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El impostor: Evo Morales, de la Pachamama al narco-estado. PDF

222 Pages·2012·1.547 MB·Spanish
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El Impostor Evo Morales, de la Pachamama al Narco-Estado Nicolás Márquez Interamerican Institute for Democracy MIAMI © Nicolás Márquez, 2012 Todos los derechos reservados ISBN: Preparado por Alexandria Library: www.alexlib.com Fondo Editorial del Interamerican Institute for Democracy http://www.intdemocratic.org Índice El autor Prólogo Introducción Capítulo 1. Del pandillaje rural al poder institucional Capítulo 2. La farsa indigenista Capítulo 3. La narco-dictadura Anexo. Violaciones a los DDHH El Autor Nicolás Márquez nació en abril de 1975, es periodista, abogado y escritor. Colaboró en medios como Ámbito Financiero, La Prensa, La Nueva Provincia y es director del periodico digital www.laprensapo-pular.com.ar, el cual recibe unas cien mil visitas por edición. Condujo el ciclo radial (2004/2006) “Con los tapones de punta” (Radio 10 Mar del Plata) y actualmente conduce “Contra-Corriente”, emitido por Radio Nova Internacional (desde Miami). Sus trabajos bibliográficos recibieron críticas de parte de medios gráficos argentinos como La Nación, La Prensa, Ámbito Financiero, La Gaceta y La Nueva Provincia, así como de medios del exterior de la talla del El País (Uruguay), El Correo (Peru), La Nación (Paraguay), El Mercurio (Chile), El Miami Herald (USA) o el neoyorquino The Wall Street Journal. Fue premiado en el año 2004 con el galardón “jóvenes periodistas del futuro” (otorgado por la Fundación Global) y en el 2005 obtuvo el premio “Jóvenes líderes” (otorgado por la Fundación Atlas 1853). Brindó numerosas conferencias en el país y el exterior. Cursó estudios sobre terrorismo, contra-terrorismo, narcotráfico y crimen organizado en el Center for Hemispheric Defense Studies de la National Defense University (Washington DC) en los años 2008 y 2009. Publicó siete libros cuyas ventas superaron los 50 mil ejemplares. El primero de ellos, La otra parte de la verdad, (publicado en el año 2004); La mentira oficial - El setentismo como política de Estado, (2006); El Vietnam argentino- la guerrilla marxista en Tucuman, (2008); El canalla, la verdadera historia del Che Guevara, (2009), La Historia de un fracaso - crónicas de la revolución cubana, (publicado en Chile en el 2010), Chávez - de Bolívar al Narcoterrorismo, (2010), y ahora El Impostor - Evo Morales de la Pachamama al Narco-Estado, (2012). Prólogo Gregorio Marañón escribió que “en los banquetes exquisitos, los aperitivos huelgan”. No voy a recurrir a ese elegante subterfugio inventado por aquel maestro de la pluma, aunque tampoco es cuestión de escribir un ensayo al prologar una obra, por más que se trate de una sesuda investigación como es el caso del trabajo que ahora nos presenta Nicolás Márquez. Una de las faenas de mayor calado en nuestros medios consiste en señalar que el socialismo se bifurca en vertientes estrechamente emparentadas entre sí y que contribuyen con singular saña a demoler todo vestigio de civilización. Se trata de las izquierdas y las derechas, ambas opuestas al espíritu liberal y acérrimas enemigas del liberalismo. La izquierda, mal llamada progresista puesto que conduce a la regresión a las cavernas, con mayor o menor énfasis, conduce a lo que Marx y Engels aconsejaron en el Manifiesto Comunista en el sentido de que “pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad privada”. Se espantan algunos incautos con las matanzas de los Stalin, Mao, Pol Pot y Castro pero la anti-humana fabricación del “hombre nuevo” termina con mayor o menor rapidez en el cadalso de las libertades individuales y eventualmente de las personas físicas. Este es precisamente el mensaje central del ex-marxista Bernard-Henri Lévy en su libro Barbarismo con rostro humano: “aplíquese marxismo en cualquier país que se quiera y siempre se encontrará un Gulag al final”. Por su parte, el nacionalismo siempre significa patrioterismo xenófobo y militante respecto a la superioridad del propio país, junto al repugnante y criminal antisemitismo, posición que además permite registrar la propiedad a nombre de supuestos titulares pero maneja y dispone el aparato estatal. Esta vertiente socialistaes más mentirosa que sus primos hermanos los izquierdistas. En realidad, en nuestro mundo actual, por más que algunos declamen despectivamente sobre el fascismo de Mussolini o el nacionalsocialismo de Hitler, es la corriente que, en su faz culturaleconómica-jurídica, con mayor énfasis se aplica en todos los ámbitos y países, desde la educación que se dice privada pero administran los contenidos los ministerios del ramo, hasta los taxis que se estiman privados pero los intendentes deciden las tarifas, los horarios de trabajo y hasta el color en que deben estar pintados. Por todo ello es que Ludwig von Mises con razón ha escrito en su obra titulada Liberalismo que “el programa del liberalismo, por tanto, si debe ser condensado en una sola palabra, debería ser: propiedad”, la