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El mito de la enfermedad mental PDF

207 Pages·1994·1.711 MB·Spanish
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El mito de la enfermedad Mental 1 De Thomas Szasz en esta biblioteca Ideología y enfermedad mental 2 El mito de la enfermedad mental Thomas S. Szasz Amorrortu editores Buenos Aires 3 Directores de la biblioteca de psicología y psicoanálisis, Jorge Colapinto y David Maldavsky The Myth of Mental Illness: Foundations o/a Theory of Personal Conduct, Tho-mas S. Szasz © Harper & Row Publishers, Inc., 1961 Primera edición en inglés, 1961 Primera edición en castellano, 1973; segunda edición, 1976; primera reimpresión, 1982; segunda reimpresión, 1994 Traducción, Flora Setaro Revisión, Jorge A. Zarza Única edición en castellano autorizada por Harper & Row, Publishers, In-corporated, Nueva York, y debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723. © Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, Buenos Aires. La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada por cualquier medio mecánico o electrónico, incluyendo fotocopia, grabación o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada. Industria argentina. Made in Argentina ISBN 950-518-404-2 Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en abril de 1994. Tirada de esta edición: 1.500 ejemplares. Dedico esta obra a mi esposa, Rosine. 4 «El juego debe continuar: este es el mandato de la Naturaleza. Pero es al hombre a quien le toca determinar las reglas fundamentales y delinear los equipos. La determinación de las reglas atañe principalmente al especialista en ética. La delincación de los equipos. . . bueno, para esta tarea se necesitan muchas disciplinas». Garrett Hardin [1959, pág. 318]. 5 Prólogo Mi interés por escribir este libro surgió hace más o menos diez años, cuando —dedicado ya a la psiquiatría— comenzó a preocuparme cada vez más el carácter vago, caprichoso y en general insatisfactorio del muy utilizado concepto de enfermedad mental y sus corolarios, el diagnóstico, el pronóstico y el tratamiento. Pensé que, aun cuando el concepto de enfermedad mental parecía acertado desde el punto de vista histórico (ya que emana de la identidad histórica de la medicina y la psiquiatría), carecía de sentido racional. Si bien pudo haber sido útil en el siglo xix, hoy está desprovisto de valor científico y es, desde una perspectiva social, nocivo. Aunque la insatisfacción por los fundamentos médicos y el marco conceptual de la psiquiatría no es nueva, poco se ha hecho para explicar el problema, y menos aún para remediarlo. En los círculos psiquiátricos se considera casi indecoroso preguntar «quedes la enfermedad mental», y en Tos que no lo son se acepta con demasiada frecuencia la opinión de los psiquiatras, sea ella cual fuere, acerca de este punto. La pregunta: «¿Quiénes son enfermos mentales?» encuentra, por ende, esta respuesta: «Aquellos que se hallan internados en hospitales neuropsiquiátricos. o acuden a los consultorios privados de los psiquiatras». Es posible que estas respuestas parezcan excesivamente simples. Si ello ocurre, es porque lo son. Sin embargo, no es fácil responder de manera más lúcida sin enfrentar una serie de complejos problemas; sería menester preguntar, en primer término, si «la enfermedad mental es una enfermedad», y replantear luego nuestras metas con el fin de pasar de la comprensión de la enfermedad mental a la de los seres humanos. La necesidad de reexaminar el problema de la enfermedad mental Ss, al mismo tiempo, oportuna y apremiante. En nuestra sociedad existe gran confusión, insatisfacción y tensión con respecto a los problemas psiquiátricos, psicológicos y sociales. Se dice que la enfermedad mental es el problema de salud número uno de Estados Unidos. Las estadísticas reunidas para demostrar este aserto son impresionantes: en los hospitales, más de medio millón de camas están ocupadas por enfermos mentales, y diecisiete millones de personas adolecen, según se afirma, de cierto grado de enfermedad mental. Los principales medios de comunicación de masas —los periódicos, l.i radio y la televisión— utilizan libremente el concepto de enfermedad mental. A veces se afirma que algunos personajes famosos —conri Adolfo Hitler, Ezra Pound o Earl Long— son enfermos mentales. Otras, se pone este rótulo a los miembros más infortunados (y que ocupan el lugar más bajo) de la escala social, en especial si se les imputa algún delito. La popularidad alcanzada por la psicoterapia y la supuesta necesidad de la gente de recurrir a ella aumentan con rapidez. Al mismo tiempo, resulta imposible responder a la pregunta: «¿Qué es la psicoterapia?». El término «psicoterapia» abarca casi todo lo que hace alguien cuando está en contacto con otras personas. El psicoanálisis, la psicoterapia de grupo, la confesión religiosa, la