WALTER SCHUBART EUROPA Y EL ALMA DEL ORIENTE 1947 EDICIONES STVDIVM DE CULTURA MADRID E D I T O R I A L P O B L E T BUENOS AIRES Esta obra está traducida directamente del original alemán ‘‘EUROPA UND DIE SEELE DES OSTENS” por el M. I. SR. D. ANTONIO SANCHO Canónigo Magistral de Palma de Mallorca ES PROPIEDAD Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en la Argentina. — Printed in Argentine I N D I C E Pag. Prólogo del M. I. Dr. don Antonio Sancho Neeot .................................. 5 A MODO DE INTRODUCCIÓN ............................................................................. 17 EL ULTIMO PROBLEMA DEL OCCIDENTE Rítmica del acontecer mundial. (Doctrina de los eones) .................. 21 La tensión entre el Occidente y el Oriente como problema cultural . 35 La tensión entre el Occidente y el Oriente como problema político .. 45 MUNDO OCCIDENTAL Y MUNDO ORIENTAL Líneas fundamentales del desarrollo cultural del Occidente ............. 57 Historia del alma rusa ............................................................................... 71 Cultura del medio y cultura del fin ....................................................... 87 Miedo originario y confianza originaria ............................................... 97 Amor a sí mismo y fraternidad .............................................................. 129 Palabra y silencio ........................................................................................ 151 Ateísmo occidental y ateísmo oriental ................................................... 155 La vivencia de los Evangelios ................................................................ 167 Lo eternamente femenino ........................................................................... 181 Dostoiewski, plasmador del problema occidental-oriental ..................... 187 El pensamiento nacional ruso .................................................................. 198 Unas observaciones ....................................................................................... 205 Alemanes ......................................................................................................... 207 El odio a los alemanes como problema cultural del Occidente ......... 223 Anglosajones .................................................................................................... 233 Franceses ........................................................................................................ 245 Españoles y rusos. — La misión de España ........................................ 257 NIVELACION Rusia entre Asia y Europa ...................................................................... 271 Síntomas de un cambio en el hombre occidental ................................ 285 El derrumbamiento del Occidente .......................................................... 293 La herencia del Occidente en la cultura del porvenir ........................ 303 PROLOGO No son pocos los hombres insignes —por sn poderío o por su ciencia— que desde Europa han mirado hacia el Oriente, y han ras gado el velo que lo ocultaba a nuestras miradas. Napoleón sintió un impulso constante, pertinaz y trágico hacia la mística oriental y las grandes posibilidades que en las tierras le janas y pletóricas de vida podía encontrar el genio militar. Europa le parecía un montoncito de tierra hecho por un topo; París le oprimía como una losa; y el gran Oriente —¡Egipto, Rusia con su Moscú!— se le aparecía como una tierra de ensueño. Contra el Orien te se estrelló el gran guerrero. Todavía en Santa Elena se estreme cía de horror y de admiración, cuando se acordaba de Rusia, En tonces fue cuando dijo : “Rusia es el poder que marcha con pasos más agigantados y con la más grande seguridad hacia el dominio del mundo/’ Stresemann sintió la, agitación sorda del cercano Oriente, oyó el bramar del oleaje que había de traer a Europa conmociones pro fundas ; y a conjurar el pavoroso peligro encaminó su política. Por esto, Hitler, concreción y expresión de todo un ambiente, manifestó en Mein Kampf el criterio de suspender “la eterna expedición ale mana hacia el sur y el occidente de Europa” y dirigir la mirada “hacia el gran país del Oriente”. En el sector cultural sería fácil tarea formar toda una biblio teca de escritores europeos que se han asomado al Oriente o han in tentado