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El shopping de los pobres. Anatomía y fisiología socioeconómica y política de La Salada PDF

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EL SHOPPING DE LOS POBRES. * Anatomía y fisiología socioeconómica y política de La Salada Jorge Luis OSSONA ( CEHP- UNSAM- UBA-CEINLADI) * Este trabajo es la versión mas extensa de aquel presentado en el VI Congreso del CEISAL “Independencias- Dependencias-Interdependencias” en la Universidad de Toulouse-Le Mirail, Francia, entre el 30 de Junio y el 3 de Julio de 2010. INTRODUCCION Hacia 1991, quince familias bolivianas de Ing. Budge, en el extremo noroeste de Lomas de Zamora -reproduciendo, en partes proporcionales, a las ferias típicas de su país, y a un fenómeno incipiente que desde hacia algunos años se estaba desarrollando en torno del Mercado Central de Frutas y Verduras- se unieron en una cooperativa, y se lanzaron a vender a sus vecinos ropa y calzado. Fabricada en sus propios talleres, esta producción imitaba a las grandes marcas; aunque se ofrecía a precios tan increíblemente bajos que no tardo en congregar a un público comprador procedente de otros barrios periféricos, en principio, de la zona sur del Conurbano y de la Capital Federal. En el curso de poco menos de dos décadas, ese pequeño emprendimiento devino en enorme complejo comercial que moviliza quinientos millones de dólares semanales; ofrece empleo directo a unos seis mil trabajadores de diversas nacionalidades; y es visitado por dos millones de personas procedentes de todo el país y de naciones limítrofes al mes. Este “símbolo del comercio de mercadería falsificada en el mundo”, según las autoridades de la Unión Europea, mide un producto bruto mucho mayor que el de toda la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; configurándose como una verdadera capital internacional de la economía informal. Pero este caótico mundo de puesteros, vendedores ambulantes, carreros que trasladan la mercadería, y compradores mayoristas y minoristas constituye solo la cara visible de un universo mucho más vasto en el que confluyen varios fenómenos de la pobreza urbana y suburbana. La Salada y sus ferias tributarias distribuidas en todo el país son las terminales de la cadena de valor agregado que compone el heteróclito complejo productivo textil sobreviviente de la restructuración económica de los últimos treinta años, así como de un comercio internacional ilegal a escala planetaria. En su cara oculta, abordada en la segunda parte de esta exposición, confluyen el clásico trabajo domiciliario predominantemente femenino; un conjunto heterogéneo de pequeñas y medianas plantas industriales que ocupan mano de obra “en negro”; y talleres clandestinos que incorporan a trabajadores semiesclavizados procedentes de los circuitos de trata de inmigrantes, en su mayoría, bolivianos; aunque también paraguayos. Su marginalidad informal no circula del todo por fuera de la economía legal. En efecto, si bien se inserta en el mundo de la pobreza, lejos de configurar una “economía autónoma” esta conectada a través de de distintos hilos clandestinos. Por ultimo, La Salada constituye un fenómeno político, alguno de cuyos lineamientos abordaremos en la tercera y última parte. Detrás del anárquico escenario puesto en escena dos veces por semana a altas horas de la madrugada se oculta –como en otros fenómenos emergentes de la nueva pobreza- una macropolítica férreamente administrada y 1 disciplinada por caudillos-administradores que registran complejos vínculos con las distintas jurisdicciones de un Estado que también exhibe dos caras: una formal y otra informal; relativa, esta ultima, a los intereses de las corporaciones políticas encadenadas que lo ocupan. A lo largo de sus casi veinte años, el polo socioeconómico de Ing. Budge logro tallarse un espacio en el corazón del Gran Buenos Aires merced a la aquiescencia de autoridades publicas entre perplejas e interesadas en capitalizar a su favor, política y materialmente, este caso paradigmático de la nueva realidad social de la Argentina decadente. En medio de legislaciones anacrónicas y contradictorias -cuando no lisa y llanamente ausentes-; delegaciones de facultades entre jurisdicciones -y aun dentro de cada una de ellas-; la superposición de atribuciones, y la consiguiente feudalización de áreas administrativas, los referentes de La Salada han sobrevivido merced a una trama de complicidades con jueces, políticos, policías e inspectores, por arriba; y con punteros, lideres comunitarios, y organizaciones delictivas de diferentes especialidades, por abajo. Como contrapartida, el complejo cuenta