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El Pueblo etrusco PDF

64 Pages·1989·3.269 MB·Spanish
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HISTORIA ^ M V N D O A n t î g v o EGIPTO DORANTE EL IMPERIO MEDIO Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va­ rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di­ HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­ tores antiguos, mapas, ilustraciones, cuadros cronológicos y ■^MVNDO orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con un doble valor, de modo que puede funcionar como un capítulo A ntïgvo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto. ORIENTE 25. J. Fernández Nieto, La guerra 44. C. González Román, La Re­ del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y 1. A. Caballos-J. M. Serrano, 26. J. Fernández Nieto, Grecia en pompeyanos. Sumer y Akkad. la primera mitad del s. IV. 45. J. M. Roldán, Institudones po­ 2. J. Urruela, Egipto: Epoca Ti- 27. D. Plácido, La civilización líticas de la República romana. nita e Imperio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. Montero, La religión roma­ 3. C. G. Wagner, Babilonia. 28. J. Fernández Nieto, V. Alon­ na antigua. 4. J. Urruelaj Egipto durante el so, Las condidones de las polis 47. J. Mangas, Augusto. Imperio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J. Mangas, F. J. Lomas, Los 5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-Claudios y la crisis del 68. 6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J. Fernández Nieto, El mun­ 49. F. J. Lomas, Los Flavios. Imperio Nuevo. do griego y Filipo de Mace­ 50. G. Chic, La dinastía de los 7. J. Alvar, Los Pueblos del Mar donia. Antoninos. y otros movimientos de pueblos 30. M. A. Rabanal, Alejandro 51. U. Espinosa, Los Severos. a fines del II milenio. Magno y sus sucesores. 52. J. Fernández Ubiña, El Impe­ 8. C. G. Wagner, Asiría y su 31. A. Lozano, Las monarquías rio Romano bajo la anarquía imperio. helenísticas. I: El Egipto de los militar. 9. C. G. Wagner, Los fenicios. Lágidas. 53. J. Muñiz Coello, Las finanzas 10. J. M. Blázquez, Los hebreos. 32. A. Lozano, Las monarquías públicas del estado romano du­ 11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe­ helenísticas. II: Los Seleúcidas. rante el Alto Imperio. ríodo Intermedio y Epoca Sai- 33. A. Lozano, Asia Menor he­ 54. J. M. Blázquez, Agricultura y ta. lenística. minería romanas durante el 12. F. Presedo, J. M. Serrano, La 34. M. A. Rabanal, Las monar­ Alto Imperio. religión egipcia. quías helenísticas. III: Grecia y 55. J. M. Blázquez, Artesanado y 13. J. Alvar, Los persas. Macedonia. comercio durante el Alto Im­ 35. A. Piñero, La civilizadón he­ perio. GRECIA lenística. 56. J. Mangas-R. Cid, El paganis­ mo durante el Alto Impeño. 14. J. C. Bermejo, El mundo del ROMA 57. J. M. Santero, F. Gaseó, El Egeo en el II milenio. cristianismo primitivo. 36. J. Martínez-Pinna, El pueblo 15. A. Lozano, La Edad Oscura. 58. G. Bravo, Diocleciano y las re­ 16. J. C. Bermejo, El mito griego etrusco. formas administrativas del Im­ 37. J. Martínez-Pinna, La Roma y sus interpretaciones. perio. primitiva. 17. A. Lozano, La colonización 59. F. Bajo, Constantino y sus su­ 38. S. Montero, J. Martínez-Pin­ griega. cesores. La conversión del Im­ na, El dualismo patricio-ple­ 18. J. J. Sayas, Las ciudades de Jo- perio. beyo. nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R. Sanz, El paganismo tardío 39. S. Montero, J. Martínez-Pin- do arcaico. na, La conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata. 19. R. López Melero, El estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, La época de los Va­ partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, El período de las pri­ lentiniano s y de Teodosio. 20. R. López Melero, La forma­ meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evoludón ción de la democracia atenien­ 41. F. Marco, La expansión de del Imperio Romano de Orien­ se , I. El estado aristocrático. Roma por el Mediterráneo. De te hasta Justiniano. 21. R. López Melero, La forma­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G. Bravo, El colonato bajoim- ción de la democracia atenien­ nica a los Gracos. perial. se, II. De Solón a Clístenes. 42. J. F. Rodríguez Neila, Los 64. G. Bravo, Revueltas internas y 22. D. Plácido, Cultura y religión Gracos y el comienzo de las penetraciones bárbaras en el en la Grecia arcaica. guerras aviles. Imperio. 