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El monacato primitivo PDF

399 Pages·2010·41.75 MB·Spanish
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García M. Colombás El monacato primitivo T-' ^^^ r"r A 'B i ^^W- , •<? r ' É ^l ¿fe* '•^£¡¡ÉÍ¡ÉÉ _^» S¡X^r^ ] GARCÍA M. COLOMBAS, O. S. B. EL MONACATO PRIMITIVO SEGUNDA EDICIÓN (Segunda impresión) BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID. MMIV Primera ediáón (2 vols.): enero 1974 (ISBN: 84-220-0665-0; 84-220-0729-0) Segunda ediáón: diciembre 1998 (ISBN: 84-7914-384-3) — Segunda impresión: junio 2004 A sor María y ala Fraternidad de Belén. Al prior Roger Schutz y a la Comunidad de Taizé. Ilustración de cubierta: Visita de San Antonio a San Pablo Ermitaño en el desierto, de Grünewald. Retablo de Issenheim (1512-1516). Diseño: BAC Biblioteca de Autores Cristianos Don Ramón de la Cruz, 57, Madrid 2004 Depósito legal: M. 42.744-1998 ISBN: 84-7914-384-3 Impreso en España. Printed in Spain. ÍNDICE GENERAL Págs. PARTE PRIMERA HOMBRES, HECHOS, COSTUMBRES, INSTITUCIONES INTRODUCCIÓN 3 CAPÍTULO I. Los orígenes del monacato cristiano 9 Una cuestión disputada 9 Manifestaciones «monásticas» en ambientes ajenos a la reve lación judeo-cristiana 11 El «monacato» judio 21 Los monjes opinan sobre sus orígenes 26 Los predecesores inmediatos de los monjes 30 Causas de la aparición del monacato 36 El abigarrado mundo de los primeros monjes 40 CAPÍTULO II. El monacato egipcio. I: Los orígenes; los anacoretas 45 Egipto, paraíso de los monjes 45 San Atanasio, «heraldo y teólogo del monacato naciente» . . 50 San Antonio, padre y modelo de ermitaños 57 Los anacoretas 64 Las colonias de solitarios 69 La vida de los anacoretas 72 Las ermitañas 83 CAPÍTULO III. El monacato egipcio. II: El cenobitismo . . 91 San Pacomio 91 La congregación pacomiana 103 El monasterio pacomiano 106 Shenute y el Monasterio Blanco 115 CAPÍTULO IV. El monacato siríaco 119 Los orígenes 119 Los «hijos e hijas de la alianza» 124 Diversos tipos de anacoretas 125 San Simeón, primer estilita 127 San Efrén 130 Los cenobitas 132 La vida de los monjes sirios 139 El caso de San Juan Crisóstomo 149 X índice genera/ índice general XI Págs. Págs. CAPÍTULO V. Los monjes en Palestina, Sinaí, Persia, Arme Desviaciones dogmáticas 307 nia y Georgia ¡54 Las controversias origenistas de los siglos iv y v 309 Los monjes en las controversias cristológicas 316 Principios del monacato en Palestina 154 Disputas en torno a la gracia 322 Lauras, cenobios y monjes egregios 15g Los obispos y los monjes 330 La vida monástica en la península del Sinaí 167 El Estado romano y los monjes 339 Los inicios del monacato persa 168 El monacato ante la opinión pública 342 Los monjes de Armenia I74 Servicios prestados por los monjes a la Iglesia y a la sociedad . 351 Inicios monásticos en Georgia 178 CAPÍTULO VI. El movimiento monástico en Asia Menor y PARTE SEGUNDA Constantinopla 180 LA ESPIRITUALIDAD Corrientes ascéticas en Asia Menor: Eustacio de Sebaste; los mesalianos 180 CAPÍTULO I. Naturaleza y génesis de la espiritualidad San Basilio de Cesárea y sus escritos monásticos 184 monástica 369 El cenobitismo basiliano 191 ¿Existe una espiritualidad monástica? 369 San Basilio y la vida monástica 200 Monacato y cristianismo 370 Los monjes de Constantinopla y su comarca 203 La «vida apostólica» 374 CAPÍTULO VII. Los monjes en Roma e Italia 211 «Los justos» y «los perfectos» 379 La «verdadera filosofía» 383 El monacato occidental y el oriental 211 Monje 385 Los principios del monacato en Roma 215 Carácter peculiar de la espiritualidad monástica 387 San Jerónimo y el ascetismo romano 217 Cómo se formó la doctrina espiritual del desierto 389 Progresos del monacato romano 222 El movimiento monástico en el resto de Italia 225 CAPÍTULO II. Los teóricos de la espiritualidad del monaca Colonias monásticas latinas en Palestina 231 to antiguo 393 CAPÍTULO VIII. El monacato en la Galia 237 Orígenes 393 San Basilio de Cesárea 399 Los principios de la Galia monástica: San Martín de Tours y