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Estudio del Imperialismo PDF

522 Pages·2020·4.881 MB·Spanish
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Publicada en 1902, en esta obra Hobson recoge sus ideas más importantes acerca del Imperialismo, tomando como base la formación del gran imperio británico en ultramar. El libro entero es una crítica a las políticas imperialistas de Gran Bretaña y al exceso de ahorro producido por una desigual distribución de la riqueza. Un análisis clásico del Imperialismo por un economista británico que explora la forma en que los intereses mercantiles en el país de origen pueden manipular el poder del estado para obtener beneficios en la colonia. Página 2 John A. Hobson Estudio del Imperialismo ePub r1.0 Titivillus 11.02.2020 Página 3 Título original: Imperialism - A Study John A. Hobson, 1902 Traducción: Jesús Fomperosa Editor digital: Titivillus ePub base r2.1 Página 4 Índice Nota del traductor Nota del editor inglés a la edición de 1968 Prólogo del autor a la primera edición Estudio del imperialismo: Nacionalismo e imperialismo PARTE I. —LA ECONOMÍA DEL IMPERIALISMO 1. Cuantificación del imperialismo 2. El valor comercial del imperialismo 3. El imperialismo como salida para el exceso de población 4. Los parásitos económicos del imperialismo 5. El imperialismo basado en la protección 6. La clave económica del imperialismo 7. Las finanzas imperialistas PARTE II.—LA POLÍTICA DEL IMPERIALISMO 8. El significado político del imperialismo 9. La defensa científica del imperialismo 10. Factores morales y sentimentales 11. El imperialismo y las razas inferiores 12. El imperialismo en Asia 13. Federación imperial 14. Conclusiones APÉNDICES Sobre el autor Notas Página 5 NOTA DEL TRADUCTOR El libro que el lector tiene ante la mirada es un libro clásico sobre «el nuevo imperialismo». Por clásico entendemos, dicho lisa y llanamente, un trabajo perdurable y universalmente apreciado. Y que la obra que hoy ofrecemos al lector de habla española lo es, está demostrado, por un lado, por las incesantes ediciones que ha tenido y sigue teniendo en muchos idiomas, desde que apareció por primera vez en agosto de 1902, y por otro, por el lugar de honor que ocupa en la bibliografía que, a partir de entonces, se ha publicado sobre el tema. Pocas serán las obras que, como ésta de Hobson, merezcan ser citadas en las bibliografías correspondientes de las enciclopedias española (Espasa, última reedición), americana (Encyclopedia Americana, 1965), alemana (Der Grosse Brockhaus, 1965 y Staatslexikon Recht Wirtschaft Gesellschaft, 1959), británica (The New Encyclopaedia Britannica, 1974) y francesa (Gran Enciclopedie Larousse, 1976), e italiana (Lessico Universale Italiano, 1972). Por otra parte, el libro de Lenin, El imperialismo, estadio supremo del capitalismo (para citar solamente la obra marxista más conocida sobre esta cuestión), no tiene inconveniente en admitir, en sus primeras líneas que, aunque el trabajo de Hobson presenta el punto de vista de un «pacifista y social-reformista burgués», brinda «una descripción muy buena y completa de los principales rasgos económicos y políticos específicos del imperialismo». Al hablar de «nuevo imperialismo», nos referimos al movimiento expansionista que —tras el casi agotamiento de la primera iniciativa imperial, puesta en marcha por españoles y portugueses a finales del siglo XV, y a la que se suele colocar la etiqueta de «viejo imperialismo»— emprenden las naciones desarrolladas de Occidente entre 1870 y 1914, lapso en el que se apoderan apresuradamente de pueblos y territorios que suponían el 90 por 100 de Oceanía y el 56 por 100 de Asia. Al frente de esta marcha expansionista ondeaba la bandera de Gran Bretaña que, en 1905, con una población de 40,5 millones de habitantes regía y gobernaba un imperio de 345 millones de personas. Este libro de Hobson, «a seminal study», como lo juzga la Encyclopaedia Britannica (1974), es el punto de arranque para interpretar racionalmente[1] el nuevo imperialismo, hasta el punto de que todo lo que después de él se ha escrito sobre este multiforme fenómeno puede dividirse en dos grupos: los trabajos que, en términos generales, adoptan el enfoque de Hobson y los que, Página 6 teniéndolo en cuenta, se oponen a él por considerar que fueron factores sociológicos, políticos, estratégicos, diplomáticos, morales, etc., y no económicos, como defiende Hobson, los que determinaron la índole y la dinámica del nuevo imperialismo. Sobre esta cuestión volveremos brevemente al final del prólogo. Sin embargo, por uno de esos azares de la vida de los libros, el Estudio del imperialismo no se había traducido al español hasta ahora, y la figura y la biografía del autor son poco conocidas para el gran público de habla española, lo que justifica la presente introducción. 