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El hombre ante la muerte PDF

522 Pages·1983·6.77 MB·Spanish
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PHILIPPE ARIES EL HOMBRE ANTE LA MUERTE Versión castellana de MAURO ARMIÑO taurus Título original: L'homme devanl la mort, @ 1977, ÉDlTIONS DU S, s. A PRIMEROSE in utroque tempore semper una Primera edición: 1983 Reimpresión: 1984 cultura Libre @ 1983, TAURUS EDICIONES, S. A. Príncipe de Vergara, 81, 1.°.28006 MADRID ISBN: 84-306-1229-7 Depósito legal: M-25873-1984 PRINTED IN SPAIN PREFACIO Esto no esuna introducción. La verdaderaintroducción aestelibroapareció en 1975, al frente de los Essais sur l'histoire de la mort en un texto en el que explicaba por qué había escogidoestetema, cuálhabía sidomipunto devista,cómofuíllevadoluegodesiglo en siglohacia adelante, hacia atrás, qué dificultadesde métodos planteaba una investiga ción tan larga. No tengo que volver sobre ello: básteme remitir a él al lector curioso. Esa introducción, salidaantes detiempo, lahabía titulado «Hístoríadeunlibroqueno acaba>, yera aestelibroalque mereferia.En aquelmomentoveíatan lejoselfinalqueme decidí a publicar sin demora los primeros ensayos, los trabajos de acceso a miobra. No sospechabaqueunafelizcircunstanciaibaapermitirmeacelerarenseguidalamarchaylle gar antes de lo que suponia. En enero de 1976, gracias a la presentación de miamigo O. Ranum, fui admitido durante seismeses en elWoodrow Wilson Internacional Center for Scholars, yduranteesaestanciapudeconsagrartodo mitiempoytodo micorazónaltema y rematar por fin un libro en marcha desde hacia una quincena de años. Sesabe que en Estados Unidos existenalgunas insignesabadías deTbélémedonde los investigadores se ven liberados de sus ocupaciones temporales y viven en su tema como monjes en religión. El Woodrow WilsonInternationalCenter esuna deesas abadías laicas,;Estáinstalado en un fantástico castillo de ladrillo rojo cuyo estilo neo-Tudor invita al alejamiento del sigloyque,paraun historiador dela muerte,poseela singularparticularidaddeconservar una auténtica tumba, ila del fundador de la Smithsonian Institution! La ventana de mi espaciosa celda, semicubierta de vidvirgen,daba sobre el Mall,el gigantesco tapiz verde que cubre elcentro deWashington. Allí, eldirector, J. Bíllíngton,elhada buena dellugar, Fran Hunter, los administradores, secretarios y bibliotecarios velanpor elrecogimientoy el bienestar de los Fellows. La severidad de ese retiro estaba suavizada por el calor humano cuyo secreto tiene América, no sólo esecalor que mantienen las amistades serias, sinoelmás efimerode los encuentrosdepaso. Hay quehaber viajado unpocoparaapreciar ensuvalorderarezaesa calidad de acogida. Cuando dejé Washington, no me quedaba por escribir más que la conclusión, para la que deseaba tomar cierta dístancia, las notas de referencias y los agradecimientos. 7 Este libro debe mucho a los amigos y colegas que se han interesado en mis investiga ciones y me han comunicado documentación, indicaciones de lugares, de monumentos, inscripciones y textos, referencias, recortes de prensa..., gracias a todos ellos, alas señori tas o señoras N. de la Blanchardiére, M. Bowker, N. Castan, L. Collodi, M.Czapska, A. F1eury, H. Haberman, C. Hannaway, J.-B. Holt, D. Schnaper, S. Strazewska, M. WollT-Terroine. Yalosseñores J. Adhemar, G. Adelman,S.Bonnet, P.-H. Butler,Y.Castan,B.Cazes, A. Chastel, P. Chaunu, M. Collart, M. Cordonnier, J. Czapski, P. Dhers, J.-L. Ferrier, P. F1amand, G. Glénisson, G. Godechot, A. Gruys, M. Guillemain, P.Guiral, G.-H. Gy, O. Hannaway, C. Ielinski, Ph. Joutard, M. Lanoire, P. Laslett, l. Lavin, F. Lebrun, G. Lie bert, O. Michel,R. Mandrou, M. Mollat, L. Posfay, O. Ranum,D.-E. Stannard,B.Vogler, M. Vovelle. El manuscrito ha sido cuidadosamente releido por Annier Franeois, A esta lista debo unir los nombres de algunos autores que me han inspirado o infor mado particularmente: F. Cumont, É. Míile, E. Morin, E. Panofsky, A. Tenenti. Como se ve,la ruta fue larga, pero numerosas fueron también las manos que ayuda ron. Ahora el libro llega a puerto tras fatigosa navegación. Ojaláque el lector no perciba las incertidumbres del camino. 