San Gregorio de Nisa 403 sus fundaciones 237 «Macario» y el Líber graduum 410 El monacato se propaga 246 Evagrio Póntico 417 Un oriental en Occidente: Casiano 249 Casiano 428 San Honorato, Lérins y los lirinenses ilustres 253 Otros autores espirituales 434 Los monjes del Jura 263 Balance del monacato galo-romano 268 CAPÍTULO III. Las fuentes de la doctrina monástica 441 CAPÍTULO IX. El monacato en África, la península Ibérica La Biblia, libro del monje 441 y las Islas Británicas 272 La Biblia, regla de vida 449 La Biblia, espejo del monje 457 Los principios del monacato en el norte de África 272 La tradición monástica 460 Itinerario monástico de San Agustín 274 Los padres 463 El ideal monástico de San Agustín 280 La «filosofía exterior» 471 El cenobio agustiniano 283 El África monástica después de la muerte de San Agustín . 286 CAPÍTULO IV. Renuncia y apartamiento del mundo 475 Los principios del monacato hispano 290 El monacato primitivo en las Islas Británicas 295 La vocación 475 Compunción y conversión 478 CAPÍTULO X. Los monjes y el mundo exterior 301 La renuncia 482 El monacato, movimiento de masas 301 Retiro 487 XII India f/nnul India general XIII Págs. Destierro voluntario El bautismo del Espíritu Santo 665 La profesión El «hombre espiritual» 670 CAPÍTULO IX. Oración y contemplación 681 CAPÍTULO V. La ascensión espíritu ¡ü 1. El ideal; las etapas inferiores 681 La búsqueda del paraíso perdido ... El camino de perfección La oración y la contemplación en la vida del monje 681 Grandeza, dinamismo y arduidad de la El ideal: la oración continua 684 La voluntad humana y la gracia divina La lucha por la oración 688 Los sacramentos Hesychía 691 Conciencia del pecado Formas inferiores de oración 694 El amor de Dios y la imitación de CriNi" El oficio canónico 696 Propiedades de la oración 702 Bibüa y oración 710 CAPÍTULO VI. El ascetismo corporal . La lectio divina 712 La «ciencia práctica» Una vida diferente y difícil CAPÍTULO X. Oración y contemplación 723 Trabajo 2. Las etapas superiores 723 Soledad y clausura Silencio El intrincado universo de la contemplación 723 La contemplación de los simples: «mística diorática»; «recuer Estabilidad do de Dios» 729 Castidad La contemplación según el monacato docto 737 Ayuno La contemplación de los seres creados 743 Velas nocturnas La contemplación de Dios: mística extática 745 Pobreza La contemplación de Dios: mística catastática 749 Otras prácticas del ascetismo corporal La «oración pura» 753 CAPÍTULO Vil. El ascetismo espiritual ÍNDICE DE TEMAS Y AUTORES 759 La perfección BIBLIOGRAFÍA 775 La «milicia cristiana» Los monjes y los demonios Demonología del desierto La armadura del monje Los aliados del monje El discernimiento de espíritus La dirección espiritual Vigilancia La técnica de los logismoi El «demonio del mediodía» Las virtudes El ascetismo como martirio y liturgia . . . Gnosis . Parrhesía PARTE PRIMERA HOMBRES, HECHOS, COSTUMBRES, INSTITUCIONES I N T R O D U C C I ÓN Se ocupa la presente obra de los principios de una larga historia: la de la vida religiosa en el seno del cristianismo. Más exactamente, de las generaciones de monjes que se su cedieron en desiertos y cenobios desde los nebulosos orígenes de la nueva y sorprendente corriente espiritual, hacia media dos del siglo ni, hasta fines del siglo v. Es la primavera del monacato, su época idílica, carismática, libérrima, deliciosa mente espontánea. Pese a los moralistas y legisladores—seve ros, minuciosos—que van suplantando poco a poco a los Padres «portadores del Espíritu» y terminarán, con el loable propósito de suprimir abusos, por contener, encauzar y comprimir el ímpetu primigenio, siempre en auge, mediante reglamentos y estructuras cada vez más precisos e inevitables. Mucho más que una institución, es el monacato antiguo un movimiento espiritual, amplio, multiforme y poderoso. Esta es su característica esencial, la más" sobresaliente y atractiva. Desde cualquier punto de vista que se le considere—la historia del cristianismo o la historia de las religiones, la