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El libro de los americanos sin nombre Cristina Henríquez PDF

22 Pages·2015·0.85 MB·Spanish
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www.elboomeran.com El libro de los americanos sin nombre Cristina Henríquez Traducción de Manuel Manzano BARCELONA MÉXICO BUENOSAIRES 004-119089-Americanos.indd 3 09/03/15 17:31 Seamos todos de alguna parte. Digámonos todo lo que podamos. Bob Hicok, A Primer 004-119089-Americanos.indd 5 10/03/15 12:26 Amipadre,PantaleónHenríquezIII 004-119089-Americanos.indd 7 09/03/15 17:31 Alma Todoloquequeríamosenaquellaépocaerancosassencillas:buena comida,dormirporlasnoches,sonreír,reírdevezencuando,es­ tarbien.Creíamosque,comotodos,teníamosderechoaello.Por supuesto,cuandolopiensoahoraveoqueeraunaingenua.Lama­ readeesperanzasylapromesadeoportunidadesmecegaban.Su­ puseentoncesqueyahabíaocurridotodoloquepodríasalirmal ennuestrasvidas. Llegamostreintahorasdespuésdecruzarlafrontera,lostresenel asiento trasero de una camioneta pick-up de color rojo que olía a humodetabacoyagasolina. —Despierta—dijeempujandoaMaribelcuandoelchoferseme­ tióenunestacionamiento. —¡Hummm! —Yahemosllegado,hija—lesusurré. —¿Adónde?—preguntóMaribel. —ADelaware. Memiróparpadeandoenlaoscuridad. Arturoestabasentadoenelotroextremo. —¿Estábien?—preguntó. —Notepreocupes—respondí—.Estáperfectamente. Sehabíapuestoelsolylaoscuridadsangrabadesdelosconfines del cielo. Unos minutos antes estábamos en una carretera muy transitadamanejandoatravésdeloscruces,dejandoatráscentros comerciales y restaurantes de comida rápida, pero a medida que nos acercábamos al edificio de departamentos todo aquello se iba esfumando.Loúltimoqueviantesdeembocarellargocaminode grava que conducía a la zona de estacionamiento fue un taller 9 004-119089-Americanos.indd 9 09/03/15 17:31 CristinaHenríquez de chapa y pintura abandonado. Apoyado en el piso contra la fa­ chadadeestucogrisestabaelcartelpintadoamano. Elchoferestacionólacamionetayencendióotrocigarrillo.Ha­ bíafumadodurantetodoelviaje.Esoledabaalgoquehacerconla boca, supongo, porque cuando nos recogió en Laredo dejó claro quenoleinteresabaplaticar. Arturosalióprimero,seenderezóelsombrerodecowboyeins­ peccionó el edificio. Dos plantas construidas con bloques de hor­ migón,unagaleríaalairelibrequerecorríalasegundaconescaleras metálicasencadapunta,trozosdeespumadepolietilenorotoenla hierba,unavalladealambrealolargodelperímetroygrietasenel asfalto.Esperabaalgomásbonito.Algoconventanasblancasyla­ drillosrojos,conarbustosbiencuidadosymacetasdefloresenlas ventanas. Como las casas americanas que salían en las películas. Peroaquéllaeralaúnicaopciónquenosdabaelnuevotrabajode Arturoymedijequeteníamossuerte. Descargamosnuestrosbártulosensilenciorodeadosporaquella atmósferatenueypocofamiliar:bolsasdebasurallenasderopa,sá­ banasytoallas;cajasdecartónrepletasdeplatosenvueltosenpapel deperiódico;unaneveritaatiborradadepastillasdejabón,botellas deagua,aceitedecocinaychampú.Porelcaminovimosuntelevi­ sor en la banqueta. El chofer frenó de repente y dio marcha atrás. —¿Loquieren?—preguntó. Arturoyyonosmiramosperplejos. —¿Eltelevisor?—preguntóArturo. —Siloquieren,tómenlo—dijoelchofer. —¿Peroesonoesrobar?