1. Biografía de John Atkinson Hobson J. A. Hobson, primer formulador de la teoría explicativa del nuevo imperialismo y uno de los pioneros de la economía moderna, nació en Derby (Inglaterra), el 6 de julio de 1858, dos días antes de que su país sofocara definitivamente el motín antiimperialista de la India, y unas semanas después de que, por el Tratado de Tientsin, de junio de 1858, se obligara a la vencida China —que se había opuesto, en vano, con las armas a ello— a abrir puertos al comercio con las potencias occidentales, y a importar sin restricciones opio de las colonias inglesas y francesas en Asia, para que éstas pudieran equilibrar su balanza comercial con China. ¡ «Nací», dice el propia Hobson, «en una familia perteneciente al estrato medio de la clase media, en una ciudad de tipo medio, situada en las Tierras Medias [los Midlands] inglesas». Su padre era fundador y director del periódico liberal Derbyshire Advertiser, de Derby, ciudad que hoy tiene algo más de 200.000 habitantes, y en esa publicación colaboraría, no tardando mucho, el hijo, en las tareas de dirección y como articulista. Dado que la situación económica de la familia era desahogada, John, tras realizar los estudios primarios y secundarios en centros de Derby, pudo ir a Oxford, al Lincoln College, donde estudió humanidades: clásicos, literatura y filosofía, entre 1870 y 1880. Después de salir de la Universidad, John A. Hobson trabajó siete años, entre 1880 y 1887, como profesor de estudios clásicos en centros de enseñanza secundaria en Faversham y Exeter. En 1885 contrajo matrimonio con una americana, con la que tuvo un hijo y una hija. Y desde 1887 a 1897 enseñó literatura inglesa y economía a alumnos de enseñanza universitaria nocturna —trabajadores en su mayor parte— en las universidades de Oxford y Londres. Quizá por esta labor docente, los primeros libros de Hobson tienen Página 7 el propósito de explicar a los trabajadores el funcionamiento de la sociedad industrial en la que vivían y laboraban, para sugerirles maneras de mejorar su situación. A partir de 1897, Hobson se dedicó enteramente a escribir libros y artículos y a dar conferencias. Se centra y especializa en economía, entendida ésta, a la manera de Ruskin, no como una ciencia académica y deshumanizada, sino como unos conocimientos prácticos que pueden aplicarse a resolver el despilfarro de energías en la competencia de unos con otros, el paro demandes masas de obreros, y a dar solución a los problemas de la pobreza que, desde niño, había observado en la sociedad capitalista. Desde entonces escribió treinta y cinco libros sobre cuestiones económicas y sociales, dirigidos todos ellos al gran público y no a las minorías eruditas, y colaboró en las publicaciones liberales, como The Speaker, y su sucesor The Nation, y en el periodismo diario en The Manchester Guardian. El seguir día a día los acontecimientos mundiales y de su país le proporcionó un conocimiento mucho más completo y actual de la realidad social que el de la mayoría de los economistas académicos. Su labor como periodista se concentraba en comentar los hechos políticos diarios, en analizar sus consecuencias económicas y sociales, con vistas a su ideal reformista de solucionar el problema de la pobreza, de distribuir mejor la riqueza, de aumentar el bienestar de la mayoría, de acuerdo con las ideas utilitaristas sobre las que se polemizaba a finales del siglo XIX. Esta meta estaba muy lejos de alcanzarse, por lo que Hobson emprendió un ataque frontal contra algunos de los dogmas de la teoría económica aceptada por entonces, porque creía que se oponían a la marcha del progreso social. Era un hombre de salud frágil, que viviría, sin embargo, como muchas veces ocurre con las personas de sus características, más de ochenta años. Tenía un pequeño impedimento en el habla, que le hacía ponerse nervioso cuando se dirigía al público. Aunque luchó contra este defecto y consiguió superarlo, quizá por ello no se dedicó nunca a la política activa directa, sino que la hizo a través de sus escritos. Se manifestó siempre con gran libertad e independencia. No le importaba ir a contrapelo de las creencias más consagradas y arraigadas, ni aparecer como un economista herético. Al final de su vida, en 1938, publicó una especie de autobiografía, cuyo título es precisamente Las confesiones de un economista herético. No faltaría, no obstante, quien hiciera la observación de que la valentía intelectual de Hobson, el hacer frente, como lo hizo, a los círculos económicos universitarios (nunca se le concedió un título honorífico, Página 8 ni se le ofreció cátedra alguna, como es costumbre hacer en Inglaterra con las personas que destacan en una disciplina) resultaba más explicable teniendo en cuenta la renta privada vitalicia de la que disfrutó[2]. Son muchos los que piensan —particularmente de entre los especialistas en economía— que donde más destacó Hobson fue precisamente en esa disciplina, y que sus libros sobre el imperialismo no son más que una aplicación a ese fenómeno histórico de sus hallazgos como economista. Muy importante a este respecto es la amistad que, a finales de la dé​ cada