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El tiempo en ruinas PDF

78 Pages·2003·1.887 MB·Spanish
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EL TIEMPO EN RUINAS Obras deMarc Augé publicadas por Gedisa Diariodeguerra Elmundodespués dellI deseptiembre Ficcionesdefindesiglo Lasformas delolvido Elviajeimposible MarcAugé Elturismoy susImágenes Laguerradelossueños Ejerciciosdeetno-ficción Los no lugares.Espaciosdelanonimato Una antropología delasobremodernidad Elviajerosubterráneo Un etnólogo enelmetro Haciaunaantropología delos mundoscontemporáneos Travesíapor los jardinesdeLuxemburgo Dios comoobjeto Símbolos-cuerpos-materzas-palabras gedi~ Elobjetoen psicoanálisis Títulodel originalfrancés: LetempsenruinesdeMarcAubé ©ÉditionsGalilée,2003 Traducción:TomásFernándezAúz y Beatriz Eguibar Ilustracióndecubierta: AlmaLarroca Primeraedición:septiembrede2003,Barcelona cultura Libre Derechosreservados paratodaslasedicionesencastellano ©EditorialGedisa, S.A. Lacontemplaciónde lasruinas nos permiteentrever PaseoBonanova,91°-1" 08022Barcelona(España) fugazmente la existencia de un tiempo que no es el Te!.932530904 tiempo del que hablan los manuales de historia o Fax932530905 del que tratan de resucitar las restauraciones. Es un correoelectrónico:gedisacsgedisa.com tiempo puro, al que no puede asignarse fecha, que http: I/www.gedisa.com no está presente en nuestro mundo de imágenes, ISBN: 84-7432-993-0 simulacros y reconstituciones, que no se ubica en Depósitolegal:B.40707-2003 nuestro mundoviolento,un mundo cuyos cascotes, Impresopor: Romanyá/Valls faltos de tiempo, no logran yaconvertirse en ruinas. Verdaguer 1-08786Capellades(Barcelona) Esun tiempoperdido cuya recuperación compete al arte. ImpresoenEspaña PrintedInSpain Queda prohibida lareproducción parcial o total por cualquier medio deimpresión,enforma idéntica, extractadaomodificada deestaversión castellana delaobra. Índice El etnólogo y su tiempo 11 Las ruinas y elarte ........... ......... ... 21 «Una perturbación del recuerdo en laAcrópolis» 33 El tiempo ylahistoria. ................... 41 «Inthe Mood for Lave» 55 Turismo yviaje,paisaje y escritura........ . 59 «Viaje al Congo» 95 Lo demasiado lleno y lo vacío 99 Paisaje romano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... 117 El muro de Berlín. ....................... 121 París.. .. .. .......... ... ... ... .... ...... 137 El etnólogo y su tiempo Los etnólogos suelen sentirla tentaciónde escribir sus memorias (y,aveces, ni siquiera esperan a tener unaedadconsiderable). A decirverdad, en tales ca sos se han consagrado menos a sus memorias que a laevocaciónde su primerdesafío-a aquel raro mo mento de sus vidas en que todo quedó decidido, a pesar, en ocasiones, de la trivialidad de las aparien cias y de las superficialidades de lo cotidiano, por más exótico que fuera-o «Todo quedó decidido» es unaforma de hablar, ya que, hablando con propie dad, nada quedó «decidido» en aquellos comien zos; pero elmomento encuestión marcó lapautay ya no habría de ocurrirles nada que no llevase su sello y que, de un modo u otro, no aludiese a él, ya fuese en el plano profesional (como si las teorías 11 generales no fuesen más que la extrapolación de y lejos), almargen de que duplica su obligada for una experienciainicial particularmente intensa), ya made trabajar-no hay más remedio quevolverpa fuese en el plano existencial, debido aque, hace al ra escribir, hay queestablecerunadistanciaentre el gunas décadas, partirhacia algún lugar nuevo sevi yo que seencuentramuycerca de los otros y elque víacomo una opciónvital,comouna formade com vaadescribirlos-, eslamismaquepodríadefinir la promiso, y tal vez hoy siga ocurriendo lo mismo. memoria? El recuerdo se construye adistancia co Michel Leiris había escrito un diario que trataba de mo una obra de arte, pero como una obra de arte contar día adía elconjunto de sus impresiones, sus ya lejana que sehace directamente acreedora del tí fantasmas y sus conocimientos. Sin embargo, sólo tulo de ruina, porque,adecirverdad, pormuyexac con eltiempo, transcurrido cierto lapso, habrían de to que pueda ser en los detalles, el recuerdo jamás revisar Lévi-Srrauss, Balandier y Condominas sus ha constituido laverdad de nadie, ni lade quienes experiencias pasadas, confiriendo porello asurela cribe, ya que en último término dicha persona ne to el estilo propio de las memorias y