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Escritura y sociedad. Nuevas perspectivas teóricas y etnográficas (Literacy and Society) PDF

468 Pages·2004·4.945 MB·Spanish
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NUEVAS PERSPECTIVAS TEÓRICAS Y ETNOGRÁFICAS Virginia Zavala, Mercedes Niño-Murcia y Patricia Ames (editoras) 1ª edición: julio 2004 Diseño de la carátula: Ana Lucía Saavedra ISBN: 9972-835-04-9 Hecho el depósito legal 1501052004-5112 Esta publicación ha sido posible gracias al generoso aporte de la Fun- dación Ford. BUP-CENDI Escritura y sociedad : nuevas perspectivas teóricas y etnográficas / Eds. Virginia Zavala, Mercedes Niño-Murcia y Patricia Ames. -- Lima : Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2004. /ESCRITURA/ LECTURA/ LENGUAJE/SOCIEDAD/ETNOLOGÍA/ BILINGÜISMO/PERÚ/ 8.85 (CDU) Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio sin permiso de la Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú. Derechos reservados conforme a Ley Introducción 5 Índice Introducción, 7 1. Hacia una aproximación teórica: los Nuevos Estudios de Literacidad, 21 Oralidad y literacidad: de El Pensamiento salvaje a Ways with Words, 23 James Paul Gee Desempaquetando la literacidad, 57 Sylvia Scribner y Michael Cole Los Nuevos Estudios de Literacidad, 81 Brian Street La literacidad entendida como práctica social, 109 David Barton y Mary Hamilton 2. La literacidad en el hogar y en la escuela: continuidades y discontinuidades, 141 El valor de la lectura de cuentos infantiles a la hora de dormir: habilidades narrativas en el hogar y en la escuela, 143 Shirley Brice Heath La escolarización de la literacidad, 181 Joanna C. Street y Brian V. Street La incorporación de las prácticas de escritura de la comunidad en la educación, 211 ^ Roz Ivanic y Wendy Moss 6 Escritura y sociedad 3. Literacidades vernáculas: culturas locales, género y apropiación de la escritura, 247 Los usos de la escolarización y la literacidad en una aldea zafimaniry, 249 Maurice Bloch Etnografía y literacidad: aprendizaje en contexto, 275 Andrea R. Fishman Género, lengua y la política de la literacidad, 291 Kathleen Rockhill 4. La literacidad en el Perú, 315 Literacidades vernáculas en la provincia altiplánica de Azángaro, 317 Frank Salomon «Papelito manda»: la literacidad en una comunidad campesina de Huarochirí, 347 Mercedes Niño-Murcia Oralidad y escritura: el rol de los intermediarios de literacidad en una comunidad quechua-hablante de los Andes peruanos, 367 María Teresa de la Piedra La literacidad en un caserío mestizo de la Amazonía: organización local, identidad y estatus, 389 Patricia Ames ¿Es la educación bilingüe un medio para mantener la lengua? Un estudio en la Amazonía peruana, 411 Sheyla Aikman Literacidad y desarrollo: los discursos del Programa Nacional de Alfabetización en el Perú, 437 Virginia Zavala Sobre los autores, 461 Introducción 7 Introducción La escritura y la lectura han sido objeto de estudio desde hace varios siglos. Los lingüistas y filólogos han caracterizado al lenguaje hablado en oposición al lenguaje escrito; los sicólogos han estudiado la adquisición de las habilidades de lectura y escritura colocando un fuerte énfasis en el plano cognitivo; y los antropólogos han investigado sociedades que no conocen la escritura y han postulado los efectos que su ausencia podría generar en la gente. Así, la escritura y la lectura han suscitado estudios sobre su relación con la oralidad, sus efectos en el pensamiento y en la movilidad social, sus usos en diferentes contextos socioculturales, su vínculo con el poder, y su impacto en el plano discursivo del lenguaje. Sin embargo, no ha sido sino hasta la década de 1960 que los estudio- sos de diferentes disciplinas comenzaron a plantearse una pregunta que re- sultó trascendental para la época: ¿Es la comunicación oral el instrumento de una mentalidad oral y por ende de un tipo de conciencia notablemente diferente de la mentalidad alfabetizada? (Havelock 1986). Entre 1962 y 1963 fueron publicadas, en tres países diferentes (Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos), cinco obras que se preguntaban sobre el papel de la oralidad en la historia de la cultura humana y su relación con la escritura: El pensamiento salvaje (Levi Strauss), Las consecuencias de la literacidad (Goody y Watt), La galaxia Gutenberg (Mc Luhan), La especie animal y la evolución (Mayr) y Prefacio a Platón (Havelock). Sobre la base de estos estudios, las obras de Jack Goody, y más adelante de Walter Ong, terminaron por consolidar una línea de pensamiento conocida como «la Gran