TOJA SANTILLANA, Esteban: “Entre mercantes y pesqueros Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos de altura”, del País Vasco , 8, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia- San Sebastián, 2016, pp. 299-333. Entre mercantes y pesqueros de altura Esteban Toja Santillana Capitán de la Marina Mercante, Capitán de Pesca Recep.: 15.09.15 BIBLID [1136-4963 (2016), 8; 299-333] Acep.: 20.10.15 Resumen Se recogen en este texto los recuerdos biográficos de Esteban Toja Santillana (Bilbao, 1944), Capitán de la Marina Mercante y Capitán de Pesca. El autor evoca el origen de su vocación marinera en el Bilbao de los años 40 y 50 y su etapa de formación náutica, pasando a narrar sus experiencias en la marina mercante y en la pesca de altura. Palabras clave: marina mercante, pesca de altura, Terranova, Sudáfrica. Laburpena Esteban Toja Santillana (Bilbao, 1944), merkataritza nabigazioko eta arrantzako kapitainaren oroimen biografikoak biltzen dira liburu honetan. Egileak bere marinel bokazioaren sorrera 40 eta 50 urteetako Bilbon eta bere heziketa nautikoko garaiak gogoratzen ditu, hortik bere merkataritza nabigazioko eta arrantza handiko esperientziak kontatzera igaroz. Gako hitzak: merkataritzako nabigazio, alturako arrantza, Ternua, Hegoafrika Abstract Biographical memories of Esteban Toja Santillana (Bilbao, 1944), Captain of the Merchant Navy and Fishing Master are reflected in this text. The author evokes the origin of its seafaring vocation in the Bilbao at the end of the 40s and 50s and his stage of nautical training through narrating their experiences in the Merchant Marine and offshore fishing. Key words: merchant marine, industrial fishing, Newfoundland, South Africa. Esteban Toja Santillana Mis primeros recuerdos marineros se remontan a mi primera niñez, por la presencia asidua de barcos en los muelles del Arenal de Bilbao, por entonces frecuentados por una nutrida flota de pataches y pequeños vapores de cabotaje (Lolina, Xaquin, Amada, Angeles, Carmen, Lalin, María Santiuste, Chonga, José G. Trevilla, Mariavi, Marta Junquera, Paco García, Toñín), algunos motoveleros como el Río Negro, costeros de casco de madera como el Ciclamen y el Castropol… Sus tripulaciones animaban las tabernas de las calles Sendeja y Esperanza: Cacho, Santi, Arratiano, Sol, Dori…, en la zona del Arenal. Pasando el puente los del Muelle de Ripa: Rías Bajas, Chomin… Con algunas tripulaciones establecíamos especiales relaciones de amistad. Recuerdo especialmente a la de un barco, el Amada. Al final del primer tinglado del muelle del Arenal existía, abandonada en seco, una vieja embarcación de madera sin cubierta. Era el centro de nuestras batallas de piratas. De estos juegos, tengo el recuerdo trágico de un chico vecino nuestro, algo mayor que yo, que jugando a saltar entre las gabarras cayó al agua ahogándose. El camino diario hacia la Escuela del Tívoli nos permitía la contemplación en la otra orilla, la de Uribitarte, en el muelle de la Aduana de buques más grandes, primero algunos costeros tales como los: Anselmi, Miguel Fleta, Pachi de Chacartegui, Llodio, San Mamés, Sotón, Jarama, Mina Meruxal, Mina Entrego, Costa Asturiana, Magdalena, Llumeres, Sancho Panza, Conchita Suarez, y otros muchos. Ya aguas más abajo, antes de la vuelta de la Salve, los de Mac Andrews: Cervantes, Pozarica, Pacheco, Palacio, Valdés, Valdivia, Velázquez, Vives, etc. Llegando a la Salve, los Cabos: Huerta, Prior, Carvoeiro, Sacratif, Cervera, Silleiro, Prior, Ortegal, etc. con carga general, y algo más río abajo los Montes: Ayala, Albertia, Mulhacén, Navajo, Nuria, etc., con general, chatarra y graneles. Y ya junto al Puente de Deusto atracaban los de Transmediterránea, siendo los habituales: Poeta Arolas, Plus Ultra y Domine. Los boteros –de ellos uno de nombre Inda y otro Txomin–, que todavía en aquella época hacían a remo el transporte de pasajeros entre el Campo de Volantín y el Muelle de Uribitarte, nos solían dejar jugar en sus botes, incluso remar en ellos. Muelle de la Aduana. El remolcador atravesado es de Carmelo Urtiaga, de casco de madera. Un lugar muy visitado por mí era el vestíbulo del edificio de la Naviera Aznar, situado al otro lado del puente del Ayuntamiento, hoy Plaza de Venezuela, en cuya pared, a la derecha de la entrada, estaban los nombres de todos los barcos de la compañía en letras de molde. 