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Estrada Cabrera, Barillas y Regalado Volume 2 PDF

75 Pages·1962·25.476 MB·Spanish
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J. LIZARDO DIAZ O- ESTRADA CABRERA, BARILLAS Y REGALADO • ( REFUTACIONES A LA CAMPAÑA QUE ENTABLO EL DIRECTOR DEL DIARIO «LA HORA», LICEN­ CIADO CLEMENTE MARROQUIN ROJAS, SOBRE LA CAMPAÑA DE 1906. 19 6 2 Editorial “San Antonio” 10* Av. 5 54 ,Zona 1. — Tel.: 21990 A MANERA DE PROLOGO Clemente Marroquín Rojas, en su columna editorial de LA HORA se volcó en contra de este humilde emborronador de cuartillas, enfilando sus íuegos sobre nuestro libro: ESTRADA CABRERA, BARXLLAS Y REGALA- DO, olvidándose que nos había unido la amistad, —por lo menos de mi parte— nacida en el destierro. Del 27 de febrero al 20 de marzo del año en curso, más de tres dobles columnas diarias fueron dedicadas a esta obra que no encierra más que el patriotismo que llevo en mis adentros desde que vi la luz primera alllá en las alturas donde se respira el aire puro de los pinares de Occidente y como una contribución a nuestra maltrecha his­ toria roja que nunca se escribirá, porque los guatemaltecos padecemos del mal de la incapacidad y no sabemos lo que es nacionalismo. _ *** _ Trataremos pues, que se purifiquen las aguas turbias que históricamen­ te deben correr puras y limpias al igual quel nuestros arroyos bajan de entre las rocas de altas montañas a matar la sed del caminante . . . \ _***__ Es bastante lamentable que Marroquín Rojas hasta después de 20 años más o menos de conocernos íntimamente, se haya dado cuenta de nuestra supina ignorancia y decimos lamentable, porque pico más o pico menos, durante 10 años trabajé a su lado en LA HORA en distintas formas; me conoció lo suficiente y lo hice a mucho orgullo, con el más grande desinte­ rés y afecto, más que de amigo, de un hermano. _ * * * _ Con un dogmatismo terrible; cual si fuera un dómine completo, dice que soy un ignorante en materia histórica y que no tengo más capacidad que la del tipógrafo que copia lo que le llevan para levantar o del empleado de una Jefatura Política que sólo repite frases sobadas, —que desearíamos las señalara— y que no soy capaz de juzgar ni a don Marcos Calderón, menos a los gobernantes que cito. Me acusa de ser un «osado» por meterme en estos asuntos, porque apenas conozcol la Historia de Centro América, de don Darío González indudablemente. _***__ Mucho tendría con que rebatirle estos conceptos; pero bástenos decir que si la situación de los hombres que han intervenido en el desarrollo — 5 — de nuestra historia, la fuéramos a juzgar y analizar en su forma acostum­ brada, prácticamente concluiríamos en que no tenemos hombres, porque pa­ ra él, todo aquel que no se ajusta a su criterio, no merece figurar en la historia. Dice también entre otras muchas cosas, que don Manuel Estrada Ca­ brera no fue más que un Alcalde cruel, sanguinario, un leguleyo espantosa­ mente trágico y que el que estudie su obra, comprenderá inmediatamente que no hay en él un estadista, sino un Abogado malvado, con hígados para hacer lo que le interesaba hacer. Esta poco correcta apreciación para uno de los gobernantes que hemos tenido, el mismo bajoi cuya égida se educó Marroquín Rojas y quizá con alguna facilidad como se la dió a muchos, 'demuestra su clásica ingratitud. Pero volviendo a la pública acusación que me hace de ignorante en do­ ble sentido, porque no sé si la ignorancia de que me acusa es general de mi persona o únicamente de los hechos a que me he referido, debo mani­ festarle que si yo fuera ignorante en un sentido general, sería el hombre más feliz por excelencia y no un amargado; y si fuera ignorante de los hechos relatados, entonces tocaría a él, gran conocedor de nuestra Historia, ilacer una rectificación decorosa; aclarar lo confuso, o enderezar! lo qu<¿ estuviera torcido, pero nunca recurrir a la ofensa, al insulto, a la grosería, que acusa un bajo nivel de cultura y sabiduría. Hacer una extensa defensa de la