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El palacio del amor PDF

179 Pages·1966·0.81 MB·Spanish
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EL PALACIO DEL AMOR Los príncipes demonio Nº3 La educación de Kirth Gersen ha hecho de él un maestro en todas las formas conocidas de lucha y asesinato, preparado para enfrentarse a los criminales más peligrosos de la galaxia. Su vida tiene un único objetivo: dar muerte a los Príncipes Demonio que en su infancia exterminaron a todos los habitantes del poblado donde vivía. Kirth Gersen tiene tan sólo una lista de nombres temidos en todos los mundos conocidos; su objetivo es poner fin a sus vidas, sin importar cuánto sufran en el proceso. Viole Falushe. Era de origen terrestre y estaba obsesionado en conseguir el amor de una mujer que le rechazó en su juventud. En realidad odiaba desapasionadamente a todas las mujeres y su Palacio del Amor había adquirido una fama legendaria. Kirth Gersen rastreó todos los datos que se conocían de su infancia hasta verse invitado como huesped del Palacio del Amor. Título Original: The Palace of Love ©1966, Vance, Jack Traductor: Murillo, Eduardo G. Editorial: Martínez Roca ISBN: 9788427012219 Corregido: Silicon, 16/09/2010 1 Capítulo Del Manual Popular de los Planetas, 348 ed. 1525: «Sarkovy: único planeta de Phi Ophiuchi. Constantes planetarias: diámetro, 15.000 kilómetros; día sideral, 37,2 horas; masa, 1,40, gravedad, 0,98... »Sarkovy es húmedo y nuboso; por ser el eje perpendicular al plano orbital no experimenta cambios de estaciones. »La superficie carece de contrastes fisiográficos. El paisaje se caracteriza por las estepas: Estepa de Hopman, Estepa de Gorobundur, la Gran Estepa Negra y otras... Los sarkoy extraen y destilan de su abundante flora los venenos que les han hecho famosos. »La población es esencialmente nómada, aunque algunas tribus, conocidas como los Merodeadores Nocturnos, viven en los bosques (para una información más detallada sobre las espantosas costumbres de los sarkoy, consúltese la Enciclopedia de Sociología y Los hábitos sexuales de los sarkoy, de B. A. Edgar). »Al frente del panteón sarkoy está Godogma, que porta una flor y un mayal y camina sobre ruedas. En todas las estepas de Sarkovy se pueden encontrar altas estacas coronadas por ruedas erigidas en honor a Godogma, el Señor del Destino.» Crónica aparecida en el Rigellian Journal, Avente, Alphanor: «Paing, Godoland, Sarkovy, a 12 de julio: »Así como Claris Adam fue ejecutada por seducir a William Wales; así como el Abbatram de Parrifile fue liquidado por oler demasiado fuerte; así como el diácono Fitzbali de Shaker City fue inmolado por exceso de celo; hoy nos informan desde Sarkovy que el Maestro Envenenador Kakarsis Asm debe —cooperar con la cofradía— por vender veneno. »Las circunstancias, por supuesto, no son tan simples. El cliente de Asm, un asesino nada vulgar, era Viole Falushe, uno de los Príncipes Demonio. El delito no consistió en “comerciar con un notorio criminal” o en “traicionar los secretos de la cofradía”, sino concretamente en “vender veneno con descuento”. »Kakarsis Asm debe morir. »¿Cómo? ¿No lo adivinan?» Cuanto más viajaba Alusz Iphigenia en compañía de Kirth Gersen, menos segura estaba de comprender su personalidad. Sus costumbres le intrigaban; su comportamiento era una constante fuente de recelos. Su modestia, su curiosa tendencia a quedarse en la sombra... ¿se debían a la timidez o a un cinismo inmoderado? Su extremada corrección... ¿era algo más que un siniestro camuflaje? Pensamientos similares rondaban por su mente con tanta frecuencia que de nada servía rechazarlos con determinación. En una ocasión —la fecha fue el 22 de julio de 1526— se sentaron en la Explanada de Avente, frente a la Gran Rotonda; Gersen trató de explicar las obvias contradicciones de su carácter. —En realidad, no hay ningún misterio. He sido