sociología y política traducción de BERTHA RUIZ DE LA CONCHA EL NUEVO HUMANISMO MILITAR Las lecciones de Kosovo por NOAM CHOMSKY portada de marina garone primera edición en español, 2002 © siglo xxi editores, s.a. de c.v. isbn 968-23-2368-1 primera edición en inglés, 1999 © 1999 by noam chomsky. all rights reserved. originally published in english as the new military humanism: lessons from kosovo by common courage press, p. o. box 702, monroe, me 04951, usa derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico / printed and made in mexico 1. “EN NOMBRE DE LOS PRINCIPIOS Y VALORES”* La crisis en Kosovo exacerbó la pasión y la exaltación visionaria de una manera pocas veces vista. Los acontecimientos se describen como “un parteaguas en las relaciones internacionales”, que abre el telón a un escenario de la historia mundial sin precedentes, una nueva época de rectitud moral bajo la guía de un “Nuevo Mundo idealista, empeñado en terminar con la deshumanización”.1 Este Nuevo Humanismo, que coincide de manera fortuita con el nuevo milenio, desplazará la insensata y mezquina política de un pasado maldito. Se forjan nuevos conceptos de un orden mundial —entrelazados con motivadoras lecciones sobre las relaciones humanas y la sociedad global— que destituirán a las decadentes instituciones del orden mundial que han comprobado su “rotundo fracaso”, y que deberán descartarse, por lo tanto, en favor de ideas que se apartan de manera “innovadora pero justificable” de las normas anteriores. La utopía de las generaciones previas, merecedora del ridículo, será suplantada por una visión genuina, y genuinamente inspiradora. Si este panorama es cierto, si contiene tan sólo un ápice de verdad, entonces nos aguardan perspectivas portentosas, pues tendremos a mano los recursos materiales e intelectuales que nos servirán para superar horrendas tragedias con un costo muy bajo, tan sólo con un poco de buena voluntad. No se requiere demasiada imaginación o conocimientos para reunir una lista con todas las posibles tareas por realizar que aportarían enormes beneficios a aquellos que sufren. En particular, crímenes de naturaleza y escala como los ocurridos en Kosovo —que abundan— podrían superarse o, al menos, aliviarse significativamente, con una fracción del esfuerzo y celo volcados en la causa que consumió a los poderes occidentales y a su respectiva cultura intelectual en los inicios de 1999. * Parte del material publicado en este libro apareció en diversos artículos en Estados Unidos y en otros países durante 1999. Quisiera expresar mi especial agra- decimiento a Sanjoy Mahajan, David Peterson y Knut Rognes por sus sugerencias y apoyo. 1 Mencionaré las fuentes dentro del contexto. [7] 8 NOAM CHOMSKY Por diversas razones, deberíamos entonces tratar de identificar estas tareas y problemas y concederles la mayor atención. Si el elevado espíritu de la liberación de Kosovo tiene al menos rastros de auten- ticidad, si por fin los líderes actúan “en nombre de los principios y valores” verdaderamente humanos, como proclamó con toda convicción Vaclav Havel, entonces habrá oportunidad de incluir pro- blemas críticos en la agenda de la acción práctica e inmediata. Incluso si la realidad se quedara corta frente al halagador autorretrato, el esfuerzo tiene al menos el mérito de dirigir la atención a lo que debe- rían hacer aquellos que consideran el discurso pulido como algo más que un oportunismo cínico. Tratemos, entonces, de repasar y comprender qué sucedió, cómo y por qué se describe de la manera que hemos visto, y qué nuevos derroteros pueden tomarse fácilmente aplicando los “principios y valores universales adoptados por la Unión Europea y los líderes de la OTAN”, así como por los comentaristas que les aplauden. Si bien el rango es demasiado vasto para analizarlo con seriedad, trataremos de apegarnos a casos muy similares en aspectos esenciales a la tra- gedia que provocó tan intensa conmoción y compromiso en los primeros meses de 1999. Además de servir como una prueba válida del Nuevo Humanismo en su propio terreno, estos casos tienen un valor y significación intrínsecos, por lo menos de acuerdo con las normas morales elementales. Con el propósito de evitar malos entendidos, mi interés no radica en participar en el debate sobre lo que debería, o debió, hacerse en Kosovo, salvo de manera tangencial. Más bien pretendo analizar el marco en que ocurrieron los acontecimientos, con su terrible saldo de vidas humanas, y