cual comienza con el propio cuerpo y pensamiento que cada uno debe poder expresar libremente, hasta la disposición de los bienes que ha adquirido lícitamente. Es el mismo Mises quien fue el primero en explicar que cuando se afecta la propiedad se distorsionan los precios y, por ende, se imposibilita la evaluación de proyectos, la contabilidad y el cálculo económico en general. Además de los horrendos atropellos inhumanos del Leviatán, ésta ha sido la razón del derrumbe del Muro de la Vergüenza en Berlín. Tanto las izquierdas como las derechas en todos sus matices y colores son incapaces de percatarse de que las intervenciones gubernamentales, más allá de la protección a los derechos de los gobernados, daña la situación de todos, pero de modo muy especial la de los más necesitados. Por esto es que proclaman una y otra vez las llamadas “conquistas sociales” en la inaudita pretensión de elevar las condiciones de vida por decreto, con lo que inexorablemente expulsan del mercado laboral a los que más requieren de trabajo y derrochan capital que naturalmente conduce a menores salarios en términos reales. No perciben que el único modo de elevar ingresos consiste en maximizar las tasas de capitalización, lo cual solo puede lograrse a través de marcos institucionales respetuosos de la propiedad, al efecto de liberar energía creadora y direccionar los siempre escasos factores de producción a lo que más demanda la gente (situación que se da de bruces con los ladrones de guante blanco —mal denominados empresarios— que viven del privilegio y de sus componendas con el poder). Los igualitarismos vía las redistribuciones de ingresos contradicen las votaciones diarias en los supermercados y equivalentes y provocan la retracción de los que saben serán expoliados y frustran a los que esperan la redistribución debido a esa contracción. Las manifestaciones terroristas, tanto de izquierdas como de derechas, en no pocas oportunidades se han pretendido combatir con procedimientos absolutamente inaceptables dando lugar a la bochornosa figura de los “desaparecidos” y otras atrocidades, pero sorpresivamente (o no tanto) muchos de los que alardean de apuntar a que se rectifique lo anterior, resulta que instauran una justicia tuerta y una superlativa hemiplejía moral por la que se condena un lado de la lucha y se exime de toda responsabilidad a los terroristas que iniciaron la trifulca asesinando a mansalva como método persistente y sistemático. Nicolás Márquez nos entrega una medulosa investigación sobre el caso boliviano, donde nos informa de lo que viene ocurriendo en esas tierras. Hace un par de años, en mi columna semanal en el “Diario de América”, escribí sobre Álvaro García Linera en la que desmenucé varias de sus publicaciones y lo señalé como el origen ideológico del nacionalismo izquierdista no solo de Evo Morales, sino de Hugo Chávez, Rafael Correa, Daniel Ortega y los Kirchner (quienes le otorgaron un doctorado honoris causa en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, nada menos que en el salón Juan Bautista Alber di, nombre del artífice intelectual de la Constitución liberal argentina de 1853). El autor de este trabajo que ahora presentamos agrega importantísima documentación sobre el vicepresidente boliviano, entre lo que destaca su activa participación terrorista como integrante del Ejército Guerrillero Tupak Katari. Márquez —distinguido abogado y periodista— a mi juicio produce la obra más completa sobre el atropello totalitario en Bolivia y sus ramificaciones en la región. Por lo pronto, muestra que entre las hipocresías y dobles discursos de estos sátrapas, en el caso de Morales (y sus compañeros de ruta en otros lares) declaman sobre derechos humanos pero les importa nada el derecho porque lo conculcan de modo estruendoso a cada paso. Ya de por sí, declaro que la expresión “derechos humanos” es sospechosa puesto que se trata de un grosero pleonasmo: los derechos son siempre del hombre, no hay derechos vegetales, minerales o animales. Son muchas y muy variadas las valiosas informaciones que nos proporciona Nicolás Márquez, pero cabe subrayar su meticuloso análisis sobre la patraña que se esconde tras la denominación de “indigenismo”, una etiqueta que nos dice el autor fue fabricada por “la católica-marxista Martha Hanecker”, en verdad una afrenta a los indígenas y sus descendientes puesto que, en los hechos, se los presenta como personas con alma de esclavos dispuestos a agachar la cabeza y someterse al llamado “socialismo del siglo XXI” (una fabulación de Heinz Dietrich Steffan como otro plumaje para el desprestigiado comunismo). Márquez sostiene que el “indigenismo no es más que una ideología neomarxista” que de ningún modo pretende la igualdad ante la ley sino un acendrado nacionalismo que pone al descubierto la cara horrenda del siempre detestable racismo que se oculta tras esta fachada y apunta que Morales se disfraza de indio cuando no lo es, tal como también había consignado Mario Vargas Llosa. A los abusos de los conquistadores españoles de la “guerra santa”, la mita, el yanaconazgo y