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El peregrino querúbico PDF

328 Pages·2005·10.011 MB·Spanish
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El peregrino querúbico Ángelus Silesius Edición de Lluís Duch Alvarez Ediciones Siruela El Árbol del Paraíso Ángelus Silesius peregrino querúbico Edición y traducción de Lluís Duch Alvarez Ediciones Siruela Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. Título original: Der Cherubinische Wandersmann En cubierta: Biblia del Panteón (ca. 1125 1130), Roma, Biblioteca Apostólica Vaticana Colección dirigida por Victoria Cirlot y Amador Vega Diseño gráfico: Gloria Gauger © De la introducción, traducción y notas, Lluís Duch Álvarez © Ediciones Siruela, S. A., 2005 Plaza de Manuel Becerra, 15. «El Pabellón» 28028 Madrid. Tels.: 91 355 57 20 / 91 355 22 02 Fax: 91 355 22 01 [email protected] www.siruela.com Printed and made in Spain índice Introducción Lluís Duch Alvarez 9 El peregrino querúbico Prefacio recordatorio al lector 55 Libro primero 63 Libro segundo 97 Libro tercero 127 Libro cuarto 159 Libro quinto 189 Libro sexto 231 Notas 267 Bibliografía 323 Introducción Los siglos xvi y xvn se caracterizan por profundas convulsiones y gra ves enfrentamientos religioso-políticos, que tuvieron como consecuencia la guerra de los Treinta años (1618-1648). Sobre todo en Centroeuropa, la devastación y la barbarie bélicas provocaron intensísimos sufrimientos a la población y, en algunos casos, despertaron la conciencia de una par te de ésta, que no podía comprender por qué la cuestión confesional ha bía provocado tanta desgracia y destrucción. Con la paz de Westfalia (1648), que ponía término a la guerra, se iniciaba un nuevo período de la historia de Europa; un nuevo período que, por un lado, aceleraría los pro cesos de secularización que, tímidamente, ya se habían iniciado desde ha cía un par de siglos y, por el otro, daría lugar a movimientos de descon- fesionalización de carácter místico, ciertamente minoritarios, en la casi totalidad de las confesiones cristianas.1 El siglo XVII puede ser considera do como el siglo de la gran crisis de la conciencia europea (Gorceix), sobre todo en lo que se refiere a las confesiones cristianas. Leszek Kola- kowski ha designado a los representantes del cristianismo más o menos aconfesional que entonces se impuso en algunos círculos minoritarios con la expresión «cristianos sin Iglesia».2 En el siglo xvn aparecen tres centros importantes de «cristianos sin Iglesia»: los Países Bajos, Francia y Alemania (especialmente Silesia), que poseen caracteres específicos en función de sus respectivas tradiciones re ligiosas y culturales. Nos interesa destacar la respuesta mística del mundo alemán, que en aquel entonces experimentó una «segunda Reforma», la cual, de alguna manera, pretendía corregir y ensanchar el marco de las Reformas protestantes del siglo XVI. Esta «segunda Reforma», de carác ter místico y casi siempre con profundos acentos aconfesionales, resulta incomprensible si no se tiene en cuenta la influencia de las grandes figu ras de la mística alemana medieval, ya que como escribe Gorceix, «la es- 9 cuela dominica de Renania representa la contribución más importante de Alemania y del alemán a la Edad Media religiosa».3 No debe olvidarse, sin embargo, que la mística alemana de la segunda mitad del siglo xvn no se limitó a imitar a los grandes maestros del pasado (Eckhart, Tauler, Suso, Gerson, Herp), sino que brilla con luz propia, de tal manera que Alexandre Koyré, por ejemplo, ha podido escribir en relación a Jacob Bóhme, que es la fuente de un gran río espiritual, que «cambia el curso del misticismo especulativo alemán» y, además, es «un elemento constitu tivo de estos grandes acontecimientos de la historia del pensamiento mo derno, que se llama metafísica alemana, idealismo alemán y romanticis mo alemán».4 En el fondo, tal como afirma Alois M. Haas, «no hay ninguna mística que pueda estar desligada de las estructuras y los conte