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El Mundo Mediterráneo en la Edad Antigua vol. IV. El Imperio Romano y sus pueblos limítrofes PDF

332 Pages·1990·6.949 MB·Spanish
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HISTORIA UNIVERSAL SIGLO XXI el imperio remano y sus pueblos limítrofes el mundo mediterráneo en la edad antigua IV. FERGUS MILLAR siglo veintiuno méxico españa argentina Esta HISTORIA UNIVERSAL SIGLO XXI, preparada y editada inicialmente por Fischer Verlag (Alemania), sigue un nuevo concepto: exponer la totalidad de los acontecimientos del mundo, dar todo su valor a la historia de los países y pueblos de Asia, Africa y América. Resalta la cultura y la economía como fuerzas que condicionan la historia. Saca a la luz el despertar de la humanidad a su propia conciencia. En la HISTORIA UNIVERSAL SIGLO XXI han contribuido ochenta destacados especialistas de todo el mundo. Consta de 36 volúmenes, cada uno de ellos independiente, y abarca desde la prehistoria hasta la actualidad. HISTORIA UNIVERSAL SIGLO VOLUMEN COMPILADO POR Fergus Millar El autor y compilador de este volumen nació en Edimburgo en 1935. De 1958 a 1964 ha sido Fellow en el All Souls College de Oxford, donde alcanzó el doctorado en 1962. En 1964 es Fellow en The Quenn’s College de Oxford. Su obra A Study of Cassius Dio fue publicada en 1964. Historia Universal Siglo veintiuno Volumen 8 EL IMPERIO ROMANO Y SUS PUEBLOS LIMITROFES El mundo mediterráneo en la Edad Antigua, IV Fergus Millar México I Ws,or“ ■ universal Argentina ■ siglo España I __ 1 y® Primera edición en castellano, marzo de 1973 Segunda edición en castellano (corregida), diciembre de 1974 Tercera edición en castellano, marzo de 1976 Cuarta edición en castellano, septiembre de 1978 Quinta edición en castellano, septiembre de 1979 Sexta edición en castellano, 1982 (México) Séptima edición en castellano, septiembre de 1982 Octava edición en castellano, julio de 1983 Novena edición en castellano, octubre de 1984 (México) Décima edición en castellano, noviembre de 1984 Undécima edición en castellano, enero de 1987 Duodécima edición en castellano, junio de 1988 (México) Decimotercera edición en castellano, noviembre de 1990 © SIGLO XXI DE ESPAÑA EDITORES, S. A. Calle Plaza, 5. 28043 Madrid En coedición con © SIGLO XXI DE ESPAÑA EDITORES, S. A. Avda. Cerro del Agua, 248. 04310 México, D. F. Primera edición en alemán, 1966 © FISCHER BÜCHEREI K. G., Frankfurt am Main Título original: Das Römische Reich und Seine Nachbarn. Die Mittelmeerwelt im Altertum IV DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY Impreso y hecho en España Printed and made in Spain ISBN: 84-323-0118-3 (Obra completa) ISBN: 84-323-0169-8 (Vol. 8) Depósito legal: M. 39.557-1990 Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polígono Igarsa Paracuellos de Jarama (Madrid) Indice 1. INTRODUCCION................................ .................. ......................... 1 2. ROMA, EL PUEBLO ROMANO Y EL SENADO.............................. 12 I. Roma y el pueblo romano, 14.—II. El Senado, 20. 3. LOS EMPERADORES......................................................................... 31 I. Naturaleza y ámbito de las funciones imperiales, 31.—II. Hombres y dinastías, 40. 4. EL GOBIERNO Y LA ADMINISTRACION...................................... 48 5. EL ESTADO Y LOS SUBDITOS: LAS CIUDADES .................. 76 6. EL EJERCITO Y LAS FRONTERAS ... .......... ......................... 98 7. ITALIA ................................................................................................ 121 8. LAS PROVINCIAS OCCIDENTALES: GALIA, HISPANIA Y BRI­ TANIA .................................................................................................. 138 9. AFRICA ................................................................... ......................... 158 10. EGIPTO............................................................................................... 169 11. LAS PROVINCIAS GRIEGAS................................................... ... 181 12. LAS PROVINCIAS BALCANICAS Y DANUBIANAS .................. 205 13. EL IMPERIO Y LA CRISIS DEL SIGLO III .......................... 221 14. PARTIA Y LA PERSIA SASANIDA ........... ................................ 230 Ensayo de cuadro genealógico de los reyes Arsácidas, 247.—La dinastía de los Sasánidas, 248. 15. LOS DACIOS EN LOS TRES SIGLOS PRIMEROS DE NUESTRA ERA. LA CONQUISTA ROMANA................................................... 250 16. LAS TRIBUS ESCITAS Y SARMATAS DEL SURESTE DE EUROPA............................................................................................. 