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el figurón, el indiano y lo americano en PDF

19 Pages·2012·0.86 MB·Spanish
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«¿Trajisteis este animal de las Indias?»: el figurón, el indiano y lo americano en Guárdate del agua mansa de Calderón Héctor Brioso Santos Universidad de Sevilla Para Alí E. Bohórquez y Héctor Granados, por una grata estancia en Oriente. En 1980 se preguntaba Jean Canavaggio «hasta qué punto no se podría ver en el indiano teatral (verdadero y falso) una prefiguración del figurón, no desde el punto de vista funcional, sino más bien por cier tos atributos que harían de él una figura encajada en un marco social y que luego se aprovecharían en la comedia de figurón»1. Tan suge- rentes resultan, en efecto, las concomitancias posibles entre la catego ría teatral del figurón y el tipo, más referencia! que funcional o estruc tural, del indiano en ese subgénero y época. Por consiguiente, aquí nos proponemos acometer un análisis en pormenor del personaje del indiano, de sus circunstancias y de sus conexiones con el tipo del figurón en Guárdate del agua mansa de Cal- 1 Punto de vista expresado en el debate que siguió a la ponencia de Lanot, 1980, p. 150. No entraremos aquí en el debate en defensa del uso de la expresión comedia con fi gurón, suscitado por Arellano y García Ruiz en el «Apéndice I» de su edición doble y comparativa de El agua mansa y Guárdate del agua mansa de Calderón, 1989, p. 42. Para una taxonomía y una teoría acerca del figurón teatral, además de la ponencia citada de Lanot, puede leerse con sumo provecho el artículo de Lanot y Vitse, 1976; y, para una historia y una panorámica muy bien razonada del tipo, el apéndice citado de Guárdate del agua mansa, pp. 42-51 (y en particular la p. 48, especialmente es- clarecedora). Estas dos importantes fuentes contienen la bibliografía esencial sobre el problema figuronesco aplicado a la comedia barroca. 34 HÉCTOR BRIOSO SANTOS derón de la Barca2. Para entrar más en materia, diremos que Ángel Valbuena Briones considera nuestra pieza como un claro precedente de la comedia de figurón3. La obra fue compuesta no mucho después de 1649, casi al final de la segunda etapa del teatro del XVII, de acuerdo con la conocida cronología de Marc Vitse4. Sin embargo, según sabemos, en Guárdate del agua mansa, comedia fechable en su redacción final alrededor de noviembre de 16495, no hay ningún figurón indiano, sino un figurón, por un lado y, por otro, un personaje secundario, el padre de las damas, que ha hecho fortuna en el desempeño de un cargo en Ultramar y que es descrito como un indiano. Tampoco lo había habido en el entremés de Getafe, que ins piró probablemente a Francisco de Rojas Zorrilla su comedia de figu rón—discutible como tal para algunos críticos—Entre bobos anda el juego, a su vez fuente de Calderón para la pieza que aquí nos intere sa6. Empero, en manos de dramaturgos tan expertos como los autores de esas piezas, las modificaciones impuestas a sus respectivas tramas excluyen en principio cualquier razonamiento genético para la cues tión que nos importa en estas páginas. En tales circunstancias, casi en la mitad del siglo, ya las antiguas reticencias y los razonamientos explícitos de Lope de Vega con res pecto a la persona del indiano no se reproducen tanto en Calderón, que se encuentra ya lo suficientemente lejos del tópico fácil del india no teatral de comienzos de siglo7. Al contrario, el indiano empieza ya 2 Seguimos la versión final, Guárdate del agua mansa, y no la primera versión, El agua mansa, de acuerdo con la problemática expuesta por Arellano y García Ruiz en los preliminares de su edición conjunta de las dos piezas. Agradecemos sus observa ciones a los presentes en el debate suscitado por la comunicación que, con este mismo título y tema, presentamos en las jornadas de AITENSO correspondientes a este vo lumen; y, en especial, los comentarios de Arellano y Campbell. 3 En su «Nota preliminar» a Guárdate del agua mansa, p. 1289. 4 Ver su sección de la Historia del teatro en España dirigida por Diez Borque, 1983. 5 Es la fecha sugerida por Valbuena en su nota preliminar a la comedia en sus ya cita das Obras Completas, p. 1291, y por el estudio de Kurt y Roswita Reichenberger, 1983. Hay una argumentación detallada en la edición de Arellano y García Ruiz, pp. 57-60, que sitúan la redacción de la versión primitiva de la obra El agua mansa hacia 1642-44. 