UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA Unidad Xochimilco División Ciencias y Artes para el Diseño Posgrado Área de concentración: Innovación científica y tecnológica Diseño y difusión Modelo sistémico de comunicación de la investigación, y su relación con las nuevas tecnologías de información y comunicación (NTIC), en la División de ciencias y Artes para el Diseño (DCAD) de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAM-X). Tutor: Presenta: Dr. Iñaqui de Olaizola Arizmendi Rodrigo Rosales González Lector: Lector: Mtro. Juan José Zoreda Lozano Mtro. Joel Pérez Morales 4 de julio de 2005 INDICE INTRODUCCIÓN 4 Antecedentes Problema Preguntas conductoras Objetivo general Objetivos específicos Consideraciones Metodología 1. ENFOQUE SISTÉMICO 15 1.1 Teoría general de sistemas (TGS) 1.2 Sistema UAM 1.3 Función de retroalimentación 2. TECNOLOGÍA, UNIVERSIDAD Y COMUNICACIÓN 20 2.1 Perspectiva tecnológica 2.2 NTIC 2.3 Extensión universitaria 2.3.1 Modelo UNAM 2.3.2 Misión y visión de la UAM 3. DIFUSIÓN DE LA INVESTIGACIÓN 32 3.1 Niveles de comunicación del texto científico 3.2 La idea científica impresa 3.3 Divulgación científica 3.4 Redes de conocimiento 4. MODELO DE COMUNICACIÓN: ENCUENTROS 43 4.1 Organización en la DCAD 4.2 Contexto e investigación en la DCAD 4.3 Programa editorial y NTIC 4.4 Profesor-investigador, ¿difusor? 4.5 Modelo de comunicación en la DCAD CONCLUSIONES 65 BIBLIOGRAFÍA APÉNDICE 73 3 INTRODUCCIÓN Antecedentes Globalización es una palabra controversial y relativamente reciente que ha marcado a este período de transición entre milenios. Fuera de estar en favor o en contra de sus connotaciones, sus implica- ciones sociales están a la orden del día, pues afectan a todo el planeta. En una apreciación marxista, Hirsch argumenta que la era fordista quedó atrás y nuevas formas de apropiación de capital despla- zan el compromiso social de los estados nacionales al utilizarse nuevas tecnologías. Principalmente son las tecnologías de comunicación e información (NTIC) las que han acortado las distancias y he- cho de los negocios de las transnacionales una red mundial de comercio y del sujeto un consumidor (Hirsch, 2000: 85, 88-89). Al respecto, Castells apunta que, sin duda, la sociedad ha cambiado por otra que él llama sociedad red, “construida en torno a redes de información a partir de la tecnología de información microelec- trónica estructurada en Internet [que es un] medio de comunicación, de interacción y de organización social”, y que afecta obviamente, el desarrollo de las organizaciones. Es decir, lo primero que está haciendo Internet en la economía es transformar el modelo de empresa. Lo que fue el fordismo, la gran empresa industrial basada en la producción estándar y en la cadena de montaje, es hoy día la capacidad de funcionar en red, de articular directamente el mercado, insumos y proveedores y organización interna de la empresa on-line en todas las tareas (Castells, 2005). Por consiguiente, el fenómeno de la globalización impone a la sociedad nuevas formas de organi- zarse: la desregulación, el repliegue del Estado de sus responsabilidades sociales y la modificación de sus valores; la soberanía del mercado en la configuración de las organizaciones económicas; la aparición de novedosas tecnologías que promueven a la comunicación e información al rango de recursos estratégicos; la alta competitividad; son entre otros, rasgos generales de la cultura planetaria a inicios de este siglo XXI. Estas nuevas tecnologías de información y comunicación (NTIC)1 están redefiniendo el porvenir de la humanidad. Para algunos sectores sociales, son omnipresentes en la vida diaria, pues además de conformar un nuevo modo social de producción (Negri, 2002: 240-41) fundamentan a un nuevo paradigma en la comunicación humana. Se vive en medio de una revolución cultural, catalizada por estas tecnologías, que afectan a la sociedad en su conjunto, incluso, a la misma estructura cognitiva del individuo, similar a lo ocurrido en la Grecia clásica con la aparición de la escritura, cuando se liberó de trabajo a la memoria y surgió la moral (Leidlmair, 1999: 17-8; Castells, 2002: 513-14). La 1 Este concepto abarca una larga lista de artefactos y herramientas a la que cada día se agregan otros mejores o novedosos; en este trabajo se entenderá por NTIC a un sólo sistema formado por tres instancias informáticas: la computadora, las redes y las bases de datos, que serán tratadas con mayor amplitud en el capítulo 2. 