el asfixiante sistema colonial, ahora se agrega la miserable explotación de gobiernos que usan de pretexto a descendientes de los pueblos originarios para sojuzgar los con macabras recetas fracasadas y archiconocidas. El Acta de la Independencia de lo que luego fue la Argentina alude al “poder despótico de los reyes de España”, poder despótico sobre el que Alberdi insistía respecto del peligro de su instauración en gobiernos locales (lo cual, en este país, después de haberse convertido en la admiración del mundo a partir de la organización nacional, las sospechas alberdianas comenzaron a incrustarse sin solución de continuidad con el fascismo de los años treinta, acentuadas en grado exponencial con el advenimiento del peronismo a partir de la década siguiente). El autor de este trabajo de investigación, con razón se alarma del trato desconsiderado a los indígenas y sus parentelas por parte de un oportunista como Evo Morales rodeado de ideólogos “pandilleros y agitadores”. Un trato que tal como informa Márquez tiene su estrecho correlato en lo que dejó escrito el Che Guevara en su diario, en donde manifiesta que los bolivianos “son como animalitos”, un personaje aquel sobre el que escribí el 14 de octubre de 2007 en una nota periodística titulada “Mi primo, el Che” muy difundida por la agencia LiberPress donde señalé las barrabasadas criminales de Ernesto Guevara Lynch, lo cual es meticulosamente detallado en otro libro escrito por el mismo autor del trabajo que estamos prologando telegráficamente: El canalla. La verdadera historia del Che (Buenos Aires, 2009). Ya que se ha hecho alusión a la ideología es oportuno precisar que no se refiere al significado inocente del diccionario como conjunto de ideas, ni siquiera al sentido marxista de “falsa conciencia de clase” sino a la noción de algo inexpugnable, cerrado y terminado, lo cual es la antítesis del liberalismo que toma el conocimiento en el contexto de la provisionalidad, en el sentido popperiano de un azaroso camino abierto a posibles refutaciones. Por supuesto que, como bien explica nuestro autor, los Morales y compañía “no se sienten cómodos con el debate parlamentario” puesto que rechazan la democracia como procedimiento de respeto a las minorías a la Giovanni Sartori y la larga tradición de pensamiento occidental, sino que usan los mecanismos electorales para convertir el sistema en mera cleptocracia, es decir, gobiernos de ladrones de libertades, de propiedades y de sueños de vida dignos. Todos los que estamos vinculados a los ámbitos universitarios apreciamos en grado sumo las reflexiones muy atendibles y bien respaldadas en reconocida bibliografía insertas en esta obra, al efecto de abrir un constructivo debate sobre procesos que muchas veces se toman como verdades indiscutibles hasta que se introducen informaciones como las que aquí se proporcionan. Después de anoticiarse de buena parte de lo que dice este libro, el lector concluye claramente el culto a la personalidad, la egolatría y la arrogancia de estos figurones públicos, su ansia ilimitada por destruir instituciones, su desprecio por la prensa y la justicia, las reformas legislativas y constitucionales como herramientas de ingeniería social a contramano de las normas del derecho, la manía de perpetuarse en el poder y el tragicómico uso de líneas argumentales como la ecología, al efecto de consolidar su estatismo extremo. En el caso de Morales, siempre libretos confeccionados por otros ya que le falta mucha biblioteca al gobernante de marras quien se cubre con atuendos extraños para los habitantes de su país pero que excitan sobremanera a los “progre” europeos. Como he escrito en distintas oportunidades, no hay forma en que uno esté plenamente de acuerdo con un autor. Este es el atractivo del intercambio de ideas entre personas recíprocamente respetuosas. Incluso lo que uno mismo escribe, con el correr del tiempo, concluye que podía haberse compuesto el material de otro modo. Esto es así porque como ha dicho Borges citándolo a Alfonso Reyes: “dado que no hay texto perfecto, si uno no publica se pasa la vida corrigiendo borradores”. Esta es mi discrepancia, por ejemplo, con el relato que aparece en este libro sobre el generalpresidente Hugo Banzer y su llamado “Plan Dignidad”. En realidad fue una exhibición de escandalosa hipocresía ya que el antedicho general, su hermano, su hermanastro y su sobrino estaban embarcados en gran escala en el negocio del narcotráfico mientras su gobierno recibía cifras millonarias de Estados Unidos “para combatir” a los barones de la droga, lo cual está profusamente documentado, entre muchos otros, por Jonathan Marshall en su ensayo titulado “Las drogas y la política exterior norteamericana” compilado por Ronald Hamowy en Tráfico y consumo de drogas (Madrid, Unión Editorial, 1991). Personalmente he tratado el tema de las drogas en ensayos, artículos y en un libro (La tragedia de la drogadicción. Una propuesta, Buenos Aires, Ediciones Lumiere, 2006) y en un capítulo de otro (Estados Unidos contra

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