con una policía propia con su comisaría respectiva; dos periódicos; una emisora radial de amplitud modulada, una delegación de inmigraciones, y una fiscalía con capacidad judicial. Su arraigo en la red de comunidades barriales periféricas, soldado por toda una serie de funciones subsidiarias que abarcan desde comedores infantiles, hasta un centro sanitario, y un club deportivo. Ha devenido, entonces, en una identidad cultural de significados, no obstante, diferenciados aunque concluyentes para los grupos que lo integran. Todo ello ha alimentado en sus jefaturas un todavía difuso pero firme proyecto de autonomía cuya probabilidad de consecución dudamos en calificar como remota. Este trabajo es el resultado de sucesivas visitas al complejo; y de entrevistas a tres puesteros “influyentes” –uno de ellos propietario de una fabrica de carteras y billeteras que comercializa allí su producción- radicados desde mediados de la década de 1990; testigos privilegiados de sus consiguientes vicisitudes históricas. Ellos, asimismo, nos habilitaron contactos de diversa índole aun no explotados, salvo el referente de una agrupación comunitaria de costureros bolivianos organizados para combatir el trabajo esclavo y la trata de sus compatriotas. Su finalidad, por ultimo, no es otra que la de trazar una somera descripción contemporánea del fenómeno como referencia para otro trabajo de recopilación histórica oral a emprender en una próxima etapa. II. EL COMPLEJO COMERCIAL Los orígenes históricos El origen del nombre de esta localidad en la actual ciudad de Ing. Budge en el Noroeste de Lomas de Zamora limítrofe con La Matanza procede del río subterráneo de agua salada que circula por debajo de la Cuenca Matanza-Riachuelo. Las propiedades curativas de tales aguas en el tratamiento de dolencias como la artrosis, el reuma y los dolores musculares motivaron que, en los años 40, el gobierno peronista edificara grandes piletones a las que acudían nutridos contingentes de niños inscriptos en las colonias de vacaciones asociadas a la Fundación Eva Perón. La zona gano, entonces, un enorme prestigio por las cualidades de su agua salada. Se establecieron cañerías que la transportaban hacia los clubes sindicales ubicados en el Camino de Cintura, las piletas del centro de esparcimientote los bosques de Ezeiza, y hacia otras en al barrio de Villa Albertina en cuyo subsuelo también se hallaron napas de agua mineral. 2 El auge de La Salada como epicentro de este circuito turístico comenzó a declinar hacia 1961 cuando el Ministerio de Salud clausuro los piletones por haber detectado tanto en estas como en los grifos, altos niveles de contaminación microbiana. Ello, de lo que luego se responsabilizo a los grandes inundaciones de fines de los 50 y los 60 y a la presencia de numerosos criadores cerdos, motivo no solo el eclipse del barrio , sino también su decadencia. Como las celebres piletas de Ezeiza, las de La Salada se sumieron en el abandono Solo los grandes recreos sindicales lograron sortear ese destino. La cría de porcinos se consolidó en las zonas rurales periféricas que quedaron mediadas respecto de la costa por grandes villas de emergencia que se expandieron a lo largo de los años 60 y los 70. 1 Fue allí en donde el Intendente Eduardo Duhalde, durante su primera gestión hacia principios de esta ultima década, ensayo las primeras formulas de su innovadora política de urbanización y regulación dominial; luego continuada en los 80, aunque en condiciones sociales mas masivas a raíz de las corrientes procedentes de la erradicación de villas porteñas durante el último régimen militar, y de la afluencia de crecientes contingentes de inmigrantes paraguayos y bolivianos. La heterogeneidad social y cultural que resulto de todos estos procesos en toda la zona requirió de su riguroso control por parte de líderes comunitarios poderosos asociados al poder político. Estos habrían de sentar las bases del poder de los ulteriores “administradores” del complejo comercial que allí se erigiría. Hacia principios de los 90 se registro el primer paso de la configuración de este último cuando el ingenio y el acerbo cultural de los jefes de cinco familias bolivianas los inspiro a organizar una cooperativa que se lanzó a la venta de ropa y calzado fabricados en sus propios talleres barriales copiados de los diseños de las grandes marcas lideres a precios asombrosamente accesibles. Nació, así, la primera feria, Urkupiña, en homenaje a una Santa Virgen de La Paz. Este centro comercial primigenio se convirtió en un polo de atracción para los inmigrantes bolivianos densamente radicados en Ing. Budge y las localidades lomenses, lanusinas, matanceras, y