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El evangelio beligerante : introducción crítica a las teologías políticas PDF

262 Pages·1975·17.77 MB·Spanish
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e svangetifl belige rancto ALFREDO FIERRO El evangelio beligerante Introducción crítica a las teologías políticas EDITORIAL VERBO DIVINO ESTELLA (NAVARRA) 1975 CONTENIDO Prólogo 9 I. SITUACIÓN 13 «1. Del antropocentrismo a la política ... 15 2. La renuncia a la cristianckd 65 3. El pensamiento dialéctico 97 II. PROGRAMA 157 4. Recuerdos liberadores 159 5. Praxis política y representaciones teoló gicas 221 6. Utopía y adviento de Dios 305 III. TEORÍA 355 7. Determinaciones teológicas 357 8. La hipótesis materialista-dialéctica ... 421 Bibliografía citada 491 © Alfredo Fierro - © Editorial Verbo Divino, 1974. Es pro piedad. Printed in Spain. Talleres Gráficos: Editorial Verbo Divino, Estella (Navarra). Depósito Legal: NA. 1.338-1974. Autores citados 517 ISBN 84 7151 163 0 índice general 521 7 PROLOGO La génesis y desarrollo de una investigación nun ca se desentienden de su final resultado como pro ducto impreso en forma de libro. La historia de esa gestación contiene anécdotas, que no interesan al lec tor, pero también determinaciones más profundas, que ellas sí afectan a la lectura. Este libro tiene su pequeña historia, algo accidentada, inscrita en los con dicionamientos sociopolíticos y eclesiásticos del país, y cuyos episodios son ahora ya irrelevantes, aunque determinaron en su momento el planteamiento, ela boración y final hechura de la obra. Indicar algunas de esas determinaciones puede contribuir a situarla. El trabajo fue empezado a instancias ajenas. Se me pidió un libro que reflejara la teología política actual en sus diversas variantes. Procuré cumplir el encargo con imparcialidad y, en lo posible, sin olvi dos de bulto. Por el propósito de que sirviera, en tre otros fines, como reseña y panorama de las ac tuales interpretaciones políticas del evangelio, ocurre 9 que dejo hablar a otros siempre que puedo hacerlo. y de teoría crítica sobre la fe cristiana, está en el sur Las numerosas transcripciones literales de textos de co abierto por Teología: punto crítico (Dinor, Pam otros autores sirven a esa finalidad, la de mostrar un plona 1971) y La imposible ortodoxia (Sigúeme, Sa estado o situación de la teología. Ahí mi tarea ha sido lamanca 1974), tratando ahora de desarrollar una de de montaje o de sintaxis de materiales preexistentes las posibilidades de esa teología crítica que allí he con arreglo a un criterio ordenador sistemático. preconizado. La introducción a las teologías políticas procede, por tanto, no de manera positivista, sino co La necesidad de conciliar citas numerosas con el mo introducción crítica, tomando respecto a ellas una carácter divulgador que, de todas maneras, quería distancia que permite su enjuiciamiento. A propósito mantener, explica el procedimiento utilizado para las de la interpretación política del evangelio se encon referencias bibliográficas, poco usual en ediciones es trará aquí una teoría crítica sobre la naturaleza de la pañolas. Las referencias consisten sencillamente en dos teología como tal y también de la fe. guarismos encerrados dentro de un paréntesis: el pri mero de ellos remite al libro o artículo del número A nivel no ya de concepción, sino de contenido, correspondiente en la bibliografía final; él segundo in esta obra tiene que ver con algunos asuntos que ya dica la página del libro o artículo de donde se extrae estudié con mayor amplitud en La fe contra el sistema la cita. De ese modo el lector libre de preocupacio (Verbo Divino, Estella 1972): amor y justicia, revo nes eruditas puede recorrer la obra sin tropezar con lución, poder y violencia, iglesia y estado. Si ese otro una sola nota. Las páginas quedan aligeradas del fá libro, también de teología política, trata de profundi rrago tipográfico de las muchas notas al pie. zar temáticamente en unos pocos puntos, éste de aho ra apunta a una comprensión y profundización metó En cuanto nacido de un encargo, el libro se con dica en el discurso general sin poder atender tan a figura, pues, como una introducción a la teología o fondo cada tema concreto. Ambos se sirven mutua a las teologías políticas de hoy. Hablar a ese propósi mente de complemento y en ningún momento se ha to de «evangelio beligerante» equivale a destacar que, cen superfluo uno a otro. mediante la interpretación política, el evangelio cobra beligerancia