Editorial Gedisa ofrece los siguientes títulos sobre TERAPIA FAMILIAR EVAN IMBER-BLACK La vida secreta de las familias STEVE DE SHAZER En un origen las palabras eran magia CARLOS E. SLUZKI La red social: frontera de la práctica sistémica TOM ANDERSEN (COMP.) El equipo reflexivo MICHAEL WHITE Guías para una terapia familiar sistémica JAY S. EFRAN, Lenguaje, estructura y cambio. MICHAEL D. LUCKENS Y La estructuración del sentido ROBERT J. LUKENS en psicoterapia RALPH E. ANDERSON La conductucta humana en el E IRL CÁRTER medio social. Enfoque sistémico de la sociedad MICHAEL DURRANT Terapia del abuso sexual Y CHERYL WHITE (COMPS.) STEVE DE SHAZER Claves en psicoterapia breve. Una teoría de la solución HEINZ VON FOERSTER Las semillas de la cibernética J. ELIZUR Y S. MINUCHIN La locura y las instituciones E. IMBER-BLACK, Rituales terapéuticos J. ROBERTS Y y ritos en la familia R. WHITTING (COMPS.) H. STIERLIN Y G. WEBER ¿Qué hay detrás de la puerta de la familia? FAMILIAS, ENFERMEDAD Y DISCAPACIDAD Una propuesta desde la terapia sistémica John S. Rolland gedisa editorial Título del original inglés: Families, Illnes and Disability © Basic Books, Nueva York, 1994 A Subsidiary of Perseus Books, L.L.C. Traducción: Verónica Tirotta Primera edición, julio de 2000, Barcelona Derechos reservados para todas las ediciones en lengua castellana © Editorial Gedisa Paseo Bonanova, 9, 1o-1o 08022 Barcelona Tel. 93 253 09 04 correo electrónico: [email protected] http://www.gedisa.com ISBN: 84-7432-708-3 Depósito legal: B. 29.884/2000 Impreso por: Carvigraf Clot, 31 - Ripollet Impreso en España Printed in Spain Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de im presión, en forma idéntica, extractada o modificada de esta versión caste llana de la obra. Índice Prólogo 9 Prefacio 17 1. Introducción: En busca de un mapa psicosocial familiar 21 Parte I La experiencia de la enfermedad y la discapacidad 2. La tipología psicosocial de la enfermedad 43 3. Las fases temporales de la enfermedad 72 Parte II La respuesta del sistema familiar 4. Análisis de la dinámica familiar en las enfermedades crónicas ... 95 5. Experiencias multigeneracionales con la enfermedad, la pérdida y la crisis 110 6. Las enfermedades crónicas y el ciclo de vida 139 7. Sistemas de creencias familiares acerca de la salud y la enfermedad 170 8. Experiencia anticipada de la pérdida en las enfermedades físicas 217 Parte III Guías para la evaluación y el tratamiento 9. Cuestiones relativas al tratamiento con familias 257 10. En la salud y en la enfermedad: cómo ayudar a las parejas a superar los desafíos 302 11. Cuestiones personales y referidas a la interacción con sistemas mayores que afectan a los profesionales 345 Bibliografía 381 Índice de nombres y temas 397 Prólogo La importancia que tiene la familia en la práctica médica es algo a la vez obvio y oscuro: intuimos que el cuidado de la salud está en profunda relación con la familia; sin embargo, las respuestas a las preguntas de cómo analizar esta relación y qué hacer con ella suelen ser en extremo vagas. A pesar de las muchas dificultades que van asociadas con esta perspectiva, podemos sentir, no obstante, con ra zón un alto grado de confianza y entusiasmo al abordarlo. El cuida doso trabajo de innumerables profesionales de la clínica, investiga dores y teóricos está generando sólidos resultados. En el presente trabajo, John Rolland compendia gran parte de los datos que justifi can nuestro optimismo y proporciona una teoría integrada que ser virá de guía a la reflexión y al trabajo futuros. La perspectiva familiar en el campo de la atención a la salud forma parte de un movimiento intelectual y tecnológico orientado hacia enfoques holísticos y ecosistémicos en medicina que unen conceptualmente la mente y el cuerpo y consideran a las personas dentro de sus contextos sociales específicos. Este proceso está ge nerando cambios profundos en la medicina y sus instituciones en los que participan especialistas de varias disciplinas: psicólogos y psiquiatras; profesionales de atención primaria y de la familia; trabajadores de la salud pública; enfermeras generalistas y espe cializadas; profesionales y asesores familiares; investigadores del tema familia, y un sinnúmero de científicos sociales de otras espe cialidades. En las profesiones, como en las familias, operan fuerzas indivi dualizantes e