no el de los cesita la perspectiva temporal para poder verlo, ni diarios, pese a que algunos pasajes de sus cuader lade quienes son descritos por elescritor, ya que, nos de campo apuntalen, en ocasiones, la compleja en elmejorde los casos, este escritor no es más que arquitectura del conjunto. elesbozo inconsciente de sus evoluciones, una ar Es necesario regresar para escribir, al menos re quitectura secreta que sólo a distancia puede des gresar acasa.Por consiguiente, entre «la experien cubrirse. cia» vivida sobre elterreno y la escritura se instau Lévi-Strauss presintió elestrecho parentesco en ra una distancia doble: la distancia de uno mismo tre la etnología y la memoria (o elolvido) y, más respecto de uno mismo (¿qué significa lo que hevi allá,laanalogía entre elrecuerdo y laruina. Y,cosa vido y observado en caliente?), distanciaquetiende muy notable, fue en un pasaje en elque convertía a a confundirse con la que media entre los otros y laprimera enunaexigencia de método cuando sele uno mismo, distancia que resulta no obstante bien impuso la segunda, como consecuencia de una es distintadebido aqueesta últimaproviene de lateo critura conducida por sus metáforas al punto en ría de la «mirada distante». ¿Seha tenido en cuenta que dejan de serlo y se vuelven más bien imágenes alguna vez que la exigencia de «método» a la que de un concepto que no se osa expresar: obedece eletnólogo (situarse dentro y fuera, cerca 12 13 Arrollando misrecuerdosensufluir,elolvidoha demás en las situaciones y los lugares más diversos, hecho algo más que desgastarlos y enterrarlos. El revise, no lo que ha hecho (ya es demasiado tarde), profundo edificioque ha construido con esosfrag sino lo que esa tarea le ha enseñado, las reflexiones mentasdaa mispasos un equilibrio másestable,un que leinspiray los interrogantes queleplanteaen el trazadomásclaroamivista.Unordenhasidosustirui presente. Eloficiode antropólogo(prefiero estetér doporotro.Entre esasdosescarpas que mantienena mino alde «etnólogo»,cuyo empleo, enlos tiempos distanciamimiradaysuobjeto,losañosquelasdes que corren,presentaelnesgo de confirmar acienos moronan hancomenzadoaamontonarsusdespojos. lectores lailusiónde queexistenindividuos entera Las aristas se afinan;paneles enteros sedesploman; mente definibles poruna pertenencia étnica y cul lostiemposy loslugares chocan,seyuxtaponen o se tural que seles adhiere ala piel) tiene por objeto la invierten, como los sedimentos dislocados por los actualidad. El antropólogo habla de lo que tiene tembloresdeunacortezaenvejecida.Taldetalle, ínfi moyantiguo,surgecomounpico,entantoquecapas ante los ojos: ya sean ciudades o campiñas, coloni enteras de mi pasado sucumben sin dejar huella. zadores o colonizados, ricos o pobres, indígenas o Acontecimientos sin relación aparente, que provie inmigrados, hombres o mujeres y, más aún que de nendeperíodosy regionesheterogéneos,sedeslizan todo ello, se ocupa de lo que los une o los opone, unos sobre otros y súbitamente seinmovilizan con de todo 10que los vincula, así como de los efectos la apariencia de un castillo cuyos planos parecería derivados de estos modos de relación. Todo esto haberlos elaborado un arquitecto mássabioque mi constituye, en principio, el objeto de la antropolo historia.' gía,de modo que, siempre en principio, si no tiene telarañas en los ojos, el antropólogo puede verse El presente libro no es ni un diario ni unas me abocado acompararsituaciones que, pese alaexis monas. Nuncahe escritounverdadero diarioy ten tencia de diferencias evidentes, le parezcan ser sus go mala memoria. No, mi propósito es otro. Es na ceptibles de comparación debido aun aire de fami tural que alguien cuyo oficio,paradecirlo de forma liaimputable alahistoria, alos actores quecolocan simple, ha consistido en escuchar y observar a los sobre el escenario o a las instituciones que hacen intervenir. La actual globalización, pese aquetenga l. Tristes Tropiqxes,Plon,1955,pág. 45.[Versióncastellana: laoriginalidad de habercasirizado elrizoy de con Tristestrópicos, traducciónde NoeliaBastard,revisadaporEli cernirefectivamente atodos los habitantes del pla- seoVerón,Paidós,Barcelona,1992,pág.47.