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el rubio, 3 de agosto de 1936 PDF

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EL RUBIO, 3 DE AGOSTO DE 1936: CONSECUENCIAS DE LA REBELIÓN MILITAR FÉLIX J. MONTERO GÓMEZ PRÓLOGO Hace algo más de setenta y tres años, en la mañana del lunes 3 de agosto de 1936, el pueblo de El Rubio fue asaltado a mano armada por un grupo de militares sublevados desde dieciséis días antes contra el Gobierno de España. En apenas cuatro horas, los insurrectos y sus secuaces consumaron una primera matanza y provocaron tal éxodo de la población que ésta quedó descoyuntada y sumida en el terror. Entre víctimas directas y sus familiares más cercanos, los devastadores y persistentes efectos de la rebelión militar en El Rubio alcanzarían de lleno a no menos de un 20% de sus habitantes. Muchachos y viejos, cabezas de familia, mujeres, sindicalistas, políticos y no políticos, gente pobre todos ellos, fueron objeto de un escarmiento despiadado y sin misericordia; una venganza programada y dirigida. Escarmiento y venganza por lo ocurrido a lo largo de los cinco años precedentes, y en especial durante los quince días inmediatamente anteriores. Este libro trata sobre las consecuencias de la rebelión militar en El Rubio; es decir, sobre los asesinatos, detenciones, encarcelamientos y persecuciones de sus gentes. En él se cuenta quiénes eran estas personas, dónde vivían, en qué trabajaban, cómo se llamaban sus hijos y padres y sus esposas, las edades que tenían, qué acusaciones les dirigieron. Se dice, en muchos casos, quiénes las denunciaron, detuvieron e interrogaron; y se reproduce el contenido de los informes dados por las autoridades, y de los interrogatorios y declaraciones de las víctimas y los testigos. Estos datos han sido extraídos fundamentalmente de los procedimientos judiciales tramitados por los militares rebeldes y que durante más de setenta años han permanecido ocultos e inéditos en el llamado Archivo del Tribunal Militar Territorial Segundo (ATMTS). Habiéndome sido también de mucha utilidad para escribir este libro la información obtenida de los archivos del Ayuntamiento de El Rubio y de la Diputación Provincial de Sevilla; cuyas siglas, y las de los demás archivos que se citan en sus páginas, son las siguientes: ADGA: Archivo de la Delegación del Gobierno en Andalucía. ADPS: Archivo de la Diputación Provincial de Sevilla. AGMA: Archivo General Militar de Ávila. AHNM: Archivo Histórico Nacional de Madrid. AHS: Archivo Histórico de Sevilla. AMER: Archivo Municipal de El Rubio. Ha sido muy importante la información suministrada por familiares, amigos y conocidos de las víctimas; he tenido en cuenta el libro editado por Vicente Durán Recio hace veintidós años (La gran cacería) y también me han servido los datos facilitados generosamente por los investigadores José María García Márquez, de Sevilla, y Santiago Fernández Fernández, de Osuna. Agradezco su colaboración a todos ellos; y al secretario del Ayuntamiento de El Rubio, Francisco Prieto Roldán; al juez de paz, Francisco Escobar Miranda; a la concejal Ramona Ramos Llorens; y al alcalde, Juan Bautista Caraver Jurado. Alcalá de Guadaíra, 30 de octubre de 2009. ÍNDICE INTRODUCCIÓN. I.- UNA LÁPIDA EN EL CEMENTERIO DE EL RUBIO. 1. Francisco Javier García Caro. 2. Manuel Rivero Maraver. 3. Francisca Saavedra Romero. 4. Antonio García Pachón. 5. Rafael Gómez Rojas. 6. Antonio Cansino Fuentes. 7. Francisco Bravo Caro. 8. Juan Ramos Caro. 9. Juan Guerra Prieto. 10. Francisco Caro Bermúdez. 11. José Ardoy Pérez. 12. Manuel Montero Quirós. 13. José Páez González. 14. Manuel Martín Segura. 15. Francisco Reyes Reyes. 16. Antonio Vidal García. 17. Manuel Pradas Bermúdez. 18. Tomás el Zapatero. II.- EN ZONA ROJA (I). 1. Alejandro Caro Pradas. 2. Andrés Franco Cruz. 3. Antonio Bermúdez Prieto. 4. Salvador Prieto Pachón. 5. Antonio Cabeza Domínguez. 6. Eduardo Oliva Espada. 7. Antonio Cansino Páez. 8. Antonio Guerra García. 9. Antonio Hidalgo Cansino. 10. Antonio Orgaz Hidalgo. 11. Florencio Jurado Ortiz. 12. Manuel Prieto Rodríguez. III.- UNA LÁPIDA EN EL CEMENTERIO DE MARINALEDA. 