administración del Doctor Manuel Estrada Cabrera, como presidente de la República, es obra de tiempo y no­ sotros no pretendemos tal cosa, ya que nadie es infalible en la tierra; to­ dos los humanos estamos expuestos a cometer grandes debilidades en nues­ tro paso por este ingrato mundo, pero eso no quiere decir que Estrada Ca­ brera sólo haya cometido maldades en su gobierno. Hay que recordar la forma en que se le aduló por propios y extraños; por grandes y chicos1 del pensamiento y que en cada cumpleaños ya fuera de él o de su señora ma­ dre doña Joaquina Cabrera, la pluma de escritores de talento, reconocidos en el mundo de las letras, desgranaban sus mejores estrofas en su honor y en cada una de esas fechas se inauguraba alguna obra de utilidad pú­ blica. Durante su administración tenemos la terminación de la línea fé­ rrea del Norte; la del ramal a Mazatenango; el servicio de Telégrafos in- halámbricos; las Escuelas Prácticas de donde salieron muchos valores que aun viven de esa generación y las Escuelas que los departamentos de la República construyeron cuando el terremoto desbastó esta capital y aún es­ tán en pie prestando servicio a la niñez que se educa y respecto a lo malo que haya habido en aquella administración, vamos a recordar a Marroquin Rojas una frase suya, escrita en alguna ocasión y dice: «...en cada gua- l( malteco hay un tirano en potencia». Y sobre Estrada Cabrera termina­ — 6 — mos pregutándole si él llegara algún día al poder ¿sería un Francisco de Asís o un émulo de Rosas? No debe olvidarse que Estrada Cabrera con sus «mugrosos billetes» como le llamaron los unionistas, mantuvo el crédito del país y durante la primera guerra mundial, Guatemala no sufrió las embestidas de la crisis, ni la falta de trabajo y pan para sus hijos, por más que se diga que «esos fueron otros tiempos». Pudo gobernarnos durante 22 años y eso es suficiente, aunque sus enemigos digan lo contrario; Estrada Cabrera está, muerto, nada espero de él y me place defender la parte justa de quienes ya bajo las lozas de la tumba no pueden actuar. Ahora que Estrada Cabrera no fue un estadista, nadie lo niega; pero de todos los gobernantes que hemos tenido durante la vida pública de núes- tra Guatemala, sólo el DOCTOR MARIANO GALVEZ pudo llamarse esta­ dista, desgraciadamente incomprendido por un pueblo que no supo ? pro ve. char esa cualidad ciudadana de aquel eximio patriota. Hemos pues, tenido que emplear las páginas de este folleto, en una parte, haciendo relación a nuestras intimidades, a nuestro correr de largos años como ciudadano, como patriota y como soldado, contra les hechas que se nos achacan como falsos para que la verdad histórica brille como el Sol de nuestras libertades. V UNO MAS EN LAS ALTURAS DE MONGOY San Juan Ostuncalco, un pueblo me­ tido entre cerros y pinos allá en Los Altos, ha sido cuna de artistas como el maestro, Jesús Castillo, Adán Mora­ les y otros más, pero también ha da­ do varones como Marciano Castillo, que desde niño aspiró ese aire que pu­ rifica los cerebros y nos enseña a ser libres como las aves que entonan sus Dr. MARCIANO CASTILLO himnos a Dios en sus frías alturas. Después de sus estudios elementales, pasó a Quezaltenango y de ahí a esta capital para seguir su carrera en la Facultad de Derecho. Allí de­ mostró en todos sus actos ser el eterno rebelde a toda injusticia, a todo acto contrario a nuestra Carta Magna; era de la pléyade de estudiantes dig­ nos y patriotas. Pero desafortundamente un día de tantos un compañero fue asesinado por la Policía Nacional y cuando se depositaban sus restos en la Necrópolis, Marciano Castillo sobre una tumba improvisa la tribuna y des­ de ahí, valientemente lanza su anatema contra los que habían sacrificado a un compañero en plena juventud y su palabbra viril se hace sentir en el corazón de los que escuchaban al fogoso orador. Pero, apenas terminado el acto, la jauría policiaca atropelladamente y sin respetar los despojos del des­ aparecido compañero, trata de capturarlo y Marciano