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El libro de los muertos PDF

391 Pages·1984·7.662 MB·Spanish
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B[3 [3 [3 [3 [3 [3 ¡3 [3 [3 [S [3 [3 [3 [3 [3 [3 [3 [3 [3 [3 [3 [3 [3 [3 · ê ] ξ î ë Ι Ε îë Ι 1e Ιε 1 ξ ê Ι ξ ïê Ι ξ ïê Ι ] ξ 1ë El libro de los muertos, una de las obras capitales de la literatu­ Ιξ ê ra religiosa de todos los tiempos, constituye un documento Ι 1ë de primera magnitud para adentrarse en el conocimiento de Ιε ]b la religiosidad del antiguo pueblo egipcio. Ιξ ε Iê La obra está formada por un conjunto de textos y fórmulas Ι ξ 1ê mágicas, mediante las cuales los difuntos (para quienes estaba Ι ξ 1ë destinado tal libro) podrían vencer las dificultades y peligros Ι 1ë que les esperaban en el más allá. Ιξ ξ 1ê El sentido pragmático de la obra motivó que el El libro de los Ι 1e muertos fuese copiado una y otra vez, habiéndonos llegado así Ιξ muchos ejemplares, algunos bellamente ilustrados, circuns­ ε îê Ι tancia que ha dificultado el establecimiento de una edición ξ 1ê canónica. Ι ε ïê Ι Este libro, con su profundo sentido alegórico, sus imágenes y ξ 1ë su recreación fantástica en las situaciones de ultratumba, nos Ιξ 1 ê permite seguir con todo lujo de detalles el proceso religioso Ι ε Iê de la historia egipcia. Ι ξ 1ë La presente edición ha sido realizada por el catedrático José Ι ξ ]ë María Blázquez Martínez y el profesor titular Federico Lara Ι ε 1ê Peinado, ambos de la Universidad Complutense de Madrid. Ι ξ ]ê Ι ξ 1ê Ι ξ 1ê Ι ξ ]ë Ι ξ ]ë Ι ξ 3ê Ι ε 1ë Ι ξ 3 Ι 3 ξ ë Ι ξ ]e Ι ξ ]e Ι ξ ]ê Ι ξ ]ë Ι Ε 1 · El Ë1 Él G\ Ë1Ë1Ë1 g\ ËJ Ë1 Él Ë] Ë3 Ë1 Él Ë1 Ël Ë1Ë1ËJ ËI Ël ËD Ë1 Ή EL LIBRO DE LOS MUERTOS Edición preparada por José M.a Blázquez Martínez y Federico Lara Peinado EDITORA NACIONAL Torregalindo, 10 - Madrid-16 Introducción de José María Blázquez Martínez Traducción y notas de Federico Lara Peinado © Copyright, 1984 EDITORA NACIONAL. Madrid (España) ISBN: 84-276-0667-2 Depósito Legal: M-21004-1984 Imprime Unigraf.S.A. Fitenlabrada Madrid. CLASICOS PARA UNA BIBLIOTECA CONTEMPORANEA Literatura INTRODUCCION La lite ra tu ra egipcia de carácter fu n erario El pueblo egipcio, a lo largo de su historia, estuvo profundamente preo­ cupado por la idea de la muerte y por la vida de ultratumba. Ello originó una abundante literatura de carácter funerario, que hay que conocer, siquie­ ra sea someramente, para valorar el Libro de los Muertos y encuadrarlo en su contexto exacto. Esta literatura funeraria, que ha llegado a nosotros, es numerosa y variada. A ella pertenecen por orden cronológico los Textos de las Pirámides, redactados aproximadamente entre los años 2500y 2300 a. C. Algunos investigadores, como E. Drioton, creen que la casi tota­ lidad de los textos recogidos en las pirámides son anteriores a la primera Dinastía. Pertenecerían por lo menos a la época de la Dinastía de Buto, o sea, al cuarto milenio. Estos textos mencionan con frecuencia la presencia en el cielo de los reyes de Buto y de Nekhen. Hacen frecuentes alusiones a la época osírica, a los reyes hesitas y a los hechos de la historia anterior a la primera Dinastía. Otros autores, por el contrario, bajan su cronología hasta los años de las Dinastías III-V. Tales textos están grabados en las paredes de las pirámi­ des de las Dinastías Vy VI. Los Textos de los Sarcófagos, que siguen a los anteriores, se escribieron entre los años 2300 y 2000 a. C. El Libro de los Muertos se fecha a partir del 1500 a. C., pero muchas partes re­ montan a los comienzos del Imperio Antiguo. No termina con estos textos y con el Libro de los Muertos la litera­ tura funeraria egipcia. Se conservan otros libros con el mismo carácter, que 9 son los siguientes; El Libro de lo