1. Francisco Martín Andrés. 2. Los hermanos Fernando y Antonio Caro García. 3. Francisco Guerrero Villar. 4. Manuel Prieto Pradas. 5. José Cornejo Bermúdez. 6. Manuel Vidal Olmedo. 7. León Marín García. 8. Juan Pérez Campuzano. 9. Manuel Pradas Vidal. IV.- CONCEJALES REPUBLICANOS. 1. Eduardo Fernández Fuentes. 2. Antonio Moreno Álvarez. 3. David Aguilar Pérez. 4. José María Ardoy Caro. 5. Andrés Hidalgo Osuna. 6. Antonio González Nieto. 7. Antonio Rivero Segura. 8. Antonio Hidalgo Quirós. 9. Francisco Montero Quirós. 10. Francisco Segura Serrano. 11. Javier Guerra Orgaz. 12. José Hidalgo Pradas. 13. José Pascual Prieto. 14. Manuel Recio Caro. V.- EN ZONA ROJA (II). 1. Rafael Haro Caraballo. 2. Francisco García Vidal. 3. José Maraver Ramos. 4. Manuel Romero Serrano. 5. Francisco Muriel Álvarez. 6. José Baena Ramos. 7. Francisco Villar González. 8. Francisco Ramos Ruiz. 9. José Hidalgo Quirós. 10. Jerónimo Guerrero Romero. 11. José Gutiérrez Escamilla. 12. Javier López Fernández. 13. José Baena Ledesma. VI.- SÓLO GENTE DEL PUEBLO. 1. Antonio García Vidal. 2. José Baeza García. 3. Javier Carmona Caro. 4. Manuel Caro García. 5. Joaquín Casín Borrego. 6. Antonio Gómez Gómez. 7. Manuel Gómez Muñoz. 8. José María Oliva Espada. 9. Francisco Javier Guerra García. 10. Jerónimo Guerrero García. 11. Antonio Hidalgo Martos. 12. Francisco Jiménez Cansino. 13. Antonio López Fernández. 14. José Orgaz Martín. 15. Joaquín López Jiménez. 16. Rafael Martín Guerra. 17. Manuel Montaño Morales y su hijo Manuel Montaño Hidalgo. 18. Manuel Pérez Martín. 19. Eduardo Romero Gómez. 20. Rafael Ramos Trocoli. 21. Antonio Sánchez Fernández. 22. El Pirujo. 23. Manuel Pradas Sánchez. 24. Las hermanas Carmen e Isabel Guerra Prieto. VII.- EN ZONA ROJA (III). 1. José Moreno Álvarez. 2. José Caro Hidalgo. 3. José Casín Borrego. 4. José Fernandez Segura. 5. José Guerrero Romero. 6. José Pérez Campuzano. 7. José Pradas González. 8. José Prieto Pradas. 9. José Romero Gómez. 10. José Solís Escobar. 11. Manuel Rodríguez Guerra. 12. Sebastián Domínguez Crujera. VIII.- DENUNCIAS. 1. Manuel González Caro. 2. José María Ballesteros López. 3. Cayetano Rodríguez Montaño. 4. Las hermanas González Pradas y Ana Rodríguez Méndez. 5. Fernando Caro Camargo. IX.- EN ZONA NACIONAL. 1. José Hidalgo Fernández. 2. Manuel Alés Borrego y Antonio Caro Reina. 3. Antonio Murcia Vasserot. 4. Manuel Martín Hidalgo. 5. Enrique Ballesteros López. 6. Antonio Barea Villar. 7. Manuel Rodríguez López. 8. Francisco Mateo Romero. 9. José Guerra Pradas. X.- EN ZONA ROJA (IV). 1. Manuel Prieto Pino. 2. Juan José Rodríguez Aguilar. 3. Manuel Pérez Cornejo. 4. Juan López Guerra. 5. Manuel Muñoz Ramírez. 6. Los hermanos Moyano. 7. Luciano Velasco Zambrano. 8. Manuel Caro Pradas. 9. Manuel Castillo García. 10. Manuel López Moyano. 11. Manuel Vargas Cala. 12. Rafael Ledesma Moyano. XI.- MÁS HUIDOS, EXPEDIENTADOS Y PRESOS. 1. José Aguilar Baena. 2. José Aguilar Pérez. 3. Antonio Andrade Pozo. 4. Pablo Arenilla Pastor. 5. Ángel Baena Prados. 6. Francisco Bermúdez Pardillo. 7. Manuel (o Antonio) Bermúdez Vidal. 8. Manuel Bravo Guerra. 9. Francisco (o Alfonso) Bravo Serrano. 10. Manuel Caballo Reina. 11. Gregorio Caro Cornejo. 12. José Caro Pradas. 13. José María Caro Pradas. 14. Manuel Caro Pradas. 15. José Caro Ramos. 16. Diego Cornejo Bermúdez. 17. Manuel Cornejo Bermúdez. 18. Javier Cornejo Pachón. 19. José Cornejo Ruiz. 20. Manuel Cruz Maireles. 21. Francisco Delgado García. 22. José Fernández Prados. 23. Manuel García Vidal. 24. Félix Gómez Gómez. 25. José Gómez Gómez. 26. Antonio Gómez Montaño. 27. Antonio Gómez Morilla. 28. Plácido Gómez Morilla. 29. Ramón Gómez Guerra. 30. Antonio González Pachón. 31. Juan Manuel Guerra Castro. 32. José Guerra García. 33. Antonio Guerrero García. 34. Francisco Guerrero Páez. 35. Antonio Guerrero Romero. 36. Manuel Guerrero Romero. 37. Antonio Guerrero Vidal. 38. Salvador Guerrero Vidal. 39. Manuel Hidalgo Martín. 40. Francisco Manuel López. 41. Rafael López Camargo. 42. Enrique López Guerra. 43. José Martín Andrés. 44. Manuel Martín Andrés. 45. Antonio Méndez Prieto. 