300 Realmente mis primeros contactos con la navegación se remontan a las ocasiones en que nuestro padre nos llevaba en verano a mi madre y mis hermanos, normalmente, a bordo del Álava y, ocasionalmente, en el Ayala, de la Cía. Marítima Zorroza S.A., en los que fue primer maquinista durante muchos años, a pasar una temporada en San Esteban de Pravia (Asturias). Älava Ayala San Esteban era entonces un pueblo bullicioso, fruto de la riqueza producida por la constante exportación del carbón de las cuencas occidentales asturianas, principalmente a la siderurgia vasca. Me acuerdo de haber oído por aquel entonces “¡Hasta tiene ocho telefonistas!” Nos hospedábamos en una casa que estaba, y aún está, yendo hacia una playa de cantos rodados que había en el arranque del antiguo rompeolas. Allí me enseñó a nadar mi padre. Tengo un grato, aunque nebuloso recuerdo de Amadora, mujer entrañable, de su marido Narciso y de sus hijas, Tina y Magdalena. Pero de lo que tengo un recuerdo imperecedero es del maravilloso olor del café con leche de la mañana. Por aquella época, en Bilbao, la leche tenía, en su zona de contacto con el puchero, un tinte azulado debido a la gran cantidad de agua que le añadían a lo largo del circuito comercial desde la vaca. Creo que Narciso trabajaba en o en las cercanías del cargadero de carbón, que era mi admiración, ya que era un espectáculo ver a las grúas elevar los grandes vagones de carbón y verter su carga en las escotillas de los barcos.Estos barcos que debían hacer turno para cargar de forma bastante estricta, excepto en el caso del Aurora que, por algún extraño sortilegio, nunca lo hacía. Puede que sea una exageración pero una vez oí que cierto año realizó más de 130 viajes San Esteban-Bilbao-San Esteban. Otros buques de la, a veces, denominada jocosamente por algunos como la “flota tenebrosa”, eran el Norte, Genoveva Fierro, Ita, Villareal de Álava, que hacían viajes a Sagunto y Barcelona. Y los que formaban la flota de Altos Hornos de Vizcaya: Marqués de Urquijo, Marqués de Triano, Conde de Zubiría, Marqués de Chavarri, Alfonso Churruca, etc. Otro de mis recuerdos eran dos cafés, el “Nueva España” y el “Brillante”, centros de reunión de naturales y foráneos, a donde, ya algo más crecido, acompañaba a veces a mi padre. El chamelo era allí el juego preferido. Mi padre era, sin embargo, poco aficionado al juego, y lo que más le gustaba era pasear por los alrededores: Soto del Barco y Muros de Nalón. En este último, solíamos ir a la ermita del Espíritu Santo, a la que también se podía acceder por un escarpado camino que ascendía desde cerca de la casa donde nos hospedábamos. Mi padre también solía pescar con caña desde el rompeolas. Recuerdo los nombres de algunos compañeros de mi padre: los capitanes Alfredo Bilbao, de Santurce y Ramón Benguría, de Plencia, también de José Ilundain (Pepe, el de Pamplona), aunque había nacido en Latasa, y de su mujer Mary, del mayordomo Juan Zárraga de Plencia, de Martín, el camarero de Soto en Cameros, de José Luis Calzada, de Mundaka, el cocinero… Este último fue quien años más tarde durante uno de aquellos viajes veraniegos, al verme con mala cara recostado en la tapa de regala, me preguntó si me sentía bien. Al confesarle que me encontraba algo