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El Unico Y Su Propiedad PDF

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El Único y su propiedad Max Stirner El Único y su propiedad crítica, que luego va a desarrollar Marx en el cuarto capítulo de la Ideología Alemana, pierde un poco el sentido si considera- mos a Stirner algo así como un nietszcheano o un existencialista avant la lettre, y no pretendemos encasillarlo en las rígidas cate- gorías del post-hegelianismo del Siglo xix211. En fi n, Stirner es un autor mucho más complejo de lo que nos puede parecer en una primera lectura, pues, al mismo tiem- po que retoma argumentos individualistas de corte liberal212, no se detiene, como los liberales, en la propiedad privada213 y alienta a los trabajadores a levantarse contra el estado214. Al mismo tiempo que critica el comunismo estatalista (un tema común, por otra parte, tanto en Proudhon como en Bakunin), reivindica la autogestión del trabajo215 tal como la propone el 211 Un tema interesante, pero que excede por mucho los límites de un esbozo biográfi co (N.R.). 212 “El egoísmo sigue otro camino para la supresión de la miseria de la plebe. No dice: espera a que una autoridad cualquiera, encargada de repartir los bienes en nombre de la comunidad, te dé en su equitatividad (porque en los Estados de lo que se trata siempre es de un don que recibe cada uno según sus méritos, es decir, sus servicios). Dice, por el contrario: pon tu mano sobre aquello que necesitas y tómalo. Es la declaración de guerra de todos contra todos”. Cfr. pág. 263 de esta misma edición. “La cuestión de la propiedad no es, creo haberlo mostrado, tan sencilla de resolver como se lo imaginan los socialistas e incluso los comunistas. No será resuelta más que por la guerra de todos contra todos”. Cfr. pág. 265 de esta misma edición. 213 “Yo recibo todo del Estado. ¿Puedo tener alguna cosa sin permiso del Esta- do? No, todo lo que podría obtener así me lo quitaría al darse cuenta de que carezco de títulos de propiedad: todo lo que poseo lo debo a su clemencia. La burguesía se apoya únicamente en los títulos legales. El burgués sólo es lo que es, gracias a la benévola protección del Estado. Perdería todo si el poder del Estado llegara a desplomarse.” Cfr. p. 119 de esta misma edición. 214 “Los obreros que reclaman un aumento de salario son tratados como crimi- nales desde el momento en que intentan arrancárselo a la fuerza al patrón. ¿Qué deben hacer? Si no usan su fuerza se volverán con las manos vacías; pero usar la fuerza, recurrir a la compulsión, es hacerse valer a uno mismo, sacar libre y realmente de su propiedad lo que vale, y esto no puede ser tolerado por el Esta- do. ¿Qué hacer, entonces, se preguntan los trabajadores? ¡Esto es lo que tienen que hacer: contar sólo con ellos mismos y no tener en cuenta al Estado!” Cfr. pág. 260 en esta misma edición. 215 “Finalmente, volvamos, una vez más, a la competencia. La competencia existe porque nadie se apropia de su casa y se entiende con los demás a través de ella. El pan, por ejemplo, es un objeto de primera necesidad. Nada sería más natural que ponerse de acuerdo para establecer una panadería pública. En vez de eso, se abandona ese indispensable suministro a panaderos que se hacen competencia. Y así se hace con la carne a los carniceros, el vino a los taberneros, etc. 376 / M S AX TIRNER *Nota sobre la revisión: La presente edición se basa, fundamentalmente, en la traducción de P. González Blanco (de 1905, para la casa Sempere), editada en México por la editorial Juan Pablos (1976). Se realizaron, no obstante, algunos cambios (se agregaron faltantes, se modifi caron los párrafos para que coincidieran con el original y se adecuó la redacción al lector argentino cambiando, por ejemplo, la segunda persona del plural por la tercera y reemplazando inversiones del tipo entendíase, sábese por se entendía, se sabe etc.) a partir de la edición electrónica de la versión inglesa de B. Tucker (1907), y de la edición electrónica del original alemán (1845). La traducción de las numerosas referencias bíblicas se uniformó utilizando la “Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569), revisada por Cipriano de Valera (1602)”. Por último, se agregaron algunas notas que se creyó podían resultar de algún interés para el lector de Stirner contemporáneo. Para una mejor comprensión de la inserción de la obra de Stirner en el pensamiento anarquista puede ser de interés la lec- tura del texto El stirnerismo, de E. Armand, publicado en El anarquismo