Entre los clérigos en ocupar el cargo de Obispo de Honduras en el período colonial, pocos tuvieron una carrera tan extensa y provechosa como Antonio López Guadalupe; fue lector de teología en Guadalajara, realizó una entrada a territorio salvaje en las montañas del Nayarit, fue una voz activa en las políticas del Capítulo General de la Orden de San Francisco, luego nombrado Comisario General de Indias y, por su buen desempeño, ascendido a administrar todas las misiones franciscanas a escala global, pasando después a ser ayudante del Sacro Solio pontificio del Papa Benedicto XIII, quien lo nombró Obispo de Honduras. Desde este último cargo erigió una serie de edificaciones que permanecen en pie hasta el día de hoy. A pesar de tan egregia carrera, hasta el momento no se ha escrito una biografía de toda la trayectoria del padre López. En este artículo se busca cubrir este vacío historiográfico exponiéndose la vida del clérigo en su contexto histórico. Para la reconstrucción narrativa se han utilizada fuentes contemporáneas, incluyendo registros del Archivo General de Indias y de la “Gazeta de México”, además de libros religiosos del siglo XVIII.