Castillo* emprende la fuga saltando tumbas y cruzando barrancos hasta ganar la frontera salva­ doreña. Allá encontró afectos y apoyo y se graduó como Doctor en Leyes y siem­ pre supo mantener latente el espíritu de rebeldía entre los exilados y cuan­ do se lanzaron a la revolución contra el gobierno de Estrada cabrera en 1906, empuñó el fusil y se lanzó al campo de combate. El engaño de que fuera víctima este grupo de heroicos patriotas dió por resultado, que sin mayores elementos de defensa fueron sacrificados sin misericordia. PRINCIPIA LA CAMPANA Vamos pues a transcribir y comentar algunos editoriales que nos de­ dicó el director y editorialista de «La Hora», Licenciado Clemente Marro- quín Rojas desde los números del 26 de febrero al 20 de marzo dei año en curso. En ellos se verá cómo contradice sus escritos el erudito historia­ dor. — 9 — 26 de febrero de 1962. Marroquín Rojas pregunta qué número de tropas se movilizaron en la campaña de 1906. De parte del gobierno salvadoreño, se movilizaron 9,500 hombres según el folleto: «Dos fechas históricas» del Cor. Enrique Ruiz G. en el que publica el informe que el General J. Claro Chajón rindiera al Pre­ sidente de la República el 10 de agosto de 1906. Sobre esta campaña no hay documentación oficial que ilustre los sucesos que se desarrollaron con aquel motivo porque los archivos de las oficinas militares han sido lamentablemen­ te descuidados y no hemos hallado en ellos nada relacionado' con dicha campaña, fuera de los mensajes que publicamos en nuestro libro y son copia fiel de las originales que encontramos únicamente. Guatemala movilizó 42.000 hombres en los dos frentes: Occidente y Oriente. Los números que señala M.R., respecto a las tropas salvadoreñas, indudablemente son datos que obtuvo en su permanencia en la capital del país hermano cuando es­ tuvo exilado y trató este problema con alguno de los Jefes que actuaron en la citada campaña. El general Chajón debía referirse solo al movimien­ to de tropas en Oriente, porque allí actuó al frente de la brigada que le encomendaron desde un principio hasta finalizar esta guerra. Desafortuna­ damente, la documentación del General en Jefe de las tropas en Oriente, general e Ingeniero Manuel Maximiliano Aguilar Santa María, desapareció el día de su trágica muerte y era muy probable encontrar allí datos exac­ tos de esos sucesos. El movimiento de tropas los señala Chajón en su in­ forme: pero también en las memorias del Coronel Linares hay algunos mo­ vimientos registrados. Los puntos que ocupaban las fuerzas de Guatemala hasta el día 11 en que murió el general Regalado, están descritos en el mapa que corre en las páginas 114/5. M.R. dice al referirse a la organiza- cióin que se le había dado a las tropas « . ,Eh el centro y con el cargo de General en Jefe actuó el general Manuel María Aguilar y una serie de cuerpos sin organización donde algunos Coroneles, simples jefes de batallón o jefes de artillería, daban ordenes a generales comandantes de brigada o jefes de artillería nunca se ha visto mayor desorganización». Efectivamen­ te, el general Aguilar Santa María, se enteró desde un principio de que al­ gunos de sus jefes subalternos sostenían correspondencia con el presidente, pasando sobre la jerarquía militar, pero luego comprendió que se trataba de mantener un control de sus actividades, dada la poca confianza que le inspiraba al gobernante, pues él iba a cumplir con su deber únicamente, sin que le guiaran ambiciones personales, por eso optó en que continuaran ese juego informativo, no dándose por entendido, pero eso sí, desdie un prin­ cipio se impuso como General en Jefe de aquellas tropas que operaban ba­ jo su mando'. Así pues, se ve que no hubo nada sobre órdenes de coroneles a generales, ni menos en el enredo que hace en esta cita. Y para demos­ trarle que sí mandaba y era obedecido, vamos a transcribir varias órdenes sobre este particular, en las cuales se comprende que el gobernante estaba enterado de su procedimiento, lo que contribuyó a distanciarlos más, pues no podía contrariar la más pequeña disposición del general Aguilar Santa María, porque se colocaba en evidencia ante los subalternos, ya que cual­ quier incidente que se registrara por esta política seguida con instruccio­ nes suyas sería entonces él culpable y hasta ese grado no quería llegar. — 10 — Cuando principió la ofensiva de las tropas de Guatemala, y el General J. Claro Chajón venció a losi revolucionarios en Mongoy, en las páginas riel informe rendido al Presidente de la República, registra los siguientes casos, Página 68.