social. Tal beligerancia, con todo, debe Las opciones personales adoptadas en la parte ter entenderse rectamente. El evangelio nunca puede ser cera y, sobre todo, la hipótesis teórica que cierra el vir de arma arrojadiza contra terceros. Su filo, si ame estudio en el último capítulo me ganarán el distan- naza a alguien, es ante todo a los propios creyentes ciamiento de algunos lectores que habrán asentido a y sólo por vía de ellos adquiere efectividad social. La los capítulos anteriores. Pero el que sean discutidas beligerancia crítica del evangelio surte efectos frente o incluso discutibles no era razón para callar esas a los cristianos y a través suyo pasa a hacerse historia. propuestas finales. Más bien hacía falta por eso mis mo materializarlas en un texto que incite a su discu En cuanto obra personal, el libro se inserta en sión y desde ahí a su esclarecimiento. una doble serie de estudios teológicos que vengo rea lizando. A nivel de concepción teológica, de método Posiblemente me ganará también desafecto la crí- 10 11 I tica hecha a algunos portavoces de la teología de la liberación que, principalmente en el penúltimo capí tulo, quedan peor parados de lo que mi simpatía por SITUACIÓN ellos y por su causa hubiera deseado. Tal vez en mi trabajo se cumple igualmente el veredicto de radical incomprensión que H. Assmann en una severa sen tencia ha creído deber registrar en la teología y los cristianos del mundo rico, incluso en los más simpa tizantes con los movimientos latinoamericanos: los cristianos de América latina, al percatarse de que su experiencia histórica les pertenece únicamente a ellos, se encontrarían «solos en un camino que es solo su yo» (55, 151). También ahí, con todo, el riesgo no dispensaba de la tentativa; y, muy sabedor de estar quizá comprendiendo insuficientemente una teología nacida en situación muy diferente de la europea, no podía, sin embargo, desentenderme de ella y de su análisis crítico, asumiendo a expensas y riesgo propios toda la dificultad envuelta en un juicio emitido desde el exterior. Dicho más simplemente: escrito en España, y no en Perú o en el cono sudamericano, este libro no pue de sino distanciarse de la teología latinoamericana de la liberación —como igualmente de la teología polí tica alemana—, tras haber aprendido mucho en ellas, en un distanciamiento crítico que, por supuesto, fun ciona a la recíproca y lo somete también a él a una relativización desde otros contextos sociales. La re cién adquirida convicción de que no hay teología uni versal y perenne, sino contingentemente situada, obli ga a localizar y fechar el trabajo teológico. Escrito, pues, en Madrid y ultimado en el mes de junio de 1974. ALFREDO FIERRO 12 í Del antropocentrismo a la política 1. El protagonismo del hombre Humanismo y existencia personal auténtica pola rizaron la teología en los penúltimos decenios. Desde la década de 1930 y sobre todo al promediar el siglo la teología ha tenido, bien por tema expreso, bien por punto de referencia constante, al hombre y a sus calidades existenciales. Naturalmente la nota exis- tencial antropocéntrica era más entrañable o menos según cada tendencia doctrinal, y conviene no olvidar que el panorama teológico en ese tercio central de siglo aparece bastante variado. Pero como nota de contraste, para destacar a qué otro género de teología se oponen las teologías políticas cuando surgen hacia 1965, es exacto observar que la teología anterior 15 meditaba bajo el signo del humanismo y del pensa desde luego muchos han aguardado con firme con miento existencia! fianza un «hombre nuevo». En 1944 presenta Chenu la coyuntura histórica de la cristiandad en estos tér En aquella teología el hombre está en el primer minos: «Cuando la humanidad espera un hombre nue plano de la escena teológica como protagonista. No vo...» (139, 102). Y todavía en 1961, Karl Rahner es que desplace a Dios del escenario. Dios, por cierto, debate la cuestión «el cristianismo y el hombre nuevo» permanece objeto de la teología. Con todo, por pri (344, V, 157). mera vez en la historia de la teología, el hombre, ese hombre que la dogmática había dado por supuesto La referencia al hombre es interpretada por los siempre como destinatario de los dones de Cristo, teólogos en clave de humanismo. No se trata, claro salta desde la penumbra de lo sobreentendido al me está, de humanismo en la acepción renacentista, como diodía de lo explícito. La doctrina teológica sufre cultivo de las humanidades y devoción hacia la anti el «gran vuelco