individualista: lo que es, lo que puede y lo que vale, en esta misma colección. Queriendo aumentarlos, adquirió un tambo y organizó la ven- ta domiciliaria de leche con pequeños carros tirados por perros, como era costumbre. Con esta experiencia, además de provocar el desconcierto y las burlas de la intelectualidad de Berlín, liquidó sus pequeñas reservas y produjo su ruina defi nitiva, dando co- mienzo a la dolorosa cadena de penurias y frustraciones en que se transformó su vida. En 1847, su esposa, que no lo comprendía, lo abandonó, cansada de la penosa vida provocada por su mani- fi esta incapacidad para mantener el hogar. Esto lo hundió en una mayor soledad y en un amargo desaliento. En 1852, comenzó a escribir Historia de la Reacción, libro en el que se proponía recopilar algunos ensayos sobre los acon- tecimientos subsiguientes a la revolución de 1848, pero lo dejó inconcluso por no encontrar editor que se atreviera a publicarlo. El resto de su vida transcurrió en míseras buhardillas cuyo alquiler no podía pagar, lo que lo arrastró a la ignominia de la cárcel por deudas. Su organismo, debilitado por el hambre, no pudo resistir la infección producida por una mosca carbunclosa, lo que le pro- vocó la muerte a los cuarenta y nueve años de edad, en el más completo olvido de sus contemporáneos. La enciclopedia de Brockhaus de 1854 lo menciona lacónicamente: “Posiblemente el verdadero nombre del autor de El Único y su Propiedad fue Johann Caspar Schmidt”. No tuvo más actividad revolucionaria que sus reunio- nes tabernarias con el grupo de Los Libres, en Berlín, junto con Bruno Bauer, Arnold Ruge y probablemente Feuerbach, Moses Hess, Marx y Engels, y la publicación de un libro que el Ministerio del Interior alemán consideró “demasiado absurdo para ser peligroso”. Sin embargo, en una época en que el colec- tivismo socialista y el antiindividualismo hegeliano dominaban política y fi losófi camente, Stirner enarboló la divisa del indi- vidualismo a ultranza. Anarquista antes de hora, se preocupó por la educación y el derecho a la personalidad mucho antes de que se divisaran las luces de la revolución pedagógica. De su pluma es el trabajo “El falso principio de nuestra educación”. Su propuesta para un hombre libre sigue conservando una po- lémica y extraña viveza. Profetizó lúcidamente el peligro que representaría una sociedad comunista regida por el Estado, en 374 / M S AX TIRNER PROLOGO A la memoria de Enrique Palazzo Tengo una profunda emoción escribiendo este prólogo. Varias son las razones. Después de los años transcurridos de mi vida he hecho edito- riales, escrito innumerables artículos, pero nunca he prologado un libro, este es el primero. El hecho de que los compañeros de la Federación Libertaria Argentina, su Editorial RECONSTRUIR1 se hayan fi jado en mí y me lo hayan pedido, agiganta esa emo- ción. Y qué puedo decir del libro elegido, para mí, lejos, una de las más brillantes críticas elaboradas, principalmente, contra esos dos monstruos: el Estado y la Religión. Seré breve por tres motivos: para poder incluir una breve biografía del autor2, algo muy importante para que el lector tome conocimiento de él, algo que debería ser regla general y más en este caso en que no es muy conocida; para que rápida- mente pueda empaparse del contenido del libro, y “porque lo bueno, si breve, dos veces bueno”. “El único y su propiedad” es uno de esos libros que son mazazos a lo estatuido y que por suerte “nacen” en el devenir de la historia humana y por supuesto que contra la corriente. Me vienen a la mente varios títulos como ejemplo, libros que me han impactado sobremanera: “El discurso de la servidumbre voluntaria, o el Contrauno” de Etienne de La Boétie, en pleno auge de los reyes, en las postrimerías de la Edad Media; “Del deber de la desobediencia civil” de Henry D. Thoreau, en pleno predominio de los Estados; “Homenaje a Cataluña” y “1984” de George Orwell, en pleno auge de la dictadura Stalinista. Max Stirner fue anarquista antes de tiempo, aún negado por muchos de ellos, sin embargo es sin dudas un anarquista de buena ley. Así lo considera en su libro L’Anarchia, Ettore 1 “Al momento de redactarse el prólogo todavía no existía el proyecto Utopía Libertaria. En nombre de la FLA, el revisor extiende su agradecimiento a J.C. Pujalte y al Grupo de Estudios sobre el Anarquismo por sus sugerencias y comentarios.” 