—preguntóArturo. Elchoferresopló. —EnlosEstadosUnidoslagentelobotatodo.Tambiéncosasque estánenperfectoestado. Más tarde, cuando se detuvo de nuevo y señaló una mesa de cocinadesechada,yluegootravezconuncolchónapoyadocomo 10 004-119089-Americanos.indd 10 09/03/15 17:31 Ellibrodelosamericanossinnombre untobogáncontraunbuzón,supimosloquedebíamoshacerylo cargamostodoenlacamioneta. Despuésdeencontrarlallavequeelpropietariohabíapegado con cinta adhesiva en el umbral de la puerta y de subir nuestros enseres al departamento por la escalera de metal oxidado, Arturo bajóapagaralchofer.Lediolamitaddeldineroqueteníamos.Así, sinmás.Elchofersemetiólosbilletesenelbolsilloyechólaceniza delcigarrilloporlaventanilla. —Buenasuerte—looídecirantesdearrancar. En el departamento, Arturo pulsó el interruptor de la pared y una bombillaseencendióeneltecho.Ellinóleodelpisoestabasucioy gastado. Las paredes estaban pintadas de amarillo mostaza. Había dosventanas(unagrandeenlapartedelanterayunamáspequeña enlaposterior,elúnicodormitorio),ambascubiertasdeplásticosu­ jetoconcintaadhesiva.Losmarcosdemaderaestabancombadosy astillados.Alfinaldelpasillohabíauncuartodebañoconunabañe­ ritaazuldebebé,unretreteherrumbrosoyunaduchasinmampara nicortina.Aprimeravista,lacocinaeralomejor(almenoseragran­ de), aunque los fogones estaban envueltos en papel de aluminio y habíangrapadotrozosdesábanaparasustituirlaspuertasdelosar­ marios. En la esquina había un viejo refrigerador con las puertas abiertasdeparenpar.Arturoseacercóymetiólacabezadentro. —¿Estoesloquehueleasí?—preguntó—.¡Huácala! Todoellugarapestabaamohoyquizáapescado. —Lalimpiaréporlamañana—dijecuandoArturocerróporfin laspuertas. MiréaMaribel,queestabaamilado.Inexpresiva,comodecos­ tumbre,seapretabalalibretacontraelpecho.¿Quéleparecíatodo aquello?,mepreguntaba.¿Entendíadóndeestábamos? Noteníamosfuerzasparadesempaquetarolavarnoslosdientes, ni siquiera para cambiarnos de ropa, así que después de mirar un 11 004-119089-Americanos.indd 11 09/03/15 17:31 CristinaHenríquez pocoanuestroalrededordejamoselcolchónreciénadquiridoenel pisodelcuarto,nostumbamosycerramoslosojos. Durante casi una hora, tal vez más, escuché el suave coro de MaribelyArturo.Respiracioneslargasyregulares.Dentroyfuera. Dentroyfuera.Lamareadeoportunidades.Eltirayaflojadelas dudas.¿Veniracáeraloacertado?Porsupuesto,sabíalarespuesta. Habíamos hecho lo que debíamos hacer. Lo que nos dijeron los médicos.Apoyélasmanosenelvientreyrespiré.Relajélosmús­ culosdelacara,destensélamandíbula.Peroestábamostanlejos deloqueconocíamos…Todoacá(elaireagrio,losruidosapagados, laoscuridadprofunda)eradiferente.Noshabíamosdespojadode nuestraantiguavida,lahabíamosdejadoatrásynosprecipitába­ mosaunanuevaconunaspocasposesiones,elcariñoquenoste­ níamosy,sí,esperanza.¿Seríasuficiente?Irábien,pensé.Irábien. Lo repetí como una oración hasta que finalmente también me quedédormida. Por la mañana nos despertamos aturdidos y desorientados, nos contemplamos entre aquellas cuatro paredes y luego recordamos. Delaware.AtresmilkilómetrosdenuestracasaenPátzcuaro.Más detresmilkilómetrosyunmundodedistancia. Maribelsefrotólosojos. —¿Tieneshambre?—lepregunté. Asintióconlacabeza. —Voyahacereldesayuno—ledije. —Notenemosnadaparacomer—mascullóArturosentadoenel colchónconloscodossobrelasrodillasycaradesueño. —Podemoscompraralgo—señalé. —¿Dónde?—preguntó. —Dondevendancomida. Pero no teníamos ni idea de adónde ir. Salimos del departa­ mentoalsolbrillanteyalairehúmedodelamadrugada(Arturocon 12 004-119089-Americanos.indd 12 09/03/15 17:31 Ellibrodelosamericanossinnombre su sombrero, Maribel con las gafas de sol que el médico le había recomendadoparaaliviarsusdoloresdecabeza)ycaminamospor elsenderodegravaqueconducíaalacalleprincipal.Alllegarala esquina,Arturosedetuvoyseacaricióelbigotemientrasmirabaen ambasdirecciones. —¿Quéteparece?