rehabilitación de reclusos en establecimientos carcelarios y muchas otras actividades reciben el nombre de «psicoterapia». En este libro trataré de disipar esas confusiones, esclareciendo de este modo la atmósfera psiquiátrica. En la primera y la segunda parte expondré las raíces socios históricos y epistemológicos del moderno concepto de enfermedad mental. La pregunta: «¿Qué es la enfermedad mental?» se liga de manera inextricable con otro interrogante: «¿Qué hace el psiquiatra?». Mi primera tarea consiste, por lo tanto, en presentar uñ análisis esencialmente «destructivo» del concepto de enfermedad mental y de la psiquiatría como actividad seudomédica. Creo que tal «destrucción» es indispensable, igual que la demolición de los viejos edificios, si queremos erigir un edificio nuevo más habitable para la ciencia del hombre. 6 Descartar un modelo conceptual sin tener otro que lo reemplace no es tarea sencilla; me vi obligado, pues, a buscar un nuevo enfoque. Mi segunda tarea consiste en ofrecer una síntesis «constructiva» de los co- nocimientos que considero útiles para llenar el vacío dejado por el mito de la enfermedad mental. En la tercera, cuarta y quinta parte presentamos una teoría sistemática de la conducta personal, basada par- cialmente en materiales extraídos de la psiquiatría, el psicoanálisis y otras disciplinas, y también parcialmente en mis propias ideas y observaciones. Al ignorar los problemas morales y los patrones normativos —como metas y reglas de conducta establecidas en forma explícita— las teorías psiquiátricas separaron aún más la psiquiatría de esa realidad que trataban precisamente de describir y explicar. Me esforcé por corregir esta deficiencia por medio de una teoría de los juegos aplicada a la vida humana, que permita conciliar los argumentos éticos, políticos, religiosos y sociales con los intereses más tradicionales de la medicina y la psiquiatría. Si bien, de acuerdo con mi tesis, la enfermedad mental es un mito, no me propongo «desprestigiar a la psiquiatría». En la actualidad es muy grande la cantidad de libros que tratan de exaltar los méritos de la psiquiatría y la psicoterapia, o de desacreditarlas. Los primeros intentan demostrar, por lo general, por qué y cómo esta o aquella forma de conducta es una «enfermedad mental», y de qué manera los psiquiatras pueden ayudar a la persona afectada. Los segundos suelen atacar a dos puntas, con el fin de sugerir que los propios psiquiatras son «enfermos mentales» y que la psicoterapia es un método deficiente para «tratar» una dolencia que se manifiesta con síntomas tan graves como los de la enfermedad mental. Quisiera aclarar, por lo tanto, que aunque considero que el concepto de enfermedad mental no sirve, creo que la psiquiatría podría llegar a ser una ciencia. Pienso, asimismo, que la psicoterapia es un método eficaz para ayudar a la gente —no, por cierto, a recuperarse de una«enfermedad», sino a aprender mucho más acerca de sí misma, del prójimo y de la vida. En suma, este no es un libro de psiquiatría, ni tampoco un trabajo referente a la naturaleza del hombre. Es un libro acerca de la psiquiatría, en el que indagamos qué hace la gente, pero en particular los psiquiatras y pacientes, en su contacto mutuo. Es también un libro que se refiere a la naturaleza humana, pero, de manera más específica, -i la conducta del hombre, puesto que ofrecemos observaciones e hipótesis concernientes a la forma en que vive el individuo. Thomas S. Szasz Syracuse, Nueva York 7 Reconocimientos Las personas que ayudaron a preparar este libro fueron muchas. En primer término quiero agradecer al doctor Marc H. Hollender por haber puesto a mi disposición el clima académico necesario para escribir un trabajo de esta índole. Leyó, además, todo el manuscrito con profundo sentido crítico, y efectuó muchas sugerencias para mejorarlo. Arthur Ecker y Samuel D. Lipton leyeron también el manuscrito completo, y formularon críticas sagaces y sutiles. Judson Albaugh, Roben Daly, Eugene Kaplan, Ronald Leifer, Louis Patrizio, Charles Reed... Julius B. Richmond, John J. Sandt, Edward Sulzer y David Owen leyeron partes del libro y contribuyeron con valiosas sugerencias. Agradezco a los numerosos autores, editores y compiladores que me han autorizado a citar textos con derechos registrados. También quisiera expresar mi deuda con la señora de Ecker, quien corrigió mi gramática y mi estilo; con Dorothy Donaldson, bibliotecaria adjunta del Centro Médico de la Universidad Estadual de Nueva York Septentrional, por haberme facilitado gran parte de las referencias que consulté al preparar este volumen, y con Margaret Bassett, por sus excelentes servicios como secretaria. Vaya por último mi profundo reconocimienio al personal de la casa editora Paul B. Hoeber, Inc., y, en particular, a Claire Drullard, por el cuidado con que trasformaron mi manuscrito en un libro pulido y acabado. 