259 17. LOS GERMANOS........... ................................................................. 270 I. ÇursO -de los acontecimientos hasta la construcción del ¡DmesJziO.—II. Asentamientos y agrupamientos, 278.^—I IT. Xa situación interna, 282.—IV. La evolu­ ción de los siglos II y iii, 291. LOS EMPERADORES ROMANOS DESDE AUGUSTO A DIOCLECIANO. 294 NOTAS ............................................................................................................ 295 BIBLIOGRAFIA.............................................................................................. 305 INDICE ALFABETICO................................................................................. 314 INDICE DE FIGURAS ................................................................................. 324 V COLABORADORES DE ESTE VOLUMEN Prof. Dr. D. Berciu (Universidad de Bucarest) Capítulo 15 Prof. Richard N. Frye (Universidad de Harvard) Capítulo 14 Prof. Georg Kossack (Universidad de Kiel) Capítulo 17 Dr. Fergus Millar (Universidad de Oxford) Capítulo '1-13 Támara Talbot Rice (Edimburgo) Capítulo 16 TRADUCTORES Mercedes Abad: Capítulos 1-15 y 16 Hilario Camacho: Capítulo 15 Antón Dieterich: Capítulo 17 DISEÑO DE LA CUBIERTA Julio Silva vi 1. Introducción La historia de Roma comienza en Roma y termina en Cons­ tantinople. Este simple hecho constituye el marco del período que abarca este libro, desde la muerte del primer emperador, Augusto, en el año 14 d. C. hasta el advenimiento de Diocle- ciano en el año 284. Las instituciones de la ciudad-estado ro­ mana proporcionaron el fundamento y la definición del poder legal con el cual Augusto, vencedor en una guerra civil entre miembros de la clase gobernante romana, caracterizó su posi­ ción como monarca. En el afio 14 el emperador residía en Roma, dirigiendo el Imperio con la colaboración, en buena medida formal, pero en parte real aún, del Senado. Los que gobernaban las provincias y ejércitos del Imperio procedían de Roma y volvían a Roma, donde, como miembros del Senado, pasaban la mayor parte de sus vidas. La ciudadanía romana, general en Ita­ lia, era todavía infrecuente en las provincias. En el afio 284 la gran mayoría de la población poseía la ciudadanía; la adminis­ tración, muy ampliada, estaba en gran parte compuesta de hom­ bres que no tenían conexión con la ciudad de Roma, y, aunque algunas provincias (pero no las legiones) estaban aún gobernadas por senadores romanos, Roma misma se estaba convirtiendo en lo que llegó a ser en el siglo iv: un remanso privilegiado vi­ sitado en raras ocasiones ceremoniales por el emperador, que gobernaba desde cualquier otro sitio. Diocleciano acabó estable­ ciendo la capital en Nicomedia (Bitinia, en el noroeste de Tur­ quía); eligiendo, pues, un punto capital central en la ruta entre las dos fronteras principales: la del Danubio y la del Eufrates. Estaba sólo a un paso del año 330, en que Cons­ tantino fundó su Nueva Roma en Constantinopla, un poco más allá, al otro lado del estrecho. El tema central de este periodo es la unificación política, social, cultural y religiosa. Al principio las provincias, grandes zonas creadas por la conquista y organizadas según las conve­ niencias administrativas, estaban regidas por gobernadores, prin­ cipalmente senadores, enviados desde Roma y ayudados por colaboradores eventuales y, llegado el caso, por la presencia de las legiones romanas. Internamente, las provincias eran mosaicos de ciudades, en buena medida autónomas, de tri­ bus o comunidades que pagaban impuestos a Roma y perió­ dicamente recibían la visita del gobernador que acudía para [1] solventar los pleitos más importantes. No existía una jerarquía administrativa; el gobernador salía de Roma con sus colabo­ radores y allí volvía después de un año o poco más; los dig­ natarios de las comunidades lo eran sólo locales y práctica­ mente no tuvieron acceso a los cargos romanos. En algunas provincias, pero no en todas, había ligas que abarcaban a todas o casi todas las comunidades: algunas de ellas, como por ejemplo en Grecia, conservaban cierta actividad política, residuo de su pasado histórico, y otras se consagraban principalmente a man­ tener los cultos comunales de Roma y el emperador. Las pro­ vincias fueron adquiriendo funciones políticas importantes en un proceso gradual que Culminó en el siglo IV. Ciertos factores vinieron pronto a romper esta división entre elementos romanos y locales dentro del Estado. En las pro­ vincias occidentales en especial —sobre todo en Africa, el sur de Galia e Hispania— había muchas