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El nacionalismo cosmopolita PDF

351 Pages·2001·6.369 MB·Spanish
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Meloc uFsltóormeze rJ a4i5ro7 8A5n4t oatn 2i4o05 1<758ja-50i4r8o-.2ex3e 0c3u:t2e9d:@18g m+0a2il0.c0om> El nacionalismo cosmopolita La referencia a Europa en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900 Frédéric Martínez Editor: Institut français d’études andines Año de edición: 2001 Edición impresa Publicación en OpenEdition Books: 19 ISBN: 9789586640916 septiembre 2014 Número de páginas: 580 Colección: Travaux de l’IFÉA ISBN electrónico: 9782821845619 http://books.openedition.org Referencia electrónica MARTÍNEZ, Frédéric. El nacionalismo cosmopolita: La referencia a Europa en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900. Nueva edición [en línea]. Lima: Institut français d’études andines, 2001 (generado el 03 noviembre 2014). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/ifea/2819>. ISBN: 9782821845619. Este documento fue generado automáticamente el 3 noviembre 2014. Está derivado de une digitalización por un reconocimiento óptico de caracteres. © Institut français d’études andines, 2001 Condiciones de uso: http://www.openedition.org/6540 Meloc uFsltóormeze rJ a4i5ro7 8A5n4t oatn 2i4o05 1<758ja-50i4r8o-.2ex3e 0c3u:t2e9d:@18g m+0a2il0.c0om> 1 El «espíritu de imitación» fue,durante mucho tiempo, la razón invocada para explicar por qué los hispanoamericanos se referían tanto a Europa en su labor de construir nuevas naciones. Pese a ser inicialmente un discurso etnocéntrico de los europeos, asombrados por la habilidad de los «bárbaros» latinoamericanos en «copiar» sus formas políticas, el discurso de la «imitación» tuvo gran fortuna en América Latina. Lo adoptaron los actores políticos que buscaban fundar su legitimidad en una supuesta «autenticidad», fueran conservadores o revolucionarios, porque les ofrecía una retórica eficaz para desacreditar a sus adversarios, al criticarlos ante la opinión pública como «serviles imitadores» de modelos «foráneos». Este libro muestra, al contrario, cómo las referencias europeas, incluso en la «aislada» Colombia decimonónica, pueblan la imaginación política nacional no como algo ajeno, sino como algo propio; cómo todos los actores políticos, - liberales o conservadores, «pueblo» o « elites» - , lejos de «imitar», recrean e instrumentalizan las representaciones de Europa que convienen a su estrategia política; y cómo es el encuentro con la mirada inferiorizante de los europeos, lo que empuja finalmente a los cosmopolitas constructores de la nación a crear una ideología nacionalista que postula el rechazo - retórico, cuando m e n o s- de las «influencias exteriores». El nacionalismo cosmopolita, porque desmonta los mitos ambiguos de la imitación y de la autenticidad, propone una lectura profundamente renovada del proceso de construcción nacional en el siglo XIX colombiano. Meloc uFsltóormeze rJ a4i5ro7 8A5n4t oatn 2i4o05 1<758ja-50i4r8o-.2ex3e 0c3u:t2e9d:@18g m+0a2il0.c0om> 2 ÍNDICE Prólogo Marco Palacios Agradecimientos Abreviaturas Terminología Colombia, Nueva Granada Civilización Cuestión social Naciones adelantadas, civilizadas, avanzadas Legación, ministro Publicista Secretario Viajes, viajeros Introducción Primera parte. Discursos europeos, conflictos colombianos (1845-1867) Capítulo 1. El recurso de la legitimidad europea (1845-1854) EL COSMOPOLITISMO MODERNIZADOR EN LA PRESIDENCIA DE MOSQUERA (1845-1849) LA RETÓRICA EUROPEA DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL (1849-1854) Capítulo 2. La Europa imaginada LA LIMITADA LABOR DE LOS EUROPEOS EN COLOMBIA EL ACCESO A LOS