sociología o la economía—, ofrece el tema incontestable interés. Pero ante su aspecto religioso y espiritual palidecen todos los demás. Los monjes—los verdaderos monjes—de la antigüedad, como de todos los tiempos, fueron hombres que, movidos por el Espí ritu, se internaban en la hosca soledad del desierto o abrazaban un género de vida comunitario y fraterno en el retiro de un cenobio con el único objeto de agradar a Dios, buscarle y gozar, por la oración y el contacto con los libros sagrados, de su anhelada compañía. ¿Y qué actividad humana puede suscitar mayor interés que ésta? En realidad, los viejos padres del yermo atrajeron siempre, y sin duda seguirán atrayendo, la atención y aun el entusiasmo de cuantos sienten en el espíritu la eterna preocupación por los problemas de Dios, de la vida sobrenatural, de la santidad, de la oración. Y tuvieron una influencia innegable en el des arrollo histórico de la Iglesia. Parece difícil encarecer la im portancia que lograron los escritos del monacato antiguo en manos, por ejemplo, de un San Benito, un Santo Tomás de Aquino, los fundadores de la Devotio moderna, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús o Carlos de Foucauld. «Considera —dice la Imitación de Cristo—los esclarecidos ejemplos de 4 Introducción introducción 5 los Santos Padres, en los cuales resplandeció la verdadera Monasticum est, non legitur.—Antaño solían despreciar los perfección, y verás cuan poco o nada es lo que hacemos». Y eruditos todo lo que olía a monacato. Fue una moda pasajera. se complace, evidentemente, en evocar sus admirables ejemplos: Hace ya muchos años que se observa en el campo de la eru dición tendencias muy diferentes. El momento y el interés de ¡Oh, qué vida tan austera y abnegada llevaron los santos padres la historia, de la cultura, de la espiritualidad monásticas, em en el desierto 1 ¡Cuan largas y graves tentaciones sufrieron! ¡Con pezando por las del monacato primitivo, han sido y siguen cuánta frecuencia fueron atormentados por el enemigo! ¡Cuan con tinuas y fervorosas oraciones ofrecieron a Dios! ¡Cuan rigurosas siendo reconocidos por los investigadores. La crítica y la pu abstinencias practicaron! ¡Cuan grande celo y fervor mostraron por blicación de fuentes, los estudios monográficos de las más di el aprovechamiento espiritual! ¡Cuan fuertes combates sostuvieron ferentes índoles, inclusive las síntesis históricas más o menos para refrenar los vicios! ¡Cuan pura y recta intención tuvieron para ambiciosas, se han multiplicado desde fines del siglo xix. El con Dios! Trabajaban de día y ocupaban la noche en larga oración; y ni aun trabajando dejaban de orar mentalmente i. tema monástico sigue interesando cada vez más. Y hoy día nos hallamos sumergidos en un verdadero maremágnum de No seguiremos releyendo, en gracia a la brevedad, el largo bibliografía que le concierne directamente. y magnífico elogio. Decididamente, como afirma el autor de Con todo, estamos aún muy lejos de haber hecho la luz la Imitación, los padres de la vida monástica «fueron dados sobre gran número de aspectos, recovecos e incluso temas por modelo a todos los religiosos» 2. La idea no era nueva. principales del monacato primitivo. Un buen juez en la ma Ya a fines del siglo iv, todavía en plena edad de oro del mo teria, L.-Th. Lefort, escribía en 1933 que se trata de un movi nacato primitivo, escribía el ilustre Evagrio Póntico: «Es pre miento tan terriblemente complejo, que nadie podía pretender ciso interrogar los caminos de los monjes que nos precedieron conocerlo a fondo, «ni siquiera en sus principales facetas»5. en el bien y regirnos según ellos» 3. En realidad, es un hecho Otro erudito, R. Draguet, comprobaba en 1948: «Pese a las constante, a lo largo de toda la historia monástica, que todo investigaciones de los últimos cincuenta años, la historia de los movimiento renovador se ha inspirado en los monjes antiguos, orígenes del monacato oriental... está lejos de haberse llevado todo período de fervor monacal ha procurado vincularse