(N. delT)] 14 15 neta, no deberíasorprenderle: ha pasado una consi de una era aotra. La prehistoria del mundo se ter derable parte de su vida observando su puesta en mina y comienzasu historia. Los antropólogos han marcha. En realidad, le debe su existencia: en las sido siempre, sin saberlo, los especialistas de los colonias, y más tarde en los países de independen comienzos,incluso enelcasode que los comienzos cia reciente, de las zonas rurales donde se desplie que estudiasen exhalaran aroma de muerte: alabo gan las operaciones de desarrollo a los barrios de lir de un plumazo la actualidad de lo que les había chabolas de lasperiferias urbanas, de lasaldeas ais precedido, no seabrían alporvenir más que susci ladas a los campos de refugiados, de las misiones tando nostalgias inmediatas. A partir de ese mo católicas alasIglesias de Pentecostés, de los altares mento, pudo sucederque, despreciandolaatención de fortuna donde se inventan cultos nuevos a las que afirmaban prestar al «hecho social total», los mezquitas islámicas o islamistas, de los primeros antropólogos se mostraran mássensibles alabelle transistores alatelevisión generalizada, no hacesa za de lo que sederrumbaba que alaamplitud de lo do de seguir su avance ni de tratar de comprender que seanunciaba. sus causas ysus efectos. Él ha sido, históricamente, ¿Qué tenían ante los ojos? Un erial de ruinas, a después del militar y el misionero, uno de los pri cuyodesordencontribuíanalpretenderreconstituir meros signos de esa globalización, a pesar de que elplan de trabajo que lasinspiró y latareade cons no siempre se hayapercatado de ello, y del mismo truccióndelaque no comprendían grancosa. No se modo, hoy incurreen lacreencia,reproduciendo el tratade que labúsquedadelaslógicasinconscientes mismo error, de que no tiene nada que decir sobre o implícitas fuese en símisma ilegítima, sino deque ella y de que la globalización equivale altañido de bajoningúnconceptopodíapresentarsecomoanáli su hora postrera, cuando en realidad debería abrir sisintegral de una realidad actual. Para empezar, en lelos ojos respecto alo que constituye su verdade los años sesenta y setenta, para justificarsu presen ra vocacióny su auténtico objeto. cia sobre el «terreno», los antropólogos, que eran Algunos antropólogos empiezan a comprender perfectamenteconscientes delcarácterincongruen por fin que su disciplina habrá sido en último tér te, no contemporáneo, de su iniciativa, decían asus mino la disciplina del presentimiento, que los an informantes y asus interlocutores que querían «re tropólogos habrían sido losprimeros observadores latar su historia». Esta afirmación -una media ver delatransiciónde un siglo aotro, o mejor, del paso dad o una media mentira- era, por lo general, bien 16 17 acogida, pero la buena armonía descansaba apartir como elprofetismo, elsincretismo o elmesianismo deesemomento enun equívoco. -cosa que no lesimpedía, afortunadamente, gestio La necesidad de historiaeraalgoque laspersonas nar su vida cotidiana del modo menos malo posi que iba avisitar el antropólogo experimentaban en ble, afán en elque se esforzaban, por su parte, los lamedida enque, proyectadashaciaun porvenirini aprendices del desarrollismo. maginable y sometidas alapresión de agentes exte Oscilando entre incertidumbres e ignorancias, riores que tampoco lo imaginaban más que ellas, entre pasados muy compuestos y un porvenir des sentían la necesidad de identificarse cuando menos conocido,los antropólogos habríanpodido encon con supasado-sinperjuicio, como amenudo hasu trarse en lasituación en que seven losarqueólogos cedido, depoderreinventarlode puntaacabo-. Con frente a sus excavaciones -algunos pudieron su todo, la oscuridad del presente y la incertidumbre cumbir aesatentación- silaspersonas alasque ob delporvenireran larazónde esareinvención. servaban no leshubieranrecordado,llegado elcaso, Por consiguiente, no había duda de que lo que que también ellos deseaban pensar en su porvenir, tenían ante los ojos los antropólogos era una espe sugiriéndoles incluso, por medio de los mil rodeos cie de cantera en lacual procedían a levantar elin de la invención mítica, del ritual o de la revuelta, ventario de los mitos y los objetos perdidos, en la que no había más que un porvenir para todos, un que seelaboraban (sin distinción entre observado porvenirque debía compartirse. Éste eselpunto en res y observados) teorías interpretativas, secuen el que se encuentran hoy los antropólogos. Situa cias históricas y episodios míticos. Pero no dejaba dos ante el vasto erial que abarca la tierra entera, de ser una cantera. Esto