IMPRESOS EUROPEOS LOS CANALES NACIONALES DE LA DIFUSIÓN Capítulo 3. Nacionalismo y cosmopolitismo en la contienda política (1854-1867) LOS EJES CONSENSUALES DE LA IMAGINACIÓN POLÍTICA LA DINÁMICA DEL PODER POLÍTICO LAS FIGURAS DE LA RETÓRICA LIBERAL LA LENTA DEFINICIÓN DEL CONSERVATISMO Segunda parte. El viaje a europa Capítulo 4. La atracción europea ¿POR QUÉ VIAJAR A EUROPA? LA VIDA EUROPEA DE LOS VIAJEROS COLOMBIANOS Capítulo 5. El impacto del viaje EL DESPRECIO EUROPEO, MOTOR DEL SENTIMIENTO AMERICANO LA PROMOCIÓN NACIONAL LA OBSERVACIÓN CIVILIZADORA Meloc uFsltóormeze rJ a4i5ro7 8A5n4t oatn 2i4o05 1<758ja-50i4r8o-.2ex3e 0c3u:t2e9d:@18g m+0a2il0.c0om> 3 Capítulo 6. Discursos y debates sobre el viaje UN NUEVO GÉNERO LITERARIO: LOS RELATOS DE VIAJE LA GUERRA DE LAS REPRESENTACIONES EL DEBATE SOBRE EL VIAJE Tercera parte. Los modelos importados del estado nacional (1867-1900) Capítulo 7. En busca del Estado liberal (1867-1880) LA EDAD DE ORO DEL RADICALISMO COLOMBIANO (1867-1875) LA RENOVACIÓN DE LA ATRACCIÓN EUROPEA EL IDEAL LIBERAL DE LA INMIGRACIÓN LA REFORMA EDUCATIVA EL FRACASO DEL PROYECTO RADICAL Capítulo 8. El discurso nacionalista de la Regeneración (1880-1900) LA DENUNCIA DE LA EUROPA SUBVERSIVA LA EUROPA IDEAL DE LOS REGENERADORES AUTENTICIDAD NACIONAL Y ORDEN SOCIAL Capítulo 9. El sueño del orden importado (1888-1900) LA CONSTRUCCIÓN DEL ORDEN CATÓLICO LA BÚSQUEDA DEL ORDEN PÚBLICO Conclusión El cosmopolitismo inicial En los orígenes del nacionalismo Las desilusiones del orden importado Bibliografía Indice de Ilustraciones Meloc uFsltóormeze rJ a4i5ro7 8A5n4t oatn 2i4o05 1<758ja-50i4r8o-.2ex3e 0c3u:t2e9d:@18g m+0a2il0.c0om> 4 Prólogo Marco Palacios Antiguo Virreinato de la Nueva Granada hoy Estados Unidos de Colombia y República del Ecuador. Publicado en Les États-Unis de Colombie: précis d'histoire et de géographie physique, politique et commerciale de Ricardo Salvador Pereira, París, C. Marpon et E. Flammarion Éditeurs, 1883. Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá. 1 En diciembre de 1992, en un seminario de historia latinoamericana realizado en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres, Frédéric Martínez leyó una ponencia que hoy podemos ver como anticipo del sexto capítulo de El nacionalismocosmopolita,librobasadoenlatesisdoctoralquerealizóbajoladirecciónde François-Xavier Guerra y defendió en la Sorbona en 1997. En estos años he tenido unas cuantas oportunidades de conversar largo y tendido con el autor y de familiarizarme con Meloc uFsltóormeze rJ a4i5ro7 8A5n4t oatn 2i4o05 1<758ja-50i4r8o-.2ex3e 0c3u:t2e9d:@18g m+0a2il0.c0om> 5 sus temas y rutas, de suerte que a fines del año pasado acepté gustoso su gentil invitación a presentar el texto a los lectores colombianos. Una presentación que, advierto al amable lector, no es tanto una reseña como un breve hilado de especulaciones, asidas al texto y suscitadas por éste. 2 Creo que ninguno de quienes asistimos al seminario organizado por Eduardo Posada- Carbó en 1992 pudo vislumbrar el alcance de la «referencia a Europa» en el siglo XIX, vista entonces, al menos en el círculo de historiadores profesionales, como un conjunto de «influencias» inglesas, francesas o alemanas, que los criollos colombianos habrían manejado con eclecticismo. Ahora tenemos ante nosotros un espléndido trabajo monográfico que, con dominio de la historiografía del período y siguiendo una línea argumental clara y precisa, enlaza con pericia y pertinencia cinco planos, en sí mismos complejos, y consigue proponer una original lectura de la segunda mitad del siglo XIX colombiano y, como tal, deja abiertas nuevas líneas de investigación. 