46. Francisco Méndez Prieto. 47. Luis Oliva Espada. 48. Manuel Polanco García. 49. Juan Ponce Montaño. 50. Manuel Prieto Villar. 51. José Quirós Romero. 52. José Ramos Ruiz. 53. Manuel Ramos Villar. 54. Pablo Ramos Villar. 55. Antonio Rodríguez Cornejo. 56. Manuel A. Rodríguez García. 57. Javier Romero Gómez. 58. Luis Tortolero Tirado. 59. Pedro Vargas Campo. 60. Antonio Vargas Joya. 61. Juan Velasco Zambrano. 62. Manuel Villar Álvarez. 63. Francisco Villar Fernández. 64. Antonio Villar Hidalgo. XII.- EL ATRACO. 1. Los tres hombres. 2. Algunas cosas que pasaron antes. 3. La denuncia. 4. Las pesquisas. 5. El cabo de Marinaleda termina su investigación. 6. El caso pasa a la justicia militar. 7. Que los maten. 8. La viuda de Juan Camúñez no se resigna. APÉNDICES. 1. Guía oficial del comercio y la industria para 1936. 2. Las calles de la República. 3. Las profesiones. 4. Los detenidos por los republicanos. 5. Los falangistas. 6. Los partes de operaciones y los recuentos que hicieron ellos. 7. Lista de los asesinados. 8. Lista de los juzgados en Consejos de guerra. 9. Lista de los sometidos a expediente de incautación de bienes. 10. Lista de los sometidos a expediente de responsabilidades políticas. 11. La Junta local del servicio de libertad vigilada. INTRODUCCIÓN El Rubio, en 1936, tenía 5.545 habitantes: hombres y mujeres a partes iguales; pertenecía al partido judicial de Osuna, junto con Los Corrales, La Lantejuela, Martín de la Jara, El Saucejo y Villanueva de San Juan, y era, después de Osuna y El Saucejo, el más poblado de estos siete municipios. Su término municipal tenía una superficie de 2.703 hectáreas, por la que discurrían cuatro cañadas reales: la de Marchena a Lucena, la del Término, la del Carril Ancho y la de Marinaleda. Había 33 calles; y entre sus gentes la profesión mayoritaria era la de jornalero del campo, seguida a muy considerable distancia por las de labrador o propietario, industrial (taberneros, posaderos, tenderos), albañil y zapatero. Con una sola persona como ejerciente estaban las profesiones de abogado (Juan Pérez Rodríguez), farmacéutico (Antonio Pérez Martín), veterinario (Manuel Mayer Bernit), practicante (José Rodríguez López), sastre (José María González Arteaga), pintor (Federico Ruiz Muñoz), cosario (Juan Blanco Escamilla) o sacristán (José Romero Cabañas). Había seis maestros de escuela, tres médicos, dos matronas, un cartero-peatón, dos estancos, una fábrica de harinas, 6 ó 7 molinos de aceite, al menos tres posadas, dos locales de espectáculos (el Teatro Prieto y el Salón Guerra). Existía un servicio de correos a Osuna y otro de transporte, dos veces al día y en camiones de viajeros, a Puente Genil; pero no había servicio telegráfico ni telefónico. El único teléfono del pueblo pertenecía a la compañía mercantil cordobesa Hidroelécrica del Genil, S.A., dueña de la central eléctrica de la calle Molinos desde la que se abastecía de electricidad a El Rubio. Cuyos mayores contribuyentes con residencia en el propio término municipal eran, por rústica: Eduardo Pérez Montaño y Manuel Martín Caro; por urbana: José Rodríguez Ramos y Antonio Pérez Montaño; y por industria y comercio: Juan Botonero González y Francisco Jurado Jiménez. Hasta 1919 existieron en El Rubio algunas asociaciones como el Centro Republicano, cuya finalidad era la propaganda y recreo; La Regeneradora Obrera Instructiva, que se proponía defender los intereses de la clase obrera; y un Centro Obrero Instructivo, con el mismo objeto que la anterior. En 1928 se fundó una asociación puramente recreativa, llamada La Amistad; y ya durante la República se constituyeron: en 1931, la Sociedad de Obreros Agricultores y la Sociedad de Pequeños Agricultores, ambas de carácter gremial; en 1932, la Agrupación Socialista y la Unión Patronal Agrícola; en 1933, Acción Popular y el Círculo Agrario Independiente; en 1934, el Partido Izquierda Republicana, con domicilio en la calle Pablo Iglesias (Juan Carlos I), número 25; y en 1935, Acción Popular Agraria, con domicilio en la calle Joaquín Costa (Niña de la Puebla), número 2. También había una Peña Cultural y Recreativa y varios