considerar las posibles implicaciones de lo suce- dido, así como su descripción e interpretación. Para ello se requiere un viraje violento de la concentración absoluta de los pasados meses en un rincón de los agitados Balcanes, que ha desplazado otros pro- blemas de no poco peso. No obstante, el viraje se limitará en esta ocasión a una categoría estrecha de tareas y problemas similares, aunque debería extenderse aún más. El 24 de marzo, las fuerzas de la OTAN, encabezadas por Estados Unidos, lanzaron misiles y bombas a diversos blancos en la República Federal de Yugoslavia (RFY),2 “sumergiendo a Estados Unidos en un 2 La RFY está formada por Serbia y Montenegro. Las autoridades de la OTAN y de la RFY concuerdan en que Kosovo es una provincia de la RFY, una parte de Serbia de “EN NOMBRE DE LOS PRINCIPIOS Y VALORES” 9 conflicto militar que el presidente Clinton consideró necesario para detener la limpieza étnica y devolver la estabilidad a Europa oriental”, informaron los principales artículos en la prensa. Al bombardear a la RFY, anunciaba Clinton al país, “enaltecemos nuestros valores, protegemos nuestros intereses y propiciamos la causa de la paz”. “No podemos responder a estas tragedias en todos los países, pero cuando el conflicto étnico se convierte en limpieza étnica y nosotros podemos tener injerencia, debemos intentarlo, y éste es claramente el caso en Kosovo”. “Si hubiésemos titubeado” —afirma en el discur- so que lleva por título “Una guerra justa y necesaria”—, “el resultado habría sido un desastre moral y estratégico. Los kosovares albaneses se habrían quedado sin patria, atenidos a vivir en condiciones difíci- les en los países más pobres de Europa...”, un destino que Estados Unidos no puede tolerar para aquellos que sufren. Por su parte, la secretaria de estado, Madeleine Albright, ya había dado la señal de alarma, al declarar el 1 de febrero que “es inaceptable, es imposible tolerar esta bárbara limpieza étnica en pleno 1999. En última instancia, es mucho mejor que las democracias se opongan a este tipo de males”.3 Los aliados europeos de Clinton estuvieron de acuerdo. Bajo el titular de “Una nueva generación pinta la raya”, el primer ministro británico Tony Blair declaró que éste era un nuevo tipo de guerra, en la que se luchaba “por valores”, por “un nuevo internacionalismo donde no se tolerará la represión brutal de grupos étnicos íntegros”, “por un mundo donde los responsables de tales crímenes no en- cuentren dónde ocultarse.” “Luchamos por un mundo en el cual los dictadores ya no puedan infligir castigos horrendos a su pueblo para mantenerse en el poder.” Estamos entrando en un “nuevo milenio, donde los dictadores saben que no pueden realizar una limpieza estatus ambiguo, sobre lo cual hablaremos más adelante. Desde hace muchos años, la mayoría albanesa ha manifestado su deseo de independencia. La palabra albanesa para la región es “Kosova”, aunque yo utilizaré el término como lo hacen el gobierno estadounidense y otras potencias de la OTAN, que es el uso internacional. Cabría argumentar si este uso es correcto o incorrecto, y la cuestión está relacionada con el fondo del conflicto. Por lo general, “kosovares” se refiere a los kosovares albaneses, aunque yo utilizaré el término más explícito de “albaneses de Kosovo” o “albano- kosovares”. Debo aclarar que ningún uso deja de tener connotaciones engañosas. 3 Ann Scales y Louise Palmer, Kevin Cullen, BG, 25 de marzo; William Jefferson Clinton, NYT, 23 de mayo de 1999. Albright citada en la retrospectiva de Barton Gellman, “The Path to Crisis: How the United States and Its Allies Went to War, aparecida en el WP; The Battle for Kosovo, A Defining Atrocity Set Wheels in Motion”, International Herald Tribune, 23 de abril de 1999. 10 NOAM CHOMSKY étnica o reprimir a su pueblo impunemente”. El ministro alemán de relaciones exteriores, Joschka Fischer, “se convirtió en un abogado de lo que Ulrich Beck, un intelectual alemán, ha denominado ‘el Nuevo Humanismo militar de la OTAN: la idea, defendida por la se- cretaria de estado Madeleine K. Albright, de que la defensa de los derechos humanos es una especie de misión”.4 Los intelectuales y estudiosos del derecho saludaron el “Nuevo Intervencionismo” y proclamaron una nueva era en los asuntos internacionales, en la cual “estados ilustrados” podrían al fin recurrir a la fuerza cuando “lo consideren justo”, descartando las “antiguas reglas restrictivas” y obedeciendo “la moderna noción de