23. M. Picazo, Griegos y persas en 43. M.a L. Sánchez León, Revuel­ 65. A. Giménez de Garnica, La el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Imperio Ro­ 24. D. Plácido, La Pente conte da. República. mano de Ocddente. HISTORIA “ MVNDO l ANT GVO i ORIENTE Director de la obra: Julio Mangas Manjarrés (Catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid) Diseño y maqueta: Pedro Arjona «No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.» © Ediciones Akal, S.A., 1991 Los Berrocales del Jarama Apdo. 400 - Torrejón de Ardoz Madrid - España Tels. 656 56 11 - 656 49 11 Fax: 656 49 95 Depósito Legal: M.26.481 -1 991 ISBN: 84-7600 274-2 (Obra completa) ISBN: 84-7600 999-2 (Tomo IV) Impreso en GREFOL, S.A. Pol. II - La Fuensanta Móstoles (Madrid) Printed in Spain EGIPTO DURANTE EL REINO MEDIO J. J. (Jrruela / Indice Págs. I. La primera gran crisis............................................................................... 7 1. El fin de la monarquía menfita.......................................................... 7 2. El período heracleopolitano y la dinastía XI hasta Mentuhotep II......................................................................................... 10 3. Estado y sociedad................................................................................... 16 II. La unidad restablecida.......................................................................... 23 1. La dinastía X I......................................................................................... 23 2. La dinastía XII........................................................................................ 27 3. Estado y sociedad................................................................................... 38 III. De nuevo la oscuridad........................................................................... 50 1. Continuidad y decadencia.................................................................. 50 2. Los hicsos................................................................................................ 55 3. Tebas y el nacionalismo rebrotado.................................................. 58 Cronología............................................................................................................. 60 Bibliografía............................................................................................................ 61 Egipto durante el Reino Medio 7 I. La primera gran crisis 1. El fin de la monarquía fuso por el que se ha gestado un menfita nombre ciertamente de compromiso: Primer Período Intermedio, querien­ Para el período inmediatamente pos­ do expresar así su corte entre la exis­ terior al fin del Reino Antiguo se evi­ tencia de dos épocas brillantes, los dencia una absoluta falta de conexión Reinos Antiguos y Medio. Muy pro­ entre los elementos que el arqueólogo bablemente los egipcios no recorda­ puede manejar y la continuidad dinás­ ron ni señalaron con calificativos es­ tica pretendida por Manetón. Efecti­ peciales este lapso de tiempo más vamente, las llamadas dinastías VII y que en función de su adscripción a VIII, a las que el sacerdote de Sebe- lugar geográfico determinado. Por­ nitos adjudica, respectivamente, se­ que, y ello será claramente determi­ tenta reyes en setenta días y veintisie­ nante, lo que sí puede afirmarse sin te en otros ciento cuarenta y seis días, lugar a dudas es que la descentraliza­ dejan al historiador perplejo. Su sig­ ción geográfica ya apreciable bajo nificado no puede ir más allá de ma­ los débiles reyes de la dinastía VI se nifestar una inestabilidad política pal­ prolongó drásticamente de tal manera pable, sobre todo por lo que respecta que los acontecimientos, la ausencia a la llamada dinastía VIT, a la cual la de autoridad y las revueltas no afec­ mayor parte de los investigadores es­ taron por igual a todas las tierras tán de acuerdo en negar una existen­ egipcias y, en algunas zonas clara­ cia real. Aceptan que a la muerte de mente marginales, como el oasis de Pcpi II la anarquía se hizo dueña del Dakhla (GTDDY, 1987), la documen­ país bajo el mandato de un rey débil tación arqueológica indica regulari­ de nombre Merenrc, que fue seguido dad en el uso del suelo, poblados y de un conjunto de personajes en lucha necrópolis, lo que la descarta como por el poder a los que difícilmente escenario de acontecimientos excep­ puede denominarse monarcas. Hayes, cionales. sin embargo, acepta unos ciertos vi­ Es posible que la falta de autoridad sos de continuidad dinástica