División»: frente a la pregunta postulada más arriba, se argumentaba que la oralidad y la escritura consti- tuían una dicotomía en la que lo oral y lo escrito aparecían como sistemas distintos tanto formal como funcionalmente y eran capaces de delimitar dife- rentes «modos de pensamiento» (Goody 1977). Influidos por el estudio que Alexander Luria realizó en la década de 1930 con campesinos del Asia Central, tanto Goody como Ong se sirvieron de una perspectiva «evolucionista» con el fin de postular diferencias de men- talidad entre las culturas orales y escritas. Para dichos autores, las diferencias entre las concepciones del mundo «occidental» y todas las demás podían 8 Escritura y sociedad reducirse al contraste entre una literacidad profundamente internalizada y estados orales de conciencia aún persistentes. Al respecto, sostuvieron que el uso de sistemas de escritura influye en las estructuras cognitivas (Goody 1977), y concluyeron que la categorización abstracta, los procesos de razonamiento lógico-formales, las definiciones, las descripciones comprehensivas y los autoanálisis articulados se sitúan «más allá de la capacidad de la mente oral» (Ong 1982: 54). A partir de los estudios de estos dos autores y de otros como Havelock, la distinción entre mito e historia, las nuevas concepciones del tiempo y el espacio, el desarrollo de la lógica y la taxonomía, y la expan- sión de la democracia se atribuyeron a los griegos y al «cambio de concien- cia» que trajo como resultado la invención de la escritura alfabética. Mientras que esta perspectiva de estudio se perfilaba como la única que abordaba el tema, a principios de la década de 1980, surgió otra línea de pensamiento que puso en cuestionamiento esta visión dicotómica de la oralidad y la escritura. Estudios pioneros como los de Scribner y Cole (1981) comen- zaron a sacar a la luz problemas metodológicos de muchos de los estudios de la gran división, y argumentaron que los resultados encontrados podrían ha- berse debido a la falta de control de algunas variables. Al separar escolariza- ción de literacidad en un contexto donde una escritura indígena (el vai en Liberia) no se enseñaba en la escuela sino solo en el hogar, estos autores descubrieron que distintos tipos de literacidad determinan distintos tipos de habilidades o consecuencias cognitivas, que a su vez son practicadas cuando se desarrolla esa literacidad. Sostuvieron que las habilidades de descontextualización y abstracción, el razonamiento lógico y la conciencia metalingüística no son una consecuencia de la literacidad en sí misma –ni de los «poderes» de la escritura-, sino del proceso escolar y del modo en que se utiliza la palabra escrita en este dominio. A partir de este trabajo, otros estudiosos investigaron otras culturas y empezaron a modificar el énfasis que autores como Goody habían colocado en el alfabeto como la única explicación de los logros griegos. Sobre esta base, mostraron que las tecnologías y las culturas interactúan en formas idiosincráticas y que, en lugar de ser la causa del cambio cultural, la tecnología —como es el caso de la literacidad— es utilizada de diferentes maneras por distintas cultu- ras. Esto trajo como consecuencia que el tema de la literacidad y la cognición se comenzara a enmarcar no solo de forma más contextualizada, sino tam- bién en términos teóricos diferentes: el pensamiento se empezó a concebir como insertado en el funcionamiento social de prácticas letradas. Así surgieron los llamados «Nuevos Estudios de Literacidad» (NEL), un campo emergente que desde hace veinte años ha reunido a estudiosos Introducción 9 de variadas disciplinas para reflexionar sobre la literacidad como práctica social. Estos han estado influidos por lo que se ha denominado el «vuelco social» de las disciplinas humanas, en el que se privilegia un tipo de investiga- ción que va más allá de los individuos para abarcar los contextos sociales, culturales y políticos que enmarcan sus vidas (Cushman et. al 2001: 3). Desde esta perspectiva, se trata de estudiar las prácticas letradas en ámbitos culturales específicos y pasar de lo «universal» a lo «particular» con la ayuda de métodos etnográficos. Una vez que se flexibiliza la relación entre oralidad y escritura, es posible vislumbrar una relación más compleja donde lo oral y lo escrito se mezclan en la comunicación real y donde la superposición de forma y función depende de las circunstancias situacionales. Sin embargo, los NEL no caen en un relativismo exagerado de la literacidad, sino que formulan una nueva comprensión teórica de la misma. La pluralidad