4 tecnología mediática es el gran núcleo alrededor del cual se tejen nuevas formas de organización y de convivencia. Sin duda, todo cambio tecnológico conlleva un impacto en la sociedad. Los cambios que ocurren en las fuerzas productivas transforman las relaciones sociales. En esta, relativamente recién llamada, “era de la globalización” los cambios que suceden en forma vertiginosa no siempre pueden ser anali- zados en profundidad por las ciencias sociales, sin por ello justificar la ausencia de su crítica; desde luego las instituciones educativas superiores (IES) tampoco debieran quedar exentas de la corres- pondiente reflexión crítica. Se asiste a un doble escenario: por un lado, una desvalorización del espacio público que se traduce en cada vez menos recursos asignados por el Estado a las IES y que en abierta competencia contra las empresas y universidades privadas, pone en riesgo su sobrevivencia; por el otro, una desmesurada y evidente incursión de las NTIC en la vida académica. Naturalmente la industria cultural se cimbra. Por su naturaleza –entendiéndola, a la manera de Adorno y Horkheimer, como la mass media, generadora de productos simbólicos (mercancías) que se difunden en la sociedad para su ideologización y promover su consumo (Adorno, 1997)– podría confundirse con la función social de la universidad que es producir, reproducir, conservar y difun- dir conocimientos, y que en última instancia también son símbolos. A fin de precisar, la universidad es una institución cultural, puesto que, de manera prioritaria, produce, reproduce, almacena y distri- buye formas simbólicas, en un ambiente reflexivo e innovador, que moldean la cultura nacional. Compite ante los ojos de la sociedad, por la certificación de contenidos y significados contra sus similares privadas y los que ofrecen la mass media, pero también está en posición de usar los recursos de ésta como instrumento o canal de difusión de su saber y valores (Andión, 2004: 98-101). Esta incursión tecnológica tanto ha modificado la clásica relación presencial entre alumno, do- cente y sociedad, circunscrita en un espacio específico, hacia nuevas formas de conectividad que distancian y enlazan el proceso local sustantivo de la universidad pública (docencia-investigación- difusión) con la globalidad, como han sorprendido a algunos sectores del personal universitario de- bido a la destreza técnica exigida para su control. Los contenidos y experiencias acumulados en la universidad se enfrentan a un medio tecnológico ignoto y necesario para cumplir con su función vin- culante que la sociedad le demanda (García, 2000). Conforme la universidad pública ha transitado por distintas etapas durante su evolución, desde que la Corona Española la instituyó en México, pasando por la obtención de su autonomía, hasta su reformulación organizativa para atender a un estudiantado masivo; ha ido asimilando nuevas funcio- nes por presiones de su entorno. En el siglo XII empezó siendo un núcleo exclusivo de maestros y alumnos (docencia); luego en el siglo XVIII y XIX, en plena Revolución Industrial, generó ciencia y 5 tecnología (investigación). En esta era, en la que las sociedades se organizan sobre la información, el elemento central que rige la dinámica económica es la comunicación (Tünnerman, 2003; Rojas, 2002; Andión, 2004: 102-103). Si bien la universidad es un “sistema que produce, transforma, reproduce y difunde el conoci- miento” (Rojas, tesis, 2002: 368), también se suscitan transformaciones y resistencias en su estruc- tura, según el ambiente cambiante de la época; así lo ha hecho durante la Colonia, la Independencia, la Reforma, la Revolución de 1910, el movimiento estudiantil de 1968, y ahora, la globalización. Asimismo, es una organización financiada por el Estado mexicano, que legitima su existencia an- te la sociedad por constituirse en el lugar donde confluyen dos racionalidades, en esencia comple- mentarias, pero que han devenido antagónicas: de un lado, la lógica del mercado y la competencia; del otro, la búsqueda de una identidad2 como fuente de significado social. Esta contradicción