,y//^y^/ry^yr/ //y/r/r^/^r r</, y¿^. ^y? ^' E N S A YO :^ ni; iN II JJli / / '/ D. GREGORIO M/ DUEÑAS. Oi^BAUKnO Df U ORDF.N DEL MÉRITO MILITAR Ptaftstr it Xs^tim» de b !]\(aii(mia il( SnfanUtia. ^*fyj^. * -_ v*f*'f*?—" '*~zi*'y*' TOLEIX). á IMPBBSTA r LtnRKRLA DK PANDO fc HIJO, C*arrtU,lt-AMnr,M 18^1. %. E N S A YO DE TN rrn i m nmn mm IJ uy u 1 LJJ) D. GREGORIO M.* DUEÑAS, aBAI.I.FRn Dt" \.K 'iF.nrN PFI, HKKIT» VIMTAR f rofti0r lU ^ii^tima ii( la Í^railtmia it Pníanlrtúi. /• • . V •**^ • i «<"*» -• •" **j<* TOLEDO. IMPRENTA V I.inKERIA HE FA5PO t HIJO, • )»iiictrio. 31- Alfínr, M. 1881. _ ^ ^ 0^y,ry..r., J >l< IM10P¡EÜAIM>EI. AlTOtt -QuHal,. AL EXCMO. SR. TKNIF.NTF. fiKNF.n.M. MRErTOR IIF. INFANTERÍA. (Erímo. fír.: cfdc cfmniir/fl r/c /a<l atuin* /latccr foivff a tcccClar y^j t,n/.ri/i)ir<rr n'iir /tirtrta en éia/o-l a>ihti(tr<l, 4'nun <o com- /ittirr'rn Á-4 trrtrii/ra roncutJrí y ajri/fo* /lÚMtr,:.} oiir íe fifti'-» rr¿':rir,,tr/c ()) n/jiinai narionrí ae fo4 cr-n^im-n/rj c nlc- /if r, y .'^rirltcnno y yue /icr /nf trrjon rf rjrtCiCfO r/r /a f,y<<- (»«'• '••UI <<'q»iir/f, n (,rii/¡nr un /uanr /lirAirtifc r>¡ /n tniíiaC' Are/ /ilr4fii/< ¿in/TTo, rtritriniinriifc /•l'i</<'-o, C<M yiic u 'f<o me Jiftyftn <t.i/iiifi>ni/o cíto4 f/(4co4 nrnr r( t/( írr rti n^o fU<t -í fo4 ^ 'tC4nuc r/c t C/r'rc*(o J,r ii'/a r-i/'7 iiu tán'M ai^iimcic» , y rnccttiianrioiite en /a '•)/</• era imOoJO /t)tf) r/e tn< iiaKnjo/ y ar/nyuc tu, yio r^fti* fn (f /ipftir tiff iót4^inrr<i nom/nr, trrttco ^ttrno ottf r'i e* yífta rnconílrit'i f< vrrfor, iurgo á V". C. fue r/i-i^eti^r et nontn r/t nr/i-iúir /i r/í¡:/ica(oria como (/f'Á/ mueifta Ye /i '"<'* ^. ^. y. .y?. PROLOGO. ocPERioR OS ú mis fuerzas la empresa que acometo al escribir el presente libro, y no tuviera disculpa tanta osadia, si me guiara otra intención que no fuera la do rendir un piiblico homenaje de respeto á la memoria de mi querido maestro D. José de los Infantes, perpetuando, por medio de la prensa, las valiosas ensouanzas que de él recibí. l'nidos ol .'^r. Infantes y el no menos célebre Mr. Martignac, arabos como profesores de esgrima en el Colegio General Militar y, posteriormíMitc, en el de Infantería, de PUS lecciones resultaron aventa jadísimos tiradores de sable y florete; pero ni uno ni otro dejaron escritos los principios de la especial escuela, á ellos debida, y á ninguno de sus discí pulos le cupo la señalada honra de ser enseñado para profesor de esgrima, como lo fui yo por el ee- fior Infantes. Kl temor de que llegue un día, en que, por serme infiel la memoria, se pierdan principios que tanta bondad y riqueza encierran y que, por mis eecrúpulos de insuficiencia, desaparezca el fruto de tantos años de desvelos de esas dos lumbreras ea el arte de las armas, explica á mi modo de ver sa tisfactoriamente , mi determinación de dar á la prensa las mal pergeñadas cuartillas en que he con densad© las lecciones que de mi sabio maestro re cibí. Conste, pues, que suyo es lo bueno que encierra este libro; y de lo malo, cúlpese á mí excluf^iva- mente. Con el afán de liacer mi obrita tan completa como me fuera posible, he consultado tratados de esgrima de los más célebres profesores de todas las épocas, distinguiéndose entre todos ellos, según mi juicio y el de varios de sus contemporáneop, en 1611 D. Luis Pacheco de Narvaez, en 1705 Don Francisco Lorenz de Rada y ¿ principios de este siglo D. Manuel Antonio de Brea; pero tan científi cas son las bases en que fundan su sistema de ense ñanza, que sería necesario consagrar toda la vid» á su estudio para obtener algún fruto de sus obras. En las épocas en que ellos escribieron se daba una grandísima importancia al manejo de las armas, y asi se explica la latitud y extensión que tan famo sos profesores dieran á sos tratados de esgrima. Nada he tomado, por consiguiente de ninguno de estos. Las múltiples atenciones de la vida, á que el hombre en estos tiempos dedica su actividad, hacen que tan prolijo, aunque sabio método, sea inaplica ble. Hoy que, por desgracia, se suele dar en nuestra patria tan secundaria importancia á la esgrima— hasta por los que siguen la noble carrera de las ar mas,—son preferibles obras completas si, pero más elementales; y estos dos requisitos he procurado reunir en la que, sin pretensiones de ningún género, pongo al amparo de la benevolencia de todo <'l (jue me lionre con su lectura.