6 Seguimos el árbol genealógico establecido por Arellano y García Ruiz en su «Apéndi ce» ya mencionado, pp. 44-48. 7 Con cambios y etapas, el autor de Fuenteovejuna se había ocupado del indiano desde, al menos, 1602, como ha establecido Martínez Tolentino, 1991, p. 22. Puede consultarse, además, por ejemplo, Campbell, 1996. Estos dos críticos matizan oportu namente hasta dónde llegan el tópico y las innovaciones en la visión del indiano de Lope. Por otra parte, para un comentario general del tipo del indiano rico en nuestra ¿TRAJISTEIS ESTE ANIMAL DE LAS INDIAS?»... 35 a distanciarse, en el segundo ciclo de la evolución teatral del XVII, del tópico dramático más fácil y, de hecho, su entrada en escena ya no aparece necesariamente con la oblicuidad o el tono sesgado, po lémico o satírico que tenía todavía en algunas obras del Fénix y de sus contemporáneos. Quizás a esta evolución cabe atribuir el desplaza miento del punto de mira de la comicidad desde el más obvio indiano hacia el llamado galán suelto* y hacia los figurones en particular, que se estaban desarrollando bastante en el teatro español desde los años treinta. Lo periférico del figurón conduce a que podamos citar casos de montañeses, un extremeño, un gallego, un valenciano, manchegos o toledanos, de Cangas de Tineo como en nuestra comedia, un vasco, un burgalés, un granadino y un colono americano. Una simple ojeada a la lista aportada por Lanot en su ponencia citada indica estas proce dencias, pues, como él afirma, «de modo sistemático, el figurón es un hombre de provincias, un periférico con respecto al centro que es la corte»9. Pero la más elemental estadística sobre los ejemplos mencio nados sugiere que en su mayoría se trata de españoles peninsulares, no de criollos ni colonos emigrados. Más bien el indiano es raro y tardío entre los figurones. Así, en el caso del protagonista de El india no perseguido de Zamora, obra posterior, ya del siglo XVIII, el figurón don Bruno de Calahorra nacerá en Jacotitlán. En punto a geografía teatral, de la misma manera que existe un notable contraste entre los figurones norteños y los de otras procedencias dentro de la Piel de Toro, también parece haber por lo menos dos grados en la marginali- dad geográfica de un carácter dado: lo peninsular y lo extrapeninsu- lar. Nuestro interés por Guárdate del agua mansa nace precisamente de que en sus páginas se aunan el indiano y el figurón, pero no en la forma quizás predecible para un conocedor superficial del teatro áu reo. Porque algunos imaginarán que, al tratarse de dos outsiders, am bos llegarán a superponerse y el figurón probablemente será el india no, de suerte que encontraremos en esta obra cierta dosis de crítica o sátira anticolonial canalizada a través de este personaje hipotético, producto de esa unión de lo cómico hipertrofiado y lo ultramarino. comedia, puede verse la nota 227-230 de los editores del texto en p. 388. En los ejem plos que Arellano y García Ruiz citan en ella detectamos al indiano convencional, rico casi por principio, algo que Calderón parece esforzarse por atenuar en cierto grado en Guárdate, aunque sin desmentirlo, puesto que argumentalmente todavía le convie ne. 8 Seguimos, claro está, la sugerente tesis de Serralta expuesta en su artículo, 1988. 9 Lanot, 1980, p. 134. 36 HÉCTOR BRIOSO SANTOS Con todo, en primer lugar, según enseña la relectura de las obras del nada escaso catálogo de obras teatrales del XVII que contienen alu siones a las Indias, forzar los términos y hablar con excesiva prontitud de un estigma americano sería introducir un grave desenfoque en nues tra cuestión, a pesar de que Américo Castro hablaba ya en 1966 de una «nota infamante implícita» en el llegado de Indias10. Y, en segun do lugar, como bien observara el mencionado Valbuena Briones, En Guárdate del agua mansa, don Toribio Cuadradillos es el figu rón. Calderón difiere del asunto tradicionalmente tratado en un de talle esencial: el figurón esta vez no es el indiano, sino un hidalgote asturiano11. Además, en nuestra pieza, según hemos anticipado, aparte de no ser él el figurón de la comedia que nos interesa, aquí, el también peri férico y muchas veces mal visto o marginado indiano no será tampo co, por esta vez, el centro de una trama de tibio rechazo, de polémica