final- mente se traduce en una aguda lucha de valores: “La misión cultural de la universidad está cediendo para dar paso a la racionalidad de la “excelencia”, que descansa en la competitividad y la ideología mercantil del capitalismo global (Guillaumín, 2001: 6). Es precisamente en el terreno de los valores donde se define la misión y visión de la universidad pública. No sólo tiene el compromiso y responsabilidad por mantener un espacio para la reflexión y el ejercicio de la conciencia crítica, extendiendo su influencia en la conducta de los individuos y en el desarrollo de la sociedad (Jegó, 2004); sino que además, debe atender el reclamo cultural con con- tenidos artísticos, humanísticos, científicos y tecnológicos que repercuten finalmente en la configu- ración de una identidad nacional (Viviente; Navarro; Gallardo; 2004). Por su parte, la privatización de la educación superior en México va en aumento. En ella prevalece la información técnica del educando. Por estar ligada a grupos empresariales (industriales, banqueros y comerciantes) se fomenta la enseñanza profesionalizante; la formación de élites, capacitadas para re- solver los problemas que emergen en el escenario productivo nacional, pero que es tecnológicamente dependiente y dominado por empresas multinacionales (Lara, 1997; Rojas, tesis, 2002; Villaseñor, 2003). La debilidad del sistema [de innovación tecnológica] mexicano reside principalmente en la escasa integración de las actividades de ID en la planta productiva, en la frágil vinculación entre la investiga- ción científica y tecnológica de las universidades y firmas y empresas privadas, que han privilegiado históricamente la importación de los paquetes tecnológicos necesarios para su desarrollo (Rojas, tesis, 2002: 149). 2 El concepto de identidad implica diferenciar lo uno de lo otro. Hasta aquí, la identidad será entendida como un conjunto de características específicas del individuo que comparte los valores y significados de un grupo (Tajfel, 1984). Sin embargo, en el capítulo siguiente, se afinará esta definición. 6 Aquí resalta una paradoja: mientras el gobierno federal sostiene la columna vertebral de la inves- tigación científica (85%), los grupos empresariales se ocupan preferentemente de la comercializa- ción de las innovaciones, siendo en su mayor parte extranjeras (Lara, 1997). A esto hay que agregar la preferencia de los jóvenes, con cierta capacidad económica, por invertir en niveles superiores edu- cativos con perfil profesionalizante ante los requerimientos del cada vez más competido mercado laboral. El 67% del universo de alumnos inscritos en las instituciones de educación superior mexicanas, se en- cuentra incorporado a instituciones públicas, mientras que el restante 33%, asiste a universidades priva- das […] existen en el territorio nacional 726 instituciones de educación superior públicas, [contra] un total de 441 instituciones de educación superior privadas con reconocimiento de validez oficial de estu- dios… (Cetina, 2004: 70-71). Como se aprecia, conforme aumenta la oferta educativa privada, se acrecienta el dilema en el que la universidad pública de estos tiempos se encuentra: La sociedad así lo percibe, y en su urgente necesidad de competir ya no distingue entre obtener edu- cación superior o adquirir competencias, entre pensar o procesar información, entre generar el conoci- miento o simplemente consumirlo (Ruiz, 2004: 21). Así pues, en plena globalización, dos proyectos ideológicos se debaten en las aulas: uno que pri- vilegia el producir los recursos humanos calificados para resolver los problemas de la realidad cir- cundante (función instrumental o profesionalizante); y el segundo, que se erige en la conciencia de la época, ejerciendo la crítica de esas transformaciones en bien de la colectividad (función filosó- fica, autonomista). El esquema tecnocrático da prioridad a las ciencias básicas naturales y posterga las ciencias sociales, que en cambio reciben la máxima atención en los proyectos autonomistas. La tesis tecnocrática condu- ce al enclaustramiento; la autonomista a la “universidad militante”. (Tünnermmann, 2003: 40). Estas posturas extremistas calan en la mayoría de las opiniones que buscan encontrar un sentido a esta problemática educativa; desde luego alcanzando los aspectos