en base a de los últimos monarcas de la dinas­ la existencia de ciertos nombres rea­ tía VI propiciara una situación de les (HAYES, 1946, 1970, 1971) que confusión, agravada por situaciones la tradición ha mantenido. debidas a malas cosechas y hambre La ausencia de documentación ha­ generalizada, a la que pudo llegarse ce de éste un momento histórico con­ tanto por crecidas insuficientes del 8 Aka! Historia del Mundo Antiguo Nilo como por crecidas catastróficas. Fijaos al hijo de un noble no se le No faltan quienes apuntan hipótesis reconoce y el hijo del ama se convier­ sobre un cambio climático que afectó te en hijo de sierva. al Africa Nororiental a finales del Fijaos, el desierto se abate sobre el tercer milenio (BELL, 1971). Pero la país, lo nomos son destruidos y los ausencia de control hidráulico tam­ asiáticos han llegado a Egipto desde bién pudo propiciar desastres agríco­ el exterior. las de proporciones gigantescas para Fijaos. . . ya no hay nadie en nin­ una población acostumbrada a ese gún sitio. (. . control durante cientos de años. De "Las Lamentaciones del sabio Lo que sí es evidente es que Menfis Ipuwer". perdió el dominio del Valle y de los acontecimientos y esta situación es la La situación que se desprende del que ha querido leerse en un texto co­ texto es de anarquía, pero sería exa­ nocido como "Las lamentaciones del gerado atribuirla a revueltas popula­ sabio Ipuwer" Se le conoce por una res o a un proceso revolucionario. copia en papiro no anterior a la dinas­ Ipuwer muestra su desaliento con cier­ tía XIX, escrita por un escriba no to estoicismo de sabio y parece acha­ acostumbrado a la lengua del texto car los males a la presencia de un (DONADONI, 1967). Según GARDI­ monarca débil aunque bien intencio­ NER (1909) su redacción no puede nado. Dado que faltan tanto el co­ ser posterior al período que aquí se mienzo como el final del texto no trata, aunque no han faltado autores puede afirmarse con seguridad si la que lo emplazan en el Segundo Perío­ alocución tiene un destinatario. Al­ do Intermedio (SETERS, 1964). gunos investigadores piensan que el La "Lamentaciones. . . " muestran rey débil es Merenre II, (SPIEGEL, un Egipto descompuesto y en el cual 1950) pero nada hay que lo demues­ el orden natural de las cosas ha sido tre. Hay, eso sí, zonas que se des­ subvertido. El escritor es, indudable­ prenden de la lectura del texto que mente, un hombre de la clase supe­ abogan por suponer un interlocutor rior a quien la situación le produce divino, pues Ipuwer da argumen­ un pesimismo que puede aparecer co­ tos para pensar que la causa de los mo exagerado (HAYES, 1953) pero males viene de la falta de piedad de que proviene de una situación dema­ los reyes, razón por otra parte de su siado patética para ser completamen­ falta de éxito político (KEMP, 1983, te falsa. Para la forma en que está BARTA, 1974). concebido y redactado, que recuerda No puede precisarse cuánto tiempo a ciertos pasajes de la biografía de duró el caos, pero parece razonable Weni, encierra un lirismo evidente, pensar que la monarquía menfita se producto de una situación emocional sostuvo a duras penas, y que el Valle ante la realidad de los hechos: del Nilo sólo conoció la autoridad que pudieran desarrollar los cada vez "Fijaos, el Nilo golpea y no se la­ más independientes gobernadores lo­ bra (la tierra). Cada uno dice: no sa­ cales. bemos lo que nos llegará a través del A juzgar por los nombres que os­ país. Fijaos, las mujeres son estéri­ tentaron los reyes de la dinastía VIII les, ya no se concibe y Khnum no da debieron ser descendientes más o me­ vida (a los hombres) a causa del es­ nos directos de Pepi II y los autores tado del país. Fijaos, los pobres han reconstruyen la sucesión gracias a las llegado a poseer riquezas, y quien no listas de Abydos y Turin (BECKE- tenía ni sandalias es ahora dueño de RATH, 1984). Estos reyes, en número bienes innumerables. . . de unos diecisiete o dieciocho pudie- 9 Egipto durante el Reino Medio MAR MEDITERRÁNEO Samannud , _ . . □ n Tell el-Rubca Abusiru e| Rubcaiyin uK om Aalb- u B<** illOTge ll AtDri b TOel l Baπsta Tell el-Rataba Auslm π Tel1 el-Yahudiya Zawyel el-Aryan, Abu Rawashpp HELIOPOLIS Abu fihnmh—I ~~ ~~~Vl rT~ Saaaarar^ ^ ^ ^ F rM^‘Tura íi-^^B a h sh u r^ ^ad, el-Garawi Widan el-Faras n Maidum Umm el-Sawan Ihnasya el-MedinE^Sldmant el-Gebel Oishashan ' Nazlet Awlad el-Sheikh [ Wa^Kharil OararfiD Wadi el-Sheikh c Wadi Maghara ---------□ el-Kom el-Ahmar Sawaris •η, Hi Gebel el-Teir HnnaLL Zawye, e|-Amwat ÜBeni Hasan i Sheikh Catiya el-SheikhM Seaicrüid^ÿ· i Quseir el-Amarna Dará □i D'eir el-Gabrawl Qj Asyut Hammamiyan-i Qaw el-Kebir ~u Nagcel-Gaziriya Hagarsa q Akhmim / Qendara - el RaqaqnaX-y.