de a buen término, de poderse llevar a cabo»6. Desde entonces algún modo con la auténtica tradición de los orígenes. Son los trabajos se han ido acumulando sin cesar, pero las palabras muy significativas a este respecto las palabras que el benedic de Lefort y Draguet siguen siendo verdaderas. tino Orderico Vital pone en labios de San Roberto de Moles- Las dificultades que no permiten emprender todavía una me, uno de los padres de la reforma cisterciense: «Leed las historia completa y definitiva—si puede hablarse de una his hazañas de los santos Antonio, Macario, Pacomio... Nosotros toria definitiva—del monacato antiguo son numerosas y, de no seguimos las huellas de nuestros padres los monjes de Egipto, los que vivieron en Tierra Santa o en la Tebaida»4. momento, insuperables. No todos los estudios realizados po seen el mismo valor; algunos son incluso tendenciosos. No Hoy día las cosas no han cambiado. Pese a sus costumbres todas las fuentes han sido publicadas, y de algunas, aun entre extrañas, a sus extravagancias—sin duda, exageradas por la las más importantes, sólo poseemos ediciones defectuosas. Su leyenda—y a algunas de sus ideas, hoy inadmisibles, los anti interpretación, en muchos casos, no presenta seguridad alguna. guos padres pueden enseñarnos mejor que nadie el sentido de Su complejidad genérica y lingüística resulta realmente deseo- lo absoluto en la búsqueda de Dios, lo que significa seguir razonadora. Los filólogos, en una palabra, tienen aún muchí a Cristo en la pobreza y humildad, la teoría y la práctica de simo que hacer en la preparación del camino a los historiadores. la oración secreta. En nuestra época de optimismo cósmico, Pero, si hay que reconocer que la gran historia del monaca suscitado por el increíble progreso de las técnicas, nos comu to primitivo está todavía fuera del alcance de la historiografía, nican los viejos monjes el vivo sentimiento de un hecho con sí es posible llegar a poseer un más amplio y más exacto cono frecuencia olvidado: la existencia del mal en el corazón mismo cimiento de la vida y del pensamiento de los padres del mo del mundo y la necesidad de luchar contra él «con oración nacato cristiano que el que se tenían hace, por ejemplo, unos y ayunos». veinte años. Es lo que, gracias a los progresos de la investiga- 1 Imitación de Cristo 1,18. Traducción del P. Eusebio Nierenberg. 2 Ibíd. 3 Practicas 91: SC 171 p.92. Cf. el mismo EVAGRIO PÓNTICO, Ep. 17: FRANKENBERG, p.576. 5 En la RHE 29 (1933) 985. 4 Historio ¿eclesiástica 3,8: ML 188,656 "Les Peres... p.VHI. 6 Introducción Introducción •} ción y de la publicación de fuentes, se ha intentado en la obra hombre conoce lo que hay en el hombre, sino el espíritu del que, con temor y temblor, me atrevo a presentar, no precisa hombre que en él está?»8 Si queremos intimar con los mon, mente a los especialistas, sino al público en general y, muy jes antiguos, nada más importante que evocar su espíritu. particularmente, a mis hermanos los monjes y monjas, de cual Apenas se ha tenido en cuenta el sentido de proporción. quier color y orden que sean. Cuando poseemos una documentación bastante amplia y se~ Mi propósito ha sido ofrecer una visión sintética y a la vez gura sobre un personaje o una institución, se trata de ellos bastante detallada del monacato antiguo. Los esfuerzos no han con abundancia; cuando nuestra información es escasa, no sido ahorrados. Durante largos años he estado leyendo aten queda otro remedio que ser breves. Pues sería, a mi entender, tamente las fuentes. He procurado poner a contribución los equivocado despachar en pocas páginas el monacato copto, trabajos de los especialistas, sin los cuales me hubiera sido por ejemplo, porque apenas tenemos algunas noticias del ar completamente imposible llevar a cabo el mío. Me daré por menio. satisfecho si los resultados de sus pacientes y valiosas investi La historiografía del monacato antiguo, los estudios sobre gaciones alcanzan, gracias a la presente obra, un público mucho su espiritualidad, constituyen una masa