tecnológicos. Así, algunos advier- ten sobre el uso ciego de la tecnología sólo por subirse al tren de la moda cibernética que provoca por igual, en académicos como en las instituciones a las que pertenecen, fragmentación, aislamiento, indi- vidualismo y especialización; con lo que proponen volver al “deber ser” de la universidad: construir un ambiente de innovación, de aprendizaje e interdisciplinario, que propale la generación de conoci- miento, su difusión y regenere el espacio vital colectivo (Guillaumín, 2001; Tünnermmann, 2003). Alejado de esta racionalidad axiológica, el doctor Rojas, interesado en el diseño de sistemas uni- versitarios, emplea un enfoque sistémico para entender la naturaleza de los cambios que se suscitan en la institución académica. 7 Así como las experiencias universitarias innovadoras de los setenta tuvieron como telón de fondo la teoría y práctica de la planeación universitaria, los modelos universitarios emergentes se nutren de la inteligencia artificial, la informática y la cibernética, de la virtualidad de las redes y la digitalización (Rojas, tesis, 2002: 363). Rojas estudia las transformaciones en la estructura de la universidad pública debido a presiones del entorno socioeconómico, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando se inten- sifican los fenómenos sociales del crecimiento demográfico, la industrialización y la urbanización. En ese entonces emerge la universidad de masas –en este contexto nace la UAM– y su consiguiente funcionamiento burocrático, que están siendo modificados por el cambio tecnológico y el incremen- to en la complejidad del ambiente en un mundo globalizado. La organización universitaria, fluida por definición, entró en un nuevo umbral de transformación por la integración de las tecnologías de información y comunicación, que ya desde la década de los noventa podían ser consideradas como componente estructural de la organización, alterando de una manera fun- damental los procesos comunicativos-informativos al interior de las instituciones universitarias y gene- rando nuevas posibilidades en los procesos de dirección y conducción académica. En el marco de un proceso de globalización de la economía mundial, las universidades mexicanas se insertan en un esque- ma cada vez más internacionalizado de la producción de conocimiento, los programas de investigación y en la regulación de la enseñanza profesional. Así, el cambio tecnológico sirve de base para una am- plia reestructuración de las formas de organización y distribución del conocimiento (Rojas, Versión, 2002: 213). Tras apoyarse en los teóricos clásicos de la organización (Weber y Taylor), así como en otros más específicos que tratan sobre la organización universitaria y la cualidad de sus vínculos hacia la sociedad (Weick, Aldrich, Clark); anticipa que el grado de transformación que las universidades padecen dependerá del grado de flexibilidad que estos vínculos –débiles (“flojamente acoplados”) o fuertes (“base pesada”)–, adopten ante las exigencias sociales por conocimiento e información. La geografía ya no es una limitante para la libre circulación del conocimiento lo que implica el “fin de la torre de marfil, y de la universidad aislada y autocontenida, exaltando al mismo tiempo la necesidad institucional de una gran capacidad relacional”, redundando en cambios estructurales de la función universitaria (Tünnermmann, 2002: 110). En esta misma perspectiva, los intereses entre universidad e industria, usualmente distanciados, encuentran en la vinculación la oportunidad para gestar un ambiente de aprendizaje que impulse el desarrollo de la ciencia y la tecnología al servicio de la sociedad; sea produciendo conocimiento aplicado, para conveniencia de las empresas; sea básico, para resolver problemas de convivencia nacional (Rojas, Versión, 2002; Dutrénit; Aboites, 2004). Desde mediados de los años noventa la calidad de estos vínculos influye en las formas de organi- zación que las universidades adoptan, hacia sí mismas, formando comunidades epistémicas (redes académicas o de conocimiento); y hacia el exterior, construyendo un sistema nacional de innovación. En “las economías basadas en el conocimiento, se concibe a los sistemas nacionales de innovación 8 como el flujo e interacción entre industria, gobierno y