centros, como el Radical, el de Unión Republicana y el de la Confederación Nacional del Trabajo, en la calle Nueva o calle Libertad (Lepanto). En las elecciones generales celebradas el 16 de febrero de 1936, de un censo de 2.472 electores votaron 1.470, de los cuales 881 lo hicieron por los candidatos de la izquierda y 589 por los de la derecha. Los ocho candidatos del Frente Popular fueron los más votados en las tres secciones del distrito primero y en la sección segunda del distrito segundo, mientras que en la sección primera de este mismo distrito fueron los ocho candidatos derechistas quienes obtuvieron más votos. Algunos vecinos de El Rubio que actuaron como interventores a favor del Frente Popular fueron: Alejando Caro Pradas, Antonio Guerra García, Manuel Vidal Olmedo, Manuel Pradas Sánchez Alejandro y José María Ardoy Caro, Manuel Muñoz Ramírez, Antonio Cabezas Domínguez, José Moreno Álvarez, Javier Guerra Orgaz, Sebastián Domínguez Crujera, José Fernández Segura y Manuel Castillo García. Consecuencia del resultado electoral fue la reposición, cuatro días después, de los concejales elegidos en los comicios municipales del 31 de mayo de 1931: José Pascual Prieto, Andrés Hidalgo Osuna, Antonio Rivero Segura, Manuel Hidalgo Pradas, Manuel Recio Caro, Antonio González Nieto, José Hidalgo Pradas, Eduardo Fernández Fuentes, José López Reina, Francisco Segura Serrano, Antonio Moreno Álvarez, José María Ardoy Caro y Javier Guerra Orgaz. Estos trece concejales habían sido destituidos el 19 de abril de 1934 por el gobernador civil de Sevilla, que en sustitución de los mismos nombró a David Aguilar Pérez, Juan Pardillo García, José Montero Ramos, Miguel Montero Montaño, Manuel Pachón Quesada, Juan Fernández Rodríguez, Antonio Fuentes Caro, Antonio Baena Ledesma, Juan Guerra García, Francisco Montero Quirós, Juan Martín Caro, Romualdo Rubia Aires y Antonio Morales Jiménez. El 10 de marzo de 1936, producido el cese de tres de los concejales que habían sido repuestos diecinueve días antes (Fernández Fuentes, Ardoy Caro y López Reina), tomaron posesión los que otro gobernador civil de Sevilla nombró para sustituirlos: Manuel Reina Díaz, Francisco Hidalgo Quirós y Antonio Ramos Cordero. De todos estos concejales, fueron alcaldes de El Rubio durante la República: Eduardo Fernández Fuentes, hasta el 16 de agosto de 1931; Antonio Moreno Álvarez, hasta el 19 de abril de 1934; David Aguilar Pérez, hasta el 14 de julio de 1934; Juan Pardillo García, hasta el 29 de julio de 1934; Antonio Fuentes Caro, hasta el 20 de febrero de 1936; y de nuevo Antonio Moreno Álvarez, hasta el 3 de agosto de 1936. Un dato, más que anecdótico, revelador de cómo el estado de opresión en que se encontraba entonces la clase obrera era percibido por algunos de los pertenecientes a ella en El Rubio, lo constituyen los nombres que esos ponían a sus hijos nacidos después de la proclamación de la República -e incluso antes-. Así, un hombre del campo como era mi propio abuelo materno, Félix Gómez, dio a su primer hijo varón el nombre del célebre caudillo de una rebelión de esclavos contra los romanos: Espartaco. Otro jornalero del campo, de nombre Erasmo, que vivía en la calle San José y que tenía una hermana llamada Reivindicación, puso a su hijo el nombre de un filósofo alemán del siglo XIX: Nietzche; y a su hija, el de la heroína liberal de Granada: Mariana de Pineda (que era también el nombre de una calle de El Rubio). Un albañil, que después se haría falangista, llamó a un hijo suyo con el nombre de un científico griego de la antigüedad: Arquímedes. Un matrimonio de campesinos de la calle Molinos puso a dos de sus hijas: Moralidad y Cristiana, respectivamente; y de tres de sus hijos, a uno dio el nombre del naturalista inglés Darwin; a otro, el del filósofo griego de la antigüedad Sócrates; y al tercero, el del médico y humanista español del siglo XVI Servet (Miguel Servet y Sócrates también eran los nombres de dos calles del pueblo). Tres hijos del concejal socialista José López Reina se llamaban: Acracio, Floreal y Helio (Floreal vive todavía y conserva su nombre). Los vecinos de la calle