porteñas periféricas. El colorido de las fiestas patronales anuales la fue tornando famosa, y una suerte de “modelo para armar” para otros vecinos que, vinculados a la política barrial, se propusieron imitar la iniciativa de los inmigrantes. La reacción del Estado municipal fue, en principio, ambigua. En pleno auge del “Proyecto Lomas” del intendente Juan Bruno Tavano el ex complejo de balnearios quedo inscripto en la jurisdicción del “Consejo de Organización de la Comunidad” (COC) N° motivándose fuertes pujas entre los inmigrantes y los vecinos argentinos en torno de su legalidad. Pero los bolivianos trataron de establecer vínculos y negociaciones con lideres barriales y comunitarios barriales que, a cambio de ciertas contraprestaciones, logaron arrancarle a Tavano una ordenanza municipal que terminó amparándolas aunque , claro esta, solo precaria y transitoriamente, y a los efectos de cobrarles una tasa bimestral de Seguridad e Higiene de diez pesos por metro cuadrado. Inmediatamente después, otro grupo de vecinos, esta vez dotados de importantes contactos políticos municipales, procedió al relleno de la pileta que había correspondido al balneario Ocean. Nacía, así, una segunda cooperativa que fue denominada como el antiguo natatorio. Finalmente, un año después, otro núcleo monto sobre la pileta rellenada el denominado “Centro de Abaratamiento Punta Mogotes”. Hacia 1995, entonces, ya se habían instalado los cimientos de aquello que, con el correr de los años habría de 1 Clarín, Mi partido: Lomas de Zamora y Almirante Brown. Buenos Aires, 1998. 3 configurase como el centro de economía informal e ilegal mas grande de América Latina; y que la propia Unión Europea denominaría como “un símbolo del comercio de mercadería falsificada en el mundo”. A lo largo de la segunda mitad de los años 90, el polo comercial no hizo mas que expandirse; suscitando el interés de miles y miles de consumidores ya no solo populares procedentes de los partidos cercanos del Conurbano Bonaerense y de los barrios del sudoeste de la Capital Federal. En plena época de esplendor de las grandes cadenas comerciales dirigidas al consumo de las clases medias y altas, en el noroeste de Lomas de Zamora había emergido una suerte de “Shopping de la pobreza”. Procedamos, a continuación, a describir la anatomía institucional y el funcionamiento fisiológico de las tres ferias principales, así como de la informal que se fue extendiendo, simultáneamente, a la vera del Riachuelo denominada “De la Ribera”; y de las intermedias situadas a mitad de camino entre unas y la otra. Los actores mercantiles A menos de veinte años de su creación, el complejo de La Salada comprende, actualmente, unas veinte hectáreas que, en términos espaciales, equivale a todo el barrio del Once. Como “centros de distribución mayorista” las ferias han funcionado, a lo largo de los últimos quince años, solo durante dos días a la semana a partir de la medianoche y hasta las nueve de la mañana; aunque, de hecho, sus puestos permanecen abiertos hasta el mediodía. Las razones tanto de esta volatilidad horaria así como de nocturnidad en comparación con los del comercio regular son múltiples. En primer lugar, las ventas más redituables son las mayoristas, con lo que los comerciantes de todo el país e incluso de los países limítrofes que se aproximan al complejo a efectuar sus compras solo pueden hacerlo en esos horarios nocturnos, cuando no están al frente de sus propios locales. Esta división horaria también es el producto de intensas negociaciones entre los responsables de las ferias y las organizaciones vecinales debido a que los días de su funcionamiento el tránsito se congestiona densamente; comprometiendo la circulación normal de los vehículos y transportes públicos. El turno de los domingos, que se prolonga hasta el atardecer, es el mas adecuado para el comercio minorista; por lo que durante ese día, La Salada se convierte en un paseo de compras familiar cuyos clientes, en su inmensa mayoría procede de los barrios populares aledaños; aunque también de las clases medias de las zonas metropolitanas. La actividad comercial define, asimismo, diversas instancias. Las unidades de venta, tanto de las tres grandes ferias así como de aquella situada al aire libre y las intermedias en calles aledañas, son puestos de chapa y alambre dotados de un tablón de madera que opera como mostrador para la colocación de la mercadería. Esta, asimismo, también se cuelga en los caños laterales y del fondo hasta una altura aproximada de un metro y medio. Las tres ferias principales cerradas a la manera de grandes galpones reciben la denominación jurídica de “internadas”, según la curiosa ordenanza del intendente Tavano de 1999. La feria boliviana Urkupiña, por caso, nació como un gran corralón cuyos puestos se ordenaron en filas mediadas por pasillos. Ocean y Punta Mogotes, en cambio, fueron el resultado de una operación de rellenado de las antiguas piletas cuyas instalaciones fueron rescatadas y resignificadas en función de la nueva actividad mercantil. Hasta la década siguiente, sin embargo, habían de funcionar al aire libre. Urkupiña esta organizada como cooperativa; pero ya poco queda de sus cuarenta y cinco miembros fundadores luego que su principal referente y caudillo, Gonzalo Rojas Paz, fuera 4 detenido por orden de un juez a fines de 2001 acusado de comercio ilegal y de falsificación de productos. Pocos días después, su cadáver apareció colgado en la celda en donde había sido confinado. Desde entonces, al frente de la cooperativa boliviana –cuyo establecimiento ha sido bautizado con el nombre del administrador primigenio devenido en una suerte de mártir- ha quedado al frente del dirigente peronista Enrique “Quique” Antequera, un militante de base de origen boliviano de errática trayectoria a lo largo de los últimos años en el menemismo y el duhaldismo; aunque siempre fiel a la Liga Peronista Bonaerense (LIPEBO) del ex presidente de la Cámara de Diputados Provincial, el también lomense, Osvaldo Mércuri. Durante los últimos años viro, sin embrago, a la Coalición Cívica de Elisa Carrio en cuya lista apareció, en los últimos comicios legislativos, como candidato séptimo a concejal. La “Cooperativa Ocean de Provisión de Servicios para Feriantes y Comerciantes Ltd.” es la mas ordenada y preservada en términos de higiene. Sus amplios pasillos facilitan la circulación en su interior; y esta compuesta por mil puestos. Todas estas singularidades respecto de sus pares, sin embargo, están compensadas por el hecho de que las prendas que en ella se comercializan son de menor calidad. Su principal referente cuenta menos que su consejo de administración que fue variando el en tiempo y que, en la actualidad, esta digitado por un conjunto de ex militares nacionalistas reconocidos durante los 80 y hasta 1990 como “Carapintadas”. Sus tareas solidarias se concentran en el mantenimiento de tres comedores populares de barrios cercanos, y en el sostén de un “ropero comunitario” que provee de prendas al Hospital Gandulfo de Lomas de Zamora, así como de la provisión de un servicio de seguridad privada a una escuela cercana que, hasta hace poco, era recurrentemente saqueada por pequeñas bandas de “barderos” de la zona. De las tres ferias principales, sin duda, la más destacada en la actualidad es Punta Mogotes. Constituida como “sociedad comandita por acciones”, este centro si bien se concentra, como los demás, en el comercio mayorista, su principal negocio se halla mucho más diversificado: cuenta con dos periódicos; una radio de amplitud modulada, y con varios puestos de comida. También asiste a un comedor que alimenta a unos trescientos niños -en su mayoría, hijos de puesteros y vecinos en general- ; y hasta esta dotado de un pequeño hospitalito comunitario para la atención de feriantes, clientes, y de vecinos. Su acción social, por lo demás, es mucho mas vasta que la de sus pares contando con un elenco de referentes dedicados a la detección de niños desnutridos y de vecinos afectados por diversas dolencias a quines suministra cuotas alimentarias, atención médica y remedios gratuitos. Su carismático y paternal “administrador”, Jorge Castillo, es un antiguo dirigente de base de extracción radical, hoy por hoy, convertido en el exponente político principal de todo el complejo por su pujanza e imaginación. Ex zapatero de la zona, luego devenido en pequeño industrial del calzado, ascendió a la ponderación local logrando imponerle su estilo a todo este polo económico informal, vertebrando consensos, y articulando equilibrios conjugados con un férreo disciplinamiento de sus diversos actores a quienes les exige, a veces por vías compulsivas, el cumplimiento de los pactos acordados. Estas tres ferias principales, bien podríamos denominarlas como “semilegales” por estar registradas como “monotributistas” suman a unos cinco mil puestos. Sus verdaderos propietarios conforman un núcleo concentrado pero fantasmagórico y volátil, porque los locales se compran y revenden de una manera muy fluida con arreglo a una compleja trama de transacciones. Se calcula que el valor promedio de un local esta cotizado en unos veinte mil pesos. La mayoría de los dueños, sin embargo, los alquilan de acuerdo a relaciones contractuales sumamente complejas debido a que estas