8 Introducción «La ciencia debe comenzar por los mitos, y por la critica de los mit"-.» Karl R. Popper [1957, pág. 177]. Tarde o temprano, toda actividad científica llega a una encrucijada. Los hombres de ciencia deben decidir, entonces, qué camino seguirá:;. El dilema que enfrentan es este: «¿Cómo enfocaremos nuestro trabajo? ¿Debemos considerarlo en función de sustantivos y entidades —p. ej , los elementos, compuestos, cosas vivientes, enfermedades mentales, etc.—, o de procesos y actividades, como el movimiento browniano. la oxidación o la comunicación?». No es necesario considerar el dilema en un plano abstracto para advertir que estos dos modos de conceptualización representan una secuencia evolutiva en el proceso de desarrollo del pensamiento científico. El pensamiento como entidad precedió siempre al pensamiento como proceso. Desde hace tiempo, la física, la química y algunas ramas de la biología complementaron las conceptualizaciones sustantivas con las teorías procesales. La psiquiatría, no. Alcance y métodos del estudio A mi juicio, la definición tradicional de psiquiatría —que aún está en boga— ubica a esta junto a la alquimia y la astrología, y la encierra en la categoría de seudociencia. Se dice que la psiquiatría es una es- pecialidad médica qué se ocupa del estudio y tratamiento de la enfermedad mental. De igual modo, la astrología estudiaba la influencia que ejercían los movimientos y posiciones de los planetas en el destino y la conducta humanos. Estos son ejemplos típicos de casos en los que una ciencia se define por el tema que estudia. Estas definiciones desconocen por completo el método, y se basan, en cambio, en falsos sustantivos [Szasz, 1958a, 1959¿]. Las actividades de alquimistas y astrólogos —en contraste con las de químicos y astrónomos— no estaban delimitadas por métodos de observación e inferencia cuyo conocimiento estuviera al alcance dé todos. Del mismo modo, los psiquiatras evitan revelar plenamente y en forrna pública lo que hacen. En realidad, pueden hacer casi cualquier cosa, como terapeutas o teóricos, y, sin embargo, se los sigue considerando psiquiatras. Por consiguiente, la conducta de un determinado psiquiatra —como miembro de la especie «psiquiatra»— puede ser la de un médico, un sacerdote, un amigo, un consejero, un maestro, un psicoanalista o cualquier clase de combinaciones de estos. Es un psiquiatra en tanto sostiene que se orienta hacia el problema de la salud y la enfermedad mentales. Pero imaginemos por un momento, que ese problema no existe. Supongamos, además' que estas palabras se refieren a algo que no es más sustancial o real que la concepción astrológica de las influencias planetarias en la conducta humana. ¿A qué resultado llegaríamos? Los métodos de observación y de acción en psiquiatría La psiquiatría se encuentra en un punto crítico. Hasta ahora, la .regla, fue pensar en términos de (sustantivos)—p. ej., la neurosis, la enfermedad o el tratamiento—. El problerna que se plantea es este: ¿Continuaremos por el mismo camino o nos apartaremos de él, orientándonos hacia el pensamiento en términos de procesos? A la luz de este enfoque, en este estudio me propongo, primero, demoler algunos de los, principales sustantivos falsos del pensamiento psiquiátrico contemporáneo, y, segundo, establecer los cimientos de una teoría de la conducta personal en términos de procesos. En todas las esferas y actividades de la vida, incluida la ciencia, hay discrepancias entre lo que las personas dicen hacer y lo que en rea lidad hacen. Precisamente con respecto a esa discrepancia en la física", Einstein [1933] formuló en términos sucintos el principio del operacionalismo, que Bridgman [1936] convirtió luego en una filosofía sistemática de la ciencia: «Si ustedes quieren averiguar algo acerca de los métodos que utilizan los físicos teóricos, les aconsejo que se atengan en forma estricta a un principio: no presten atención a sus palabras sino a sus hechos.» [pág. Sin duda, no hay razones para suponer que este principio es menos válido para comprender los métodos —y, por ende, la naturaleza y el objeto— de la psiquiatría. 