antropológico» (274, 38). Ahora el güedad clásica, sino en el sentido moderno, como hombre es ponderado como interlocutor de Dios, enfática valoración del hombre y como ética basada como correlato necesario de todas las afirmaciones en el respeto absoluto a la persona humana. Ya en dogmáticas. Así lo da a entender el énfasis puesto 1936 había hablado Maritain de «humanismo inte al hablar de «Dios y el hombre» (378), del «diálogo gral» (245). Más tarde, en 1948, la provocadora con del hombre y de Dios» (252) o de «el hombre de ferencia de Sartre proclamando que el existencialismo lante de Dios» (22). En la avanzadilla de la nueva era un humanismo (372), contribuyó a centrar la frontera antropológica de la teología se halla Rudolf atención de los teólogos en la comparación con los Bultmann, el teólogo más discutido y también más humanismos laicos. atendido del momento, con su redonda declaración: No es que los teólogos defiendan la existencia de «a la pregunta sobre cómo es posible un hablar de un humanismo específicamente cristiano. Con su pe Dios hay que responder: solamente como un hablar simista concepto de la naturaleza humana, los pro sobre nosotros» (90, I, 33). testantes consideran la tentativa humanista como obra Al terminar la última guerra, los cristianos, sobre del hombre pecador. En cuanto a los católicos, niegan todo los católicos, fueron intensamente partícipes de algunos, con Maydieu (292, 97) y González Ruiz la esperanza de la cultura occidental en un hombre (222), que el cristianismo sea un humanismo; mien distinto y mejor. Es la hora en que se multiplican los tras otros, como Rahner, hablan de «humanismo cris coloquios, debates y reflexiones sobre un «humanis tiano» y tratan de ver en el cristianismo el pleno y mo nuevo», en los cuales los creyentes participan cabal humanismo (345, 35-53). De todas maneras, gustosos (12). Sin que esa esperanza haya llegado en incluso los teólogos que no hacen del cristianismo todos al grado febril que adquiere en Teilhard de una especie del humanismo, o el humanismo a secas Chardin (años 1945 a 1950) con su fe mayúscula en plenitud, se interesan por definir la fe cristiana en un ultra-hombre por delante de nosotros (402), por la relación a los humanismos entonces vigentes. 16 17 Dios {184, 7-8). Cabe entonces hablar de «encontrar El cristianismo es presentado en el horizonte de a Dios en el hombre» {82); y la misma existencia di los humanismos contemporáneos y en conflicto con vina va a hacerse ahora patente, a demostrarse o ellos {174). La ciencia merece la atención de los teó mostrarse por vías no tanto cosmológicas cuanto an logos no tanto como método de verificación y de tropológicas: es el hombre, no el mundo, quien re consecución de la verdad, cuanto como actitud huma mite a ella {20). nista {155). Al ateísmo se le mira con esa misma len te, en tanto que humanismo ateo. En un breve libro, He citado la referencia humanista de esa época hoy ya clásico, Jean Lacroix descubre en el huma teológica. Podría igualmente haberlo hecho en clave nismo científico, político y moral el sentido profundo de personalismo. Es una teología seriamente preocu del ateísmo moderno {249). Otra obra, bien cono pada por exaltar los valores de la persona y por des cida, de Henri de Lubac, comenta el drama y el cubrir en cada dogma la dimensión personalizante. fracaso de ese humanismo ateo {265). El humanismo Según Mounier, que fue su principial vocero, el per irreligioso es objeto de estima como actitud laica im sonalismo es «un santo y seña significativo, una có buida de sentido ético {378, 57-106). Hasta los pro moda designación colectiva para doctrinas distintas», pios teólogos protestantes, nada proclives a intere pero que coinciden en afirmar «el primado de la per sarse por los valores humanos y humanistas, se ven sona humana sobre las necesidades materiales y sobre constreñidos a definir su posición. El tema «huma los mecanismos colectivos» (316, 9). nismo y cristianismo» les apremia también a ellos: con ese título publica Bultmann dos trabajos consecutivos La teología se apresuró a ser personalista en este en pocos años (1948 y 1952) (90, II, 133 y III, 61). sentido: en destacar lo espiritual del hombre y la trascendencia del individuo respecto a los condiciona Los teólogos han sido conscientes de la propen mientos socioeconómicos. El propio Mounier contri sión antropocéntrica de su pensamiento adoptándola buyó a facilitar el trabajo a los teólogos hablando de en calidad de exigencia metodológica. Así, Karl