Pero no me malinterpretes: no soy un monje.
Comprendo la atención y la concentración que hay que tener para seducir a una mujer guapa. Son las mismas habilidades que utilizo para cerrar grandes negocios.
Pero todo eso empieza y acaba en una sola noche. No soy el tipo de tío que manda flores. No soy de los que llama al día siguiente.
O eso pensaba hasta que una guapísima heredera, además de impaciente y mordaz, irrumpió en mi vida.
Cuando Grace Astor pone los ojos en blanco por algo que he dicho, lo que quiero es abrazarla bien fuerte y mostrarle lo que se ha estado perdiendo hasta ahora.
Cuando hace una broma a mi costa, solo quiero cerrarle esa boca descarada con mi lengua.
Y cuando se marcha con un simple adiós justo después de que hayamos follado, lo único que quiero es restregarle en su cara los tres orgasmos que acaba de disfrutar.
Ella será una princesa, pero yo le voy a dejar claro quién manda en este dormitorio de Park Avenue.