nidos de la situación religiosa de su tiempo y de su cultura».5 Como apunta Rolf Schónberger, «todos los textos son textos en un contexto». Creemos que un método reduccionista, de acuerdo con el cual los tex tos que se ocupan de la experiencia de lo divino han de ser reducidos a un sustrato invariable, primigenio y experiencial (Erfahrungssubstrat), ja más tendrá posibilidades reales. Por eso se ha de recomendar y promover una investigación contextual de la mística, tal como se practica ejemplar mente en disciplinas afines como, por ejemplo, la teología fundamental.6 Al mismo tiempo conviene subrayar que la discusión secular sobre si en la lectura de los textos místicos debe otorgarse la primacía al intelecto o a la voluntad, Silesius, en el prefacio de El peregrino, la resuelve así: «Puedes considerarte feliz si te dejas prender por ambos [intelecto y vo luntad] y, todavía en el cuerpo, o bien ardes en el amor celestial como un serafín, o bien mantienes los ojos fijos contemplando a Dios como un querubín».7 En este juicio, Silesius no es original. En pleno siglo xv, Enrique Herp (ca. 1400-1477) escribía: Necesitamos dos cosas para andar perfectamente por el camino de la vida contemplativa. Los dos pies espirituales son discurrir y amar. Ambos necesitan marchar a la par para internarse por la senda secreta de la contemplación. De otro modo, el entendimiento sin el afecto amoroso es cojo, no puede avanzar; el afec to sin el entendimiento es ciego, ignora el camino y lo pierde. Así, pues, es ne cesario que el entendimiento muestre el camino a la voluntad y ésta lleve sobre sus alas al entendimiento.8 10 Como todos los místicos, Scheffler es, al mismo tiempo, prisionero del lenguaje (de su lenguaje) y transgresor del mismo. Como afirma Josef Sudbrack, «con la ayuda de tautologías y paradojas, [el místico de Silesia] obliga el lenguaje a ser "más que lenguaje". Muestra que la fuerza del lenguaje es mayor que su contenido informativo de carácter gramático- sintáctico, que el lenguaje remite a la individualidad del hablante y, de es ta manera, remite a algo situado más allá de él mismo y de sus informa ciones, hacia lo que la religión y la filosofía acostumbran a designar con el nombre de trascendencia».9 A continuación nos proponemos ofrecer algunos rasgos característicos de una de las personalidades más egregias de la mística alemana del siglo XVII: Johannes Scheffler, más conocido con el nombre de Ángelus Silesius. I. Esbozo biográfico Alois M. Haas ha manifestado que Johannes Scheffler es el escritor más importante del siglo xvn alemán. Lo mismo afirma Marian Szyrocki en su notable estudio sobre la literatura alemana del Barroco.1" Jean Guitton no dudó en calificar a Silesius de maítre a penser, sibyllin prophéte y de diamante." Por eso no puede causar extrañeza que la bibliografía si- lesiana sea la más rica de los místicos del siglo xvn alemán.'2 Resulta evi dente que la vida de este hombre estuvo marcada por graves conflictos de todo orden: caracterológicos, religioso-confesionales, políticos y sociales, lo cual, si cabe, dificulta aún más la interpretación de su personalidad y de su obra. Creemos, sin embargo, que todo escrito, sea místico o no, siempre tiene algo, a menudo mucho, de confesión autobiográfica y de juicio sobre el propio tiempo. En el seno de una familia luterana, el 25 de diciembre de 1624, nacía en Breslau, capital de Silesia, hijo de Stenzel (Estanislao) Scheffler (1562- 1637), señor de Borowicze, el cual, según parece por motivos religiosos, había emigrado en 1618 de Polonia a la capital silesiana. El 20 de febrero de 1624 se casó con Maria Magdalena Hennemann, treinta y ocho años más joven que él, de la que tuvo tres hijos: Johannes, Maria y Christian.'3 Falleció en 1637 y su esposa Maria, el 27 de mayo de 1639. Entre 1639 y 1643, Johannes Scheffler estudió en el prestigioso gimna sio luterano de Santa Isabel de Breslau (Elisabethanum), en donde experi- 11

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