pueden llegar a registrar varios 5 subarrendamientos cuyos montos se estipulan un poco de acuerdo a criterios de mercado, pero casi siempre conjugados con otros que responden a imprecisas normas consuetudinarias. Quienes se encargan del alquiler de los puestos son los “administradores” de cada feria; pero la citada imprecisión en torno a loa contenidos de los contratos determina plazos muy variables y volátiles. Valores culturales de la más diversa índole, como el parentesco y la recomendación, se yuxtaponen con otros mercantiles en un contexto de legalidad también limitada; por lo que los convenios no suelen estar testimoniados por escrito. Los montos pagados a los propietarios son los más visibles debido a que se estipulan de acuerdo a un promedio de cada jornada o de las tres semanales según el número de visitantes estimado por los jefes. Estos, de todos modos, recomiendan a los inquilinos inscribirse ante la AFIP como monotributistas debido a que los grandes clientes mayoristas –particularmente aquellos que proceden del Interior- suelen pedir boletas como comprobantes para presentar ante eventuales inspecciones policiales en puestos camineros. A las tres ferias “semilegales” se le contrapone aquella abiertamente ilegal extendida a lo largo de mas de un kilómetro al aire libre entre el camino ribereño y el Riachuelo. La “Feria de la Ribera” suma unas cinco mil unidades de entre cuatro y seis metros cuadrados. Durante los últimos años, y al calor del éxito multitudinario de La Salada, este grupo se ha extendido incluso dentro de las calles adyacentes en línea perpendicular a la arteria principal. Sus feriantes están organizados en la “Asociación Fraternidad Ribera Sur” de liderazgos imprecisos; constituida por unos mil afiliados que, en su mayoría, son de nacionalidad boliviana y peruana. Los puesteros ribereños abonan a la citada asociación un canon diario al que se le suma otro correspondiente al “servicio de limpieza” de valores tan cambiantes como el de los anteriores. Los directivos de la asociación niegan ser los responsables del cobro de este último gravamen operado por activísimos recaudadores que, reunidos en cuadrillas, recorren a la manera de expediciones depredatorias las distintas regiones de la feria. Es difícil recabar información sobre la identidad de este elenco, organizado de acuerdo a criterios logísticos bien afinados. En el ámbito callejero reina un clima de paranoia e intimidación debido a un sistema de “boca a boca” que funciona también con gran eficiencia. Algunos comerciantes, sin embargo, nos han dado a entender que se trata menos de emisarios de la asociación que elementos contratados por la Municipalidad lomense que, de esa manera, sustancian los crípticos acuerdos que suceden a los espectaculares y recurrentes operativos de desalojo, replicados por protestas que siempre terminan en una reformulación de los pactos, al menos entre aquellos dispuestos a convalidar el “apriete”. Un elemento de mediación crucial, al respecto, lo constituyen los “armadores”; actores diferenciados lo cuya relevancia operativa también posee ribetes políticos. Estos perciben una tarifa por instalación de puestos fijada en aproximadamente cincuenta pesos por día. A diferencia de los comerciantes, se trata de un estamento integrado en su totalidad por argentinos. Un tercer grupo lo constituyen las “ferias intermedias”, una suerte de versión combinada entre las nominalmente “legales” y las “informales”. Estas son el resultado del efecto de demostración del éxito de unas y otra sobre algunos vecinos depositarios de varios terrenos, que se decidieron a emprender el montaje de locales devenidos en primitivos “paseos de compra” de, aproximadamente, treinta puestos cada una, de acuerdo al modelo inaugurado por Urkupiña. Su tamaño menor esta compensado por el fuerte arraigo local de sus coordinadores debido que residen en sus locales y son muy influyentes en el orden barrial; un plano particularmente delicado en todo el entramado del complejo. De ahí, que en los 6 grandes conflictos confluyan con los “armadores” interviniendo, también, como mediadores. Por último, el estamento mercantil más elemental situado en la base del sistema, es el de los vendedores ambulantes. Está integrado por sujetos casi siempre principiantes en la actividad que por carecer de los montos mínimos para alquilar un local logran transar con los grandes referentes la autorización para un comercio orientado a satisfacer ciertas necesidades inmediatas de clientes y transeúntes. Son los clásicos cafeteros, vendedores de bebidas y golosinas, y de helados en temporada estival; aunque algunos también se dediquen a la