que hay en el Más Allá, el Libro de las Puertas, el Libro de la Noche, el Libro de los Caminos y el Li­ bro de las Cavernas. De las primeras dinastías egipcias no se conserva literatura alguna de carácter funerario. Con el último rey de la V Dinastía, de nombre Unas, co­ mienzan las inscripciones a aparecer sobre ¡as habitaciones de las pirámides. Estos textos están destinados exclusivamente al rey. A partir del primer interregno, también se inscribieron en ¡as paredes internas de ¡os sarcófagos, añadiendo tradiciones ¡ocales, que ya no eran de carácter real. A estos se­ gundos textos se les llama, del lugar donde están escritos, Textos de los Sarcófagos. Todos estos textos, con variaciones y añadidos fueron transmi­ tidos al Imperio Nuevo y a las dinastías posteriores. A partir de este momento fueron copiados en papiros y depositados en las tumbas, junto con el cadáver; de aquí su denominación de Libro de los Muertos. No se trata de un verdadero libro, con unidad interna, sino de una colección grande de fórmulas heterogéneas. No se transmitió el texto con una escrupulosa exacti­ tud, como hacían los escribas judíos y cristianos con las Sagradas Escrituras, sino que evolucionó profundamente desde las primeras inscripciones de los sarcófagos hasta su redacción en el Imperio Nuevo. Ello no se debe, como su­ giere S. Morenzx, a una deficiencia de los copistas, sino que obedece a causas profundas. Se trataba de un texto mítico, que carecía de sentido para los lec­ tores, para los que el mito había perdido su significado y, por lo tanto, su importancia. En segundo lugar, los egipcios no tenían escrúpulos en alterar el texto. Los griegos y ¿os cristianos se atrevieron a modificar ¡a interpretación de los textos, y los egipcios, por el contrario, añadían glosas. Esta literatura funeraria estaba a disposición de todo el mundo una vez que se produjo una especie de democratización de la doctrina sobre la muerte. Sin embargo, se ordenaba no hacer públicas las fórmulas mágicas a los profanos y estaba prohibida la transmisión directa de generación en gene­ ración en el interior de ¡as familias. En tiempos de revueltas, estas fórmulas mágicas eran profanadas. La literatura funeraria era esencialmente una li­ teratura de carácter mágico. Por ello había que rodearla de misterio. Los egipcios, en ios tiempos más antiguos, creían en una pervivenda del espíritu del muerto en relación con el cuerpo. Sería una creencia en una vida ultraterrena, parecida a la de los babilonios, los fenicios, los etruscos, los ibe­ ros, y otros pueblos de la Antigüedad. Esta creencia queda demostrada fácilmente por la presencia junto a los muertos de los ajuares funerarios. 1 La religión égyptienne, París, 1977, 285 ss. Un excelente manual,sobre el Egipto anti­ guo es el de E. Drioton, J. Vandier, Historia de Egipto, Buenos Aires, 1973. Sobre el tema de este prólogo sigue siendo fundamental A. H. Gardiner, The Attitude ofihe Ancient Egyp­ tian to Death, and The Death, Cambridge, 1938. 10 Junto a esta creencia, que pervivió muchos siglos en el Valle del Nilo, pronto hizo su aparición una segunda, según la cual el muerto lograba una nueva vida, una vez que el cuerpo se hubiera descompuesto totalmente, o sea, después que se ha integrado a la tierra. Esta creencia está en relación con el culto a la diosa madre. Desde los tiempos más remotos las ideas egipcias de ultratumba se vin­ cularon con ios cultos agrarios y, más concretamente, con Osiris, concebido como hombre que muere y resucita bajo la forma de un dios. Osiris enseñó a los hombres la agricultura, las leyes y la familia monógama. El cuerpo de Osiris permanece en la tumba, mientras su espíritu se incorporaba a los res­ tantes dioses. Isis había logrado recomponer