mareado, me dijo: “¿Qué has desayunado?”, al contestarle yo que café con leche, me dijo: “No lo hagas nunca más”. Al tiempo que entrando en la cocina me daba un bocadillo de salchichón y un vaso de vino. 301 Esteban Toja Santillana FORMACIÓN En 1948 ingreso en la Sección de Párvulos de la Escuela del Tívoli, construidas en 1880 y proyectadas por Julio de Saracíbar, Arquitecto Municipal, que habían sido financiadas íntegramente por doña Casilda Iturrizar, Viuda de Epalza. Como la directora de la Sección de Párvulos y la Escuela de Niñas, a la que se accedía por la calle Huertas de la Villa, Doña Clementina Naverán, era carlista, allí se cantaba a la salida el “Oriamendi”. En cambio a las clases de “mayores” se accedía por el vestíbulo principal de la calle del Tívoli. Era su director D. Damián González, de Alba de Tormes, magnífico maestro y hombre respetado y recordado por todos nosotros. Allí, formados, cantábamos el Himno Nacional1. Para los que dicen que no tiene letra: “¡Triunfa España! Los yunques y las ruedas marchan al compás del himno de la fe. (De un nuevo himno de fe, decíamos nosotros). Juntos con ellos cantemos de pie la vida nueva y fuerte de trabajo y paz”. Sin duda alguna, la Escuela de Viuda de Epalza era una de las mejores de Bilbao y con gran regularidad muchos de sus alumnos salían becados. Salvo en el tema de los himnos y en la interpretación sesgada de la Historia de España, todos los maestros fueran o no proclives al régimen, se mostraban, salvo escasísimas excepciones, con un talante bastante liberal. El año 1951 estuve varios meses en la colonia infantil de Pedernales que pertenecía a la Caja de Ahorros Municipal. La razón de la prolongada estancia fue haber sufrido el verano anterior una peligrosa peritonitis que estuvo a punto de matarme y me dejó muy débil. Fue éste mi primer contacto directo con la Ría de Mundaka. En 1954, 1955, 1956, 1957 estudios de bachillerato en el Instituto de Bilbao y en la Academia de Larrínaga-Hurtado, en Barrencalle Barrena. En 1957 apruebo la Reválida de Cuarto. Estudios de Náutica Desde bien niño manifesté mi deseo de ser marino. Los relatos oídos en casa sobre puertos lejanos y países más o menos exóticos avivaban mi imaginación. En mi familia paterna había marinos. Además de mi padre, José Toja, maquinista naval, mi tío Hermán era capitán (navegó muchos años en el Lashercia, trayendo bacalao de las parejas desde Saint Pierre), y otros que habían navegado como cocineros y mayordomos. Dos de los hermanos de mi padre eligieron la emigración a Nueva York, donde prosperaron. Como el número de hermanos y la situación económica de aquel tiempo no permitían pensar en carreras superiores y por imposición de mi padre, quién se dio de plazo hasta que yo cumpliera los dieciséis años para permitirme estudiar Náutica, inicio la preparación para el ingreso en la Escuela de Peritos Industriales de Bilbao. Dichosos los tiempos en que un padre consideraba que dieciséis años era edad suficiente para tomar decisiones importantes. Aprobado el ingreso en la Escuela de Peritos, inicio el Curso Selectivo en octubre de 1959. Apruebo dos en junio y una en septiembre. Ni la geometría descriptiva ni la química eran mi fuerte. Aquel mismo año, 1960, apruebo el examen de ingreso en la Escuela de Náutica. Previamente, al tiempo de darme su aprobación a regañadientes, mi padre había sido tajante: si vas a la mar, que seas de “los que pasean”, nunca de máquinas. Mi padre, maquinista naval, nacido en Mundaka, había embarcado en 1913 en el Ramón de Larrinaga de la compañía de Larrínaga, armadores oriundos también de Mundaka, radicados en Liverpool, y desembarcado del Alava en Huelva, en marzo de 1969, para venir a casa a morir. Sólo un breve intervalo de vacaciones pagadas en el penal de Ferrol, donde, como “rojo-separatista, masón y judaizante”, estuvo internado dieciocho meses. Su barco, el Cantabria en el que navegaba como segundo maquinista, había sido hundido cerca de Cromer, en la costa este de Inglaterra, por el crucero auxiliar de Franco Ciudad de Valencia, 1 Era la letra de Pemán, de la que, sin embargo, sólo cantábamos la segunda estrofa. 