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El Varón Domado PDF

181 Pages·2.059 MB·Spanish
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O B L A J I R G EL VARON DOMADO ESTHER VILAR ESTHER VILAR ha dado media 01 vuelta a la marcha emancipatoria: el Señor es la mujer. Ella doma al hombre con traidores trucos para hacer de él un esclavo sumiso, y lue­ go lo lanza afuera, a la vida hostil, para que gane dinero. «Como contra­ prestación» le pone «la vagina a su disposición a intervalos regulares»... Así de impetuosa e hirientemente, pero con algún encanto, resuelve Esther Vilar el arcaico enigma teji­ 00 do en torno al mundo de la Mujer, y desenmascara a sus compañeras de sexo como a unas empedernidas ex­ plotadoras que obtienen su buen capital de la mera anatomía (Der Spiegel, Hamburgo). Un libro bri­ llantemente escrito, divertido, provo­ cador (Neue Ruhr Zeitung, Essen). Esther Vilar mueve a contradecirla en muchas de sus heterodoxas ideas. Pero, sinceramente hablando, no es posible contradecirla (Abendzeitung, Munich). La llaman «el Karl Marx de los hombres (Kólner Stadtanzei- ger, Colonia). Sea dicho en voz baja a los varones: no hay que dejar de leer lo que dice la Vilar sobre la relación de las mujeres entre ellas (Der Tagesspiegel, Berlín). La pri­ mera defensora de los derechos del (Sigue en la segunda solapa) El varón domado Esther Vilar El varón domado GRIJALBO, S. A. MEXICO. D.F. - BARCELONA - BUENOS AIRES Título original: DER DRESSIERTE MANN Traducido por M E áximo strella de la P edición de Bertelsmann Sachbuchverlag, Viena, 1971 © 1971 ESTHER VILAR © 1973 EDICIONES GRIJALBO S. A. (Barcelona) © 1973 GRIJALBO S. A. Belgrano 1282, Buenos Aires Cuarta edición argentina Reservados todos los derechos Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 PRINTED IN ARGENTINE IMPRESO EN ARGENTINA Este libro está dedicado a las personas que no aparecen en él: a los pocos hombres que no se dejan amaestrar y a las pocas mujeres que no son venales. Y a los seres afortunados que no tienen valor mercantil, por ser demasiado viejos, demasiado feos o demasiado enfermos. E. V. Dos advertencias del traductor: 1.a El alemán dispone de un término simple ('Mensch') para el concepto de "ser humano", y de otro ('Mann') para el concepto de "ser humano varón”. Las lenguas latinas tienen que contentarse con el derivado de 'horno', que, trá­ tese de ’uomo', ’homme', ’home', 'hombre', etc., dice él solo, según los casos, "Mensch" o "Mann”. Avergoncémonos. Y resolvamos el problema usando oscilantemente —pero sin posibilidad de confu­ sión— 'hombre', 'varón', 'ser humano’ e incluso (creo que sólo una vez) 'Homo sapiens’. 'Mujer' no tiene problema. Porque, aun cuando los alemanes disponen, también en este caso, de un matiz para nosotros desconocido —'Weib', neutro, la mujer en cuanto hembra de la especie Horno sapiens, y ’Frau’, femenino, la mujer en cuanto compañera del (hoy degradado) 'Herr', señor—, en este caso el matiz es feudalizante y son ellos los que se tienen que avergonzar. 2.» "Der dressierte Mann" significa literalmente "el varón amaes­ trado". Con el galicismo “dressieren” los alemanes designan la actividad de amaestrar animales, salvajes o domésticos, principalmente para el circo; pero también el corriente amaestramiento de los perros, por ejemplo, para que realicen actividades o adopten postu­ ras más o menos caricaturescamente humanas. Por lo tanto, "el va­ rón amaestrado” habría sido traducción más literal del título alemán. Pero el sustantivo correspondiente al verbo 'dressieren' — 'Dres- sur’ — significa, en general, el arte del domador y su efecto. En castellano decimos domador, no amaestrador. Consiguientemente, 'Dressur' se debe traducir por 'doma'. Ocurre, además, que el arte del domador incluye, junto con el primario y básico dominar, tam­ bién el amaestrar. Por donde "amaestramiento" se puede conside­ rar incluido en la comprehensión de "doma". Por último —en enunciación y en importancia—: siendo el de traducir un oficio hecho principalmente de represión, y siendo particularmente represiva la traducción de este libro, me ha pare­ cido peligroso para mí imponerme la represión ulterior de renunciar a retorcer —por lo demás, con completa fidelidad a la autora— la habitual traducción castellana del título de la comedia de Shakes­ peare (La fierecilla domada). Eso sin olvidar el viejo y cruel roman­ ce castellano del mismo tema luego dramatizado por Shakespeare. Etcétera. El varón domado quiere decir, pues, "el varón domado con amaestramiento”. Y en la traducción se usa 'doma' connotando conscientemente también "amaestramiento”. M E áximo strella INDICE De la felicidad de los esclavos............................... 9 ¿Qué es el varón?.................................................. 13 ¿Qué es la mujer? .... .... 21 El horizonte femenino............................................ 29 El bello sexo.............................................................. 35 El universo es masculino ... ... 41 Las mujeres son divinas gracias a su estupidez . 49 Operaciones de doma............................................ 53 La doma por autohumillación............................... 59 Léxico.......................................................................... 67 Las mujeres tienen poco sentimiento .... 71 El sexo en cuanto recompensa............................... 77 La libido femenina.................................................. 85 La doma por bluff.................................................. • 91 La comercialización de la oración......................... 99 Autodoma........................................................................... 105 La utilización de los hijos como rehenes ... 113 Los vicios femeninos................................................... 123 La máscara de la feminidad............................................. 133 El mundo profesional como coto de caza . . . 143 La mujer «emancipada»................................................... 149 Women’s Lib..................................................................... 157 ¿Qué es el amor?............................................................... 175 De la felicidad de los esclavos El MG amarillo limón se inclina y da bandazos. La mujer —joven— que lo conduce lo frena sin demasia­ da prudencia, baja de él y descubre que la llanta delan­ tera izquierda está en el suelo. No pierde un instante en tomar medidas para la reparación de la rueda: in­ mediatamente lanza miradas a los coches que pasan, como si esperara a alguien. No tarda en detenerse una furgoneta, al percibir su conductor esa señal de desam­ paro femenino recogida por todos los códigos («débil mujer abandonada por la técnica masculina»). El con­ ductor nota al instante lo que hay que hacer. «Ense­ guida estará», dice consoladoramente, y, como prueba de su resolución, pide a la accidentada que le dé el gato. No le pregunta siquiera si ella misma sería capaz de cambiar la rueda: ya sabe que no lo es (la mujer tendrá unos treinta años, va vestida a la moda y bien maquillada). Ella no encuentra gato alguno en su MG, razón por la cual el de la camioneta va a por el suyo; de paso se trae más herramientas, por si acaso. Le bas­ tan cinco minutos para solventar el asunto y colocar la rueda pinchada en el lugar previsto en el MG. Tiene las manos manchadas de grasa. La mujer le ofrece un 9

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