8 LIBRO PRIMERO EL TIEMPO DE LOS YACENTES PRIMERA PARTE TODOS HEMOS DE MORIR l LA MUERTE DOMADA Laimagen delamuerte que adoptaremoscomo puntodepartidadenuestros análisises la dela primera EdadMedia, digamos, enlineasgenerales,la muerte deRolando. Pero esa muerte es anterior: esla muerte acrónica deloslargos periodos delahistoriamás antigua, quizá de la prehistoria. Esa muerte también leha sobrevivido y volveremos a encontrarla en el leñador de La Fontaine, en los campesinos de Tolstoi e incluso en una vieja dama inglesa en pleno sigloxx. Pero la originalidaddela Edad Media consiste en que la aristo craciacaballerescaimpuso la imagineria delas culturaspopularesyoralesauna sociedad de clérigos -trados, herederos y restauradores de la antigüedad culta. La muerte de Rolando se ha convertidoenla muerte del santo,pero nolamuerte excepción delmístico, como la de Galaad o la delrey Mehaigné. El santo medievalfuetomado prestado por los clérigos letrados a la cultura profana y caballeresca, también de origen folklórico'. Elinterés deestaliteraturaydeesa épocava, pues, a restituimosclaramente,entextos accesibles,.dna actitud ante la muerte caracteristica de una civilización viejísima y lar guísima, que se remonta a las primeras edades y que se apaga ante nuestros ojos. Aesta actitud tradicional habrá que referirse siempre a lo largo de este libro para comprender cada uno de los cambios cuya historia intentamos aquí. SABIENDO QUE LA MUERTE LLEGA Ante todo vamos a preguntarnos ingenuamente cómo mueren los caballeros en la Chanson de Roland, en las novelas de la Tabla redonda, en los poemas de Tristán... No mueren de cualquier forma: la muerte está regulada por un ritual consuetudinario, descrito con complacencia.'Lamuerte común, normal, no le coje a uno traidoramente, aunque sea accidental a consecuencia de una herida, aunque sea efecto de una emoción grandísima, como ocurria. Sucarácteresencialesquedeja tiempo paraelasíso. «Ah,buen ydulceseñor, ¿pensáis 1LeGolf, «Culturecléricaleettraditionsfolkloriquesdans laclvilisationmérovmgienne»,AnnaiesEse,julio-agostode 1967, págs. 780 yss. 13 pues moriros tan pronto? -Sí, responde Gauvairr', sabed que no vívíré dosdías.• Ni el «médico», nilos compañeros,nilossacerdotes,estosúltimos ignorados yausentes, saben tan bien como él. Sólo el moribundo mide el tiempo que le queda'. El rey Danha sufridounamalacaídade caballo. Arruinado,expulsadodesus tierrasy de su castillo, huyó con su mujer y su híjo. Se detuvo para ver de lejos brillar su castillo «que era todo su consuelo•. No resistió su pena: «El rey Dan reflexionaba así. Puso sus manos ante sus ojos y un pesartan grandelepunzóy oprimióque, no pudiendo derramar lágrimas, su corazón le ahogó y se desmayó. Cayó de su palafrén con tanta dureza...»: entonces se perdía el conocimiento a menudo, y los rudos guerreros, tan intrépidos y valientes, se desvanecian cuando llegaba el caso. Esta emotivídad víril duró hasta el periodobarroco. Sólo despuésdel sigloXVII convino alhombre,alvarón,superarsus emo ciones. En la época romántica eldesvanecimíento sereservópara las mujeres, que abusa ron de él. Hoy día no tiene otro sentido que un signo cIíníco. Cuando elrey Dan volvíó en sí,sedio cuenta deque sangrebermejalesalía delaboca, de la nariz, de los oídos. «Miró al cielo y pronunció como pudo...:Ah, SeñorDíos...soco rredme porque veo y sé que mi fin ha llegado.• Veo y sé. Oliveros y Turpín sienten, ambos, que la muerte les asedia y cada cual se expresa en términos casi idénticos. «Rolando siente que la muerte se apodera totalmente de él.De su cabeza desciende hacia el corazón.' «Siente que su tiempo ha acabado.• Heridoporun armaenvenenada,Tristán «sintió que suvídaseperdía,comprendióque iba a morír?», Los piadosos monjes no se comportan de modo distinto a los caballeros. En Saínt Martín-de-Tours, según Raoul Glaber, tras cuatro años de reclusión el muy venerable Hervé sintió que pronto iba a dejar el mundo y numerosos peregrinos acudieron con la esperanza de algún milagro. Uno «sabía en efecto que su muerte estaba próxima'•. Una inscripción de 1151 conservadaen elmuseo delos Agustinosde Toulouse'cuentacómoel gran sacristándeSaint-PauldeNarbonnetambíénvíoque ibaa morir:Mortems/blInstare cernerattanquamobitussu/prescius(Vio la muerte a su lado y tuvo de este modoelpre sentimientode su muerte). Hizosu testamentoen medio de los monjes,secoufesó,fuea la iglesia a recibir el corpus dominiy allí murió. Algunos presentimientos tenían carácter maravílloso: uno, en particular,no engañaba, la aparición de un espectro, aunque sólo fuera en sueños. La víuda del rey Dan7 había entrado en religión tras la muerte de su marido y la desaparición misteriosa de su hijo. Pasaronlos años. Unanochevíoen sueñosa suhíjo y asus sobrinos, alos que creiamuer tos, en un hermoso jardín: «Entonces comprendíó que nuestro señor la habia atendido y que iba a morir.