integradoras. El libro de Rolland se nutre de gran par te de este nuevo corpus de conocimiento y lo compendia, por lo cual 9 resultará de interés a especialistas con muy diferente formación y experiencia. La orientación familiar, en vez de reforzar las diferen cias y distinciones entre las profesiones, tiende naturalmente a dar le un nuevo equilibrio a la dirección del desarrollo profesional. ¿Qué necesitamos saber sobre una familia en lo que respecta a la salud? Lo mismo que ocurre con las respuestas a otras preguntas importantes, ésta depende del uso que nos propongamos hacer de la información. Una parte del problema consiste en que fácilmente po dría disponerse de demasiada información. La organización de esos datos y la fijación de límites prácticos a nuestra indagación son al menos tan importantes como ampliarla de manera adecuada. Cuan do usamos el término familia debemos hacerlo con una dosis de cau tela. El reconocimiento espontáneo que todos hacemos del concepto y su profunda relación con nuestra pertenencia al género humano son realmente importantes; sin embargo, no podemos suponer que las definiciones del sentido común bastan para entender de qué ma nera interactúan la familia y la enfermedad. Cuando decimos «familia», ¿nos referimos a la familia actual o a la familia histórica, multigeneracional, en la que el paciente se crió? ¿Familia significa el grupo doméstico, la familia legal, la biológica, la familia fusionada o la red extensa de parentesco? ¿Qué papel de sempeña la cultura? ¿Cómo incluiremos en la evaluación las carac terísticas personales de los actores individuales, su estado de salud y el momento del ciclo vital en que se hallan? Encuentro especialmente útil el concepto de enfermedades nor mativas y no normativas. Todos esperamos que los ancianos no ten gan que sufrir mucho con las enfermedades que padecen en los últi mos años de su vida. Por dolorosa que sea su pérdida, en la mayoría de los casos la muerte de uno de sus miembros a una edad avanza da no desestructura la familia (si lo hace, quizá sea recomendable una terapia). Por otro lado, cuando fallece un joven decimos que mu rió «antes de que le llegara el momento» y un intensísimo dolor nos abruma. Como ha observado Peggy Penn, una enfermedad grave en un niño parece congelar el tiempo. Como padre de un niño con una enfermedad crónica, recuerdo haber negociado «no sé con quién», en cada etapa de su enfermedad, para que mi hijo no empeorara. Con retrospectiva, creo que quería detener el tiempo; mi esposa y yo habíamos aprendido que éramos capaces de tolerar cualquier cosa que nos deparara el destino, en tanto y en cuanto su enfermedad no se agravara. Rolland es profun damente consciente de cuánto se ha descuidado la dimensión tem poral en el análisis del significado de las enfermedades. Es impor tante que haya establecido un vínculo entre el momento de la aparición de una enfermedad y la fase evolutiva en la que se en cuentra la familia. 10 Otros ejemplos personales: cuando era niño, sufría a menudo ataques de asma (que afortunadamente cesaron con la pubertad) acompañados de infecciones del oído medio bastante dolorosas, an tes de que se generalizara el uso de los antibióticos. ¿Era desagra dable? Sí, pero muy compensado por el placer que le proporcionaba a mi madre. En ese momento yo era su único hijo; mi joven madre me adoraba y en mis repetidas enfermedades encontraba la fantás tica oportunidad de demostrar sus considerables dotes de madre-en fermera. Quizás estuviéramos demasiado apegados, pero ¿a quién le importaba? Era una intensificación de la relación normal madre- hijo y culturalmente sin duda aceptable. Y muchos años después, cuando mi padre quedó totalmente in válido a consecuencia del mal de Alzheimer, mi madre acondicionó su casa como si fuera un pequeño hospital y lo cuidó como una en fermera todo el tiempo que duró su enfermedad terminal. Aquí la idea central es la de ajuste, es decir el grado en que las exigencias psicológicas y del rol de enfermo y de cuidar enfermos concuerdan con las estructuras personales y sociales de la familia. No siempre el resultado de una enfermedad es adverso: una fami lia puede verse fortalecida por la enfermedad y sus demandas. En efecto, los terapeutas familiares han llegado a reconocer que una en fermedad puede estabilizar la estructura de algunas familias, que con frecuencia