entrenado para una misión muy concreta. Es todo cuanto sé. Cumplo la misión para justificar el entrenamiento, para llenar de significado mi vida. Es así de sencillo. Alusz Iphigenia conocía en líneas generales el pasado de Gersen. Los cinco Príncipes Demonio se habían unido para perpetrar el histórico ataque a Monte Agradable, matando o esclavizando a cinco mil hombres y mujeres. Rolf Gersen y su nieto se contaban entre los escasos supervivientes. Alusz Iphigenia comprendía que experiencias de ese tipo podían alterar la vida de cualquiera; ella misma había conocido la tragedia y el horror. —Pero no he cambiado —dijo a Gersen con la mayor firmeza—. No guardo odio ni rencor. —Mi abuelo sí lo hizo —expresó Gersen con cierta ironía—. En mi opinión, el odio es abstracto. —¿Eres, por lo tanto, un mecanismo? ¡Carece de sentido ser el instrumento de un odio ajeno! —Eso no es del todo cierto. Mi abuelo me adiestró, y se lo agradezco. Sin sus consejos ya estaría muerto. —¡Debe de haber sido un hombre terrible para deformar así la mente de un niño! —Fue un hombre muy abnegado. Me quiso y asumió que yo compartiera su abnegación. Lo hice y lo hago. —¿Y qué hay del futuro? ¿Sólo es venganza lo que esperas de la vida? —¿Venganza? Creo que no. Sólo tengo una vida y sé lo que deseo conseguir. —¿Nunca has pensado en lograr los mismos objetivos mediante una agencia de la ley? ¿No sería mejor? —No hay ninguna agencia de la ley. Sólo la PCI, que no es del todo eficaz. —¿Y por qué no llevar las pruebas a la gente del Grupo y de los otros mundos importantes? ¿No sería mejor que ir matando gente con tus propias manos? Tienes el valor necesario y dinero suficiente. Gersen no encontró argumentos racionales en contra. —No es mi estilo. Trabajo mejor en solitario. —¡Podrías aprender! —Si me enredara en palabrerías y arengas no lograría aclararme. Todo sería en vano. Alusz Iphigenia se puso en pie, paseó hasta la balaustrada y se acodó para contemplar el Océano Taumatúrgico. Gersen estudió su delicado y bien dibujado perfil, su postura altiva, como si nunca antes hubiera reparado en esos detalles. Se acercaba el momento en que debería separarse de ella; lo único natural, fresco y sencillo de su vida se perdería en el instante de la despedida. La brisa agitó los cabellos de la muchacha; tenía la vista clavada en las aguas azules, en los reflejos y dibujos que producía la luz de Rígel. Gersen suspiró, cogió un periódico y hojeó distraídamente la primera plana. COSMÓLOGO ASESINADO Un hircano mayor ataca un campamento Gersen leyó el texto: Trovenei, Frigia, 21 de julio: Johan Strub, defensor de la teoría de la captura estelar, que atribuye a los Mundos del Grupo un parentesco primitivo con Blue Companion, fue atacado ayer por un hircano mayor, muriendo casi en el acto. El doctor Strub y otros miembros de su familia estaban explorando las Montañas Midas de la Frigia alta, y cruzaron inadvertidamente los dominios de una bestia real. Antes de que sus acompañantes pudieran matar al ogro de dos metros y medio, el doctor Strub sufrió heridas fatales. El doctor Strub adquirió notoriedad por sus esfuerzos para probar que Blue Companion y los veintiséis mundos del Grupo fueron al principio un sistema independiente sujeto a la influencia de Rígel. Esta circunstancia explicaría la disparidad de edades entre los mundos del Grupo y Rígel, una estrella más joven en comparación... Gersen levantó la vista. Alusz Iphigenia no se había movido. Continuó leyendo: LA REVISTA COSMOPOLIS A PUNTO DE SER VENDIDA La antigua y famosa publicación se enfrenta a la extinción. Los directores queman sus últimos cartuchos para salvarla. Londres, Inglaterra, La Tierra, 25 de junio: La antigua firma Radian Publishing Company solicitó hoy un préstamo extraordinario para paliar el déficit crónico anual que sufre Cosmópolis, la revista de 792 años de edad dedicada a la vida y los asuntos del