de 1880, trabó Hobson con un hombre de negocios, preocupado por la dinámica económica, y conocido montañero (que en 1895 perecería escalando un pico del Himalaya), llamado Mummery. Este terminó por convencerlo de que el exceso de ahorro es perjudicial para la marcha de la economía, toda vez que produce una caída en el consumo de las masas. Fruto de la controversia entre los dos hombres sobre el particular fue el libro que publicaron juntos en 1889 con el título de The Physiology of Industry, en el que formulaban por primera vez, aunque de manera un tanto cruda —como señala el también reformista e historiador socialista G. D. H. Cole en el artículo necrológico que dedicó a Hobson[3]—, la incidencia negativa del exceso de ahorro en la economía. De forma breve y somera, esta teoría del exceso de ahorro o, vista desde el otro cabo, del subconsumo, que hoy puede estudiarse en cualquier tratado de historia económica moderna y que es fundamental en la explicación que Hobson propone del imperialismo, afirma que al acumularse el dinero en pocas manos, por la mala distribución de la riqueza, las masas tienen poca capacidad adquisitiva, lo que ocasiona un descenso en su consumo y, de rechazo, un subconsumo generalizado. Esta falta de consumo obligará, a su vez, a la industria a disminuir la producción, con las consiguientes repercusiones en el aumento del paro, el estancamiento y la depresión económicas. Por su parte, el capital financiero procurará emigrar al extranjero, a zonas donde pueda conseguir mayores beneficios. Dicho con las palabras de Hobson y Mummery: «Ahora bien, el ahorro, al tiempo que hace aumentar el agregado de capital existente, reduce simultáneamente la cantidad de bienes y servicios consumidos. El hábito de ahorrar de manera inadecuada ocasionará, por consiguiente, una acumulación de capital por encima de la cantidad que resulta necesaria, y este exceso del capital dará lugar a un fenómeno de superproducción general». Como era de esperar, The Physiology of Industry pasó desapercibida en su momento. De todas formas, en los treinta y cinco libros que Hobson publicó Página 9 sobre cuestiones económicas y sociales, y en sus numerosos folletos y artículos, el autor fue elaborando y perfilando su tesis, cuya exposición más sistemática aparece en el libro The Industrial System: An Enquiry into Earned and Unearned Income, publicado en 1909. Pero no llegó a distinguir con claridad entre el ahorro entendido como mera abstención de consumir y el ahorro como capital destinado a la inversión provechosa. Por ello, dejó la puerta abierta a muchos y fáciles ataques, entre otros el del propio John Maynard Keynes, quien, a propósito del párrafo de The Physiology of Industry antes citado, comenta: «En la última frase de este pasaje aparece la raíz de la equivocación de Hobson, es decir, su idea de que el exceso de ahorro es el que ocasiona de hecho la acumulación de capital por encima de lo que se necesita, cuando, en realidad, es un mal secundario, que sólo acontece por errores de previsión. El mal fundamental; sin embargo, es la propensión a ahorrar, en condiciones de pleno empleo, más de la cantidad de capital, que resulta precisa, con lo que se imposibilita el pleno empleo, a no ser que haya habido una equivocación en las previsiones»[4]. El resultado inmediato de esta nueva teoría fue que, en la época de la publicación de The Physiology of Industry, a Hobson no le concedieron el puesto que había solicitado en la Universidad de Londres para encargarse de los estudios nocturnos de economía política. Según cuenta el mismo Hobson, uno de los catedráticos que tenía que informar sobre la solicitud de aquél consideró la tesis de The Physiology of Industry tan irracional como querer probar que la tierra era plana. Tuvieron que pasar muchos años para que el propio Keynes rindiera tributo a su autor, y afirmara que el citado libro de Hobson y Mummery «había marcado el comienzo de una nueva época en la historia del pensamiento económico»[5]. Para entonces ya se sabía bien, por experiencia, cómo eran las depresiones del mercado, y las teorías aceptadas se parecían mucho más a las de Hobson. Incluso Roosevelt las había tenido en cuenta en su New Deal, porque durante algunos años nuestro autor había sido más conocido y había tenido más influencia en Norteamérica que en su país. A partir de la publicación de The Physiology of Industry, Hobson estudió intensamente el desarrollo histórico de la dinámica económica capitalista con el ánimo de replantear las teorías y el enfoque de toda la ciencia económica. Las ideas de Hobson en este campo estaban influidas por Marshall, pero se oponía a basar toda la disciplina en la oferta y la demanda, y a considerar como intangible el dogma del laissez-faire, que desde la Gran Depresión había quedado muy malparado, máxime con la intervención estatal que suponía, en el propio juego económico, el proteccionismo del último cuarto Página 10

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