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Ética de la compasión PDF

309 Pages·2010·11.074 MB·Spanish
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JOAN-CARLES MÉLICH ÉTICA DE LA COMPASIÓN Herder Diseño c.le portada: Claudio Bado ©2010\ Joan-Carles Méltch © 2010, Herder Editorial, S.lí., Barcelona ISBN: 978-84-254-2659-9 Imprenta: Reinbook Depósito legal: B - 5.029 - 2010 Printed in Spain - Impreso en España Herder www.herdereditorial.com A Lluís Duch, amb admirado i amistat 1. Introducción............................................................................... 13 2. Pórtico: La zona sombría de la morai................................ 37 3. Rl, TEATRO METAFÍSICO................................................................... 51 3.1. Escenas de la metafísica....................................................... 51 3.2. El espectro del nihilismo..................................................... 59 3.3. El espíritu de la novela........................................................ 72 4. La situación ética............................................................................... 89 4.1. Lina situación de radical excepcionalidad....................... 89 4.2. Etica y cuerpo........................................................................ 101 4.3. Ética y símbolo...................................................................... 108 4.4. Etica y experiencia................................................................ 125 4.5. Etica y respuesta.................................................................... 148 4.6. Etica y memoria.................................................................... 153 4.7. Ética y libertad...................................................................... 168 4.8. Ética y muerte....................................................................... 179 4.9. Etica y sufrimiento............................................................... 194 4.10. Ética y compasión................................................................. 222 4.11. Excursus /: Ética y vulnerabilidad (Levinas y Butler)... 239 4.12. Excursus II: Rousseau y la piedad..................................... 246 5. La pedagogía del testimonio..................................................... 253 5.1. La crisis gramatical.............................................................. 253 5.2. Decir y mostrar..................................................................... 269 5.3. El profesor y el maestro....................................................... 276 5.4. El testimonio y la ausencia................................................. 283 5.5. La vergüenza del testigo...................................................... 288 6. Telón: La compasión imposible................................................. 295 Bibliografía............................................................................................. 299 Índice onomás tico....................................................................................... 311 Agradecimientos.......................................................................................... 317 Adelántate a toda despedida, como si la hubieras dejado atrás, como el invierno que se está yendo. Pues, bajo los inviernos hay uno tan infinitamente invierno que, si lo pasas, tu corazón resistirá... Rainer M. Rü.ke, Sonetos a Orfeo «...porque la vida ha comenzado ya mucho antes que uno...» (Ernst Bloch, El principio esperanza) No empezamos con las manos vacías. Venimos al mundo pero no estamos solos. Nadie nace solo, nadie puede sobrevivir solo. El uni­ verso humano es un universo compartido. Otros están ahí, otros estu­ vieron ahí. Abandonamos el útero materno y llegarnos a un tiempo y un espacio que no hemos escogido y que no controlamos. Somos vulnerables, estamos expuestos a lo imprevisible, a lo indominable, a lo radicalmente extraño. No estamos solos aunque tampoco vivimos en un entorno plenamente cordial y cósmico, porque no podemos exorcizar la presencia inquietante de la finitud. Continua e ineludible­ mente nos encontramos amenazados por procesos de caotización: el azar, la soledad, la insatisfacción, la culpa, la nostalgia, el sufrimiento, la muerte. En un universo humano no hay ni puede haber resguardo absoluto o salvación plena. El nuestro es un mundo crepuscular. Situaciones infernales nos acechan, porque si bien es cierto que existe la posibilidad de habitar humanamente el mundo también nos acompaña siempre la amenaza de «lo inhumano». Y esta es una ame­ naza radical. Nunca podrá evitarse. Hombres y mujeres no nos encon­ tramos a salvo, ni protegidos por completo. Porque somos «humanos» estamos privados del acceso al paraíso y vivimos expuestos