universo civilizado. Sherman Zugweil, presidente de la Junta Directiva de Radian, admitió que la crisis era inminente, pero se mostró confiado en afrontarla y seguir manteniendo en circulación la valerosa y antigua publicación durante otros ochocientos años más... Alusz Iphigenia había variado de postura. Inclinada sobre la balaustrada, con el mentón apoyado en las manos, estudiaba el horizonte. Una súbita ternura invadió a Gersen al contemplar los suaves contornos. Ahora era un hombre rico, podrían vivir una vida maravillosamente cómoda y placentera... Gersen soñó despierto un minuto, luego se encogió de hombros y volvió su atención al periódico. MAESTRO ENVENENADOR DE SARKOVY CONDENADO A MUERTE. LAS LEYES DE LA COFRADÌA VIOLADAS Paing, Godoland, Sarkovy, 12 de julio: Así como Claris Adam fue ejecutada... Alusz Iphigenia miró por encima del hombro. Gersen leía el periódico completamente abstraído. Se dio la vuelta encolerizada. Pues sí que tenía sangre fría. Mientras ella se debatía en un mar de dudas, Gersen leía el periódico: ¡un acto de conspicua insensibilidad! Gersen levantó los ojos y sonrió. Su humor había experimentado una transformación. Había vuelto a la vida. La furia de Alusz Iphigenia se atenuó. Jamás llegaría a comprender a Gersen. Tanto si era más sutil que ella como muchísimo más primario, nunca sabría a qué atenerse. Gersen se levantó. —Nos vamos de viaje. Atravesaremos el espacio en dirección a Ophiuchus. ¿Estás dispuesta? —¿Dispuesta? ¿Quieres decir ahora? —Sí, ahora. ¿Porqué no? —Porque... Sí, estoy dispuesta. Dentro de dos horas. —Llamaré al espaciopuerto. 2 Capítulo La Corporación de Astronaves Distis fabricaba diecinueve modelos distintos, desde una versión de la 9-B al espléndido Distis Imperatrix, de casco negro y dorado. Con los fondos obtenidos de su legendaria estafa a Intercambio. Gersen compró un Pharaon, una espaciosa nave equipada con artilugios tales como un control atmosférico automático, que iba alterando gradualmente, en el curso del viaje, la presión del aire y la composición para equilibrarlas con las de destino. Rígel y el Grupo quedaron atrás. Delante se extendía una oscuridad tachonada de estrellas. Alusz Iphigenia examinaba la Agenda Estelar con el ceño fruncido. —Ophiuchus no es una estrella, sino un sector. ¿Adónde vamos? —El sol es Phi Ophiuchi... el planeta es Sarkovy. —¿Sarkovy? —Alusz Iphigenia alzó la vista al instante—. ¿No es el lugar de donde proceden los venenos? —Los sarkoy son envenenadores, no cabe la menor duda —asintió Gersen. Alusz Iphigenia miró por la escotilla delantera, indecisa. La impaciencia de Gersen por abandonar Alphanor la había asombrado. Había atribuido a una súbita determinación la alteración de sus costumbres; ahora ya no estaba tan segura. Abrió el Manual de los Planetas y leyó el artículo sobre Sarkovy. Gersen, de pie junto al botiquín, preparaba una vacuna contra los posibles sueros, virus y bacilos nocivos de Sarkovy. —¿Por qué vamos a ese planeta? —preguntó Alusz Iphigenia—. Parece un sitio muy desagradable. —Quiero hablar con alguien —dijo Gersen con voz tranquila. Le alargó una copa—. Bebe esto; te ahorrarás urticaria e infecciones. En Sarkovy no existían las formalidades. Gersen tomó tierra en el espaciopuerto de Paing, lo más cerca posible de la terminal, una estructura de madera barnizada. Un empleado les inscribió como visitantes, y enseguida fueron asediados por una docena de individuos vestidos con trajes marrón oscuro con el cuello y los puños de piel de cerdo. Cada uno se proclamaba el más avezado guía y conocedor de la región. —¿Qué desean, señor, señora? ¿Una visita al pueblo? Soy un cacique... —Si es el deporte del harbite lo que buscan, sé de tres excelente bestias en furiosas condiciones. —Venenos por un trago o una libra. Garantizo potencia y precisión ¡Confíen en mí para sus venenos! Gersen examinó las caras una a una. Algunos