comunidades de colonos romanos, o al menos de itálicos; e incluso, independientemente de éstos, se desarrollaba con rapidez el proceso de romaniza­ ción de los pueblos nativos —la asimilación a los itálicos en el lenguaje, el vestido, las instituciones locales y, lo que es más importante, en el proceso de urbanización—. Las provin­ cias orientales estaban ya dominadas por aquella red de ciu­ dades griegas que habían establecido tres siglos y medio antes, allí donde no existían, las conquistas de Alejandro Magno. Solía gobernar estas ciudades una burguesía más o menos rica y educada, cuyos miembros más destacados tenían a veces estrechos vínculos con la clase gobernante de Roma '. Tanto en Oriente como en Occidente, el estrato superior de la sociedad local fue alcanzando progresivamente la ciudadanía romana, y de allí pasó a recibir los cargos que desempeñaban los equites (literalmente «caballeros», término convencional con que se designa la capa de la sociedad más próxima ''al Senado y carac­ terizada por la posesión de ciertas propiedades). A partir de este momento, ellos, o más frecuentemente sus hijos y descen­ dientes, podían ascender hasta el mismo Senado. Hacia el final del período que nos ocupa, aunque la élite del Senado seguía siendo italiana, había llegado a éste una clase de hombres pro­ venientes de las regiones más urbanizadas del Imperio, de los cuales muchos seguían muy vinculados a su punto de ori­ gen y algunos quizá jamás pisaron Roma. La difusión del Se­ nado se refleja con notable exactitud en los orígenes de las dinastías que sucesivamente ocuparon el trono imperial: pri­ mero, los descendientes de la aristocracia republicana romana (los Julios y Claudios), después los de la burguesía itálica (los Havios), después los itálicos establecidos en Hispania 2 y la Galia del sut (Trajano, Adriano y los Antoninos), des­ pués los africanos y sirios (los Severos) y finalmente, durante gran parte del último siglo del período, hombres de las zonas danubiana y balcánica, que iban romanizándose y que propor­ cionaban gran parte de los contingentes del ejército; esta última zona era también uno de los principales teatros de las continuas guerras que tuvieron lugar a mediados del siglo iii. Estas mismas guerras impulsaron mucho un proceso que esta­ ba implícito desde un principio en el Imperio: la independi- zación de la figura del emperador del contexto de las insti­ tuciones republicanas de Roma (fundamentalmente del Senado). La posición constitucional que Augusto fue dándose a sí mismo a lo largo de su reinado_Jjabía sido definida en términos de diversos poderes ostentados hasta entonces por magistrados y gobernadores de rango senatorial, pero ni daba una función precisa al emperador dentro del marco de las instituciones repu­ blicanas ni establecía ningún límite efectivo a sus actividades y poderes. De este modo ya Augusto pudo dejar Roma para pasar largos períodos en Hispania, Galia y Oriente, y gobernar el Imperio desde allí mismo contando poco o nada con el Senado. Tiberio (14-37) el primer emperador de nuestro pe­ ríodo, pasó los últimos diez años de su reinado en Capri. Otros emperadores, como Trajano (98-117), pasaron importantes pe­ ríodos en campaña, o, como Adriano (117-138), viajando a lo largo del Imperio. El emperador llevaba con él su corte per­ sonal, amigos y consejeros escogidos, y promulgaba edictos, es­ cribía cartas y recibía embajadas donde quiera que se hallara. La importancia de esta libertad de movimiento se acentuó a causa de que las comunidades del Imperio la aprovechaban gustosas para enviar representantes, en apoyo de sus deman­ das, ante la persona del emperador. Encontramos establecida esta costumbre ya en el año 29 a. Cv fecha, en que el geógrafo Estrabón encontró a un pescador dejJjiaro^ (Egeo) dirigiéndose a Corinto con una petición de remisión de tributo para Augusto; es evidentemente cosa común en el año 115, cuando las emba­ jadas de distintos lugares sufrieron los efectos del terrible terre­ moto que se produjo cuando Trajano estaba en Antioquía’. Varios emperadores hicieron intentos de transferir al Senado algunos de los asuntos que llegaban a ellos, nunca con mucho éxito. Para los habitantes del Imperio la fuente de todos los beneficios era el emperador, y a él se dirigían. Por todo ello, Roma siguió siendo hasta finales del siglo iii la residencia habitual de los emperadores. Cuando estaban allí llevaban una forma de vida no muy diferente de la de Cicerón, yendo y viniendo de sus palacios de Roma a una serie de 3

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