3 En palabras de Martínez, he aquí los cinco planos: ¿Una historia del nacionalismo? Sin duda, pero no tanto en su aspecto teórico o «sentimental» como en su aspecto funcional, instrumental: antes que un sentimiento, el nacionalismo es un instrumento útil para la conquista y la legitimación del poder. ¿Una historia de los mitos políticos? Sí, y más particularmente de los mitos perennes que el régimen de la Regeneración logró dejar como legado al siglo XX. ¿Una historia de las elites? Sí; lo cual no significa que yo crea que los grupos dirigentes son los únicos forjadores de una nueva nación — en el caso de Colombia, la parte que escapa al proyecto de los grupos dirigentes es de tal magnitud, que sería aberrante creer a priori en el éxito de su proyecto—. Pero comenzar, y ese es mi propósito, por el estudio de los proyectos de los grupos dirigentes, de aquellos que reivindican conscientemente el papel de constructores de la nación, me parece, en efecto, necesario. ¿La historia de una generación política? Indudablemente, ya que este trabajo estudia la segunda generación política del país, aquella que en el medio siglo reemplaza en el poder a la generación de la Independencia y desaparece alrededor de 1900: la misma generación que experimentará el radicalismo liberal antes de hacer un viraje hacia el neotradicionalismo de finales de siglo. ¿La historia, en fin, de la construcción del Estado? También, y más particularmente de las dificultades de la construcción estatal en el siglo XIX, las cuales pueden aclarar aquellas que hoy día conoce el Estado colombiano en su papel de regulador de la sociedad. 4 La generación política que buscó forjar Estado y Nación hacía parte de la elite criolla polivalente, bien delimitada por la historiografía. Propietarios rurales y comerciantes; políticos y clérigos; pero, ante todo, publicistas. Por tanto, ser rico en la Colombia decimonónica no era condición necesariapara pertenecer a la elite y nunca fue condición suficiente. Para estar y permanecer arriba había que demostrar capacidad de opinar y crear y agitar la opinión pública. Capacidad definida a partir de las redes de sociabilidad moderna, erigidas desde la Ilustración, que permitían materializar la elaboración y divulgación discursivas. Político por excelencia a partir de 1810, el discurso adquiría significados en un entramado táctico y faccioso. Por eso cuando esta elite pareció alcanzar la cima durante la Regeneración, Martínez no duda en calificar la empresa de Núñez y Caro «ante todo como una formidable empresa retórica» 5 El período de esa generación herida por el cosmopolitismo europeo, que el autor de este libro no define con el canon de Ortega y Gasset, puede entenderse mejor analizando dos temporalidades entrecruzadas: «el tiempo corto de la Independencia», fuente primigenia del mito y del discurso y «el tiempo largo de la nacionalización de la identidad» que Meloc uFsltóormeze rJ a4i5ro7 8A5n4t oatn 2i4o05 1<758ja-50i4r8o-.2ex3e 0c3u:t2e9d:@18g m+0a2il0.c0om> 6 abarca todo el siglo XIX; la continuidad de la retórica de la identidad a través de sucesivas elaboraciones y reelaboraciones del ideal cosmopolita, choca con la discontinuidad de los proyectos de construcción estatal. El autor dictamina que los tres intentos de construir el Estado fueron un fracaso: el «neoborbónico» de Mosquera, 1845-1849; el de los radicales en su fase de madurez, 1867-1875, y, el de la Regeneración, concentrado entre 1888 y 1900. 