2 Incluida como apéndice al fi nal del texto. E Ú / 9 L NICO Y SU PROPIEDAD “Este libro no está escrito con tinta; sus páginas no son hojas de papel. Este libro es acero forjado en 8° y cargado de fulminato de ideas. Es un proyectil autoricida que disparo en cantidad de mil ejemplares sobre el pavimento de los civiliza- dos. ¡Ojalá vuelen lejos sus cascos y horaden las fi las apreta- das de los prejuicios! ¡Ojalá la vieja sociedad se desmorone hasta en sus cimientos!” Pero por suerte la semilla rebelde e iconoclasta caída, germi- na, crece y fructifi ca. Ese es el caso de “El Único”. ¿Qué se puede decir de este libro? Es difícil extractarlo en pocas palabras. Ninguna simplifi cación sirve. Pero se podría de- cir que demuestra que lo único cierto, real, es el Individuo, o sea cada uno de nosotros, algo único e irrepetible. Todo lo demás es fi cticio: Humanidad, Dios, Estado, Pueblo, Patria. Palabras, solo palabras, que no tienen interés para mí y, peor aún, casi siempre son mis enemigos. “Dios y la Humanidad no han basado su causa en Nada, en nada que no sea ellos mismos. Yo basaré, pues, mi causa en Mí; soy como Dios, la negación de todo lo demás, soy para mí Todo, soy el Único”. Repitiendo el fi nal de la introducción: “Lo divino mira a Dios, lo humano mira al hombre. Mi cau- sa no es divina ni humana, no es ni lo verdadero, ni lo bueno, ni lo justo, ni lo libre, es lo mío; no es general, sino única, como yo soy único. Nada está, para mí, por encima de mí”. ¿Qué se puede decir del autor, además de lo escrito en su bio- grafía? Quisiera repetir el comienzo del prólogo del Walden de H. D. Thoreau, escrito por Henry Miller, refi riéndose a Thoreau, pero en mi caso, aplicándolo a Stirner: “... De ninguna manera es un demócrata, tal como hoy lo entendemos. Es lo que Lawrence llamaría ‘un aristócrata del espíritu’, o sea lo más raro de encontrar sobre la faz de la tierra: un individuo...” Espero haber conformado al Lector y a los Editores. Los dejo con Max. Vicente Eloy Cano, Agosto de 2003 E Ú / 11 L NICO Y SU PROPIEDAD Hombre como tal, el Hombre, es el centro de la historia. Con el Hombre reaparece el comienzo imaginario, porque el Hombre es tan imaginario como el Cristo. El Hombre, Yo de la historia del mundo, cierra el ciclo del pensamiento cristiano. El círculo mágico del cristianismo se quebraría si cesara el confl icto entre la existencia y la vocación, entre Yo tal como soy y Yo tal como debo ser; el cristianismo no consiste más que en la aspiración de la Idea a la corporalidad, y expira si desaparece la separación entre ambos. El Cristianismo sólo subsiste si la Idea persiste como Idea (y el Hombre y la Humanidad son solamente Ideas sin cuerpo). La idea devenida corporal, el Espíritu encade- nado o perfecto, fl otan ante los ojos del cristiano y representan en su imaginación el último día o el objetivo de la historia, pero para él no son su presente. El individuo sólo puede tomar parte en la edifi cación del reino de Dios, o bien, en su forma moderna, en el desarrollo de la historia y de la humanidad, y esta parti- cipación es la que da un valor cristiano, o, en forma moderna, humano; para lo demás no es más que un puñado de ceniza y pasto de los gusanos. Que el individuo sea para sí una historia universal, y que el resto de la historia no sea más que su propiedad va más allá del Cristianismo. Para éste, la historia es superior, porque es la historia de Cristo o del Hombre; para el egoísta, sólo su historia tiene un valor, porque no quiere desarrollar otra cosa que no sea a él mismo y no quiere desarrollar el plan de Dios, o los designios de la Providencia, o la libertad, etc. Él no se considera un instrumento de la Idea o un recipiente de Dios, no reconoce ninguna vocación, no se imagina destinado a contribuir al de- sarrollo de la humanidad, y no cree en el deber de aportar su óbolo para este desarrollo; vive su vida sin preocuparse de que la humanidad obtenga de ella pérdida o provecho. Si no nos llevara a confundirnos con la idea de que un estado de naturaleza debe ser alabado, podríamos recordar la historia de los tres gitanos de Lenau.205 –¡Y qué! ¿Acaso yo estoy en el mundo para realizar ideas, para realizar con mi civismo la Idea 205 El autor se refi ere a un poema de Lenau (escritor austríaco contemporáneo de Stirner): Un viajero, angustiado por su mala suerte se encuentra con tres gitanos que están todavía peor que él. Ninguno de los gitanos parece preocuparse por su estado, uno toca la gaita, el otro fuma y el tercero duerme. Es una historia que se rebela contra la “seriedad” con que los hombres suelen tomarse la vida (N.R.). 370 / M S AX TIRNER

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