• Raoul Glaber' cuenta cómo un monje llamado Gaufier tuvo una vísión mientras rezaba en la iglesia. Vio un grupo de hombres graves, vestidos de blanco, adornados con estolas púrpuras, a los que precedíaun obispoconla cruzen la mano. Esteseacercó a un altar y alli celebró la misa. Explicó al hermano Gaufier que eran religiosos muertos en combates contralos sarracenos y que iban alpaís de los bienaventurados. El prebostedel 2Les Romansdela Table ronde.adaptadosporJ.Boulenger,París,Plon, 1941,págs.443 y ss. 3lbid., pág. 124. (La ChaneondeRoland.,OO.ytrad.deJ.Bédier, París,H. Pieaza,1922, CCVII. CLXXlV.LeRoman deTristan el Yseult,adaptado porJ.Bédiei, H. Piazza, 1946, pág.247. Les Tristanenverso J.-C. Payen, París,Garnier,1974. sR. Glaber,citado porG. Duby, L'Anmi/o París,Julliard,col. «Archives», 1967, pags. 78 y 89. de 'Museo los Agustinos, Toulouse, n," 835. 1Les Romans dela Table ronde,op.cu;pág.154. •G. Duby, op.cit., pág. 76. 14 monasterio aquien elmonje contósu visión, «hombrede saberprofundo»,ledijo: «Recon fortaos en el Señor, hermano mío, mas como habéis visto loque raramentees dado a los hombres ver, esprecisoque paguéis eltributode todacarne, afinde que podáiscompartir el destino de quienes seos han aparecido.» Los muertos están siempre presentes entre los vivos, en ciertos lugares yenciertosmomentos. Perosu presenciasólo es sensible alosque van a morir. Asi,elmonje sabiaque su finestabacercano: «Convocadoslosdemásherma nos, le hicieron la visitade costumbreen semejantes casos. Al final del tercer dia, cuando caía la noche, dejó su cuerpo.» Adecir verdad, es probable que la distinción que aqui hacemos de los signos naturales y de las.premoniciones sobrenaturales sea anacrónica: entonces era insegura la frontera entre lo natural y lo sobrenatural. No es menos notable que los signos invocados con más frecuencia para anunciar una muerte próxima fueran, en la Edad Media, signos que hoy calificariamos de naturales: una comprobación trivial, posible mediante los sentidos, hechos comunes y familiares de la vida cotidiana. Es más tarde, en los tiempos modernos y contemporáneos, cuando observadores que indudablemente ya no creian del todo, acentuaron el carácter maravilloso de los presenti mientes, considerados a partir de entonces como supersticiones populares. Esta reserva aparece desde principios del sigloXVII, en un texto' de Gilbert Grimaud que no refutala realidaddelas aparicionesdelosdifuntos,peroque explica porqué causan míedo: «Lo que todaviaaumentaesetemores la creenciadel vulgo, comoseveincluso en los escritos de Pierre, abad de Cluny, que es que tales apariciones son como los correos anticipados de la muerte de aquéllos a quienes llegan.» Esta no es la opinión:de todos, menos aún de los hombres instruidos: es la opinión del vulgo. De acuerdoconla dicotomia'que aisló a los litteratide la sociedadtradicional,lospre .sentimíentos de la muerte fueron asimilados a supersticiones populares, incluso por los autores que las estimaban poéticas y venerables. Nada más significativo a este respecto que la forma en que Chateaubriand habladeellos, en LeGénieduchrtsttanisme, como de un beIlisimo folklore: «La muerte, tan poética porque afecta a las cosas inmortales, tan misteriosadebido a su silencio, debíatenermilmanerasde anunciarse»,peroañade,«para el pueblo»; no podía confesarse de forma más ingenua que las clases instruidas no per cibian yalos signos precursores de la muerte. Aprincipios delsigloXIX, ya no creian real mente en cosas que comenzaban a encontrar pintorescase incluso fascinantes. ParaCha teaubriand, las «milmaneras de anunciarse. son