Rah- personalismo cristiano. Mientras la expresión «huma ner va a orientarse cada vez más resuelto hacia una nismo cristiano» no ganó muchos adeptos, sin duda dogmática guiada por una antropología trascendental por el origen laico del humanismo de la postguerra, {349, 99), y su discípulo Metz trata de remontar a la de «personalismo cristiano» encontró mejor acep santo Tomás el giro antropocéntrico de la teología tación; o la de «cristianismo personal» (y «persona {295). Este antropocentrismo de enfoque significa lista») que en definitiva viene a decir lo mismo. que la profundización en el misterio del hombre abre Cristianismo personal significa que la fe es con la pista para el encuentro con Dios. La busca de templada como un lazo personal entre Dios y el cre sentido para la vida humana viene a confluir y de yente (415, 113 y 121). En un celebrado librito, sembocar en la búsqueda de la presencia divina; el Jean Mouroux desarrolla la estructura personal de fondo último de la incógnita del hombre se confunde la fe: ésta consiste primariamente no en creer algo, casi, o más bien sólo se aclara en el misterio de 19 18 sino en creer en alguien, en un «tú» (317). En con tencialismo, por su parte, en una de sus tendencias, sonancia con esa acentuación de lo personal, Roger es calificado como existencialismo teológico, religioso Aubert, en su monumental estudio de las controver y cristiano (105). sias contemporáneas sobre el acto de fe, registra, Todos los filósofos de la existencia son convocados entre otras cosas, el paso del enfoque comunitario y traídos al espacio teológico. Heidegger, porque su al enfoque individualista en la consideración de la fe fenomenología del existir no prejuzga la posible de como característico de nuestro siglo (60, 670). En la cisión por una existencia creyente o increyente y relación de persona a persona, de hombre a Dios también porque suministra una ontología no difícil (relación que es susceptible de diferentes matices: de integrar en el pensamiento cristiano tradicional. aceptación de la gracia de Dios, obediencia a su Jaspers, puesto que entre los filósofos laicos es el palabra o certeza oscura fundada sobre su testimo único que habla de la trascendencia (o de lo «envol nio) se sustancia lo esencial de la fe cristiana. vente») y de una fe, aunque filosófica, en ella. Mar- cel, por la inspiración cristiana de su obra y porque desarrolla un conjunto de categorías (el binomio ser- 2. La teología existendal tener, «homo viator», el misterio, etcétera), que pres tan un buen auxilio a la teología. Sartre, porque, pese a que luego concluya que el hombre constituye La teología se tiñe de irisaciones vagamente exis- una pasión vana, antes ha dicho que «el hombre es tenciales o decididamente existencialistas. Dos gran el ser que proyecta ser Dios» (373, 653 y 708), con des teólogos protestantes de esa generación, Rudolf lo que parece dejar abierto algún resquicio a la ocu Bultmann y Paul Tillich, incorporan el existencialismo pación por ese proyecto. En la busca de patrocina a la teología e intentan una hermenéutica del men dores filósofos o teólogos, y a ser posible ambas co saje cristiano en categorías tomadas de la filosofía sas a la vez, la teología existencial pone de moda a de la existencia. Para Bultmann el programa de des- Kierkegaard y a Pascal, a quienes festeja como a mitificación del Nuevo Testamento coincide con su precursores en la contemporánea experiencia de la fe interpretación existencial (92, 27-48). En cuanto al en tanto que paradoja, incertidumbre y decisión. método de correlación de Tillich, clave de su teología sistemática, estriba esencialmente en poner en corres El cariz existencial de dicha teología debe com pondencia las cuestiones existenciales que brotan de prenderse en un sentido amplio, abarcando, además la situación humana con las respuestas ofrecidas por de la corriente propiamente existencialista, otras ten los símbolos del evangelio cristiano (406, I, 76). dencias afines, como la filosofía de los valores, la La teología es enfocada preferentemente como una de la intersubjetividad y también la hermenéutica teología de la existencia, en la que Dios, la reve histórica. El pensamiento de Dilthey sobre las ciencias lación, la gracia y las realidades cristológicas dicen del espíritu y sobre la comprehensión de la historia relación al existir humano auténtico (95). El exis- y sus textos ha propiciado una idea de la teología 20 21

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