no funcionan cuando la enfermedad mejora o cam bian las exigencias de los roles. En los ejemplos personales que acabamos de proporcionar, nues tra buena suerte (si puede llamarse así) consistió en que había una compatibilidad entre las enfermedades con las que se enfrentaba nuestra familia y la fase evolutiva en la que nos encontrábamos como individuos y como familia. Las dimensiones culturales también de ben ser tenidas en cuenta: ¿existe un conflicto de expectativas cul turales con las exigencias del rol de enfermo o del que cuida al en fermo? Cuando era joven, mi madre no pensaba en tener una vida profesional, más allá de la maternidad y el cuidado del hogar. Por lo tanto, encontraba totalmente gratificante la atención a los niños y a su hijo enfermo; para ser más precisos, si hubiera experimentado al gún inconveniente en este rol, y yo creo que así fue, éste quedaba oculto detrás del éxito que tenía en el cumplimiento del rol mismo. El mismo razonamiento vale para cuando se hizo cargo del cuidado de mi padre, siendo ya una señora de edad avanzada: eso era lo que una «mujer valiente», la mujer virtuosa judía, debía hacer. Como todos sabemos, demasiado a menudo las cosas no suceden de esta manera. Superviso una unidad pediátrica de SIDA de un im portante hospital urbano. Los grupos domésticos que reciben aten ción allí consisten típicamente en dos niños huérfanos y su abuela (a veces también incluyen a otros adultos, por ejemplo, a un tío o una 11 bisabuela); uno o ambos niños viven con VIH o ya tienen SIDA. Es probable que esta familia sea afronorteamericana. El padre de los niños quizá contrajo el virus al usar agujas contaminadas para in yectarse drogas; la madre, por la misma vía o a través del contacto sexual. Esta unidad familiar es la «familia a cargo del cuidado de los servicios de la salud», que lucha valientemente, junto con un equipo de salud igualmente valiente, para hacer frente a una multitud de problemas biomédicos y psicosociales. Para esta gente, la familia es una red viviente de lazos emocio nales vistos a través de la lente de su cultura y su lugar en el ciclo vital individual y familiar. Sus pérdidas han sido graves: los niños han perdido a sus padres y la abuela ha perdido a su hijo. Las ten siones son constantes, los recursos son escasos y las cuestiones rela tivas al momento del ciclo vital en que cada uno se encuentra son apremiantes. La senectud y el agotamiento físico amenazan a la abuela; la calle y sus tentaciones amenazan a los niños. Y el niño que vive con VIH se encuentra además atrapado en un escenario biológico en cambio constante que trae consigo una catarata de con secuencias psicosociales. Rolland es especialmente consciente de que, en lo que concierne a las enfermedades, raramente nos enfrentamos a situaciones está ticas y que el significado de una enfermedad cambia constantemen te a medida que se expone a la interacción con esos otros factores. ¿Cómo ordenamos la casi ilimitada información que podemos reunir acerca de las familias? En términos biomédicos, una historia familiar la mayor parte de las veces, ha consistido en una enumera ción de afecciones de etiología genética, una diátesis alérgica, una historia de cáncer o cualquier otra cosa. La medicina psicosocial puede llegar mucho más lejos. Pero ¿cómo navegamos en este océa no casi infinito de información? En los últimos tiempos, en terapia familiar se ha prestado mucha atención a una orientación que se sintetiza en la expresión el sistema definido por el problema, que se refiere a un conjunto de personas que se ven afectadas por el pro blema o que tienen un efecto sobre éste, ya se trate de mantenerlo (causarlo) o de cambiarlo (tratarlo). Este concepto permite flexibili dad para reunir al grupo de tratamiento más eficiente y llama par ticularmente nuestra atención sobre la importancia que tiene el sis tema de servicios de salud en este proceso, ya que, como dice una variante del viejo refrán: «Si eres parte de la solución, eres parte del problema». Afortunadamente, el encuentro clínico establece sus propias nece sidades y prioridades. El terapeuta debe tener claro cuál es el proble ma y luego identificar el sistema definido por el problema pertinente a la situación. Con respecto a la familia, debemos ser capaces de deli mitar la «familia que funcionará como agente de salud», es decir, el 12