sesgada o de franca exclusión y ridículo, tal y como sucede en abun dantes comedias y entremeses de la época. Este género de inconve nientes sociales, de origen, no era ajenos, desde luego, a los indianos literarios, y Lope en varias ocasiones escribe en sus comedias justifica ciones que pretenden compensar el estigma del comercio americano que pesa sobre ellos, como cuando Elena, en La esclava de su galán, insiste en explicar sus circunstancias: Yo soy hija, don Juan, de un hombre indiano, hidalgo montañés, muy bien nacido; diome su luz el cielo mejicano, que fue para nacer mi patrio nido. Mas la fortuna, resistida en vano por sucesos que ya los cubre olvido, 10 Castro, 1974; cita en p. 232. Lo extremo de muchas tesis del notable historiador de los judeoconversos españoles, y especialmente las que atañen a la literatura, hace a buen seguro necesarios un relativo correctivo crítico y una importante actualización, pues, por ejemplo, hoy en día la noción castrista de precariedad no sería siempre una defi nición idónea para muchas cuestiones interculturales como las que aquí tratamos. Al margen de esta puesta al día de la magna obra de don Américo, en un libro reciente, América en la prosa literaria española de los siglos XVI y XVII, 1999, hemos de batido extensamente estas y otras cuestiones relativas a la imagen literaria de las In dias en la España de esas centurias, con conclusiones, que creemos matizadas y fun dadas, acerca de diversos asuntos americanos. 11 En su «Nota preliminar» citada, p. 1289. :TRAJISTEIS ESTE ANIMAL DE LAS INDIAS?»... 37 ¿ le trujo a España con alguna hacienda, o persuadido de su amada prenda12. Aquí, antes de narrar su historia consabida, tan semejante en si nopsis ya a la de Guárdate, Lope hace que la dama acompañe su de claración de que es hija de un indiano con el énfasis en su honrado solar, que, pocos versos más adelante, se completa con una confesión de su recatadísima condición13. La riqueza de don Alonso en nuestra comedia es también america na, siguiendo un tópico común, no sólo en el teatro, sino en toda la literatura del XVII. Frente al patrimonio del padre indiano, lo que el figurón trae a la boda con su hija es sólo su ejecutoria desnuda, pues no posee nada más, pero tampoco su futuro suegro le exige otra cosa. Aquí se comprueba en plena acción la habitual escisión de los figuro nes entre dos posibilidades: ser nuevos ricos—lo que no excluiría en principio el ser indianos—o ser mayorazgos con títulos y sin bienes de fortuna. Nuestro dramaturgo recurre, por añadidura, al mecanismo cons tructivo teatral de convertir en indiano al personaje auxiliar de la tra ma. Habitualmente en el teatro áureo, desde Lope de Vega, muchos caracteres instrumentales son oriundos de Indias precisamente para justificar un viaje o una aparición súbita e inopinada en escena, claves de muchos enredos. Así, cuando el mentiroso don Félix, en La villana de Getafe, fantasea con un nombre y una autobiografía inventada para la hermosa villana Inés que explique su boda con ella, concibe la tramoya siguiente: Ahora bien: con cualquier nombre llevada a Madrid, diré que eres hija de un indiano, y que en Cádiz me casé14. Aunque no siempre estas historias eran falsas, en función de las necesidades arguméntales de cada obra. De modo paralelo, tendía a convertirse en americana cualquier fortuna real o imaginaria que tu viese que invocarse improvisadamente en la escena: cerca del desen lace de la misma comedia, el citado Félix cree la patraña de unos di nerales indianos que convertirían a su trasegada Inés en una consorte apreciable. 12 Lope de Vega, Obras escogidas, ed. Sáinz de Robles, 1969, p. 1348. 13 Lope de Vega, Obras escogidas, p. 1349. 14 En las citadas Obras escogidas, p. 1468. 