penetrar en sus recónditos misterios. Los nombres de Her- der, Raader, Karl Holl y Friedrich Heiler son harto conocidos. Añádanse a ellos los de Schopenhauer y demás filósofos jeremíacos que cantan sus trenos sobre la malhadada Europa, y tendremos un cuadro simbólico del Occidente vuelto hacia el Oriente. Pero ni los políticos de mirada unilateral, ni los filósofos de sentir enfermizo, ni siquiera los pensadores sanos, pero que miran las cosas a lo humano, son los que despiertan nuestro interés, sino los 6 EUROPA Y EL ALMA DEL ORIENTE que se levantan a la altura de los problemas religiosos, los que pien san y sienten como nosotros, los que podemos sin reticencias llamar “nuestros”. Y también algunos de éstos han mirado desde el Occi dente hacia el Oriente. Herwegen, el gran abad de María - Laach, el fundador de la Academia Monástico - litúrgica que radica en la insigne abadía, el director de Ecclesia Orans, prologa un libro de Tyciak: Die Litur gie als Quelle östlicher Frömmigkeit, y no vacila en escribir: En una colección de libros que se ha fijado como objeto la “in troducción al espíritu de la liturgia”, no es posible una preterición respecto a la vida litúrgica del Oriente, que visto desde nosotros em pieza ya en los Balcanes. En los pueblos orientales la liturgia es has ta tal punto la fuente y la línea directriz de toda la vida de oración, incluyendo la más personal, que nosotros podemos aprender mucho de ellos para el desarrollo de nuestra vida litúrgica y para nuestra piedad... El abismarse reverencial en la contemplación de lo divino, tal como es propio del hombre oriental, y el impulso occidental de ac tividad en el campo exterior de la vida tienen que unirse en una nivelación recíproca... Como occidentales siempre pensaremos de un modo más sobrio y sentiremos más fríamente que los orientales; mas si queremos sa lir de nuestro pensar intelectualista —también en el campo de la fe— y de nuestro activismo calculador, y así lograr un ascenso re ligioso, llevados del entusiasmo, la profundización en el espíritu de la piedad oriental será para nosotros una ayuda que no debe des preciarse. Tyciak —a quien acabamos de citar junto al nombre del abad Herwegen—, el teólogo que se propuso no ha largos años desarro llar y aplicar a la vida religiosa de los fieles cristianos los ricos pensamientos de otro teólogo célebre, M. J. Scheeben, en la obra prologada por el abad de María - Laach dejó escritos los siguientes párrafos: La Iglesia oriental no conoce en su sustancia eclesiástica todos esos cambios psicológicos del espíritu religioso por los cuales ha pa sado el cristianismo occidental. No conoce ni la Edad Media ni el Renacimiento, ni la Aufklärung ni la Restauración. Ciertamente, todas esas formas de expresión de la evolución espiritual occidental han tenido su significado para el Oriente; a veces el protestantismo ha intentado ejercer su influencia también en el espacio oriental, mas este encuentro siempre ha sido de naturaleza exterior, nunca ha tocado el ser más íntimo, el alma del Oriente. PROLOGO 7 Así el Oriente cristiano se halla todavía ante nosotros como testigo de los venerables y santos tiempos primitivos de la Iglesia. Esta admirable permanencia del espíritu le ha hecho posible con servar incólumes los bienes más santos. No solamente la teología propiamente dicha del Oriente ha seguido siempre —a pesar de al gunos intentos racionalistas— siendo cosa del hombre espiritual, pneumático, sino que todo el cosmos, todo el conjunto del pensar religioso y filosófico, todos los esfuerzos relativos a la concepción del mundo, giran continuamente en torno de las grandes cuestiones cristianas: la redención, la glorificación. Todo el pensar religioso del Oriente está bajo el hechizo del misterio... Ciertamente, pertenece a los grandes movimientos espirituales cristianos la nueva filosofía rusa de la religión. Lo que admiramos siempre en un Kireievski, Trubetzki, Chomiakov, Solowiow, Flor ens ki, Berdiaeff, Bulgakov y otros, es el tacto seguro, el pasar sobera namente sobre cimas y alturas, junto a precipicios y peligros. Una osadía espiritual admirable vive en esos pensadores. Son radica- listas cristianos, que en un tiempo en que el Occidente era domina do por el espíritu del racionalismo y naturalismo se atrevieron a presentar completamente grande y clara la realidad