venta volante de diversas artesanías e incluso de CDs y videos. Casi siempre se trata de vecinos del barrio o de vecindades muy próximas que ingresan por esa vía a un eventual “cursus honorum” comercial sujeto a la calidad de sus relaciones con feriantes, administradores y punteros políticos. De todos modos, su aparición casi nunca es espontánea, porque todo aquello que escape al control de los “administradores” es detectado por un efectivo sistema de espionaje confundido con los criterios de autocontrol para evitar robos y desmanes. Así, pese a su apariencia anárquica y caótica, el funcionamiento del complejo este esta regido por normas sumamente rigurosas y efectivas para captar a todos aquellos que escapen al control de los “dueños” del lugar. La actividad comercial del complejo ha generado, además, un conjunto de ocupaciones adventicias que han contribuido a su expansión. Tal es el caso de los “Tours de Compras” protagonizados por medio millar de micros y combis que acuden tanto en los días de ventas al mayoreo como los domingos trayendo miles de pasajeros procedentes de la Capital; el resto del Gran Buenos Aires; desde todas las provincias; e incluso desde países limítrofes. El sistema ha adquirido durante la presente década tal perfeccionamiento que algunas empresas dotan a sus contingentes de guías turísticos que conducen a los clientes a zonas y negocios de las distintas ferias de acuerdo a rubros y a las posibilidades adquisitivas de sus clientes. Es muy difícil estimar un cálculo acerca del volumen de ventas del complejo y movimientos de fondos correspondientes. Los guarismos difundidos por los tres niveles jurisdiccionales del Estado, así como de los de distintos estudios privados, y los trasmitidos por los “administradores” son sumamente discordantes. La dificultad mas importante estriba en que la mayor parte de de las transacciones se efectúan “en negro”; esto es, sin las facturas correspondientes. Cada desenlace de los recurrentes conflictos cruzados entre los estamentos del complejo y las autoridades publicas culmina con acuerdos consistentes, entre otras cosas, en el compromiso de pagos de tributos –por Higiene y Salubridad a la Municipalidad, en el caso de la Feria de la Ribera; y por Ingresos Brutos, en el de las tres grandes- que, al cabo, ya sea por una crónica ineficiencia de las autoridades o por sus concupiscencias políticas con los “administradores” terminan evadiéndose. Hemos ahí, entonces, uno de los factores que ha convertido al complejo en un imperio multimillonario: los precios que allí se consiguen son sustancialmente inferiores a aquellos de los comercios regulares; e incluso a los de avanzadas distribuidas en todo el país a las que nos referiremos a la brevedad. Por lo demás, la mayor parte de los productos son el resultado de operaciones clandestinas a instancias de otras evasiones fiscales o, lisa y llanamente de actividades al margen de la ley. De todos modos, es posible establecer una cierta división de tareas entre los diferentes estamentos feriales. Así, mientras que en las tres establecidas venden indumentaria textil – jeans, buzos, remeras, poleras, ropa interior, sweters, pantalones, camperas deportivas, y ropa para niños; así como sabanas, calzado, acolchados, CDs de música y de películas 7 copiados sin autorización- en su mayor parte al por mayor, situándose en el vértice de circuitos de comercialización mucho mas diversificados; la Feria de la Ribera y los Paseos de Compras lo hacen a través de bienes y servicios de precios y calidades muy inferiores, destinados, principalmente a los sectores marginales de la sociedad para los que La Salada constituye un festival de productos a precios muy accesibles. Si bien en este último estamento predomina el comercio al minoreo, ello no excluye algunas transacciones también mayoristas. Estas constituyen uno de los factores de discordia con las demás, cuyos agentes están siempre en guardia a los efectos de cooptar a los puesteros ribereños más exitosos, incorporándolos a su planta. Además de ropa, predominan allí bolsos y carteras, juguetes, cubiertos, rollos de papel, productos de tocador, medicamentos de venta libre o bajo receta; y la tradicional especería propia de las dietas de los inmigrantes del altiplano. También existen improvisadas verdulerías, fruterías, y locales de venta de chacinados. El complejo como fuente laboral Fuera del comercio, el circuito constituye un polo de ocupación para miles de vecinos residentes en los barrios periféricos, y aun en otros situados a una distancia media, de Lomas de Zamora, Lanus, La Matanza, y del sur de la Capital Federal. Se destacan, en primer