realmente enorme, más amplio que el que suele leer las revistas o libros especia como ya queda dicho. Su simple análisis exigiría un grueso lizados en que de ordinario se publican. volumen. Por eso me he limitado a señalar los libros y artículos No ignoro lo efímero de una síntesis como la presente. La que juzgo más importantes o de los que me he servido más investigación histórica, filológica, arqueológica progresa cons particularmente para cada uno de los temas tratados en la obra. tantemente, y este trabajo llegará a hacerse viejo y anticuado, Un autor que no es especialmente amigo de los monjes ha y será reemplazado por otros, que, a su vez, tendrán que ceder escrito que, para entender el monacato primitivo, «hay que el paso a los que sigan. En el campo de la historiografía es pre mirarlo con ojos de historiador, no con la pía y simple admira ciso tener el sentido de lo provisional y efímero de nuestras ción, de signo romántico, de algo extraterreno por el solo hecho obras. Hay que resignarse a morir y desaparecer. Lo impor de ser remoto y fuera de nuestro mundo» 9. Es cierto. Pero tante es que nuestros trabajos constituyan un paso más hacia también es cierta la profunda observación de San Agustín: «Es el perfecto conocimiento del tema de que se ocupan. imposible conocer a nadie sino a través de la amistad» 10. Sin Observa E. Gilson, no sin fundamento real, que «a los his simpatía, sin una decidida voluntad de comprensión, sin ca toriadores no les gustan los hombres; sólo les gustan los pro pacidad de admiración, no podremos comprender a los mon blemas, porque quieren hacer de la historia una ciencia, y los jes antiguos, ni su vida, ni su ideal, ni sus instituciones. A la hombres no son susceptibles de solución» 7. Pero esto no puede estricta objetividad del método histórico hay que juntar una ser cierto en nuestro caso. La historia monástica, según en buena dosis de afición para descubrir y reconstruir en lo po tiendo, es, ante todo y sobre todo, la historia de los monjes, sible el pasado. y no sólo la de su sociología, su economía, su cultura o sus Y ya no nos queda sino añadir otras tres observaciones ideas sobre la vida espiritual. Nos interesaremos en primer escuetas. La obra se ocupa exclusivamente del monacato en lugar por los monjes mismos; intentaremos sorprenderlos en el seno de la Iglesia, no del que floreció en las sectas. En las su auténtica e íntima realidad. Procuraremos averiguar cómo citas de San Juan Crisóstomo y de las cartas de San Jerónimo fueron más que lo que hicieron; cómo vivieron en la prosaica me sirvo con frecuencia de las excelentes versiones debidas existencia cotidiana; cómo pensaron; cuáles fueron sus reac a Daniel Ruiz Bueno. Hubiera sido del gusto del autor tratar ciones al contacto con las cosas, con los hombres y con Dios. más detenidamente de las monjas, porque se lo merecen; pero La obra se divide en dos partes. En la primera se intenta las noticias de que actualmente se dispone son más bien es dar una visión de los orígenes y primera evolución del monacato casas y apenas dan para más. en los distintos países de Oriente y Occidente, la semblanza Por último, cumplo con el agradable deber de agradecer de los personajes más destacados e influyentes, una imagen de muy sinceramente los inapreciables servicios que me han pres- cómo vivían los monjes. En la segunda se hallará una exposi ción de su pensamiento sobre la vida espiritual. «Porque ¿qué 8 1 Cor 2,II. * D. Ruiz BUENO, Obras de San Juan Crisóstomo, Tratados ascéticos: BAC 1060 (Madrid 7 Les idees et les leltres (París 1932) p.241. •958) P39- 10 De diversis quaestionibus 71,5.

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Itinerario monástico de San Agustín. 274. El ideal monástico de San Agustín. 280. El cenobio agustiniano. 283. El África monástica después de la muerte de San Agustín . 286. Los principios del monacato hispano. 290. El monacato primitivo en las Islas Británicas. 295. CAPÍTULO X. Los monje
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