302 enmascarado bajo el nombre de Nadir, en una valiente acción de tiro al blanco. Pero esta es otra historia, que ha sido contada extensamente en varias publicaciones. Sin embargo, mi padre jamás nos habló con rencor de este duro período de su vida. Sigo el primer curso como alumno oficial Mi profesor de Álgebra y Contabilidad, D. Antonio Villanueva, era a la vez Secretario de la Escuela, donde vivía. Otros profesores eran: Geografía, D. Julio Huarte; Cabos y Nudos, D. Alfredo Francés; Geometría, D. Gaspar Aspiazu; Máquinas, D. Bonifacio Arteche; Dibujo, D. Pedro Zabala. La clase de Religión estaba a cargo del jesuita padre Lojendio, de San Sebastián, que creo era tío del embajador de España que, en 1960, entró sin avisar en el estudio de la televisión de La Habana, para interrumpir una soflama de Fidel contra España. Preparo el segundo curso durante el verano en la academia de “Chimbito”. Naturalmente tenía un nombre, pero la verdad es que no lo recuerdo. Era capitán y un magnífico profesor. Comenzadas las clases de verano, un día le pregunto a uno de los profesores, D. Manuel Flórez, antiguo oficial de la Armada, que cuántas asignaturas creía que podía preparar. Me sugiere que asista a todas las clases, y próximos ya los exámenes, al preguntarle de nuevo a cuáles debía presentarme me dijo, “preséntate a todas”. Así lo hice y las aprobé. El tercer año lo cursé, de nuevo como alumno oficial, en la Escuela. Como profesor de inglés D. José Luis Gárate, que era además director de la Escuela. Apruebo todas las asignaturas en junio excepto el Derecho Marítimo. Gran berrinche de D. Ramón Inchaurtieta, catedrático de Astronomía, que tenía a gala ser siempre quién otorgaba el espaldarazo para navegar. Respecto al suspenso en Derecho, fue todo por mi culpa ya que tenía un enchufe poderoso. D. Antonio Bustos, además de su trabajo como catedrático, tenía una oficina de fletamentos (¿Fletamar?), en el número siete de la calle de la Sendeja de Bilbao, muy cerca de mi casa. Habitualmente comía en el Restaurante Santi, en los bajos del mismo edificio. Una de las camareras que le servían era amiga y prometió hablarle de mí. El día del examen, don Antonio me hizo muchas preguntas y al percibir mi casi total ignorancia de la materia, me hizo un expresivo gesto como diciendo: ¡chico, lo he intentado! En el examen de septiembre quedó bastante sorprendido por la mejoría experimentada por mí y me aprobó. Primeras navegaciones como agregado Estaba en Avilés haciendo un viaje en el Álava con mi padre, cuando al hablar con casa recibí la noticia de que tenía plaza en un barco de Clemente Campos S.A. de Bilbao. Mi padre habló con el patrón del Teruca, Aurelio Pombo, que salía para Bilbao, para que me llevara de pasajero. Además de aceptar, me cedió amablemente su camarote, a lo que no accedí, haciendo la guardia de noche con él. Teruca (ex-Blanca de C)2. La motonave Mariangeles3. Embarco el 19 de noviembre de 1962 en el puerto de Valencia en el buque Mariangeles. 