lugar, aquellos propietarios de los puestos que; son empleados, junto a toda su familia; inquilinos o subinquilinos. Luego, están los “carreros”, que transportan la mercadería desde los puestos hasta las “combies” y camiones, en el caso de los mayoristas; y hacia los micros y remises, en el de los minoristas. Más indirectamente se suman los choferes de charteres despachados para los “tours de compras”; los guías; los “franelitas” “cuidacoches” en las cocheras de las grandes ferias o en los terrenos dispuestos por vecinos a tales efectos; los “cuidabaños”; los vendedores de comida; y hasta los artistas que suelen animar en grupos o bandas musicales los almuerzos de los visitantes. El complejo opera, asi, como una “bolsa de trabajo” de dimensiones colosales en la Argentina del desempleo estructural de las ultimas décadas. Muchos vecinos –aunque no todos- lo perciben como una bendición o un milagro de Dios por ser ámbito de inserción laboral e incluso un medio de ascenso social de acuerdo al citado “cursus honorum” que comienza con los changarines y termina con la propiedad de un puesto en las ferias centrales que, eventualmente, puede catapultar a un individuo exitoso a la comisión administrativa de alguna de las ferias. Desde allí pueden, además, diversificar su actividad comercial hacia otras como la manufacturera, u otros circuitos de provisión del mercado informal. El mundo de la pobreza suburbana, vieja y nueva, encuentra allí un espacio para desplegar el talento de los más imaginativos y audaces; aunque siempre con arreglo a códigos implícitos cuyo incumplimiento puede suscitar sanciones fatales según los criterios consuetudinarios de la cultura popular. Incluso no pocos exponentes de los sectores medios “caídos del mapa” durante las ultimas décadas encontraron allí un medio propicio para intentar recomponer sus quebradas actividades comerciales o manufactureras y volviendo a intentar no solo una forma de reinserción sino de recomposición de las perdidas expectativas de ascenso. 8 La escala a nivel nacional e internacional La Salada opera como centro de abastecimiento mayorista de unas trescientas ferias subsidiarias distribuidas en todo el país. En la Capital Federal, las denominadas “Saladitas” –según el ingenio terminológico popular- se han instalado estratégicamente en las cercanias de las grandes terminales ferroviarias como las estaciones de Once, Constitución, y Retiro; así como también en Liniers, sede de uno de los centros mas concentrados de la inmigración peruana y boliviana, y puerta de entrada a los populosos partidos del oeste del Gran Buenos Aires. El fenómeno se reprodujo en todo el Conurbano, destacándose “Saladitas” de gran renombre como las de San Francisco Solano, en la periferia oeste de Quilmes, y Florencio Varela, solo en la zona sur. Los vínculos de los jefes de estas sucursales con los “administradores” de La Salada son inequívocos, aunque de grados diferenciales. Sin duda, estos los proveen de logísticas y de contactos con autoridades estatales debido a que, como en el epicentro lomense, los puestos de las ferias no suelen estar habilitados, ni pagan impuestos. 2 Un caso paradigmático al respecto es el de las denominadas “ferias paraguayas” de la ciudad de La Plata. En el curso de los 90 en algunas avenidas y calles céntricas de la capital provincial se instalaron vendedores ambulantes de esa nacionalidad. Los conflictos recurrentes con los comerciantes regulares y con los inspectores municipales por estos convocados motivo la convicción de las autoridades municipales sobre la necesidad repactar alguna forma de legalización de este comercio ilegal, aparentemente a instancias de los contactos de los “administradores” saladeños con los referentes de los feriantes callejeros y con dirigentes comunales. Finalmente, se llego a una solución de compromiso prototípica de las relaciones entre la formalidad, la informalidad y aun con la ilegalidad durante los últimos años: se les concedió a los puesteros un extenso predio para la instalación de sus locales un poco mas elaborados para lo que , incluso, se les ofrecieron subsidios . Los feriantes, asimismo, se comprometieron a pagar la habilitación municipal, el impuesto a los ingresos brutos, y el IVA. El cumplimiento solo parcial de tales pactos solo se registro, de todos modos, durante los primeros meses; luego, reiterándose el “modelo de La Salada” de evasión masiva, cuestión que motivo cíclicos conflictos seguidos de renegociaciones que reiteran el conocido repertorio de comisiones, retornos, y otras corruptelas. II. LA “CARA OCULTA” DE LA SALADA: COMERCIO E INDUSTRIA ILEGALES Por debajo del polo comercial