cristiana; sí, cristiana - primitiva, y la defendieron con fanatismo... La filosofía de los rusos vive de la sabiduría divina. Esta filo sofía quiere ser sofiana. De ahí que los rusos rechacen la lógica mecanizada del Occidente. Bidgakov la llama “manía hegelia- na”... Solowiow hasta se atreve a decir: “Así hemos de reconocer que la filosofía recibe su contenido del saber religioso o de la teolo gía”... Ninguno ha penetrado tan profundamente en el misterio del amor como Dostoiewski. El amor es para él la fuerza poderosa de los mundos, en la cual “el misterio de la tierra se toca con el de los astros”. Cristo es el amor humanado, que forma la nueva armonía del universo. El amor construye el nuevo estado de glorificación de un mundo deiforme, hacia el cual tiende el anhelo y él obrar de un Dostoiewski. Este amor nos une también con “otros mundos”. Completa* mente ancho, cósmicamente universal, es él pensar de los rusos. El ruso se siente unido bajo su cielo infinito con todas las criaturas... Al ruso le es innato él pensar cósmico>. “Somos anchos, anchos como nuestra Madrecita Rusia”, dice Dostoiewski en su novela Los her manos Karamasow, 8 EUROPA Y EL ALMA DEL ORIENTE Esa visión universal, amplia, de la\ filosofía rusa de religión en cuentra, ante todo, su expresión monumental en él cuadro que for ma del mundo él gran Solowiow. Solowiow es el profeta de la Toda- Unidad, de la <(teocracia libre”. Su concepción del mundo es de una unidad grandiosa. Todo lo mira desde él origen de toda vida, desde él misterio de la Santísima Trinidad... Sí, empieza un nuevo eón. El pensar de los rusos rebosa de apocalipticismo. ¡Cómo busca Dostoiewshi el mundo apocalíptico, pneumático del amor! Con visión apocalíptica mira el ruso al hom bre. Solamente así es comprensible la antropología cristológica de un Berdiaeff. Berdiaeff ve al hombre en su divinización como al hombre verdadero, paradisíaco, glorificado. Es el hombre en el cual la parusia de Cristo se hace continua y constantemente realidad, mediante los misterios de Cristo... La idea apocalíptica está, pues, unida de un modo completa mente profundo con él misterio pascual. Así vive el acorde fundas- mental del pensar y del orar de la Iglesia. En los misterios se triun fa de lo temporal y empieza él estado nuevo, celestial, hacia él cual tiende toda redención. Partiendo de aquí podemos comprender mejor el impulso apor caliptico de los rusos. Es el tomar en serio una de las ideas más po tentes del cristianismo. Es, en último término, la fe —realizada— en la Iglesia de la nueva Jerusalén. Por esto aparece él cristianis mo oriental como la Iglesia yoanea: la Iglesia del amor, de la glori ficación, del mundo nuevo. Hacia este mundo nuevo se dirige él orar y él anhelo de la “Ecclesia”, este afán santo llena la liturgia y resuena en los cuadros tan grandiosos de la concepción religiosa del mundo, que nos trazan los filósofos rusos de la religión. Muchos lectores españoles recordarán sin duda el diálogo de Monseñor Tóth con un chino. El obispo de Veszprém finge este diálogo, en el cual expresa el pensar oriental. Sin Cristo —dice el chino— no luce la luz eléctrica, se paran las máquinas, él carbón queda sepultado en él seno de la tierra, él orín carcome todas las fábricas. ¿Por qué? Porque sin Cristo los hombres se transforman en fieras, que al fin se comen las unas a las otras. El hombre europeo hoy no tiene más que un solo Dios, un solo ídolo: él trabajo. ¡Y, sin embargo tendrían que pensar ustedes en la construcción de la torre de Babel! ¡Cuánto trabajaron en ella los hombres! ¡Cómo la regaron con sus sudores! Mas, al final, los que dirigían aquel trabajo sintieron que se trastornaba su lengua je y no hubo otro remedio que parar la construcción, no pudieron entenderse los linos con los otros. Y, sin embargo, trabajaron mu- PROLOGO 9 cho, y no les faltaba voluntad para seguir construyendo; pero les faltaba la fuerza organizadora que da unidad al trabajo. ¿Qué valen sin unidad las manifestaciones del trabajo humano, las fábricas, los alardes de la técnica? Tendrán ustedes fábricas es tupendas, pero éstas fabricarán tanques, granadas, metralla, bom bas de gas. Tendrán magníficos caminos, redes de ferrocarriles; pe ro todos ellos servirán solamente para transportar tropas y lograr de esta suerte que se apresuren los combates. Tendrán una socie dad en que