—Man~jin,£r el-Mabasn^n rfíy < Wádi^tamama ABYDOS-®¿_0 26 Gebelaw Wadi Atolla Wa-’l-Saiy/d NaqadadO-Quik* Fawakhir Oaçis el-Dakhla D/ac Abu el-NagaÆ el-Tarih^ wSdi Hammamat AmhadaQ- ELBalat Gebeleínffi Rocalla'Q^ r Menih □ el J<ab ^ s Korn el-AhmarCgr" __ \ Edíu TiWueilha Hagar el-Gharb Geoel el-Hammam Qubbe, ol-V#Sehel^1Íe1abnU,iAn9aa9 \ Canteras/ ^ n , de granito uara Canteras de • · · · · curso de agua (Wadi) ----------ruta del desierto o Kulb □ yacimiento ■ capital 0 graffitis Turnas nombre moderno MENFIS nombre clásico BUHEN nombre antiguo Mapa de Egipto al término del Reino Antiguo y durante el Primer Período Intermedio. 10 Aka! Historia del Mundo Antiguo ron recibir sepultura en la zona de los asiáticos y el Medio y Alto Egipto Sakkarah, aunque sólo puede conjetu­ controlado por las aristocracias loca­ rarse por la existencia de Ja pirámide les. de uno de ellos: Aba. La existencia de catorce inscrip­ ciones debidas a varios reyes de esta 2. El período heracleopolitano dinastía, conocidas como los Decre­ y la dinastía XI hasta tos de Koptos, les hace aparecer con Mentuhotep II una cierta autoridad. Efectivamente, estas copias de textos legales infor­ El nomo en el que más rápidamente man sobre nombramientos en cargos se gestó un gobierno fuerte fue Nen- administrativos y eclesiásticos a va­ nesu al sur de Menfis. Lo suficiente­ rios miembros de una familia local, mente lejos para que no le afectaran la del visir Shemay (WEIL , 1912, los disturbios de los asiáticos del Del­ HAYES, 1946), que ostentaba el visi- ta y lo suficientemente cerca para po­ rato del Sur. ¿Podría entenderse ésto der asumir ciertas aptitudes de las como la existencia de un cierto con­ que siempre se contagia todo lo que trol por parte de los reyes de Menfis? está cerca del poder, sobre todo si es­ No necesariamente, sino que es per­ te poder es ejercido durante cientos fectamente posible pensar que los je­ de años. A esta situación hay que fes locales aceptaban una sanción por añadir indudablemente la facilidad de parte de la monarquía "histórica" de acceso de la localidad que luego lla­ Menfis para mejor ejercitar sus situa­ marían Hcracleópolis a la zona de Fa- ciones de hecho. Ahora bien, en todo yum. caso, prueban que seguía funcionan­ Un nomarca, de nombre Meribre do el espíritu de gobierno (KEMP, Khety I (Aktoi o Aktoes según la tra­ 1984) aunque, y por decirlo de algu­ dición griega), asume el poder y esta­ na manera, no el gobierno mismo. blece un control en buena parte del Estos monarcas menfilas son, por Valle que parece que en principio no tanto, débiles imitaciones de aquellos fue discutido. No se sabe de dónde grandes faraones de la dinastía IV. Y procede la información dada por Ma- como herederos suyos gozaban aún netón sobre la tiranía y crueldad de del carisma de una tradición de varios este monarca, pero pudiera tener sim­ siglos. plemente relación con las dificultades Shemay y su hijo Idi recibieron los que hay que suponer acompañaron un títulos de nomarca, gobernador del cambio de dinastía sobre un caos casi Alto Egipto y visir, a pesar de que, generalizado. Tampoco se explica de­ indudablemente, ya gobernaban a su masiado bien la atribución por el antojo en la zona. Esta descompensa­ mismo Manetón de dos dinastías, la da relación de fuerzas entre nomarcas IX y la X, a la citada Heracleópolis y reyes de Menfis propició que deter­ cuando no puede detectarse un corte minados nomos, al frente de los cua­ entre las mismas (REDFORD, 1986). les se alzaron gobernadores fuertes y Muchos autores las consideran como emprendedores, ejercitaran un prota­ una sola y a sus gobernantes una úni­ gonismo que se fue consolidando pau­ ca familia. latinamente y que en algunos casos se Los reyes heracleopolitanos es evi­ convirtió en hegemonía dentro de una dente que se sintieron herederos de la zona determinada. tradición menfita y ello puede consi­ Y así se apagó definitivamente la derarse así, sin más que analizar los monarquía de Menfis, sin poder ejer­ nombres reales utilizados, dentro de la cer un control más allá de los límites misma línea que la casa real de Men­ comarcales, con el Delta ocupado por fis (BECKERATH, 1966). Incluso

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