2 www.jrvarela.net/cormebarcostrafico.htm 3 www.buques.org/San%20Martin/076-Mariangeles-1_E.htm 303 Esteban Toja Santillana Era un carguero con cubierta shelter. Construcción nº 76 de Astilleros Corcho S.A. de Santander. Entregada al armador Clemente Campos y Cía. el 23 de diciembre de 1960. Eslora total 81,80 m., eslora pp. 75,00 m., manga 12,00 m., puntal principal 77,00 m., puntal shelter 4,50 m., calado 4,56 m, desplazamiento 2.945 tm., peso muerto 1830 tm., arqueo 999 GRT. Llevaba un motor Burmeister&Wain de 2.200 Hp. El capitán era José Domingo Arias, de Güeñes, y el jefe de máquinas Jesús Aguirre, de Guernica, aunque él siempre decía que era de Bermeo, fallecido hace poco en Mundaka donde vivía; primer oficial Joaquin Soler, de Sestao; el segundo José Regidor, de Huelva. El segundo maquinista José Luis Larrubia, de Baracaldo; tercero, Marcelino López de San Ciprián. El contramaestre Figueiras, era de Esteiro. Marineros: Ventura Sevilla, de Santa Eugenia, fallecido no hace mucho, que me enseñó a hacer las costuras de las estachas, entonces todavía de abacá, y Manuel Parada, de Boiro. El cocinero Juan y el camarero José Luis Olaeta, eran de Ibarranguelua. El barco hacía, en general, gran cabotaje por Europa y, ocasionalmente, transporte de fruta a puertos ingleses. En mi primer viaje a Inglaterra fondeamos en Penzance, ya que debido a alguna regulación, no sé si española o inglesa, había que declarar la fruta en la aduana inglesa antes del final de noviembre. El día 1 de diciembre entramos en Liverpool. Por ser el primer viaje que realizaba tengo muchos y buenos recuerdos de Liverpool. Los partidos de fútbol contra los tripulantes del Cantón Grande y los estibadores (la mayoría de Everton), jugados bajo los tinglados de Queen Alexandra Docks. Las visitas nocturnas a los clubs Jacaranda, Locanda, Cavern, etc. Todavía, por aquellas fechas, nosotros no sabíamos nada de los Beatles. En alguno de estos lugares conocí a dos personas, uno de ellos Eladio Murga, medio pariente, que navegaba como maquinista en un barco de Ferrer y a Ángel García (Salamanca) con quien luego pasé muy buenos ratos en Bilbao en la ronda de chiquiteo diaria comandada juiciosamente por Galo Bilbao, secretario de la Escuela de Náutica. Estaba al mando de un pequeño buque panameño, el María Rosa, o algo así, que hacía cabotaje entre los puertos del Mar de Irlanda. Recorrimos casi todos los puertos del Levante y Sur español: Barcelona, Valencia, Alicante, Cartagena, Almería, Motril. Algunos viajes a Sevilla con cebada de Marruecos. Las noches de Sevilla daban mucho de sí. El Grao de Valencia ofrecía una amplia selección de lugares de diversión. La ronda se iniciaba en el Calabuch. Ya en la capital, teníamos el teatro de Ruzafa, con las mejores revistas de entonces. Barrachina, con sus pájaros fritos y la nata con nueces y caramelo, y el Balançá, próximo, completaban la oferta nocturna. Naturalmente la mejor escala era la de Barcelona. No se debe hablar de ciertos temas, pero sí me referiré a una lección recibida allí. Fue en un café llamado Cádiz, que creo recordar estaba por Conde de Asalto. Habíamos llegado allí con idea de tomar la espuela, bien avanzada la madrugada, después de un largo recorrido por la zona baja de las Ramblas. En un momento en que estaba algo apartado del grupo se me acercó una mujer, por cierto bastante guapa aunque ya algo ajada y me dijo: “¿Me invitas?” y yo, muy en mi papel, le respondí: “¿Qué quieres, Pipermint, absenta o qué?”, y ella me dijo con acento cansado: “No hijo, invítame a un café con leche”. A finales de 1962 fuimos con caolín de Fowey (Inglaterra) a Nápoles a donde llegamos la víspera de Nochebuena. Pasamos el final de año en Nápoles. Renata Scotto cantaba “Norma” en el San Carlo. Quattro giornate di Napoli era la película de moda. Narraba la resistencia popular a los alemanes en Nápoles antes de la entrada de los aliados. Nápoles en esas fechas mostraba en sus calles una alegría extraordinaria. Pero ya entonces, tuvimos fuertes protestas de los estibadores por la detención de Julián Grimau. “¡Franco, il novo Torquemada!”, escribieron con caolín por todo el barco. Finalmente aquél fue juzgado y fusilado el 20 de abril de 1963. En mi segundo viaje a este país, también con caolín de Fowey, a finales de agosto de 1963, el Mariangeles fue objeto, en el puerto de Livorno, de un boicot en toda regla, con una huelga de estibadores que duró algo más de una semana, por la reciente condena a muerte de los anarquistas Francisco Granado y Joaquín Delgado, ejecutados el 17 de agosto de 1963 mediante garrote vil en la madrileña cárcel de Carabanchel. Se les acusó, sin pruebas, de la colocación de unas bombas en la Dirección General de Seguridad de Madrid. 