el cuerpo de Osiris, que se dirigió en súplica a Ra, el dios creador, que atendió su petición. El rey era enterrado como Osiris, ya que era de esencia divina, mientras su akh, su espíritu, como había sucedido con el propio Osiris, marchaba con los dioses. En el culto funerario se asimilaba el rey difunto a Osiris. En una época del Imperio Antiguo, y con seguridad entre las IIy V Di­ nastías, la teología solar se asimiló al culto osírico, hecho que influyó profundamente en las ideas funerarias egipcias. Osiris es ahora asimilado al dios Ra, que se introdujo de este modo en el culto osírico, lo que ocasionó que el faraón difunto, asimilado a Osiris, lo fuera también a Ra. El faraón muerto, a partir de esta asimilación recibe un doble culto, como monarca di­ funto y como asociado a Ra, en el templo solar. Este doble culto explica satisfactoriamente el hecho de que en las proximidades de las pirámides se coloquen un templo solar y uno de carácter funerario. A partir de la V Dinastía el culto solar es más importante que el osí­ rico, que era el más antiguo2. Los ritos funerarios que se hacían con el cadáver del rey, reproducían el misterio de Isis, cuando, ayudada por Thot y Anubis, volvió a Osiris a la vida. Plutarco de Queronea, un autor que vivió entre los siglos Iy II de la Era, ha transmitido la versión más completa del mito de Osiris en su Tra­ tado de Isis y Osiris. Este era un rey legendario, famoso por la justicia con que administró Egipto. Su hermano Seth le asesinó. Su esposa Isis logró que­ darse en estado de Osiris ya difunto; enterró su cadáver y se refugió en el Delta del Nilo, donde dio luz a un hijo al que puso el nombre de Horus. Cuando el niño se hizo mayor, preparó un ataque contra su tío. Seth salió vencedor al comienzo de la lucha y logró arrancarle un ojo; pero la lucha ter­ minó con la victoria de Horus, que recuperó su ojo y lo ofreció a Osiris, que de esto modo recobró la vida. Según la versión de Plutarco, Seth troceó el ca­ dáver de Osiris en catorce pedazos y los desparramó. Isis logró recogerlos, salvo los órganos sexuales, que se había comido un pez, y enterró cada uno 2 J. Pirenne, Historia de la civilización del Antiguo Egipto. I, Barcelona, 1971,114 s. 11 donde los había hallado. Por ello, diferentes santuarios creían poseer la tum­ ba de Osiris. Seth fue después convertido en barca y obligado a transportar a Osiris por el Nilo. Horus descendió, después de la victoria, al reino de los muertos, a los que anunció la buena noticia y fue proclamado sucesor de su padre y coronado rey. De este modo «puso en movimiento su alma», pues Osiris estaba aletargado y un sopor inconsciente se había apoderado de él. Una vez coronado Horus, le resucita en cuanto que es alma. En el futuro tendría la obligación de asegurar la fertilidad agraria y el crecimiento; por ello, se le compara con la tierra o con el océano que ciñe el mundo. Osiris re­ presenta alfaraón difunto y Horus al nuevo faraón. Un Texto de los Sar­ cófagos exalta estupendamente a Osiris como el origen y fundamento de todo lo creado: «Si vivo, como si muero, yo soy Osiris. Penetro en ti y reaparezco a través de ti; desfallezco en ti y crezco en ti..., los dioses viven en mí, porque yo vivo y crezco en el grano que los sustenta. Yo cubro la tierra; si vivo, como si muero, soy la cebada; no se me puede destruir. Yo he penetrado el orden... He sido hecho señor del orden y emerjo en el orden». Poco a poco se convirtió en un modelo no sólo para el faraón, sino para cada hombre. Su culto se había propagado en el Imperio Antiguo y por eso aparece en los Textos de las Pirámides3. El rito fúnebre, en la época fini­ ta, lo ejecutaba la familia real; después pasó a los sacerdotes. La esencia del rito consistía en