—preguntó. Me asomé a la calle mientras un carro aceleraba emitiendo unsuaveronroneo. —Probemosporahí—dijeseñalandoalaizquierdasinninguna razónprecisa. Nuestro inglés era mínimo, insignificante, apenas unas pocas palabrasyfrasesaprendidasdelosturistasqueviajabanaPátzcuaro uoídasenlastiendasdondelosatendían.Nisiquierapodíamosleer losletrerosquehabíasobrelosescaparatesamedidaqueavanzába­ mos,asíquemirábamosdentrodecadatiendaparaverquéhabía.A lolargodeveinteminutossólohubocristaleras,unatrasotra.Una tiendadeartículosdebellezaconbastidoresdepelucasenelesca­ parate,unadealfombras,unadeelectrónica,unaagenciadecam­ biodedivisas,unalavandería...Yentonces,porfin,enlaesquina deuncrucemuyconcurrido,llegamosaunagasolineraysupimos queaquéleraellugar. Pasamosjuntoalossurtidoresendirecciónalapuertaprincipal. Fuera, un adolescente encorvado contra la pared sostenía un mo­ nopatínporlapunta.Nosobservócuandonosacercamos.Llevaba unacamisetanegraholgadayjeansconlosdobladillosdeshilacha­ dos.Teníaelcabellocastañooscuro,malcortadoyconelflequillo peinado hacia delante. Un tatuaje azul asomaba por debajo de la camisetayleserpenteabaporelcuello. LediuncodazoaArturo. —¿Qué?—preguntó. Señaléconlacabezaalchico. Arturolomiró. 13 004-119089-Americanos.indd 13 09/03/15 17:31 CristinaHenríquez —No pasa nada —contestó, pero me empujó un poco al pasar juntoaél:nosmetíaprisaaMaribelyamíparaqueentráramosen lagasolinera. Dentro revisamos las estanterías metálicas en busca de cual­ quier cosa reconocible. Al cabo de un rato, Arturo dijo que había encontradounasalsa,perocuandoagarréelfrascoymiréatravés delfondodevidriomereí. —¿Qué?—preguntó. —Estonoessalsa. —Pone«salsa»—insistióseñalandolapalabraenlaetiquetade papel. —Peromira—ledije—,¿teparecesalsa? —Essalsaamericana. Levantéelfrascodenuevoyloagitéunpoco. —Quizáestébuena—dijoArturo. —¿Creenquenosotroscomemosesto?—lepregunté. Loagarróylopusoenlacesta. —Porsupuestoqueno.Yatelohedicho.Essalsaamericana. Cuandoacabamoslacomprateníamossalsaamericana,huevos, unpaquetedearrozinstantáneo,unabarradepancortadaenreba­ nadas,doslatasdefrijoles,uncartóndejugoyunassalchichasque quisocomprarMaribel. Arturolodejótodoenelmostradordelacajaydesdoblóeldi­ nero que llevaba en el bolsillo. Sin decir una palabra entregó a la cajeraunbilletedeveintedólares.Lacajeralometióenelcajónde la registradora y nos mostró la mano abierta. Arturo levantó del pisolacestadeplásticoazulylavolteóparamostrarlequeestaba vacía.Lacajeradijoalgoydoblólamanotendida,asíqueArturole diolacanasta,peroellaselimitóadejarladetrásdelmostrador. —¿Quépasa?—lepreguntéaArturo. —Nolosé—respondió—.Yalehedadoeldinero,¿no?¿Tenemos quehaceralgomás? 14 004-119089-Americanos.indd 14 09/03/15 17:31 Ellibrodelosamericanossinnombre Sehabíaformadounacoladetrásdenosotrosyalgunosestira­ banelcuelloparaverquépasaba. —¿Hayquedarlemás?—lepregunté. —¿Más?Lehedadoveintedólares.Sólollevamosunpardecosas. Alguiengritóconimpacienciadesdelacola.Arturosevolvióa mirar,peronodijonada.¿Quéaspectodebíamosdetenerparala gentedeaquí,hablandoespañol,conlamismaropaarrugadaque llevábamosdesdehacedías? —¿Mami?—dijoMaribel. —Nopasanada—ledije—.Sólotratamosdepagar. —Tengohambre. —Enseguidacomerás. —¿Dónde? —Acá. —PeroenMéxicotenemoscomida. La mujer que había detrás de mí, con las gafas de sol alzadas sobresupelorubio,metocóelhombroymepreguntóalgo.Asentí conlacabezaysonrió. —Dalemásdinero—ledijeaArturo. Alguiengritódenuevoenlacola. —¿Mami?—dijoMaribel. —Melallevoafuera—ledijeaArturo—.Acáhaydemasiadoba­ rulloparaella. CuandoMaribelyyosalimossonóunacampanillay,antesin­ clusodequelapuertasecerraradetrásdenosotras,vialchicootra vez, todavía encorvado contra la pared sosteniendo el monopatín en posición vertical. Al vernos se movió un poco y advertí cómo observaba a Maribel de arriba abajo, fríamente, con aprobación y losojosentornados. Yoestabaacostumbradaaquelagentesefijaraenella.Pasabaa menudoenPátzcuaro.Maribelteníaeltipodebellezaqueidioti­ za a las personas. Los hombres se deshacían en sonrisas cuando 15 004-119089-Americanos.indd 15 09/03/15 17:31

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americanos sin nombre. Cristina Henríquez. Traducción de Manuel Manzano. BARCELONA MÉXICO BUENOS AIRES www.elboomeran.com
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