El libro siempre volvía. Ella no deseaba el libro, ni siquiera deseaba tocarlo de nuevo. El cuero gastado hizo que su piel zumbara con memorias antiguas de algo que ella no deseaba saber. Cuando el libro apareció primero al pie de su umbral el día después de Acción de Gracias, se sintió llena de pavor y anticipación, una mezcla de emociones que ella no entendía. Ni remite, ni sello, ni matasellos, ni ninguna dirección, nada excepto su nombre, puesto en letras en una escritura pasada de moda, de lujo, en un envoltorio liso marrón: Srta. Susan Talbot.