de lo letrado es concebida como histórica y culturalmente construida y, por ende, como insertada en relaciones de poder. Por ello, no solo se trata de estudiar las diversas prácticas letradas, sino de dilucidar las maneras en que estas formas de lenguaje escrito conllevan autoridad en contextos sociales e institucionales diferentes, y proveen o no acceso a recur- sos y a oportunidades. Así, se puede afirmar que, a partir de los NEL, queda claro que la literacidad está entretejida en la estructura social y que en su uso también entran en juego las relaciones de poder, las tensiones y las inequidades que caracterizan la vida social, política e institucional. Por ejemplo, se estu- dian las instituciones sociales como la escuela y se llega a afirmar que esta homogeniza las prácticas letradas «posibles», hace una ecuación entre «literacidad» y «literacidad escolar» y margina las diversas experiencias de literacidad que ocurren (o podrían ocurrir) fuera de ella. Entonces, con los NEL se comienza a problematizar lo que antes no se cuestionaba: la definición reductiva y simplificada de la literacidad donde esta equivale a la codificación y descodificación directa de la palabra impre- sa; el hecho de que la literacidad signifique solo la lectura o la escritura de un tipo de texto y no de otro; y la idea de que la literacidad tiene efectos directos y específicos en el pensamiento, en la conducta o en la movilidad social. Al investigar prácticas de escritura y lectura particulares, ahora es necesario observarlas como íntegramente conectadas al mundo social, a partir de de- terminadas formas de actuar y de creer, y de diversas maneras de interactuar con el lenguaje oral y de utilizar herramientas y tecnologías (Gee 2001). Como afirman los seguidores de los NEL, esto se debe a que no hay una manera «esencial» o «natural» de leer y escribir, ya que los significados y las 10 Escritura y sociedad prácticas letradas son el producto de la cultura, la historia y los discursos (Kapitzke 1995). Este debate en torno de la escritura y la lectura se ha desarrollado sobre todo en países como Estados Unidos e Inglaterra, y recién en los últimos años ha empezado a cobrar fuerza en contextos como el latinoamericano. Sin embargo, para estudiar el fenómeno escritural en países de habla hispa- na desde esta nueva perspectiva social, el uso del término alfabetización ha resultado insuficiente por diversas razones. Por un lado, alfabetización suele restringirse a un aprendizaje técnico y descontextualizado en el ámbito edu- cativo. Por otro lado, el vocablo está vinculado a términos negativos (como al de analfabeto y al de analfabetismo) fuertemente cargados de una ideolo- gía oficial que los asocia con la falta de «progreso» en el nivel social y con la falta de «inteligencia» en el nivel cognitivo. Por eso, para llenar un vacío semántico en el castellano, hemos optado por utilizar el término literacidad.1 A diferencia de alfabetización, literacidad constituye una tecnología que está siempre inmersa en procesos sociales y discursivos, y que representa la práctica de lo letrado no solo en programas escolares sino en cualquier contexto sociocultural. Asimismo, el uso del tér- mino literacidad evita caer en repeticiones, ya que cuando hablamos de literacidad estamos haciendo referencia tanto a la escritura como a la lectu- ra. Si bien se trata de procesos distintos, ambos están íntimamente relacio- nados y constituyen parte de la experiencia de lo letrado. Además, mientras que términos como escribalidad, escrituralidad, literalidad, literacia o cultura escrita no han llegado a generalizarse en el campo de la sociolingüística, la antropología o los estudios culturales, literacidad ha empezado a ser usado crecientemente en la producción en castellano (Arnold y Yapita 2000, Ames 2002, Zavala 2002, Von Gleich 2000). Esperamos que el volumen que aquí presentamos ayude a una esta- bilización del vocablo y a un consenso entre las diversas disciplinas que estu- dian el fenómeno desde esta óptica. Ahora bien, en el Perú y Latinoamérica, lo escrito también ha sido objeto de diversos trabajos desde las ciencias sociales y la crítica literaria, en particular en las décadas de 1970 y 1980 (Lienhard 1992, Degregori 1986, 1991, Cornejo Polar 1994, Montoya 1980, 1990, Rama 1984). Estos traba- jos llamaban poderosamente la atención sobre los vínculos de la escritura con la cultura y las relaciones de poder en las sociedades latinoamericanas. 1 En el Brasil, por ejemplo, se ha logrado consolidar el neologismo letramento.

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