de la Fábrica José Prieto y Rosario Rodríguez pusieron a dos hijas suyas los nombres de Redención y Fraternidad; a un hijo lo llamaron Altruismo; a otro, Germinal; y dieron a un tercero el nombre de un destacado anarquista italiano: Malatesta. Camelia, Elio y Delfina se llamaban tres de los hijos del hombre al que apodaban Manolillo el del Sacristán. El albañil y concejal republicano Antonio Baena Ledesma puso a su hija Libertad. Nada más y nada menos que el nombre más representativo del anarquismo mundial, Bakunín, era el que tenía un muchacho de 12 años vecino de la calle Nueva. Y Acracia se llamaba una de las hijas -todavía viva- de Francisco Bravo Caro, uno de los hombres asesinados en la plaza pública de El Rubio el día 3 de agosto de 1936. Antes de esa fecha había en el pueblo 41 falangistas. De ellos, 18 eran labradores (Joaquín Moreno Moreno, Antonio Díaz Pérez -hijo-, Manuel Fernández Pradas, José y Manuel Gordillo Hidalgo, Manuel Guerrero Baena, Francisco Martín Fernández, Antonio Méndez Serrano, José María Martín Pardillo, Eduardo, Francisco y Manuel Martín Romero, José Montaño Montaño, Eduardo y Manuel Pérez Serrano, José María y Rafael Pradas Caro y Antonio Rodríguez Prieto); 9 obreros agrícolas (Antonio Pavón Pradas, Manuel Fernández Hidalgo, Salvador Caro Barea, Vicente García López, José Vázquez Fernández, Manuel Caro Fernández, Manuel Ayala Manzano, Antonio García Rodríguez y José Hidalgo Fernández); 3 albañiles (Juan y Francisco Ruiz Gómez y Eloy Álvarez Maraver); 3 chóferes (Francisco y Antonio Martín Caraver y Rafael Martín Montero); 2 carpinteros (Juan y Manuel Camúñez Ruiz); 1 veterinario (Manuel Mayer Bernit); 1 perito electricista (Antonio Pradas Caro); 1 comerciante (José Guerrero Páez) 1 pintor (Federico Ruiz Muñoz); 1 molinero (José Ruiz Caro) y 1 barbero (Antonio Domínguez Gómez). De todos estos que luego se llamaría a sí mismos “camisas viejas”, los siete que primero se apuntaron al partido principal de los fascistas españoles fueron los hermanos Martín Caraver, Manuel Fernández, Federico Ruiz, Joaquín Moreno, Antonio Pavón y Juan Ruiz. Precisamente a éste y su correligionario Francisco Martín Caraver, por repartir propaganda de Falange Española, los detendría el 27 de junio de 1936 el jefe de la guardia municipal de El Rubio, José Maraver Ramos, quien los condujo a la cárcel de Osuna, donde permanecieron detenidos y a disposición del gobernador civil de Sevilla hasta el día primero de julio siguiente. ooo000ooo Pocos días después se produjo el hecho “bien conocido” que don Manuel Azaña explicó así en su discurso pronunciado el 21 de enero de 1937 en el Ayuntamiento de Valencia: “Gran parte de las fuerzas armadas de la nación en connivencia y como brazo ejecutor de partidos políticos adversos al régimen, se sublevó contra el Gobierno republicano con el propósito de derrocar por la fuerza el régimen que la nación, libremente, por el sufragio universal, se había dado”. Según el presidente de la República, ante ese hecho el deber que tenían “el Estado y sus órganos representativos, en todas sus jerarquías”, no era otro que el de “oponerse como fuese a la rebelión militar”. En El Rubio, una vez que se supo que la rebelión militar había estallado, las reacciones contra ella empezaron a producirse enseguida, el mismo 18 de julio de 1936. Así, ese día por la mañana, el concejal socialista Antonio González Nieto se presentó, acompañado de un sobrino del párroco de Marinaleda, en el cortijo de La Huela y le dijo al también concejal del Ayuntamiento de El Rubio Javier Guerra Orgaz, el cual se encontraba allí trabajando, que había huelga general y los trabajadores tenía que marcharse para sus casas. José Solís Escobar fue, con otros, a los cortijos del Churrete, la Noruela, el Tesoro, la Carabinera o la Casilla Román, para que los obreros abandonaran las faenas y se marcharan a sus pueblos. Manuel Pérez Cornejo estaba trabajando en el cortijo del Ciervo cuando se presentaron unos cuantos individuos y les dijeron a los trabajadores que se fueran cada uno para su pueblo. Manuel Caro Pradas dejó el trabajo en el cortijo del Monte y