significa que el porvenir, perciben bien que el inventario de las ruinas no es pormuyincierto que fuese,erasurazóndeser.Con un fin en sí y que lo que cuenta es la invención, a vertidos endesarrollistas, losantropólogossearries pesar de que seencuentre sometida aterribles pre garon, en los años sesenta y setenta, a evocar este siones y a efectos de dominio que amenacen su porvenir, aidentificarlo localmente con eléxito de existencia. La humanidad no está en ruinas, está en pequeñas operaciones tecnológicas, ya tuvieran un obras. Pertenece aún alahistoria. Una historia con carácter de cooperación o fuesen de otro tipo. Los frecuencia trágica, siempre desigual, pero irreme futuros beneficiarios deldesarrollo echaban aveces diablemente común. una mano, utilizaban cortocircuitos intelectuales 18 19 Las ruinas y el arte Cuando llegué allitoral aladiano, en Costade Mar fil, corría el año 1965, descubrí con sorpresa unas aldeas divididas de forma casi geométrica por la mitad y en cuatro partes fácilmente apreciables so bre el terreno: una bicoca para el neófito que yo era. Sin embargo, en jacqueville, la aglomeración más importante delcordón arenoso que se exten día a lo largo de un centenar de kilómetros al oeste de Abiyán, entreelmarylalaguna, enelextremode cadaunade esascuatropanes, frente almar, del que sólo estabanseparadasporlaplayay algunas hileras de cocoteros, también me llamó la atención la pre senciade ruinas. Ruinas: la palabra venía inmedia tamente a los labios ante las altas moradas de pie dra despanzurradas y medio derruidas que aún se 21 veían sobresalir detrás de las cabañas de bambú de de losantiguostratantes. Laúltimavez que pasépor laaldea. Estos «palacios» (era eltérmino queseuti Jacqueville, para asistir a los funerales de Philippe lizaba para designarlas) habían sido construidos a Yacé, oriundo de esta ciudad, apenas pude adivinar fines del siglo XIX y principios del xx para los jefes los restos de una o dos de ellas en el batiburrillo de de linaje que organizaban elcomercio de aceite de construcciones de cemento que habíasustituido ala coco. En aquel tiempo significaban su prestigio y geometríaregularde laaldea de bambú. suautoridad (eseprestigiono era escaso,niesaauto Había otras ruinas en la costa marfileña. En ridad, y estos príncipes esclavistas,tras algunas fric Grand-Lahou, una gran aldea situada más al oeste, ciones, habrían de atraerse las simpatías de los co en ladesembocaduradel Bandama,elcordónlacus lonizadores: uno de ellos fue jefe cantonal durante tre se estrechaba día a día como consecuencia del años). En 1965, hacía tiempo que nadie seocupaba bruscoy violento empuje del océano (elpueblo fue ya de esas ruinas: algunas tuberías medio enterra reubicado más tarde en la costa firme del continen das en la arena daban testimonio de ese desinterés. te), y en esa franja se descomponían lentamentelos Con todo, al caer la tarde o a latenue luz del alba, restos de un cuartel francés (muros de piedra, cu esas ruinas no carecían de dignidad, centinelas en biertade tejas).Unao dos familias habíanencontra vejecidos quemontabanunadesusada guardiafren do refugio en uno de estos edificios y en 1968 me te al horizonte vacío en el que sólo se perfilaba, de acogieron en él durante algunos meses. Entonces cuandoen cuando, lasilueta alargadade unpetrole aún sepodíaaccederalprimerpisoporunaescalera ro de paso. relativamente sólida. Estas construcciones tenían Las familias a las que pertenecían no se ocupa apenas sesentaaños, pero su decrepitud aumentaba ban de ellas. Habrían podido hacerlo, reedificán ladesolación de esa isla semiabandonada en la que dolas o, al menos, consolidándolas: nofaltaban al no residían más que algunos pescadores, algunos bañiles de talento en la región y,de hecho, pronto plantadores y dos parejas de libaneses. Unade ellas iba aasistirse alamultiplicación de casas «sólidas», regentaba una especie de tiendade ultramarinos en algunas de las cuales, más suntuosas que lasdemás, un edificio decementocon techo de chapaporelque sustituíanalos«palacios»de antañopararepresentar megustaba dejarme caerdevezencuandoporqueen otros prestigios y nuevas formas de autoridad. Sin ella podían beberse cervezas heladas y escucharse embargo, nadie pensó en restaurar las mansiones las noticias en un aparato de radio. Allí fue donde 22 23

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