todas ellas maravillosas: «Unas veces un difunto se haciapreverpor elsonidodeunacampanaque sonabasola, otraselhombreque debía morir oia llamar tres veces en el piso de su habitación." En realidad,este maravilloso legado de épocas en que era insegurala frontera entrelo natural y lo sobrenatural ocultó a los observadores románticos el carácter muy positivo, muy arriesgado en la vida cotidiana, de la premonición de la muerte. Que la muerte se hiciera anunciar era un fenómeno absolutamentenatural, inclusocuandoibaacompañada de prodigios. Un texto italiano de 1490 muestra cuán espontáneo, natural y extrañoen sus raíces a lo maravilloso, comopor otro ladoa la piedadcristiana,eraelreconocimíentofrancodela muerte próxima. Esto ocurre en un clima moral muy alejado del clima de las cancionesde gesta, en una ciudad mercantil del Renacimíento. En Espoleto vivia unalinda muchacha, joven, coqueta, muy aficionada a los placeres de su edad. De pronto la enfermedad la 'G. Grimaud, Liturgie sacrée, en Guillaume DuranddeMende,Rauonaíe divinorum ojJkiorum. París.'1854,t. V, pág.290(trad.porCh.Barthélémy). IS derriba. ¿Vaa aferrarse a la vida, inconscientedela suerte que leespera? Otrocomporta miento nos parecería hoy cruel, monstruoso, y la familia, el médico, el sacerdote conspi rarían para mantener su ilusión. La juvencula del sigloxv, comprendió inmediatamente que iba a morír (cum cerneret, infeliJejusencula, deproxima sibi inminere mortem). Ha visto la muerte cerca. Se rebela, pero su rebelión no adopta sin embargo la forma de un rechazo de la muerte (no tiene siquiera la idea de eso) sino de un desafio a Dios. Sehace revestir con sus más rícas galas como en el dia de sus bodas, y se entrega al diablo", Como el sacrístán de Narbonne, la joven de Espoleto ha visto. Ocurria incluso que la premonición iba más lejos que la advertencia, y que todo se desarrollaba hastaelfinal según un calendaríoprevisto por elque iba amorir. Aprincipios del sigloxvm se divulgaban relatos como elsiguiente: «Su muerte [Madame de Rhert] no es menos sorprendente que su vida. Ella misma hizo prepararsus pompasfúnebres, poner de negro sucasaydecir por adelantadomisas por eldescansode su alma [enelcapitulo 4 veremos que esta devoción fue corrientel, hacer su funeral, todo esto sin sentir ningún dolor. Y cuando hubo acabado de dar las órdenes necesarias para ahorrar a su esposo todos loscuidados deque habría tenido que encargarsesintal previsión, murióeneldiay la hora que el/a había señalado".• No todo elmundoposeíala misma clarividencia,perocadacual sabiaalmenos queiba a morir, y sin duda este reconocimiento adoptó formas proverbiales que han pasado de edad en edad.•Sintiendo su muerte próxima», repite el labrador de La Fontaine. Desde luego estos signos, estas advertencias, algunos no queríanverlas: Quevousétespressante, Odéessecruel/el(La Fontaíne)." Moralistas y satiricos se encargaban entonces de ridiculizar a esos extravagantes que negaban la evidencia y falseaban eljuego natural. Indudablemente, éstos aumentaron en los siglosXVII y XVlIl, y, de creer a La Fontaíne, los tramposos se reclutaban sobre todo entre los viejos. a Leplus semblableaux morts meurt leplus regret.·· La sociedad del sigloXVII no era amable con estos viejos (¡de cincuenta años!) y se burlaba sin indulgencia de un apego a la vida, que hoy nos parecería muy comprensible: La mort avait raison. Allons, vteillard,et sans réplique.··· Ocultarse ala advertenciadela muerte esexponersealrídículo:incluso elloco Quijote, menos loco en verdad que los viejos de La Fontaine, no intentará huir de la muerte en los sueños enquehabiaconsumidosuvida.Alcontrario,lossignos delfinalledevolvieron ala razón: Dice muy cuerdamente: «Yo me siento, sobrina,a punto de muerte".» 10A. Tenenti, 11 senso deltamorteel'amore della vitaMiRtnasctmento, Turín, Einaudi, 1957, pág. 170. n. 18. 11Mme. Dunoyer,Leures et Histoiresgalantes. Amsterdam, 1780, t. 1,pág. 300. 12Cervantes, DonQuic:hQtte. París, Gallímard, col. «La Pléiade», 2,- parte,cap. 74. • ¡Quéopresora sois, / oh diosa cruel! ••El más semejante a los muertos muere con mayor pesar. ...Lamuerte terna razón. / Vamos, viejo,ysinchistar. 16

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