al peligro de que, de repente, el cosmos se convierta en caos. Elias Canetti daba inicio a su monumental ensayo Masa y poder con estas palabras: «Nada teme el hombre más que ser tocado por lo desconocido». La existencia humana no puede resguardarse de las inquietantes presencias que adopta la finitud. Ese «ser tocado pol­ lo desconocido» del que habla Canetti es una metáfora de la amenaza de lo extraño. Sabemos que jamás podremos dominar a la naturaleza, que no somos inmunes al tiempo, a la voracidad de Cronos. Somos conscientes de que nuestra vida es breve y de que vamos a morir, de que no controlamos las condiciones que nos depara la existencia, de que somos más el resultado de nuestras pasiones que de nuestras acciones, de que llegamos demasiado tarde y de que nos iremos dema­ siado pronto, de que, como advierte Rilke, «vivimos siempre en des­ pedida». Por eso cada uno, sea quien sea, venga de donde venga, no tiene más remedio que configurar provisionalmente «espacios de pro­ tección», frágiles «ámbitos de inmunidad», frente a la irrupción ame­ nazante de lo contingente y de lo imprevisible. Por nuestra condición finita y vulnerable, nos pasamos la vida buscando refugios físicos y simbólicos. Somos seres necesitados de consuelo que andamos a la búsqueda de «cavernas», seres que no podemos sobrevivir si no es res­ guardándonos, aunque sea de forma frágil, de los peligros y de las trampas que nos tiende el mundo. Para algunos, a los que llamaré genéricamente «gnósticos», y que ocupan actualmente un lugar relevante en la plaza pública, el naci­ miento es como una caída. El gnosticismo sostiene que el ser humano es un «ser arrojado», y que la vida consiste esencialmente en encontrar «vías de escape» del mundo. De lo que se trata, para decirlo con Mircea Eliade en El mito del eterno retorno, es de huir del espacio y del tiempo, de la historia y del cuerpo. Este es el lugar en el que el conocimiento (gnosis) desempeña una función fundamental. Así, podríamos decir que el gnosticismo combate el dolor de la exis­ tencia proponiendo una renuncia al cuerpo y a las relaciones con los demás. El conocimiento ofrecerá una salvación por la vía de la inte­ rioridad. La consecuencia de esta posición es el terror de la historia o, lo que es lo mismo, la incapacidad de compasión, el menosprecio de los ritmos corporales, la insensibilidad... En este ensayo el lector encontrará una ética contraria a este espí­ ritu, A diferencia del gnóstico, concibo aquí la vida de cada ser humano como ambigua. Al llegar al mundo encontramos felicidad y dolor, alegría y tristeza, angustia y serenidad..., pero, en cualquier caso, lo que hay que subrayar es que nunca podrá darse plenamente lo cósmico sin la amenaza del caos, lo humano sin lo inhumano, lo pro­ pio sin la posibilidad de irrupción de lo extraño. Esta ambigüedad es «estructural» a la vida porque la historia, el cuerpo y la finitud, resul­ tan ineludibles. Así pues, frente al espíritu gnóstico que cree que es posible superar la ambigüedad, lo que aquí se sostiene es que esta «supuesta» superación supone la disolución de lo humano. En pocas palabras, no hay humanidad porque haya bondad, moral o justicia, sino al contrario, porque siempre que hay bondad, moral o justicia aparecen, bajo la forma de una presencia inquietante, el mal, la inmo­ ralidad y la injusticia... Uno no es humano porque sea una buena persona, sino porque nunca lo es completamente. Los seres finitos no podemos anular la ambigüedad sin destruir algo constitutivo de la humanidad, por eso nuestra calidad de vida está en función de la forma que adopte en cada caso, hic et mine, la relación con los demás, con el mundo y con nosotros mismos. No hay ni puede haber nunca una naturaleza humana (buena o mala, esto es ahora irrelevante) establecida apriori. No somos ni buenos ni malos por naturaleza. Lo que somos (por naturaleza) es seres culturales, que llegamos a un mundo ambivalente, un mundo que se está haciendo y que nunca está completamente terminado. Nuestra vida tiene posibi­ lidades, aunque no posibilidades absolutas. Porque somos finitos existimos «en dependencia»: «desde», «entre», «para», «a partir de», «frente a», «en relación con», «en contra de», «a favor de», «junto a»... No es lo categórico ni lo absoluto, lo claro y lo distinto, la coherencia y la fortaleza, lo que caracteriza fundamental­ mente el modo de ser humano, sino lo circunstancial y lo preposicio­ nal, lo relativo y lo dativo, lo frágil y lo contradictorio. Lo primero que un niño necesita para poder habitar humana­ mente su mundo es conocer la gramática que le ha tocado vivir. Entiendo por gramática un juego de lenguaje, el conjunto de símbo­

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