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El sentimiento de inseguridad: sociología del temor al delito PDF

285 Pages·2009·17.435 MB·Spanish
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EL SENTIMIENTO DE INSEGURIDAD sociología del temor al delito gabriel kessler � siglo veintiuno �editores siglvoe intiuendoi toress. a. Guatemala 4824 Buenos Aires, Argentina (c1425BUP), siglo veintiuno aed.iat.o res, de c.v. Cerro del agua 248, Delegación Coyoacán (04310), D.F., México siglvoe intiudneoe spaña editores, a.a. c/Menéndez Pidal, (28006) Madrid, España 3 BIS Kessler, Gabriel El sentimiemo de inseguridad: sociología del temor al delito. -1a cd. -Buenos Aires : Siglo Veintiuno Editores, :wo9. // 288 p.; 21x14 cm. - (Sociología y política) 1. Sociología. 2. Seguridad. l. Título CDD301 © 2009, Siglo Veintiuno Editores Diseño de colección: tholón kunst Diseño de cubierta: Peter Tjebbes Impreso en Artes Gráficas Delsur // Alte. Solier 2450, Avellaneda, en el mes de octubre de 2009 Hecho el depósito que marca la ley 1 1.723 Impreso en Argentina// Made in Argentina Para G. C. Índice Introducción 9 1. Temor, razón y emoción 2 i El miedo en la historia 2 1 El miedo al crimen como campo de investigación 30 Entre la razón y la emoción 35 Un sistema de indicios 45 Ansiedades urbanas 51 Lecturas desde la filosofía política 53 Riesgo e inseguridad 58 Pánico moral 64 sentimiento de inseguridad en la Argentina 67 11. El ¿Un temor irracional? 68 sentimiento de inseguridad El en las últimas décadas 72 Dimensiones del sentimiento de inseguridad 89 Problema público y consenso 96 3. Los relatos de la inseguridad 1o5 Mayor preocupación por la seguridad 108 Los discursos de preocupación intermedia 115 (.os relatos de menor intensidad 127 4. Las paradojas de la inseguridad revisitadas 141 Distanciamiento y proximidad 142 Género y formas del temor i 60 El impacto de la victimización 173 ¿Hacia un cambio generacional? 1 79 5. La gestión de la inseguridad 187 Mapas, circuitos y trayectos 190 Dispositivos y objetos en la vida cotidiana 196 Sentimientos y gestión de vínculos 213 6. Tramas urbanas y consensos locales 2 2 1 "Acá esas cosas no pasan" 2 2 3 Posadas: frontera y temor al poder 228 Córdoba, transformaciones urbanas y huellas de la dictadura 235 Urbanizaciones privadas y retroalimentación de la inseguridad 240 Un "gueto" urbano 246 Conclusiones 259 Bibliografía general 273 Introducción Este libro intenta comprender y explicar el sentimiento de inseguridad en relación con el delito en la Argentina actual. Nos proponemos elucidar su sentido, su historia, las variables que lo explican, los relatos que en torno a él se construyen, las accio­ lies asociadas. Si bien el análisis estará centrado sobre todo en el área metropolitana, observaremos también qué sucede en otros centros urbanos e intentaremos prever las implicancias sociales y políticas del fenómeno. Las preguntas centrales que pretendemos responder a lo largo del trabajo son las siguientes: ¿cómo entender el senti­ miento de inseguridad y el miedo al crimen?, ¿cuál es la lógica que los rige y qué dimensiones y consecuencias cotidianas tie­ nen?, ¿qué continuidades y rupturas se verifican en la historia reciente?, ¿qué particularidades adquiere el sentimiento de inse­ guridad en los distintos estratos sociales y cómo cambian las pau­ tas de interacción entre ellos?, ¿cuánto influye la fuerte presen­ mediática del tema?, ¿qué sucede con las categorías clásicas cia para explicar el temor: edad, sexo y victimización?, ¿qué accio­ se realizan para la gestión de la inseguridad?, ¿qué diferen­ ru·s hay entre las distintas escalas y configuraciones urbanas?, la das st•nsación de inseguridad, ¿incrementa consensos punitivos?, �puede tener consecuencias antidemocráticas? En la Argentina, la inseguridad se ha convertido en el centro de preocupaciones públicas, ámbito en el que compite sólo con la las nrt•stión socioeconómica. Este tema de conversación habitual y de clrhatc entre especialistas ha sido colocado en el tope de las de­ políticas y se revela omnipresente en los medios y aso- mandas 1 hu lo a un mercado de seguridad cada vez más sofisticado. Si uno EL SENTIMIENTO DE INSEGURIDAD l O se dejara guiar por la semblanza que trazan encuestas recientes, debería concluir que, luego de la estabilización de la economía en 2004, el desasosiego generado por el delito superó por primera vez al provocado por el desempleo, y a partir de entonces siguió un curso en