de los hombres llevaban una cruz de Malta tatuada en la mejilla; uno de ellos exhibía dos. —¿Su nombre? —le preguntó Gersen. —Soy Edelrod. Conozco la ciencia de Sarkovy, su fama... historia extraordinarias. Haré que su visita se convierta en un deleite, un período de edificación... —Veo que es usted un envenenador de categoría inferior. —Es cierto. —Edelrod pareció un poco alicaído—. ¿Ha visitado nuestro mundo en ocasiones anteriores? —Durante un breve período. —¿Viene para ampliar sus colecciones? Tenga por seguro, señor, que le guiaré hasta las más fascinantes gangas, auténticas novedades. —¿Conoce al Maestro Kakarsis Asm? —preguntó Gersen en voz baja. —Sí. Está condenado a cooperación. —Entonces, ¿aún no ha muerto? —Mañana por la noche. —Bien. Alquilaré sus servicios, siempre que la tarifa no sea exorbitante. —Le cederé mis conocimientos, mi amistad, mi protección: todo por cincuenta UCL al día. —De acuerdo. Nuestro primer deseo es que nos conduzca hasta la posada. —Al instante. Edeirod llamó a un desvencijado carricoche. Subieron y traquetearon hasta la Posada del Veneno, un edificio de tres pisos con paredes de madera y un tejado rematado por doce conos recubiertos de cristal verde. El gran vestíbulo desplegaba una grandeza de ruda magnificencia. Cubrían el suelo alfombras tejidas a mano en colores negro, blanco y escarlata; a lo largo de la pared se alineaban pilastras esculpidas en forma de figuras humanas de talle esbelto y rostros enjutos; de las vigas del techo colgaban plantas de hojas verdes y flores purpúreas. Ventanas de diez metros de altura se abrían sobre la Estepa de Gorobundur; al oeste se veía un pantano verdinegro, y al este un bosque sombrío. El comedor era una inmensa sala provista de mesas, sillas y aparadores de maciza madera negra. Alusz Iphigenia respiró aliviada cuando comprobó que los cocineros eran extranjeros, y que ofrecían seis variedades de cocina. Sin embargo, desconfiaba de la comida. —No me extrañaría que estuviera sazonada con alguna horrible droga. —No malgastarían un buen veneno con nosotros —la tranquilizó Gersen—. Esto es pan al estilo nómada, las cositas negras son bayas de junco, y aquello una especie de estofado o gulash. —Lo probó—. He conocido cosas peores. Alusz Iphigenia consumió con aspecto abatido las bayas de junco, que tenían un sabor a humedad muy característico. —¿Cuánto tiempo piensas pasar aquí? —preguntó. —Un par de días, según como vayan las cosas. —Ya sé que tus negocios son problema tuyo, pero siento cierta curiosidad... —No existe ningún misterio. Quiero sonsacar una información a un hombre que va a morir pronto. —Ya entiendo —respondió Alusz Iphigenia, aunque estaba claro su poco interés por los planes de Gersen. Permaneció en el vestíbulo mientras Gersen interrogaba a Edelrod. —Me gustaría hablar con Kakarsis Asm. ¿Sería posible concertar una cita? —Un asunto delicado. —Edelrod se estiró su larga nariz—. Debe cooperar con la cofradía, lo que significa que, por motivos obvios, se le vigilará estrechamente. Claro que puedo intentarlo. ¿Representan los gastos un factor crítico? —Por supuesto. Espero no ingresar más de cincuenta UCL en la tesorería de la cofradía; otras cincuenta para el Gran Maestre y tal vez veinte o treinta para usted. Edelrod se pellizcó los labios. Era un hombre rollizo, de edad incierta y una abundante mata de lacio pelo negro. —Su generosidad no es demasiado espléndida. La gente de Sarkovy aprecia por encima de todo la liberalidad sin límites. —Si no he entendido mal, le ha sorprendido el dinero que tengo la intención de gastar. Las cantidades que mencioné son las máximas, de modo que si no logra solventar los trámites con estas tarifas, tendré que buscar otra persona. —Haré todo lo que pueda —contestó Edelrod abatido—. Espere en el vestíbulo, por favor, haré algunas llamadas.

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