no pueda un hombre convivir con otro, ni sepa perdo nar nada a su prójimo. En el escaparate de una librería de cierta ciudad alemana me llamó la atención un libro con este título: Die Agonie des Christen- tums (“La agonía del Cristianismo”). Hoy comprendo ya que ello es una gran mentira, y que la verdad es precisamente lo contrario. En Europa no es el cristianismo lo que agoniza, no es él quien ha fracasado, sino que agonizan y están en bancarrota los hombres que con una fe exigua están bajo el gran árbol de Noel; agoniza y ha fracasada esta Europa que todavía lleva sobre sí los colores del cris tianismo, pero que en el fondo de su espíritu se ha vuelto pagana nuevamente. Stimmen der Zeit —para no citar más que una. de las revistas católicas de mayor envergadura y solvencia— dio cabida en sus pá ginas a un artículo de Alexandra Anzerowa y del P. Ivon Kologrivof, S. J., antiguo oficial de húsares de 1a, Guardia de Córps del Zar, para mostrar —con guías seguros— al hombre occidental el gran país del Oriente, el misterio de un pueblo oprimido, de una Rusia inexplorada, de la, Rusia santa. En nuestro ambiente, en el sector de teólogos y escritores neta mente católicos, resuenan con vigor dos temas: la descomposición interna de la vieja Europa y el mesianismo del alma oriental; con tonos pavorosos, trágicos a veces, profundamente misionales casi siempre el primero; con sordina, pero insistente, el segundo. * * * En este libro Schubart mira Europa desde el Oriente. Los orientales lo han hecho con verdadera solicitud y duran te largos años. Pero Schubart no es propiamente oriental; de na cimiento es alemán báltico. Profesor de Sociología y de Filosofía en la Univerdad de Ri ga, estudió muy profundamente la historia del alma y de la reli gión rusas, se distinguió por sus trabajos eslavistas, adquirió por 10 EUROPA y EL ALMA DEL ORIENTE los mismos gran renombre en Letonia, Lituania y Polonia; escribió en revistas alemanas, austríacas y suizas, con lo que se extendió su fama; y gracias a su libro Europa, und die Seele des Ostens, que ofrecemos traducido al lector español, se levantó a una altura difícil de superar. Es, pues, un europeo que mira el Occidente desde el Oriente, y con un bagaje de cultura oriental tan amplio como sólido. Desde su punto de mira ve Europa, las cuestiones que la agi tan y destrozan, el gran problema o la enorme tensión “Occidente- Oriente”, razón por la cual se ve forzado a volcar en este libro to do su caudal de conocimientos eslavistas y —en general— relativos al alma del Oriente. Mi propósito —leemos al principio del libro— no es escribir de Rusia, sino de Europa, pero de una Europa vista desde el Oriente, y lo hago no tanto para comprender lo ya acaeci do como para expresar lo que está en vía de formación. Como los autores que ya hemos citado en este prólogo, subra ya estos dos temas: la desorganización de Europa y la religiosidad de Rusia. Pero distingue reciamente dos Europas, como distingue dos Rusias. En tono mayor canta la grandeza de Europa cuando la recuer da en lo que él llama “época gótica”, que se extiende desde el si glo xi al xvi. Lleno por completo de la idea de la eternidad el hom bre gótico, dirigía su mirada confiada hacia arriba. Cada vez más suplicantes yérguense hacia el cielo sus catedrales... La época gó tica creó la unidad espiritual del Occidente... El concepto y el hecho “Occidente” pertenecen a la cultura gótica. Esta era una cultura sintética. En ella prevalecían las fuerzas de unión... La época gótica creó... el concepto y la vivencia “Europa” .. . Los hombres pertenecían, como miembros inmediatos, a la comunidad cultural cristiana que a todos abarcaba. Un espíritu de unión, de amor, los juntaba interiormente. Sobre ellos reinaba la calma ¿te gran aliento de las épocas metafísicas. El individuo se veía metido de lleno en los espacios infinitos de la eternidad, y ello le comuni caba un sentimiento de amparo y de paz. Sin ese sentimiento vivo del más allá no habrían podido ser planeadas o terminadas las cate drales de la Edad Media, en las cuales trabajaron generaciones en teras. Y nunca habrían consagrado sus energías de trabajo gene raciones de monjes a transcribir las melodías gregorianas, como hi cieron los benedictinos de Solesmes. Así, en tono mayor y con dejos de modalidad gregoriana, can ta la auténtica grandeza de Europa.