6 Mosquera pretendió modernizar el Estado manteniendo el viejo orden social. Su revés espoleó una nueva clase de hombres que, a diferencia de Mosquera, no provenían de familias acostumbradas a mandar. Destruyeron el orden al bambolear sin mesura sus tres pilares: el Estado central, la Iglesia y el Ejército. Eso fue lo más que pudo hacer la revolución de medio siglo, 1849-1854, que se frenó ante la amenaza popular de 1854 magnificada por el golpe de Melo. 7 Del sueño liberal sólo queda después de 1854 una fórmula insustancial: «vanguardia republicana sin revolución social». Sobrepuestos de sus ilusiones juveniles, los patricios liberales tuvieron una segunda oportunidad a partir del golpe que dieron a Mosquera en 1867. Escépticos ahora de la pureza ideológica, se limitaron a buscar modelos institucionales realizables, de los cuales el sistema escolar alemán inspiró la reforma educativa de 1870 que desató otra guerra civil, dividió al liberalismo pero, ante todo, estimuló el reagrupamiento católico primero y el resurgimiento conservador después. Allí se ubica el origen del cambio de régimen en 1880 y de la nueva propuesta de reconstruir un Estado moderno a fines de esa década. Esta vez, empero, el fracaso conservador llevó a una de las más prolongadas guerras civiles del siglo. 8 La cronología que ofrece el libro de Martínez rompe el molde establecido en la historiografía vieja y nueva. El autor de estas líneas tiende a coincidir, particularmente en lo concerniente al último cuarto del siglo. Martínez cierra en 1900, con el fin de la Regeneración, desechando la convención que presenta la «hegemonía conservadora (1886-1930)» como un bloque compacto. De ahí que el libro formule preguntas alternativas, más complejas y menos imbuidas de legitimismo bipartidista1. Por ejemplo que: El postulado de una Regeneración exitosa en su tarea de imponer la autoridad estatal les convino en realidad tanto a los representantes de la historiografía conservadora como a los de la historiografía liberal: mientras que los primeros encontraban allí los fundamentos de un discurso hagiográfico sobre las grandes realizaciones del régimen, los otros se complacían en denunciar su autoritarismo liberticida. Juntos invitaban a subestimar los fracasos de la Regeneración en su búsqueda de una consolidación de la autoridad estatal. 9 No estoy, sin embargo, del todo seguro con las fechas propuestas por Martínez para «terminar la revolución» de Independencia, alrededor de 1840. El colapso de la república bolivariana obligó al liderazgo neogranadino a poner fin a la época revolucionaria y dar curso a la construcción estatal. De allí la extendida influencia histórica de Santander y sus amigos. Y, en este punto, valga lamentar que aún no se haya publicado otra tesis doctoral parisina que puede leerse en muchos de los registros del trabajo de Martínez: la del historiador Renán Silva sobre los Ilustrados neogranadinos2. A pesar de la insistencia de Silva en confinar su trabajo a la época de la Ilustración, separándola de la Independencia, creo que hay argumentos para avalar la continuidad cultural e intelectual. Por ejemplo en el afrancesamiento, real o imaginario, de las elites desde fines del siglo XVIII. Por eso creo que estos textos de Silva y Martínez son complementarios. Meloc uFsltóormeze rJ a4i5ro7 8A5n4t oatn 2i4o05 1<758ja-50i4r8o-.2ex3e 0c3u:t2e9d:@18g m+0a2il0.c0om> 7 10 El exilio de Santander fue para las elites colombianas del siglo XIX el modelo del viaje a Europa. Conclusión a la que sólo llego después de leer a Martínez. En los viajes de Santander a Europa y a los Estados Unidos se hallan los elementos constitutivos del imaginario europeo. El neogranadino se beneficia de sus títulos de libertador sudamericano, republicano y liberal. Con orgullo consigna en su Diario los encuentros amistosos que sostuvo con Lafayette, Destutt de Tracy o Sismondi en París; Bentham en Londres; Humboldt en