justicia” que sustentan. “La crisis en Kosovo ilustra... la nueva voluntad de Estados Unidos de hacer lo que considera correcto, al margen de la legislación internacional.”5 Ya liberados de los grilletes de la guerra fría y las anticuadas restricciones del orden mundial, los estados ilustrados pueden dedicarse con todo vigor a la misión de enarbolar los derechos humanos y llevar la justicia y la libertad a todos los pueblos que sufren, incluso por la fuerza, si fuese necesario. Los estados ilustrados son Estados Unidos y su socio británico, aunque quizá también otros que integran su lista de cruzados por la justicia y los derechos humanos. Sólo “los provocadores, los indolentes y los villanos”, esos elementos “discordantes” del mundo, se oponen a esta misión.6 Tal parece que el rango de ilustrado se confiere por definición, y vano será buscar evidencia o argumento creíble que sustente la distinción crítica entre ilustrado y discordante, que se- guramente no proviene de la historia. En cualquier caso, la historia resulta irrelevante frente a la conocida doctrina del “cambio de curso”, que afirma que si bien en el pasado pecaron de ligereza o de infor- mación deficiente, ahora regresan al camino tradicional de la rectitud. Analizar los antecedentes no es más que “ladridos e invectivas en contra de lo que a través de la historia ha sido la malhadada política exterior de Washington”; de ahí que resulte “fácil de ignorar”, según nos indica uno de los más prominentes académicos/apologistas de las “normas emergentes”.7 Por consiguiente, no tiene caso preguntar 4 Blair, Newsweek, 19 de abril; Roger Cohen, NYT, 16 de mayo de 1999. 5 Michael Glennon, profesor de leyes de la Universidad de California, “The New Interventionism”, Foreign Affairs, mayo/junio de 1999, artículo principal. 6 Ibid. 7 Thomas Weiss, Boston Review, febrero/marzo de 1994. “EN NOMBRE DE LOS PRINCIPIOS Y VALORES” 11 qué podría aprenderse de las trilladas historias del pasado, aun cuan- do la estructura decisoria y su base institucional permanezcan intactas e inmutables. El 3 de junio, la OTAN y Serbia llegaron a un acuerdo de paz. Estados Unidos declaró triunfalmente la victoria, al concluir con éxito la “lucha de diez semanas para obligar al señor Milosevic a rendirse”. La victoria, aunque no aún la paz: el puño de hierro permanece en alto hasta que los victoriosos decidan que se ha acatado su inter- pretación del acuerdo de paz. El experto en asuntos mundiales Thomas Friedman, del New York Times, articuló un amplio consenso: “Desde el inicio, el problema de Kosovo ha girado en torno a cuál debería ser nuestra reacción frente a cosas inadecuadas en lugares sin importancia.” Los estados ilustrados inician el nuevo milenio con una respuesta a esta pregunta crítica de la era moderna, conforme al principio moral de que “una vez que comenzó la expulsión de refu- giados, ignorar a Kosovo habría sido un error... y, por lo tanto, iniciar una enorme guerra aérea dirigida a un objetivo limitado era lo único sensato”.8 Un análisis de los tiempos nos indica que este conocido discurso difícilmente se sostiene, pues la “enorme guerra aérea” se inició inopinadamente antes de que “comenzara la expulsión de refugiados” en un nuevo nivel, lo cual dio como resultado una rápida y extensa escalada de expulsiones y otras atrocidades, hechos ampliamente documentados en el periódico para el que colabora Friedman así como en otros medios. Por lo menos esto se reconoce, y sólo puede negarse si se adopta la postura de “ignorancia intencional”, frase acuñada por el abogado del “nuevo internacionalismo” antes men- cionado, en un incisivo informe que escribió en coautoría sobre las atrocidades de las fuerzas mercenarias de Estados Unidos y la reacción del Departamento de Estado.9 Esta ignorancia intencional tiene antecedentes diversos: uno de ellos lo encontramos en el prefacio de la obra clásica de George Orwell, Rebelión en la granja, donde describe cómo en las sociedades 8 Friedman, “Foreign Affairs”, NYT, 4 de junio de 1999. 9 Donald Fox y Michael J. Glennon, “Report to the International Human Rights Law Group and the Washington Office on Latin America”, Washington, D.C., abril de 1985, p. 21. Véase también Glennon, “Terrorism and ‘intentional ignorance’”, Christian Science Monitor, 20 de marzo de 1986. El informe fue tratado con ignorancia intencional. Véase mi libro Necessary Illusions, South End, 1989, p. 78.
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