la apertura de la boca y de los ojos del difunto y de su esta­ tua, ritual con el que quedaba asimilado a Osiris. El faraón difunto reina­ ba, al igual que Osiris, en el reino de los muertos. Los Textos de las Pirámides no permiten al lector hacerse una idea exacta sobre la vida de ultratumba, pero debían los muertos carecer de las necesidades materiales de esta vida; estarían vecinos a la vida espiritual de los dioses. En la teología solar, la supervivencia no estaba vinculada a la conservación del cadáver4. Los Textos de las Pirámides, como se indicó, tratan casi exclusiva­ mente de la vida ultraterrena delfaraón difunto y repiten continuamente que no puede morir. Según otras fórmulas, no conoce la corrupción. La mayoría de los textos narran el viaje celeste del faraón, en forma de pájaro, ya sea oca, garza real o halcón, de una langosta, de un escarabajo, etc., ayudado por los dioses, los vientos o las nubes. Durante el viaje elfaraón es ya un dios. Una gran cantidad de Textos de las Pirámides está dedicada a narrar las diferentes etapas de la asimilación ritual del faraón muerto a Osiris, como el siguiente: «Del mismo modo que él [Osiris] vive, vive también este rey Unis; del mismo modo que él no muere, tampoco muere este rey Unis; del mismo modo que él no perece, tampoco perece este rey Unis. 3 M. Eliade, Historia de ¡as creencias y de las ideas religiosas, Madrid, 1978,1, 113 ss. Sobre las pirámides véase I. E. S. Edwards, The Pyramids of Egypt, Middlesex, 1982. 4 J. Pirenne, op. cit., I, 119. 12 [El faraón muerto recibe el trono de Osiris, y como el dios, se convier­ te en rey de los muertos.] j ¡Ah, el rey Neferkere [Pepi II]! ¡Qué bello es! ¡Qué bello es esto que tu padre Osiris ha hecho por ti! Te ha dado su trono, tú gobiernas a los de los lugares ocultos [los muertos], tú guías a sus augustos, todos los gloriosos te siguen»5. Esta asimilación era tan evidente que otro texto hace sucesor de Osiris en la ultratumba al faraón Teti: «Tú estás en el trono de Osiris Como sucesor del Jefe de los Occidentales [Osiris] Has asumido su poder Y has tomado su corona. Oh, Rey Teti, qué maravilloso es esto, qué grande es esto Lo que tu padre Osiris ha hecho por ti. Te ha cedido su trono Para que gobiernes a los que tienen sedes ocultas [los muertos] Y guíes a los Venerables [los muertos]»6. Los epítetos que se aplican al monarca difunto son los mismos que se dirigen al propio Osiris. Algún Texto de las Pirámides, que H. Frankfort7 supone que se recitaba en el momento de la deificación del faraón muerto, presenta alfaraón Unas como a Osiris ante los dioses: «Atum, éste es tu hijo, Osiris, a quien tú hiciste sobrevivir y vivir. El vive, y por eso Unas vive; No ha muerto, y por eso Unas no ha muerto; No ha desaparecido, y por eso Unas no desaparece». Un segundo texto, que identifica también al faraón difunto —en este caso Pepi— con Osiris, describe la llegada del muerto ante los dioses, en la que se rastrean varias huellas del mito de Osiris, que se aplican al faraón. Esta asimilación, o mejor identidad entre Osiris y Pepi, es confirmada por el dios-sol, así como la sucesión del hijo del rey. El texto dice así: «¡Oh Pepi, te has ido para convertirte en espíritu, para hacerte tan poderoso como un dios, tú que estás en el trono de Osiris! Ellos recitan: “¡Llega un dios! Llega Pepi [que estará] en el trono de Osiris. Ese espíritu que está en Nedyt viene, ese poder en la provincia de Es­ te”. Isis te habla, Neftis te llora. Los espíritus vienen a ti, e inclinándose be­ san la tierra ante tus pies. 5 M. Eliade, op. cit., IV, 370. 6 H. Frankfort, Rejesj dioses, Madrid, 1976, 135. 7 Idem, 135 ss. Sobre la resurrección de Osiris, 202 ss. 13

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