Berlín. Registra el deleite (¿también ideológico, de masón?) que le producen las representaciones de óperas de Mozart, Cimarosa, Donizetti, Bellini, así como haber escuchado a Paganini. Sin poseer la sensibilidad de un Stendhal se detiene en descripciones gozosas del arte renacentista conservado en «la Galería» de Florencia. El 6 de noviembre de 1830 escribe: «Yo por mí sé decir que en estos viajes en que he recorrido la Francia, la Inglaterra, parte de la Alemania y de Italia, he aprendido más que en todo tiempo pasado»3. Es el viaje como pedagogía, un aspecto que El nacionalismo cosmopolita explora detenidamente estableciendo el contrapunto de la pedagogía liberal del progreso y la pedagogía conservadora del catolicismo. 11 Aparte de este aprendizaje directo en el mundo europeo del arte y la conversación política, Francisco de Paula Santander visita fábricas, astilleros, «casas de refugio», prisiones, «asilos de locos»: el muestrario institucional de la modernidad foucaultiana. Del periplo europeo concluye que «Inglaterra es la nación más adelantada de Europa y como la instrucción pública es tan difundida, como la imprenta goza de la más completa libertad y todo el mundo tiene derecho a reunirse a discutir los negocios de la nación, el condado, la comunidad, etc., puede decirse que Inglaterra es el primer país del Viejo Mundo»4. 12 Allí, creo, también hay un modelo y acaso un anticipo de lo que Martínez describe como el «relato de viaje». El autor contabiliza 38 en el período 1845-1900 e invita a investigar su impacto en la creación de una Europa textual, es decir, de la Europa imaginada ovirtual, como diríamos hoy, no sólo fijándonos en aquellos que hicieronefectivamente el viaje y se guiaron por los relatos, sino en la abrumadora mayoría de lectores que no tuvieron la oportunidad «de cruzar el charco». Sin embargo, Martínez encuentra en el «cuadro de costumbres» una respuesta criolla tradicional al relato cosmopolita; respuesta que, muchas veces, traía consigo una crítica mordaz al viajero colombiano por las Europas. Una reacción bien conocida en otras sociedades como por ejemplo la India o la China de la misma época. 13 Aprovechemos este punto para anticipar que De sobremesa, la novela de José Asunción Silva, publicada por primera vez en 1925, casi 30 años después de escrita, alcanza probablemente el punto más alto de elaboración intelectual y estilística de aquella Europa textual. El mapa que a este respecto propone Martínez nos permite entonces apreciar la inmensa distancia de la obra novelística de Silva con María, la famosa obra de Isaacs publicada en 1867. Si De sobremesa también es un diario de viaje europeo en la época de «la decadencia parisina», el viaje a Londres de Efraín, a mediados del siglo, es un mero elemento de la trama, así revele que para los miembros de la clase alta (valle) caucana el viaje era obligatorio en el curriculum vitae. 14 La cronología de los tres intentos de construcción de Estado analizados en el libro, corresponde a grandes acontecimientos del Viejo Mundo: el librecambismo inglés, las revoluciones del 48, las luchas de la unificación italiana y alemana y la consolidación del nuevo imperialismo «liberal» a fines de siglo, diferente del viejo imperialismo que dejó episodios como la expedición militar española a la isla de Santo Domingo a fines de los Meloc uFsltóormeze rJ a4i5ro7 8A5n4t oatn 2i4o05 1<758ja-50i4r8o-.2ex3e 0c3u:t2e9d:@18g m+0a2il0.c0om> 8 años cincuenta o el Imperio de Maximiliano en México, episodios que desempeñaron un papel en la divisoria liberal-conservadora colombiana. 