—«.. ..Durante la noche no ocurrió ninguna novedad y el siguiente día —dos de junio —en este mismo lugar se ordenó la limpieza del armamento y se leyó en orden general de la misma fecha el telegrama que el general en Jefe de Operaciones, comunicó de Cuilapa, dando a co­ nocer el Estado Mayor General del Ejército de Operaciones en la zona com­ prendida entre los departamentos de Santa Rosa, Jutiapa y Escuintla. A las tres y cuarenta y cinco p.m. de orden del señor General en Jtefe, mar­ chó el Batallón San Raymundo, sección de artillería y Estado Mayor con di­ rección a la hacienda Las Monjas a donde ingresaron a las ocho p.m., pues según tres espías enviados desde Jalapa, se sabía que la plaza de Asunción y Santa Catarina Mita, estaban en poder del enemigo... Quiere decir que desde que llegó el general Aguilar Santa María a la jurisdicción de su man­ do, dictó órdenes que se cumplían matemáticamente; en ellas no hay nada de «orden del señor Presidente», era él quien mandaba. Cómo fue herido el coronel Ortiz. Página 71. «...A las 8 p.m. ingre­ sando el Batallón Jalapa que llegaba a incorporarse a la Brigada de mi mando, lo fué a encontrar el 2o. Jefe de la Brigada, coronel Ortiz y antes de darse a reconocer los soldados del Batallón que iban a la descubierta, le hicieron una descarga a Ortiz, hiriéndole en la unión del hombro y el brazo, inmediatamente se le hizo la primera curación y se dió cuenta alo­ jándose el Batallón Jalapa en la plaza, llevando una sección de artillería calibre 42 m[m mandada por el Subteniente Francisco Aragón D. y todo el Batallón al mando del coronel Román Lucero y como segundo el coronel Rosalio López». «A las dos p.m. se fué el coronel Apolinario Ortiz, de Or­ den del General en Jefe a curarse a Jutiapa y se nombró interinamente de la misma orden Segundoi Jefe de la Brigada, al coronel Pedro Ríos. En es­ ta misma fecha y de orden del señor General en Jefe de Operaciones se remitieron los seis heridos que se curaban en Asunción Mita». Estos movi­ mientos los ordenaba el general Aguilar Santa María sin estar consultando al gobernante; ios resolvía inmediatamente. «El día diez de junio, de orden del señor General en Jefe de Operaciones, a las dos de la mañana, marchó el coronel Juan Contreras. a Asunción Mita con su Batallón y a su llegada se fué el coronel Román Lucero con el que el comandaba a ocupar el puesto vacante de Contreras, cuyo puesto había sido reforzado por cien hombres de Canales» Este otro movimiento de tropas era disposición del genral A- guilar Santa María, que estaba llevando el exacto control del desarrollo de aquellos sucesos; no era pues un jefe decorativo; tenía suficientes capacida- des de militar consciente de sus deberes. Página 77—78. .. .«El día trece de junio a las cinco de la mañana y de orden del señor Gral. en Jefe de Oplcractenes marchó el Coronel Pioquinto Barillas con el Batallón Jutiapa a situarse al Jícaro; se mandaron a colocar las piezas de artillería en la cima del cerro Mongoy, tomando alturas y yendo las fuerzas de Canales que le sirven de sostén»— Página 79. El día 29 del mismo mes de orden del señor General en jefe, marchó a las cinco a. m. con destino al Sillón, la sección de artillería sistema Bange calibre 80 mím. al mando del Teniente Felipe Aldana, más los cien hombres del Batallón Canales que la custodiaba y el Teniente Coronel de Artillería Mariano He- — 11 —

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