regresó a El Rubio sobre las 11 de la mañana. Manuel Rodríguez Guerra, al frente de un grupo de 6 u 8 hombres, se presentó en la central eléctrica de la calle Molinos, donde estaba el único teléfono que había en el pueblo, y le comunicó al encargado de la misma, José López Galisteo, que iban a hacerse cargo de la misma. Entre tanto la guardia civil, adherida a la rebelión militar, se preparaba para abandonar El Rubio y marcharse a Estepa, siguiendo las instrucciones dadas desde Osuna por el capitán de la compañía Francisco Rodríguez de Hinojosa Delgado, a quien después los falangistas de El Rubio honrarían poniéndole su nombre a una calle del pueblo. Los guardias salieron hacia Estepa el día 19 por la mañana, tras negarse su jefe, el cabo Joaquín Pérez Morilla, a acudir al Ayuntamiento para entrevistarse con el alcalde, como en nombre de éste le había pedido que hiciera el jefe de la guardia municipal José Maraver Ramos. Dejando atrás el fichero del puesto y un cajón con armamento, los guardias civiles se marcharon con sus familias y acompañados del falangista Antonio Martín Caraver, quien probablemente fue el que condujo el camión en el que hicieron el viaje. Todos ellos permanecerían en Estepa hasta el día 3 de agosto siguiente. El 20 de julio, tras la marcha el día antes a Estepa de la guardia civil de El Rubio, el jefe de los municipales se presentó con un camión en el cuartel de la calle Molinos para, cumpliendo órdenes del alcalde, llevarse diversos muebles y enseres hasta la casa del propietario Javier Pérez Caro, en la calle Hornillos, número 22, donde se montaría un hospital. El mismo día, pero probablemente después de haberse llevado los referidos utensilios -de los cuales el jefe de la guardia municipal conocido como Pepillo Jarana tomó nota y se la entregó al alcalde-, la gente entró en el cuartel de la guardia civil y lo saqueó: desapareció el fichero y el armamento que los guardias no se habían llevado consigo a Estepa, y le metieron fuego a la ropa y otros efectos personales de los mismos. Según declararía unos meses más tarde del fin de la guerra Antonio Bermúdez Prieto, alias Constantina, él llegó a ver a unas mujeres dentro del cuartel quemando ropa y otros elementos pertenecientes a los equipos de quienes componían el puesto. Dos días después, el 22 de julio por la noche, la gente le metió fuego a la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario, quedando destruidos el edificio, diversos ornamentos religiosos y trece obras de arte del siglo XVIII: siete retablos, cinco esculturas y una pintura. Para afrontar la situación de emergencia nacional que la rebelión militar había creado, en El Rubio, como en tantos otros pueblos, se decidió constituir una junta o comité en el que participarían, junto a miembros del Ayuntamiento, representantes de los partidos del Frente Popular y de los sindicatos. De este comité formaron parte, como mínimo, los siguientes hombres: José María Ardoy Caro, Manuel González Caro, Antonio Moreno Álvarez, Cayetano Rodríguez Montaño, Manuel Romero Serrano, José Caro Hidalgo y Manuel Vargas Cala. Probablemente, el presidente de este comité de control, también llamado comité revolucionario, era José María Ardoy, pero sin duda uno de sus elementos más activos e influyentes fue Manuel González Caro, alias Chapita, Chapa o Chapilla, quien menos de un año después se pasaría a los fascistas y traicionaría, denunciándolos, a sus anteriores compañeros. Este comité tendría su sede en la parte alta del Ayuntamiento, aunque también dispondría, para cuartel, del local de la calle Écija donde Antonio Barea Prieto tenía instalado el Casino de Labradores. Seguramente, uno de los primeros acuerdos que tomó este comité director de las tareas para tratar de impedir el triunfo de la rebelión militar en El Rubio fue el de vigilar las entradas a la población, sobre todo para prevenir la llegada de las fuerzas rebeldes. Para la vigilancia y control de las entradas al pueblo, aparte de guardias a caballo que recorrían las carreteras y caminos de acceso, se establecieron cinco puestos fijos de vigilancia: en el Postigo de la