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El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito PDF

390 Pages·1959·12.09 MB·Spanish
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EL HEROE DELAS MIL CARAS Psicoanálisis del mito J oseph Campbell A I G O L O P O R T N A JOSEPH CAMPBELL JOSEPH CAMPBELL El héroe de las mil caras Psicoanálisis del mito FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO—BUENOS AIRES Traducción de Luisa Josefina H ernández La edición de esta obra ha sido patrocinada por el Centro Mexicano de Escritores y por la Bollikgen Foundation, Inc. Primera edición en inglés, 1949 Primera edición en español, 1959 La edición original de esta obra fue registrada por Bollingen Foundation Inc., Nueva York, con el título The Hero with a Thousand Faces Derechos reservados conforme a la ley © 1959 Fondo de Cultura Económica Av. de la Universidad, 975-México 12, D. F. Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico MI PADRE Y A MI MADRE PREFACIO “Las verdades contenidas en las doctrinas religiosas apa­ recen tan deformadas y tan temáticamente disfrazadas —escribe Sigmund Freud— que la inmensa mayoría de los hombres no puede reconocerlas como tales. Es lo mismo que cuando contamos a los niños que la cigüeña trae a los recién nacidos. También les decimos la verdad, disimulán­ dola con un ropaje simbólico, pues sabemos lo que aquella gran ave significa. Pero el niño no lo sabe; se da cuenta únicamente de que se le oculta algo, se considera engañado, y ya sabemos que de esta temprana impresión nace, en mu­ chos casos, una general desconfianza contra los mayores y una oposición hostil a ellos. Hemos llegado a la convic­ ción de que es mejor prescindir de estas veladuras simbó­ licas de la verdad y no negar al niño el conocimiento de las circunstancias reales, en una medida proporcional a su nivel intelectual." 1 La finalidad del presente libro es descubrir algunas ver­ dades que han estado escondidas bajo las figuras de la religión y de la mitología; el método a seguir será com­ parar una multitud de ejemplos bastante sencillos y dejar que el antiguo significado se haga aparente por sí mismo. Los viejos maestros sabían lo que decían. En cuanto ha­ yamos aprendido a leer su lenguaje simbólico, no requiere más talento que el de un recopilador el dejar que se escu­ che su enseñanza. Primero debemos aprender la gramática de los símbolos y como llave de este misterio no conozco mejor instrumento moderno que el psicoanálisis. Sin acep­ tar al psicoanálisis como la última palabra en la materia, puede servir como método de aproximación a ella. El se­ gundo paso será reunir un grupo de mitos y cuentos popu­ lares de todas partes del mundo y dejar que los símbolos hablen por sí mismos. Los paralelos se harán inmediata­ mente aparentes, y se ha de desarrollar una constante vasta y asombrosa de las verdades básicas que el hombre ha vivido en los milenios de su residencia en el planeta. 1 Sigmund Freud, El porvenir de una ilusión (Obras Completas, vol. I, p. 1297; traducción de Luis López-B all esteros y de Torres, Editorial Bi­ blioteca Nueva, Madrid, 1948). 10 PREFACIO Tal vez ha de objetárseme que al resaltar las corres­ pondencias, he pasado por alto las diferencias entre las tradiciones, orientales y occidentales, modernas, antiguas y primitivas. La misma objeción puede hacerse a cual­ quier libro de texto o carta anatómica, en que las diferen­ cias fisiológicas de raza son desatendidas con el objeto de dar mayor importancia a una comprensión general básica de la psique humana. Por supuesto que hay diferencias entre las numerosas mitologías y religiones de los hom­ bres, pero este libro está dedicado a sus semejanzas ; y una vez que éstas hayan sido entendidas, ha de descubrirse que las diferencias son mucho menos grandes de lo que popular (y políticamente) se supone. Espero que un es­ tudio comparativo contribuya a la causa, tal vez no per­ dida, de las fuerzas que luchan por la unificación en el mundo actual, no en nombre de un imperio eclesiástico o político, sino con la meta del mutuo entendimiento huma­ no. Como se nos dice en los Vedas : "La Verdad es una, los sabios hablan de ella con muchos nombres.” Deseo agradecer al Sr. Henry Morton Robinson su ayu­ da en el largo trabajo de poner mi material en forma legi­ ble; sus consejos me fueron de gran utilidad en la pri­ mera y en la última etapa del libro ; lo mismo a las señoras Peter Geiger, Margaret Wing y Helen MacMaster, quienes leyeron mi manuscrito muchas veces y me ofrecieron va­ liosas sugestiones, y a mi esposa, que trabajó conmigo del principio al fin, escuchando, leyendo y revisando. J.C . Nueva York Junio 10, 1948 PRÓLOGO EL MONOMITO 