de La Salada, subyace todo un circuito de ilegalidad de complejos contornos, y de actores como los vinculados a la producción de mercadería falsificada a instancias de formas precapitalistas de explotación; el contrabando; y el robo liso y llano de transportes mas reconocido como “piratería del asfalto”. Este espectro de ilegalidad se articula con la configuración estamental antes descripta de las ferias de 2 Ver Chávez Molina, Eduardo; y Raffo, María Laura; Ferias y Feriantes. Lógicas de reproducción y trayectorias laborales. En Malimacci, Fortunato y Salvia, Agustín (comp.), Los nuevos rostros de la marginalidad. La supervivencia de los desplazados. Buenos Aires. UBA-Instituto Gino Germani. Editorial Biblos, 2005 9 acuerdo, incluso, a una cierta diferenciación de tareas. Así, mientras que las tres principales ferias priorizan la importación ilegal procedente, fundamentalmente, del Paraguay, y la “piratería del asfalto” en primer término; y luego, la producción en talleres informales familiares; la “Feria de la Ribera” y las intermedias se especializan en la venta de productos procedentes de pequeños talleres y fabricas clandestinas no registradas ubicadas en su inmediata periferia barrial , aunque también de otras zonas del Conurbano bonaerense y barrios de la zona sur de la Capital Federal de acuerdo a una intrincada y compleja madeja de intereses que involucra a los “administradores” con los propietarios de las plantas, punteros políticos, jueces, autoridades comunales, fuerzas policiales y empresarios especializados en la trata de contingentes migratorios procedentes de Bolivia y Perú, y en menor medida; de Paraguay. En esta sección habremos de abordar, entonces, la “cara oculta” de La Salada dividiendo nuestro análisis en tres dimensiones: primero, el recorrido de los productos procedentes de la importación ilegal; luego, los vínculos de las ferias –particularmente de las centrales- con la “piratería del asfalto”; y por último, el “Hinterland” de los talleres y fabricas clandestinas que operan con inmigrantes bolivianos y peruanos. Este último punto, nos permitirá abordar la cuestión de la inmigración procedente de los países limítrofes; en especial de la corriente ilegal de la trata de personas posteriormente reducidas a servidumbre; al menos, mientras son ocupados en la producción textil. El contrabando de mercaderías falsificadas El ingreso de mercaderías falsificadas al país durante los últimos quince años reconoce caminos diversos procedentes de China, Europa del Este, e incluso del África; pero hay una suerte de “autopista” más amplia que describe un recorrido que las autoridades de la Dirección Nacional de Aduana han dado en definir como la “media luna del riesgo”. Esta encuentra su punto de partida en el puerto chileno de Iquique, las ciudades de Encarnación y Ciudad del Este, en Paraguay; y la zona franca del Puerto de Montevideo. Resulta muy difícil esclarecer los circuitos que contactan a los empresarios contrabandistas con los “administradores” y puesteros, pero estimamos que ello debe responder a una sucesión de eslabones interconectados en el que pueden participar múltiples agentes. Lo que es casi seguro es que el punto terminal de tales circuitos son directamente los “administradores”. Los puesteros que comercializan esos productos, por lo tanto, están relacionados directamente con ellos; cuando no lo son lisa y llanamente sus empleados. Asimismo, ello también sugiere la trama de relaciones entre los referentes feriales con los niveles de la burocracia estatal aduanera que habilitan el ingreso de mercadería contrabandeada, aunque tambien en funcionarios municipales, y hasta miembros del Poder Judicial y la Policía Bonaerense; todos cubiertos, asimismo, por las redes vecinales involucradas en el comercio ilegal. 3 Estas últimas configuraran verdaderas falanges armadas, cuyo poder de fuego ha estado en condiciones de repeler exitosamente cuanta inspección de la AFIP ha intentado, durante los últimos años, ingresar para efectuar controles. Al menos en dos oportunidades, cuando entraron en las ferias subrepticiamente y jugando con el “efecto sorpresa”, sin custodia policial, estos funcionarios salieron en su totalidad heridos a raíz de la acción mancomunada de los grupos de choque a disposición de los “administradores”. Las propias 3 “La Salada ya es la mayor feria ilegal de America Latina” En La Nación, 21/1/07 10

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dos veces por semana a altas horas de la madrugada se oculta –como en otros fenómenos emergentes de la boleto o los traites en Migraciones.
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