Laguna, para el control de la carretera de Osuna; en el Pozo Nuevo, para la de Aguadulce; en los grupos escolares, para la de Estepa, cuya carretera además quedó cortada al ser volada con dinamita la alcantarilla que había en ella; y en el Pozo Cueto y la calle Écija, para controlar lo que pudiera venir sobre todo desde Écija, que había quedado en manos de los rebeldes el mismo 18 de julio. Las gentes de los puestos también tenían encomendada la misión de controlar a quienes pretendían entrar en El Rubio procedentes de otras localidades, en particular de aquellas en las que aún no había triunfado la rebelión militar; así, José Atanet Borrego, que estaba de veterinario en Puente Genil y se vino huido de este pueblo, fue detenido al llegar a El Rubio y devuelto al citado municipio cordobés. En estos puestos de vigilancia prestó servicios una gran cantidad de hombres, en turnos de ocho o diez, a los que el comité designaba y suministraba armamento. Uno de los miembros del comité que estuvo dedicado a recorrer los puestos, para comprobar que todos estaban cubiertos y conocer las necesidades de cada uno de ellos, fue Manuel González Caro, quien para este menester tuvo a su servicio un coche conducido por Antonio Cabeza Domínguez, conocido como el Barberín. También debió de ser uno de los primeros acuerdos tomados por el comité, el de desarmar y detener a los elementos considerados afines a los insurrectos. En busca de armas fueron numerosos los registros que se realizaron en domicilios particulares y cortijos; por ejemplo: en la casa del propietario Antonio Díaz Pérez, en la del carnicero Manuel Barea Prieto, en la del propietario Eduardo Martín García, donde recogieron una escopeta; en el cortijo de Gallape y en la casa del guardia jurado de este cortijo, Manuel Maraver Pradas; en el domicilio de un hombre conocido como Manuel del Viejo, de donde se llevaron una escopeta de dos cañones; en el cortijo de la Noruela, propiedad de Javier Pérez Caro, del que requisaron al menos dos escopetas y una tercerola; en el domicilio del panadero José Pérez Fernández, del cual se llevaron una escopeta, y en el del propietario y abogado no ejerciente Francisco Pérez Guerra, de donde cogieron varias armas, entre ellas un trabuco; en la casa del propietario José Rodríguez Ramos, que se encontraba en Écija -donde se había sumado a las fuerzas rebeldes y con ellas había salido a la toma de algunos pueblos- se incautaron de dos escopetas; o en el domicilio del comerciante Francisco Jurado Jiménez, del que no se llevaron ningún arma pero sí una radio. Tanto el armamento incautado a los particulares como el recogido en el cuartel abandonado de la guardia civil eran puestos a disposición del comité, en el Ayuntamiento. Para la detención de la gente considerada desafecta hacia la República y propensa al apoyo de los rebeldes, se constituyó, bajo la dependencia del comité citado anteriormente, un llamado comité de presos, compuesto por Manuel González Caro, José Hidalgo Quirós, José María Ballesteros López, Manuel Montero Quirós y Manuel Pérez Cornejo. Aunque, según diría después de la guerra el juez Juan Pérez Rodríguez, en El Rubio fueron “unas cuarenta” las personas detenidas por los rojos, yo sólo he podido identificar a 28: Manuel Barea Prieto, Juan Botonero González, los hermanos Juan y Manuel Camúñez Ruiz, Manuel Caro Fernández, Antonio Caro Martín, Antonio Caro Pérez, Antonio Caro Reina, Manuel Fernández Hidalgo, Vicente García López, los hermanos Jacinto y Román Guerra Muñoz, y Antonio y José Guerra Rodríguez, José Guerrero Páez y su padre Manuel Guerrero Romero, José Hidalgo Caro, José Jiménez González (de Osuna), Francisco Jurado Jiménez, Manuel Maraver Pradas y su hijo Antonio Maraver Fernández, Francisco Martín Caraver y su padre Antonio Martín García, Antonio Méndez Serrano, Antonio Pérez Caro, José Pérez Fernández, Juan Pérez Rodríguez y José Vázquez Moreno. Probablemente, la primera detención que se produjo fue la del jefe de la Falange, Francisco Martín Caraver, apodado Frasquito el Chato, llevada a cabo por el jefe de la guardia municipal, José Maraver Ramos, el 