general ascendente. El movimiento que se produjo tras el secuestro y asesinato del joven Axel Blumberg hizo resurgir y congregar un primer núcleo de oposición y de movilización co­ lectiva en el momento de mayor popularidad del por entonces presidente de la nación, Néstor Kirchner. Por otra parte, antes de las elecciones legislativas de junio de 2009, la preocupación por la inseguridad estaba emplazada como principal demanda y emer­ gió también en los primeros sondeos realizados apenas fue electa 1 presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Su irrupción no ha sido inesperada ni repentina: sosegados los temores de amenaza a la democracia, desde mediados de los años ochenta la preocupación se ha ido expandiendo acompasada­ mente, penetrando en distintos sectores sociales y centros urbanos. Tampoco es inédita: hubo otros periodos de inquietud frente al cri­ men en épocas pasadas. En este sentido, Lila Caimari (2007: 10) ha señalado que en distintos momentos de los siglos XIX y XX el de­ lito se ha imaginado en oposición a un pasado tranquilo en el que el temor era insignificante. Y, sobre todo, no se trataría de una ex­ cepcionalidad local: la preocupación es muy intensa en América Latina, en 2008 ha aparecido como el principal problema de la re­ 2 gión y, con sus oscilaciones, en las dos últimas décadas ha estado presente en la mayoria de las regiones del planeta. Aunque la cuestión está instalada en el espacio público, no es­ tán definidas su legitimidad, su lógica ni sus consecuencias. Su 1 En una encuesta publicada poco después de las elecciones presiden­ ciales de 2007, para el 59% de los encuestados el delito era la principal demanda dirigida al gobierno electo. Fuente: Clarín, 19/11/07. 2 Según el Latinobarómetro, una encuesta realizada en 18 países de América Latina desde en 2008 fue la primera vez que la delin­ 1995, cuencia se colocó como principal preocupación para el total de encuestados. Cabe aclarar que si se considera cada país por separado, no siempre se en primer lugar. ubica INTRODUCCIÓN 1 1 propio estatus es objeto de disputa y malentendidos diversos. Al fin de cuentas, hace ya una década que la "inseguridad" a me­ nudo se usa, en tanto categoría para describir la realidad, sec­ ción mediática ftja y problema público, como sinónimo de delin­ cuencia sin que haya una identidad entre delito e inseguridad. De hecho, ambas nociones están sólo en parte superpuestas: la inseguridad no abarca el conjunto de los delitos, ni siquiera todo el crimen violento, y, a la vez, puede hacer referencia a acciones y sujetos considerados por ciertos grupos como amenazantes pero que sin embargo no infringen ley alguna. Hoy, en la Argentina, la inseguridad ligada al delito es sobre todo una prenoción sociológica, esto es, una forma de explicar la realidad del sentido común antes que un concepto desarrollado por las ciencias sociales. A mediados de 2008, a raíz del asesinato de tres "jóvenes empresarios" reclasificados a las pocas horas como "integrantes de una red internacional de narcotráfico", el Ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires formuló una frase en apariencia contradictoria: "No se trata de inseguri­ dad, sino de crimen organizado". El funcionario expresó, quizás sin saberlo, una caracterización sintética del tema que coincide con el resultado de esta investigación. En efecto, de acuerdo con esa mirada, la inseguridad consistiría en una amenaza que puede recaer de forma aleatoria sobre cualquiera de nosotros; en cam­ bio, la violencia del "crimen organizado" afectaría exclusivamente a sus copartícipes. Esto remite a una segunda diferenciación de los últimos años, piedra de toque de un continuo diferendo: todo sucede como si existiera la inseguridad real, por un lado, y el te­ mor, la sensación o el sentimiento de inseguridad, por el otro. Lo primero expresaría los datos objetivos del delito; lo segundo, .las emociones y demandas que suscita, sospechosas a su vez de cierta irracionalidad o de carecer de lógica frente a la objetividad de la inseguridad concreta -juicio tributario de una tradición del pen­ samiento occidental que ha acusado a las emociones de encegue­ n:r, enturbiar y deformar la correcta percepción de los hechos-. La doble cara de la inseguridad tampoco es un artificio re­ ricnte. Jean Delumeau (1978), el gran historiador del miedo, ha n·velado que, desde el Renacimiento, en la mayoría de las lenguas

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