9 En pocas palabras, la definición operacional de un concepto es aquella que lo relaciona con «operaciones» reales. Un concepto físico se define por operaciones físicas, tales como mediciones del tiempo, la temperatura, la distancia, etc. En el campo de la física, las definiciones operacionales se pueden oponer a las idealistas, ejemplificadas por los clásicos conceptos preeinstenianos de Tiempo, Espacio y Masa. De manera similar, un concepto psicológico o sociológico, definido en términos óperacionales, se. relaciona con observaciones o mediciones psicológicas o sociológicas. En cambió), muchos conceptos psicosociales se definen sobre la base de valores e intenciones establecidos por el propio investigador. La mayoría de los actuales conceptos psiquiátricos pertenecen a la última categoría. La respuesta a la pregunta: «Qué hacen los psiquiatras?» depende, por lo tanto, de la clase de psiquiatra que tenemos en mente. Podría responder a cualquiera de estos prototipos (la lista no es necesariamente completa): efectúa el examen físico de los pacientes, administra drogas y realiza tratamientos de descarga eléctrica, firma los papeles necesados para la internación, examina a los delincuentes y ofrece testimonios acerca de estos en los tribunales o, quizá, la mayoría de las veces escucha y habla a los pacientes. En este libro me ocuparé, sobre todo, de la psiquiatría considerada una disciplina especial, cuyo método consiste «solamente en hablar» — como suele decirse con cierto dejo de burla, pero con bastante propiedad—. Si descartamos la palabra «solamente» como una crítica gratuita y ampliamos el significado del término «hablar» para incluir todos los tipos de comunicaciones, llegaremos a formular un método psiquiátrico básico, al cual suscriben, en realidad, muy pocos psiquiatras. De hecho, existe una división, y tal vez una brecha insalvable, entre lo que la mayoría de los.psicoana-as y psicoterapeutas'hacen en el curso de su trabajo, y lo que dicen acerca de la naturaleza de este. En cuanto a su labor concreta, se co munican con el paciente por medio del lenguaje, de signos no verbales y reglas. Además, mediante los símbolos verbales analizan las interacciones comunicacionales que observan y en las que ellos mismos participan. A mi juicio, esto describe con acierto las verdaderas actividades del psicoanálisis y de la psiquiatría orientada hacia una perspectiva psícosocial. Pero, ¿qué dicen los psiquiatras acerca de su trabajo? ¡Se expresan como si fuesen médicos, fisiólogos, biólogos e inclusosjísicos1 Oímos hablar de pacientes enfermos, de instintos y funciones endógenas y, desde luego, de «libido» y «energías psíquicas», tanto «libres» como «ligadas». Si bien la necesidad de ser claros con respecto al método científico no es ya una idea nueva entre los hombres de ciencia, es preciso subrayarla de nuevo en nuestro campo. La psiquiatría, que utiliza los métodos del análisis comunicacional, tiene mucho en común con las ciencias que se dedican a estudiar los lenguajes y la conducta de comunicación. A pesar de esta conexión entre la psiquiatría y disciplinas como la lógica simbólica, la semiótica' y la sociología, se continúa presentando a los problemas de salud mental dentro del marco tradicional de la medicina. El andamiaje conceptual de esta ciencia descansa, en cambio, en principios físicos y químicos. Esto es enteramente razonable, porque la tarea de la medicina fue y sigue siendo estudiar —y, si fuese necesario, modificar— la estructura y la función fisicoquímicas del organismo humano. Empero, no parece posible que la conducta de utilización de signos se preste a ser explorada y comprendida en estos términos. La distinción entre física y psicología es, por supuesto, muy conocidat Sin embargo, sus diferencias no suelen considerarse con suficiente seriedad. La falta de confianza que suscita la psicología en cuanto a su carácter de ciencia legítima se revela en la abierta expectativa de algunos científicos, de que todas las descripciones y observaciones científicas se expresarán a la larga en un idioma físico-matemático. Más específicamente, en el lenguaje psiquiátrico y psicoanalítico, el escepticismo hacia los métodos y temas se pone de manifiesto en la persistente imitación de los enfoques médicos. Continuamos hablando ele, v quizá creyendo en, conceptos como «psicopatología» y «psicoterapia». Esta es, sin duda, la situación actual de nuestra ciencia. Al mismo tiempo, 1 Emplearemos el término «semiótica» para designar la ciencia de los signos [Morrii, 1946, 1955].- Las ideas referentes a las comunicaciones y relaciones objétales lograron creciente aceptación, sobre todo en las últimas décadas. Pero una ciencia no puede ir más allá de lo que le permite su instrumento lin- güístico. Por lo tanto, no podemos desembarazarnos fácilmente de nuestra incesante confianza en nociones como «neurosis», «psicosis», «enfermedad emocional», «tratamiento psicoanálisis», etc. Permanecemos encadenados a un marco conceptual anticuado desde el punto de vista científico, y a su terminología. Sin embargo, no podemos aferrar-nos para siempre al carácter moralmente subjetivo y socialmente manipulativo de nuestro tradicional lenguaje psiquiátrico y psicoanalítico, y sacar provecho de ello, sin pagar un precio. Creo que corremos el riesgo de adquirir poder y superioridad sobre los pacientes y quienes no son psiquiatras a costa de la auto esterilización científica y, por ende, dé la autodestrucción profesional definitiva. 10

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