304 Como nada podíamos hacer, el segundo maquinista (un chico de Santander, cuyo nombre, si mal no recuerdo, era Jesús Vaquero) y yo aprovechamos para pedir permiso e irnos a visitar Pisa y Florencia. En esta gira gasté las pocas libras esterlinas que tenía ahorradas para comprar un sextante. Pero lo cierto es que siempre utilicé los pertenecientes a los barcos en que navegué. Desembarco en Valencia el 9 de septiembre de 1963, ese día cumplía los diecinueve años. Poco más de un mes después, el 23 de Octubre de 1963, embarqué como agregado, también en Valencia, en el Monte Palomares de la Naviera Aznar. Ese mismo día el Juan Ferrer de la Naviera Ferrer naufragó en Mount Bay (extremo oeste de Cornualles) pereciendo nueve de los trece tripulantes. El Monte Palomares era un buque de carga general y bulkcarrier, con superestructura central, aunque ligeramente desplazada hacia popa, y contaba con 5 bodegas: 4 situadas a proa de la superestructura y una más a popa. Para el manejo de la carga disponía de 1 pluma de 30 toneladas y 12 puntales de 5 toneladas. Éstas eran sus principales características: eslora total 144,58 m., eslora entre pp. 138,93 m., manga: 18,77 m., puntal: 9,58 m., calado: 7,65 m. Distintivo: EDMI. Puerto de Registro: Bilbao. Arqueo bruto: 8.336 TRB, neto: 6.249 TRN, Peso Muerto: 12.425 toneladas, Capacidad de grano: 20.327 metros cúbicos. Propulsión: 1 motor Diésel B&W, potencia: 4.900 BHP, velocidad: 14 nudos. El Monte Palomares4. Eran su capitán Pedro Uscola, de Olaveaga y su primer maquinista5 Juan Rotaeche, de Orduña. El segundo maquinista Ignacio Álvarez, de Bilbao; segundo oficial era José Sastre; mayordomo Julián Arizubieta de Gatica, y el cocinero Ramón Andonegui de Mundaka, que ha sido nuestro vecino de escalera durante algunos veranos en ese pueblo. Salimos de Valencia para Rosario, vía Ceuta, el 2 de noviembre de 1963. La navegación sin novedad, con el único aliciente de unas vueltas alrededor de St. Paul Rocks para pescar unos atunes. Hubo suerte, y se pescó bien, pero el atún no lo catamos. Dos días antes de llegar a Rosario, era el 22 de noviembre, recalando en la costa uruguaya, estaba yo fuera de guardia y acababa de salir a cubierta, cuando, sobre las diez de la mañana de un día espléndido de verano austral, todas las emisoras uruguayas y argentinas empezaron a emitir programas urgentes con la noticia del asesinato del presidente Kennedy. No recuerdo que, al menos a nosotros y en aquella época, la noticia nos afectara de una forma especial. “Capitán, ¿con varada o sin varada?”, fue la pregunta del práctico al llegar a la entrada del canal de acceso. La “coima” por el empleo de remolcadores debía de ser jugosa. No varamos. La navegación 4 Foto: T. Diedrich. www.buques.org/Navieras/Aznar/Aznar-5_E.htm 5 Hasta aproximadamente esta época, los que después fueron titulados como Jefes de Máquinas, eran denominados Primeros Maquinistas. Y sucesivamente Segundos Maquinistas, Terceros Maquinistas, etc. Los Segundos Maquinistas y Terceros maquinistas pasaron a denominarse a bordo, Primeros y Segundos Oficiales de Máquinas, y así sucesivamente. La legislación al respecto creo que fue de 1964, cuando era Ministro de Comercio Alberto Ullastres. 