academia, en el desarrollo de la ciencia y la tecnología” (Rojas, Versión, 2002). En realidad, como se irá viendo, esta aparente disyuntiva son dos caras de una misma moneda. A pesar de los esfuerzos del gobierno mexicano en los años setenta por constituir el sistema na- cional de educación superior y por articular la ciencia y la tecnología con las necesidades de indus- trialización del país, el fracaso del modelo económico basado en el crecimiento por deuda externa (1982) le hizo adoptar ajustes estructurales dictados por políticas desde el Fondo Monetario Interna- cional (FMI) en el marco de las tendencias económicas de la globalización (Rojas, tesis, 2002: 148; Tünnermmann, 2003: 112-115). Desde entonces el Estado fortalece el aspecto comunicativo de los actores principales del sistema nacional de innovación a través del uso de las NTIC. Estas tecnologías “enredan” a las universidades en relaciones dinámicas con el exterior provocando cambios en su propia organización y la del cono- cimiento. En un proceso continuo de “actualización adaptativa” la universidad convive con formas distintas de hacer investigación: la base tradicional y permanente de los departamentos académicos se mezcla con otras más temporales como son los cuerpos académicos. En igual sentido, surgen nuevos ambientes de aprendizaje; tal es el caso del posgrado que sirve de puente entre la investigación cientí- fica y tecnológica y los problemas nacionales; y el de la educación en línea y a distancia, que modifi- ca la relación presencial profesor-alumno en la transmisión del conocimiento (Rojas, Versión, 2002). Resumiendo, en medio del fenómeno de la globalización, la organización universitaria compite en un doble juego frente a otras industrias culturales: por la legitimidad de saberes sociales; y por el reto de integrar una práctica educativa profesionalizante y cultural (Andión, 2004). La extensión universitaria aparece como la acción estratégica para resolver esta disyuntiva entre la profesionalización, y el pensamiento crítico con conciencia social y nacional; y las NTIC como el instrumento privilegiado para la comunicación con sentido. Siempre y cuando aquella acción esté basada en el diálogo será posible rescatar el modelo humanista de la educación superior ante las tendencias fragmentarias de la especialización (Gallardo, 2004; Ruiz, 2004; Tünnermmann, 2003). La UAM, como IES y dependiente del financiamiento público, se ve directamente involucrada y afectada por este entorno globalizante. Debe recordarse que el sistema UAM nació a principios de la década de los setenta como una “alternativa” metropolitana para satisfacer la demanda de matrícula escolar superior y como una necesidad de desconcentrar la atención del estudiantado fuera de la UNAM y el IPN, después de los acontecimientos del trágico año de 1968. Estos antecedentes marcaron con un claro compromiso social a las funciones sustantivas de la UAM, encaminadas a resolver los grandes problemas que presentaba el país subdesarrollado (hoy, periférico). Ante el embate globalizador, la UAM conserva aún vigente su identidad y condición de 9 alma mater. Esta misión, después de varias generaciones egresadas, continúa defendiéndose y trasminándose a sus estudiantes. Sin embargo, se vive un escenario radicalmente diferente al que le acompañó en su nacimiento; los riesgos externos, como los arriba mencionados, más que una de- bilidad son una advertencia que impele a reconfigurar una estrategia de acción de cara al siglo XXI. Las redes han emergido como el patrón dominante en las relaciones entre individuos e institucio- nes, donde los nodos se erigen como puntos de enlace (conmutadores) que concentran poder (Castells, I, 2002: 506-07). Cabe destacar, que fueron las universidades las iniciadoras de esta cultura en línea. En este marco, la UAM cuenta con una estrategia institucional que dinamiza la adquisición de equipo y programas de cómputo para satisfacer sus necesidades de crecimiento, pero, es su uso, consciente o inconsciente, lo que está reformando esa estrategia, lo que moldea su cuerpo conector con su entorno. Si bien, por un lado, la tendencia multimedia (NTIC) a segmentar y diversificar contenidos para una audiencia selectiva e individualizada (Castells, 369-74), y por otro, el espacio público, que