19 de julio al ser de día; en una mañana que había amanecido con una bandera colocada en la sede del partido comunista, situada en la parte de arriba de la casa número 7 de la calle Cervantes, donde Manuel Castillo García, apodado Melón, tenía su domicilio y una taberna con la que se ganaba la vida. El mismo día 19 también fueron detenidos los falangistas José Guerrero Páez (Pepe Picaso) y Vicente García López (Vicentillo); y, por la tarde, se produjo la que quizás fuera la detención más tumultuaria: la del industrial, abogado y juez municipal Juan Pérez Rodríguez, conocido como Juan Maíllo. Quien, cuando llegaron a su casa, se encerró en ella, negándose a abrir la puerta, y tuvieron que hablar con él desde una casa vecina, a través de un pozo medianero, como también tuvieron que ir en busca de su hermano José María para que lo convenciera de que debía entregarse. En su casa de la calle Beata, enfrente del Ayuntamiento, entraron para detenerlo José Maraver Ramos, Manuel González Caro, José Moreno Álvarez y un individuo al que apodaban el Dientón, siendo testigos de la detención su esposa, Pilar Cruz López, y su hija de unos meses de edad, su hermano José María Pérez Rodríguez, una criada de Osuna llamada Manuela Cascajosa y el vecino de la casa de al lado, Eusebio Montaño Torres. Según diría el propio juez unos cuatro años después, a él lo sacaron de su casa y se lo llevaron detenido “por entre una muchedumbre de unos ochocientos hombres”. A los detenidos los encerraban en dos lugares habilitados como cárceles: uno, en la planta baja del Ayuntamiento y otro, en la casa número 10 de la calle que ahora se llama Paseo de la Iglesia, donde vivía y tenía una tienda Antonio Caro Pérez, el Condesito. Los presos estuvieron permanentemente vigilados por una guardia armada, de la que formaron parte, entre otros muchos, Cayetano Rodríguez Montaño, que era el presidente de la UGT de El Rubio; Manuel Rodríguez López y Juan López Guerra. Éstos y los demás guardias también se ocuparon, durante algunos días y por encargo del comité, de llevar la comida a los presos; quienes después tuvieron que procurársela por medio de sus familiares. Al parecer, hubo algún intento de asesinar a los detenidos, y en particular al jefe de Falange Española y al juez municipal. Pero se pasó del intento y llegó a consumarse el asesinato de otro de ellos: el vecino de Osuna José Jiménez González, apodado el Cojo el Blanqueador. A este hombre, de unos 34 años de edad y obrero del cortijo de Montelinero, lo habían capturado en el campo y se encontraba encarcelado en el Ayuntamiento, cuando en la madrugada del 25 al 26 de julio fue sacado de su encierro y asesinado detrás del Matadero. Unos tres años después de la terminación de la guerra, el fiscal que desde Granada estaba instruyendo contra los vencidos en ella la llamada Causa General, le pidió al juez de instrucción de Osuna que dispusiese lo necesario para que, con referencia a los pueblos del partido judicial que hubieran estado “bajo el dominio rojo”, se formara una relación nominal de cuantas personas fueron encarceladas “por razones político-sociales o terroristas”, con expresión de las fechas de su prisión y libertad, y de las cárceles o lugares en que hubieren estado detenidas; averiguándose además el trato dado en cada “cárcel roja” a los presos, las sacas o entregas de éstos para ser asesinados, los nombres de quienes actuaron de directores o vigilantes en las prisiones, y quienes de ellos emplearon malos tratos con los detenidos, nombre y funcionamiento de los comités que actuaron en las cárceles y otros datos pertinentes que pudieran ser recogidos. Pues bien, resulta realmente extraño que, solicitada toda esa información a las autoridades falangistas de El Rubio, la respuesta de éstas fuera que ni en el Ayuntamiento ni en la jefatura de la Falange existían antecedentes “de

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en la casa de Javier Pérez, siendo uno de los hombres que lo transportó hasta allí el yegüero. Francisco Rodríguez Prieto, que fue después detenido
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