15 El librecambio produjo el liberalismo manchesteriano o Manchesterthum, así bautizado por los alemanes con una pizca de ironía. Y, desde la primera administración Mosquera hasta 1886, Manchesterthum fue el alimento exclusivo de las elites de ambos partidos colombianos en materia económica, algo que Martínez da por supuesto. Pero, aparte del contenido económico de las relaciones internacionales, el autor de este libro tiene razón en subrayar la importancia de los símbolos ideológicos. Por ejemplo, aparece un vocablo nuevo, destinado a durar: América Latina o Latinoamérica, que provino de los círculos hispanoamericanos de París aupados primero por el gobierno del Segundo Imperio y después por la III República. En esos círculos sobresalió «el conservador José María Torres Caicedo, quien representaba a la Colombia liberal». El nombre América Latina proponía la idea de una Europa formada por muchas razas, para promover en últimas la «raza latina» de la cual derivaba directamente la «raza hispánica», depositaria de más virtudes civilizatorias que las anglosajonas, según dijera Emilio Castelar, el gran liberal del siglo XIX español. 16 Aunque Colombia fuese un país marginal en aquella Latinoamérica de la segunda mitad del siglo XIX, El nacionalismo cosmopolita se dedica a describir y analizar las situaciones en que: Tramposa y movediza, la referencia europea se inscribe en los complejos juegos de la búsqueda del poder, del discurso político y de los conflictos en torno a la creación de un Estado nacional y, a partir de allí, de una nación. Ella es, en ese sentido, un objeto eminentemente histórico. 17 Movediza: el «prusianismo» de los liberales que encuentran en la nueva Alemania («protestante») el paradigma de un sistema escolar público y laico, enfrentados a los conservadores quienes encuentran oportunamente en Francia, perdedora de la guerra en 1870, el paradigma de un catolicismo social renovado. 18 Europa era el centro de la civilización universal, y pese a que Inglaterra fue la gran potencia económica y colonial de la época, París adquirió el rango de capital del siglo XIX como dijera Walter Benjamin. El europeísmo cosmopolita fue axiomático para las elites hispanoamericanas, subraya Martínez. Centro del mundo civilizado, Europa y el hombre europeo son superiores por definición. Pero el choque de civilizaciones no habría de darse con las elites latinoamericanas, a diferencia de lo que ocurrió en Asia y el Medio Oriente. Así, por ejemplo, en los estudios históricos de Asia y el Medio Oriente se habla de la «occidentalización» y sus «respuestas» en el continuo tradición-modernización, tan diferente en China y Japón; Vietnam o la actual Indonesia. Por el contrario, las elites latinoamericanas, incluidas las mexicanas, estuvieron prestas a meterse dentro de las nuevas coordenadas civilizatorias de occidente5. De allí el tono despreocupado de Santander ante la conquista militar de Argelia: el 28 de junio de 1830 escribe a Francisco Soto, que «entre las cuestiones que ocupan a Europa [...] la expedición francesa contra Argel [...] se reduce a saber si Francia se apodera de aquel territorio, si se conserva para la Turquía o qué se hace»6. 19 Ofuscadas por un republicanismo a ultranza que, en la pluma de un Murillo Toro o de un Benito Juárez condenaba la monarquía de Orleans y años más tarde saludó a Garibaldi, Mazzini y Cavour, las elites latinoamericanas optaron por mostrarse insensibles frente a la negación cultural «profunda» que entrañó el expansionismo europeo. La alusión mexicana viene al caso porque ayuda a subrayar, como lo hace Martínez, la marginalidad Meloc uFsltóormeze rJ a4i5ro7 8A5n4t oatn 2i4o05 1<758ja-50i4r8o-.2ex3e 0c3u:t2e9d:@18g m+0a2il0.c0om>

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