ayuda a construir la identidad nacional, se contrae (Hirsch, 2000: 89), entonces: ¿qué estrategia tomar frente a este reto? ¿Cómo lo afrontará la UAM-X para cumplir con su ideal pedagógico “modular”, mantenien- do su autonomía? ¿Cómo piensa utilizar esta tecnología en la transmisión de su conocimiento? Como institución pública de educación superior no sólo produce y reproduce cultura, sino que la distribuye; es emisora y por lo tanto, pensando en términos sistémicos, influye en su área nodal, en beneficio de la colectividad que le mantiene. ¿En qué dirección se va con las NTIC ya adquiridas? El diseño no queda fuera de estos planteamientos, por el contrario, queda compelido a actuar en consecuencia a fin de rescatarse de la experiencia disipadora global. Selle señala que “el acrecenta- miento de la productividad y los índices de interés [del diseño] están vinculados a la determinación de los objetivos del mercado, y no a los problemas del individuo y su medio” (Selle, 1975: 25). El diseñador es un productor de cultura porque es responsable de construir una identidad formada alrededor de objetos. Una de sus competencias estriba en proponer soluciones creativas que se antici- pen a los futuros problemas que pudieran surgir por el uso y producción de estos objetos, lo cual im- plica un dominio tecnológico. En esta era marcada por la efervescencia digital sólo si se conoce la tecnología podrá controlarse. Pero, más allá de este reto técnico, la pertinencia radica en saber aplicar la tecnología para cumplir con una finalidad. Si se tienen alcances definidos, podrán regularse y tomar medidas correctivas, tales como adelantarse a su rápida obsolescencia implícita y así optimizar esfuerzos y aprovechar recursos. Por ello, el interés por describir la situación actual de las NTIC en la DCAD de la UAM-X, así como el de desentrañar la manera en que éstas se organizan, emplean y regulan por alguna normati- vidad; si así fuere, identificar hacia qué objetivos y metas se dirigen estos recursos. 10 Consideraciones No se pretende con este estudio dar una solución al complejo problema que se aborda, antes bien, de acuerdo con Checkland, la intención es “expresar el problema, no estructurado” de la mejor manera posible (Checkland, 1993: 188). Sobre todo si se toma en cuenta la complejidad del mismo donde para entender el todo es necesario explicar primeramente a las partes, y de ahí, las relaciones entre ellas. Éstas, configuran distintas facetas de un carácter ambivalente a medida que se asocien e incor- poren otras partes adquiriendo niveles superiores de complejidad y de comprensión. No obstante, hay un esfuerzo por ordenar esta presentación encaminada a comunicar con claridad los resultados. El grueso de la información aquí recabada estriba en la cooperación de los sujetos entrevistados, quienes vertieron no sólo su visión sobre el cargo oficial que desempeñan, sino también su sentir personal respecto a la situación funcional que se vive en la DCAD. Si bien hubo cooperación para acceder a los datos institucionales, también hubo resistencias, no por celo, sino porque no estaban organizados, o porque lo procesos que le subyacen están aún gestándose. En esos términos, el tiem- po apremió y algunas inferencias debieron apurarse tras cotejar lo recopilado con la teoría y con las observaciones. En cierta forma, no hay nada nuevo bajo el sol. Aquí se hace un recuento y se rearman las opinio- nes vertidas por los entrevistados. En realidad estos discursos viven y deambulan por pasillos y pa- redes de la propia UAM-X, pero en los hechos es donde ocurre incongruencia. Una ruptura entre teoría y práctica. Parafraseando a Guy Duval (Duval, 1999: 65), estos resultados son “una propuesta de organiza- ción de la realidad”, una interpretación que coadyuve a que las autoridades competentes del sistema UAM-X tomen las mejores decisiones para beneficio propio y de la colectividad a la que se deben. Esto es un mapa efímero en la geografía de la globalidad, sin rutas ni puertos. Problema Conocer la forma del modelo de comunicación en la DCAD desde el cual se orienta la calidad y tipo de servicios ofrecidos a la sociedad a través de las NTIC, promoviendo y difundiendo la investigación en diseño hacia los demás. 11
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