305 Esteban Toja Santillana por el Paraná es de una belleza indescriptible. Rosario, incluso para el nivel español de entonces, me pareció una ciudad provinciana, pero muy agradable y acogedora. Cerca de nuestro embarcadero sobre el Paraná existía una especie de teatrillo de variedades, cuya cubierta era de planchas de hoja de lata con muchas goteras. Casi todas las noches llovía. El espectáculo era ver a las pobres coristas que, sin perder el ritmo, hacían contorsiones para evitar las gotas de agua. Esto y los buenos “gin fizz” que preparaban en los bares fueron para nosotros lo mejor de Rosario. En cuanto acabamos de tomar la carga de maíz y sorgo de aquel puerto, descendimos de nuevo por el Paraná hasta Buenos Aires, para completar. Entramos en Dock Sud. Allí, al enterarse de la llegada de un barco de la Naviera Aznar, se presentó en el barco una persona preguntando si había alguien de la familia Toja a bordo. Al presentarme supe por él que se trataba de un familiar lejano, de apellido Guerrero, que había sido funcionario de la Diputación de Vizcaya cuando la guerra y que vivía allá en Avellaneda, exiliado y añorando la patria. Debido a que mi primo de Bermeo, José Mari Toja, su sobrino, era o había sido mayordomo de la Naviera y de otras compañías de Zubizarreta en barcos que hacían frecuentes viajes a Argentina, siempre preguntaba por si acaso. Por cierto, y haciendo un inciso, la viuda de José Mari, Begoña Uriarte, mujer afectuosa, muerta recientemente, siempre decía: “El mar, o la mar, como queráis, no es de color azul ni verde, es, o gris o negra”. Para mí, encontrarme en la Argentina era como recobrar una parte del pasado familiar. Mi abuelo materno Modesto Santillana, había emigrado en 1912 a Buenos Aires con su familia: la abuela Juliana, mi tía Adelina, de unos siete años y mi madre, María Asunción, entonces de meses. Mi abuela, que era de Amurrio y a la que no le entusiasmaba Buenos Aires, se volvió a España con sus hijas cuando empezó la guerra europea. Aunque mi abuelo volvió un par de veces a España, finalmente se quedó en Argentina en donde murió. La estancia en Buenos Aires a pesar de lo escaso de nuestras disponibilidades económicas fue muy agradable. El grupo de alumnos lo componíamos Juan Arana, agregado, de Orense, los dos alumnos de máquinas, Joaquín Vidal de Pasajes y otro de nombre Alfredo de Almería, y yo. Se añadía a nuestro grupo el tercer maquinista, Carlos Plá de Coruña, consumado guitarrista y el telegrafista José Ramón Ibisate de Portugalete. Un simpático recuerdo es el de una noche en que convencimos al chófer de un “colectivo”, que finalizaba su servicio, para que nos llevara hasta el barco, que para entonces se había movido a una de las dársenas, C o D, del norte del puerto de Buenos Aires. Completada la carga salimos para Rotterdam. Durante el viaje y cuando navegábamos en demanda de la costa española, se recibió por radio la noticia de la desaparición del Castillo Montjuich. Nunca se supieron las circunstancias de su pérdida, en el que murieron sus 37 tripulantes. Lamentablemente nuestro barco el Monte Palomares, estaba destinado a sufrir un final parecido unos pocos años después, en zona y fechas parecidas, 10 de enero de 1966. El Castillo Montjuich6. 6 Foto: Colección LXP. Fuente: PAZOS, Lino J.: Naufragios. Costa NW (1902/2002), 2003. 306 El Castillo Montjuich, (ex Bois, o Bors, Soleil, Vigour y African Mariner) pertenecía a la Empresa Nacional Elcano. Uno más de los “Castillos” adquiridos después de la guerra por esa empresa estatal. Se trataba de un buque construido en 1919 en los astilleros Furness, de Middlesbrough. Estaba matriculado en Cádiz. Lo mandaba el bilbaíno José María Arriandiaga, de 59 años, amigo de mi padre, con quién había navegado. El buque tenía prevista la llegada a Coruña7 el día 21 de Diciembre, puerto en donde tenía previsto alijar 1.700 toneladas de su carga de 9.930 toneladas maíz, tomada en Boston, de donde había salido el