationde Richard, que incluye cuatro, sobre Stendhal, Flaubert, Fromentin y los Goncourt. Pero esta distinción cuantitativa no es de gran importancia. Cualquiera que sea su talla, el ensayo crítico tiene por objeto canónico la obra entera de un autor, y por lo tanto la personalidad individual de ese autor, objeto profunda- mente psicológico por su misma delimitación; pero también puede ser —aunque más raramente—, como para la reseña, una obra singu- lar: véase el S/Z de Barthes, consagrado únicamente a Sarrasine, sin contar que escribir sobre Montaigne, Saint-Simon o Whitman, o inclu- so Proust o Musil, equivale más o menos a hablar de una obra única; o aun de fragmentos o detalles de obras: véase la Mimesisde Auerbach o las Microlecturesde Richard; o al contrario alguna entidad, histórica y/o genérica, trascendente a las obras, a los autores, a veces a los gé- neros: Lukács sobre la novela, Rousset sobre la época barroca, Rosen sobre el estilo clásico. Hoy la función típica del ensayo crítico ya no es la apreciación, ni la evaluación: la gran crítica del siglo XXse cuida, incluso de manera bastante ostensible, de una actitud que actualmente se considera in- genua y hasta vulgar, y que ella cede de buen grado a la crítica de re- seña —sabiendo por lo demás que el mero hecho de consagrar algu- nas páginas o decenas de páginas a una obra es un homenaje implícito a su mérito, o por lo menos a su interés. Su función cardinal es por ende la del comentario, aun si se trata de uno mixto, con dosis varia- bles y a decir verdad indiscernibles, de descripción, de interpretación y de evaluación tácita. Su relación temporal con su objeto es del todo indeterminada: yo podría escribir mañana un estudio crítico sobre Boulez, sobre Cézanne o sobre la Chanson de Roland. Dicha indetermi-

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