38 HÉCTOR BRIOSO SANTOS Reales o no, estas alusiones a Indias cumplen un objetivo de mera justificación lógica de sucesos, apariciones y revelaciones financieras que no tendrían otra explicación, en otro caso, que la de un volunta rioso deus ex machina del dramaturgo. En nuestra pieza es preciso dar razón, primero, de por qué este padre, que apenas conoce a sus hijas, arriba a Madrid como un forastero; y segundo, de su fama, rápida mente extendida a las casas vecinas, como suegro estimable a causa de su fortuna. Llegamos a la conclusión de que, como mínimo, estas Indias meramente teatrales y claramente adventicias sirven al propósi to de apadrinar como suyos casi todos los caudales huérfanos de los caballeros y las damas particulares desde la invención de la comedia nueva en adelante. Ya lo dice Valbuena a propósito de Guárdate en su «Nota preliminar» a la pieza: Otra de las características importantes de esta comedia es la de que sobre los personajes pesa la idea de América y de sus riquezas. El indiano acaudalado, con dos hijas casaderas, podría ser la solución de algunos caballeros atildados y corteses cuya posición económica dejaba mucho que desear. Esta idea de América como salvación del empobrecimiento de España no alcanza todo su desarrollo hasta el siglo XVIII, y es muy curioso encontrarla ya en Calderón15. Sin embargo, aparte del gran desajuste que apreciamos en su cro nología de la idea literaria de las Indias salvadoras de la economía metropolitana, que no acabamos de entender del todo en un conoce dor del teatro áureo como Valbuena, es evidente que la primera parte del párrafo describe adecuadamente la noción general que de Ultra mar se extrae en esta comedia. La historia de Guárdate del agua mansa principia casi por la narra ción, en la indispensable relación teatral, de la peripecia del español emigrado a Indias, don Alonso Cuadradillos, que él mismo relata, espoleado por los recuerdos de su viudedad y de su esposa fallecida que le trae un sirviente: No mi llanto ocasiones con memorias que siempre presentes traigo. Téngala Dios en el cielo, que a fee que he sentido harto su muerte; que desde el día que Su Majestad, premiando mis servicios, en el reino 15 Calderón, Obras completas, p. 1290. ¿TRAJISTEIS ESTE ANIMAL DE LAS INDIAS?»... 39 de Méjico me dio el cargo de que vengo, a no más ver me despedí de sus brazos. No quiso pasar conmigo a Nueva España, no tanto por los temores del mar, como porque en tiernos años dos hijas eran estorbo para camino tan largo. Criándolas quedó en casa; que fue Dios servido que al cabo de tantos años faltó, a cuya causa, abreviando yo con mi oficio, dispuse volver para ser reparo de su pérdida, que no estaban bien sin amparo de padre y madre16. Hallamos los ingredientes fundamentales de este tipo de tramas: como el personaje cervantino del oidor quijotesco, que va proveído como tal a la audiencia de México (I, 42), nuestro vejete regresa de ejercer un cargo en Indias. Obsérvese que cuando un escritor preten de dotar a su personaje americano de alguna dignidad social, lo con vierte en funcionario, no en mercader, porque los comerciantes y factores tenían siempre en su ejecutoria el estigma que suponía lo que entonces se llamaba maliciosamente la rama de mercader. Había dejado nuestro carácter a su esposa en la metrópoli y, al fa llecer ésta, regresa para cuidar de sus hijas. Como buen indiano, re suelve sus asuntos fundamentales nada más tocar tierra. La primera obligación es ahora, naturalmente, casarlas bien, conforme a su esta do, algo que se anuncia en las escenas siguientes y que, por supuesto, pone en marcha el conflicto y el enredo teatral. Prevé la boda de una de ellas—aún no sabe cuál—con un sobrino suyo, paupérrimo y de gran prosapia: Desde el día que llegué, a la montaña he enviado por un sobrino, que hijo 16 Citamos el texto por la edición ya mencionada de Arellano y García Ruiz, vv. 16-41, p. 97. En lo sucesivo, anotaremos las referencias de las citas de Guárdate del agua mansa entre paréntesis, en el cuerpo del texto. 40 HÉCTOR BRIOSO SANTOS es de mi mayor hermano, y en él quiero, de mis padres y abuelos el mayorazgo aumentar. Pobre es, yo rico, y es bien que el caudal fundamos de la sangre y de la hacienda, porque conservemos ambos el solar de Cuadradillos con más lustre. Así, en llegando, será Eugenia esposa suya... (vv. 193-205; pp. 107-109) Por lo pronto, observamos en acción al indiano previsor, quizás casi maniático, de otras obras literarias del XVII. No hace falta recor dar aquí en detalle las prevenciones de Filipo de Carrizales en la no vela de Cervantes El celoso extremeño, incluida su casa nueva, que aquí se transmuta en un palacete a las afueras de Madrid, y sus propósitos de boda para las hijas, Clara y Eugenia, en lugar de la descabellada y antinatural boda de la novela ejemplar. Como aquel matrimonio cer vantino, éste también será desastroso, pero no llegará a celebrarse. Lo que queda bien patente en Guárdate del agua mansa es la