día 5 de diciembre. Su siguiente puerto hubiera sido el de Bilbao, donde debería terminar la descarga. El último mensaje telegráfico recibido del buque, del 14 de diciembre, lo situaba en l: 43º12’N y L: 34º30’W, al noroeste de las Azores. Todo iba bien, salvo que fallaba el motor de la radio. Ante la demora del buque se inició su búsqueda, en la que participaron, además de buques y aviones americanos y portugueses, los buques de la Armada, Canarias, Vicente Yañez Pinzón y Legazpi, con resultados infructuosos. Esta búsqueda se prolongó hasta el día 28 de diciembre. Casualmente nosotros aunque nos encontrábamos el día 20 bastante más al sur, en latitud 9º 47’ N, anotamos viento y mar del NE, que arreció por la tarde a fuerza 6, y el día siguiente (21 de diciembre) en latitud 13º42’N, con viento del mismo cuadrante que llegó a alcanzar fuerza 7 por la mañana. El día 31 de diciembre se dio oficialmente por perdido el buque, por parte de la empresa armadora. El mismo día 31 se celebró en el domicilio de la Empresa Nacional Elcano una conferencia de prensa8, a la que asistió el consejero y Director Gerente D. Roberto Berga Méndez. De acuerdo con sus manifestaciones, el barco reunía todos los requisitos exigidos por las autoridades españolas, y por la Sociedad de Clasificación Lloyd`s Register of Shipping; equipos radioeléctricos suficientes; perfectamente estibada la mercancía, con arcadas y alimentadores, según la inspección oficial del Nacional Cargo Bureau de los Estados Unidos, y el visto bueno del Coast Guard. Sin embargo, el día 13 de Enero el corresponsal del Pueblo en Washington transcribía el siguiente párrafo del Boston Globe, en su tercer artículo, sobre la desaparición del barco español: “Los apasionados por los misterios del mar hablarán por años de lo que le ha ocurrido al carguero español Castillo Montjuich”. El resumen de los hechos publicado en el Boston Globe era el siguiente: “El día 2 de Enero el Capitán Caylton H. Clogston, de 53 años apareció en su garaje con la cabeza inmediatamente debajo del tubo de escape de su coche, cuyo motor estaba encendido. El doctor J. Vincent Di Rago, forense y amigo de la víctima relacionó este suicido con la desaparición del Castillo Montjuich, y afirmó que se habían ejercido sobre él fuertes presiones para que no dictaminase la muerte del capitán Clogston como suicidio. Sus conclusiones fueron, no obstante, de que había habido suicidio y que el Capitán, amigo suyo, lo había cometido por sentirse responsable de la desaparición del barco español, al haberle concedido el certificado de aptitud para hacerse al Atlántico Norte en pleno invierno”. Llegamos a Rotterdam el día de fin de año y fondeamos a las 09:00 pasada la chata de Goeree en espera de práctico, práctico que no llegó hasta el día uno de enero a las 13 horas. Bueno, cuando la fiesta ya había pasado. Ante el gris provenir que, según creíamos, nos auguraba la marina mercante casi todo el grupo de alumnos decidió escribir a las empresas pesqueras españolas más importantes. En aquella época, además de lo escaso de los salarios, el ascenso a las categorías superiores estaba regido en las navieras españolas importantes por un rígido escalafón. Por poner un ejemplo, en el Monte Palomares, capitán y primer oficial tenían respectivamente 64 y 66 años. Las alternativas eran o las flotas mercantes extranjeras, o según nuestra particular opinión, la flota de pesca industrial. Enviamos las cartas desde Rotterdam. Según creo, Joaquín fue llamado por PEBSA, Arana por Pescanova y a mí me llamó PYSBE. 7 PAZOS, Lino J. 2003. Naufragios. Costa NW (1902/2002). Editorial Demaré. Coruña 8 DIAZ GIL, Juan: Proa a la Mar. www.hispamar.com/PAG_HISPAMAR/n145/Hundimiento%20Montjuich/Hundimiento_del_M_2l.htm 307
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