1. El MITO Y EL SUEÑO Sea que escuchemos con divertida indiferencia el sortile­ gio fantástico de un médico brujo de ojos enrojecidos del Congo, o que leamos con refinado embeleso las pálidas traducciones de las estrofas del místico Lao-Tse, o que tra­ temos de romper, una y otra vez, la dura cáscara de un argumento de Santo Tomás, o que captemos repentina­ mente el brillante significado de un extraño cuento de hadas esquimal, encontraremos siempre la misma historia de forma variable y sin embargo maravillosamente cons­ tante, junto con una incitante y persistente sugestión de que nos queda por experimentar algo más que lo que podrá ser nunca sabido o contado. En todo el mundo habitado, en todos los tiempos y en todas las circunstancias, han florecido los mitos del hom­ bre; han sido la inspiración viva de todo lo que haya po­ dido surgir de las actividades del cuerpo y de la mente humanos. No sería exagerado decir que el mito es la en­ trada secreta por la cual las inagotables energías del cosmos se vierten en las manifestaciones culturales humanas. Las religiones, las filosofías, las artes, las formas sociales del hombre primitivo e histórico, los primeros descubrimientos científicos y tecnológicos, las propias visiones que ator­ mentan el sueño, emanan del fundamental anillo mágico del mito. Lo asombroso es que la eficacia característica que con­ mueve e inspira los centros creadores profundos reside en el más sencillo cuento infantil, como el sabor del océano está contenido en una gota y todo el misterio de la vida en el huevo de una pulga. Porque los símbolos de la mito­ logía no son fabricados, no pueden encargarse, inventarse o suprimirse permanentemente. Son productos espontá­ neos de la psique y cada uno lleva dentro de sí mismo, intacta, la fuerza germinal de su fuente. ¿Cuál es el secreto de la visión eterna? ¿ De qué pro­ fundidades de la mente se deriva? ¿Por qué la mitología 11 12 EL MONOMITO es la misma en todas partes, por debajo de las diferencias de vestidura? ¿Qué nos enseña? Actualmente muchas ciencias contribuyen al análisis de este enigma. Los arqueólogos exploran las ruinas de Iraq, Honán, Creta y Yucatán. Los etnólogos interrogan a los ostiacos del río Obi y a los bubis de Femando Poo. Una generación de orientalistas ha abierto para nosotros re­ cientemente los escritos sagrados del Oriente, y también las fuentes prehebreas de nuestra Sagrada Escritura. Mien­ tras tanto, otra multitud de eruditos, continuando investi­ gaciones iniciadas el siglo pasado en el campo de la psico­ logía de los pueblos, trata de establecer las bases psicológicas del lenguaje, del mito, de la religión, del desarrollo artístico y de los códigos morales. Sin embargo, lo más extraordinario de todo son las revelaciones que han surgido de las clínicas para enfermeda­ des mentales. Los escritos atrevidos, y que verdaderamen­ te marcan una época, de los psicoanalistas, son indispen­ sables para el estudioso de la mitología; porque, piénsese lo que se piense de las detalladas y a veces contradictorias interpretaciones de casos y problemas específicos, Freud, Jung y sus seguidores han demostrado irrefutablemente que la lógica, los héroes y las hazañas del mito sobreviven en los tiempos modernos. Como se carece de una mitología general efectiva, cada uno de nosotros tiene su panteón de sueños, privado, inadvertido, rudimentario pero que obra en secreto. La última encarnación de Edipo, el continuado idilio de la Bella y la Bestia, estaban esta tarde en la es­ quina de la Calle 42 con la Quinta Avenida, esperando que cambiaran las luces del tránsito. f'Soñé —escribió un joven norteamericano al autor de una publicación periodística asociada—, que estaba repa­ rando nuestro tejado. De pronto oí la voz de mi padre que me llamaba desde abajo. Me volví repentinamente para oírlo mejor, y al hacerlo, el martillo se me cayó de las ma­ nos, resbaló por el tejado en declive y desapareció por el borde. Oí un golpe fuerte, como el de un cuerpo que cae. Terriblemente asustado, bajé por la escalera. En el suelo estaba mi padre muerto, con la cabeza ensangren­ tada. Desesperado, sollozante, empecé a llamar a mi ma­ dre. Ella salió de la casa y me abrazó. 'No te preocupes, hijo, fue un accidente, tú cuidarás de mí ahora que él no existe/ Cuando me besaba, desperté.

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En el prefacio de esta obra clásica, Campbell señala que el propósito de El héroe de las mil caras “es descubrir algunas verdades que han estado escondidas bajo las figuras de la religión y de la mitología”. La aparente sencillez de estas palabras contrasta con la complejidad que involucra
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