ocasión de que este proyecto de boda impuesto por el padre se convierta en el obstáculo que los otros protagonistas, señaladamente las damas, de ben vencer a lo largo de tres actos. Muy pronto aparecerán los gala nes destinados a amenazar el designio de don Alonso. El primer anta gonista es el vecino don Félix, que se entera enseguida de la llegada de la familia por un criado: FÉLIX Mas ¿Qué género de gente es? HERNANDO De lo muy soberano: las hijas de aqueste indiano que compró el jardín de enfrente, que dicen, señor, que lleno de riquezas para ellas a solamente ponellas viene en estado... (vv. 229-36; p. 111) Su conducta es entonces la del clásico indiano literario, desde Cer vantes y Lope de Vega hasta las novelas realistas de Benito Pérez Gal- dós: don Alonso, prudente y mesurado, no es amigo del tráfago de la Corte y ha buscado, como Carrizales, una quinta ajardinada en lugar «¿TRAJISTEIS ESTE ANIMAL DE LAS INDIAS?»... 41 retirado de las afueras metropolitanas, algo de lo que se queja su hija Eugenia, frente a la buena conformidad de su hermana Clara: CLARA Por cierto, casa y adorno, todo, Eugenia, está extremado. EUGENIA A mí no me ha parecido sino ella corta, él escaso. CLARA ¿Por qué? EUGENIA Cuanto a lo primero porque éste, Clara, es el barrio donde de la corte habitan los pájaros solitarios. A los pozos de la nieve casa mi padre ha tomado: ¡Fresca vecindad! Agosto le agradezca el agasajo (vv. 759-70; pp. 147-49) Y cuando la hermana mayor justifica a su padre—«por la quietud y el jardín / lo haría»—, la protestona benjamina entona un sabido exordio de la vida urbana: Porque en Madrid ¿qué quietud hay como el ruido? (vv. 775-76; p. 149) E invoca precisamente los riesgos que su padre, como progenitor y como buen indiano, pretende conjurar: ¿Y qué cuadro, aunque con más tulipanes que trajo extranjero mayo, como una calle que tenga gente, coches, caballos, llena de lodo el invierno, llena de polvo el verano, donde una mujer se esté de la celosía en los lazos, al estribo de un balcón a todas horas paseando? (vv. 776-86; p. 149) Entonces, por vía de compensación, Clara describe el ajuar: ¿No es de terciopelo este estrado 42 HÉCTOR BRIOSO SANTOS y sillas, y con su alfombra? ¿de granadillo y damasco estas camas, los tapices de buena estofa, y los cuadros de buen gusto, y el demás menaje, Eugenia, ordinario, limpio y nuevo? ¿Pues qué quieres? (vv. 788-95; pp. 149-51) Esto choca con los gustos frivolos de su hermana. Del contraste con las veleidades modernas de Eugenia deducimos que el gusto del indiano en cuestiones del hogar debe ser sólo regular, frente al fasto de moda, tan criticado en las premáticas contra el lujo y tan elogiado por la joven: Buenos son, pero diez años de Indias son mucho mejores. Yo pensaba que el adagio de tener el padre alcalde, era niño comparado con la suma dignidad de tener el padre indiano (vv. 796-802; p. 151) El mensaje es evidente: en las dos versiones de la obra, desde su remota primera elaboración a comienzos de la década de los cuarenta, Calderón nos ofrece la lexicalización de la frase abreviada «diez años de Indias», esto es, otros tantos de enriquecimiento casi proverbial. Ya han hecho su aparición aquí, en efecto, los ingredientes imprescindi bles en la literatura con indianos que son la riqueza, las barras y pesos ensayados del colono, y en particular, la fortuna aneja a los cargos americanos como el padre de estas niñas. El indiano teatral suele ser desusadamente rico como rasgo no marcado y pobre como término marcado menos frecuente: si bien, por principio, es adinerado, en algunos casos se subrayará su pobreza como una notable excepción y en bastantes piezas se le creará una fama de adinerado que no corres ponde a la realidad. La novela contemporánea insiste en esta misma fórmula casi estadística17. 17 Para dos ejemplos, no por conocidos menos expresivos, de la ecuación indiano=rico en la prosa, ver La Dorotea lopesca, ed. Morby, ed., 1987, p. 86; y El celoso extre meño, Novelas ejemplares, ed. Avalle-Arce, 1982, p. 177. Ver también las pp. 156-58 de nuestro libro América en la prosa literaria..., ya mencionado.

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comparativa de El agua mansa y Guárdate del agua mansa de Calderón, 1989, p. 42. Para una taxonomía y una teoría acerca del figurón teatral,
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