Córdoba, 1152. Al Gafequi, un renombrado médico oculista de la ciudad, ha tomado como aprendiz a Abdallah, hijo de un antiguo soldado. Su vida transcurre plácidamente entre sus pacientes y amigos eruditos, con quienes gusta reunirse para conversar y resolver acertijos. Un día recibe una nota con una extraña advertencia sobre la muerte de un alto dignatario. Cuando decide ir a palacio para informar de ello a un antiguo amigo, éste lo conduce ante el imán, quien les muestra el cuerpo sin vida del gran visir y gobernante, Abu Salem. El cuerpo no presenta señales de violencia, pero junto a él se encuentra una de las copas de oro de Abderramán III. De ellas se cuenta que están malditas, ya que se hicieron con el oro de reliquias sagradas cristianas... Al Gafequi, intrigado por el asunto, emprenderá una investigación siguiendo múltiples y peligrosas pistas. ¿Habrá sido el visir víctima de la maldición de Abderramán III? ¿Lo habrá castigado Alá por su escaso apego a las tradiciones musulmanas más estrictas? ¿O se trata de un terrible juego de poder con infinitos sospechosos...? Comienza así una peligrosa y compleja investigación, una caza del asesino en la que tendrá que hacer gala de toda su sagacidad y capacidad deductiva. Él no cree en maldiciones, sino en la ciencia, y tendrá que interrumpir su plácida vida, entregada al estudio, la reflexión y la resolución de acertijos, para aplicar la teoría a una oscura realidad que sacará a la luz todo tipo de miserias. El protagonista es un personaje real, el doctor Mohamed Al Gafequi, renombrado médico oculista, uno de los más famosos de todo Al-Ándalus. Su historia será contada por su hijo Ahmed al final de sus días, cuando decide dejar como legado el relato de lo que ha experimentado después de haber “vivido mucho y he visto aún más. Las mayores crueldades humanas y los actos más desinteresados. Las batallas más cruentas y los honores más sublimes que los ojos de persona puedan contemplar”. Un resumen perfecto de lo que encontraremos en la novela.