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El druida, el rey y la soberanía sagrada Aspectos míticos del antiguo pensamiento céltico irlandés PDF

93 Pages·2008·0.73 MB·Spanish
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El druida, el rey y la soberanía sagrada Aspectos míticos del antiguo pensamiento céltico irlandés a través del espejo de la primera Grecia Raúl Garrobo Robles Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid Diplomado en Estudios Avanzados en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid PREFACIO A lo largo de las siguientes páginas es nuestro propósito presentar al lector las líneas centrales del antiguo pensamiento céltico irlandés. Como tendremos oportunidad de apreciar en este estudio, la búsqueda de un pensamiento abstracto entre estas gentes a la manera de la filosofía griega inaugurada estrictamente por Platón y Aristóteles es enteramente descabellada, pues hasta la llegada del Cristianismo a la isla allá por el siglo V los irlandeses no cedieron su intelecto a las letras, las cuales, con el tiempo y durante algunos siglos, hubieron de alzarlos durante la Edad Media a la cima del pensamiento teorético occidental. Prueba de que los celtas insulares llegaron a alcanzar las más altas esferas del debate filosófico y teológico de la época son las figuras centrales de Pelagio (finales del siglo IV y principios del V) y Escoto Erígena (siglo IX). Sin embargo, con anterioridad a estos nombres, los cuales no sin dificultad pueden ser localizados en los manuales de filosofía medieval, los celtas irlandeses, ubicados en una profunda concepción oral en cuanto a la transmisión y perpetuación de sus tradiciones, no alcanzaron a pensar su entorno y su propia posición en él a la manera como las sociedades alfabetizadas suelen hacerlo, esto es, bajo criterios lógicos y científicos. En su lugar, dirigida por el binomio inequívocamente indoeuropeo rey- druida, la antigua sociedad irlandesa desplegó sus inquietudes intelectuales en los mitos. Su pensamiento, en tal caso, debe ser reconocido como mítico, mas no por ello hemos de infravalorarlo ni juzgarlo como pobre e insuficiente, pues en los mitos viene a recogerse la ideología de la sociedad que hubo de crearlos, sus valores e ideales, y en definitiva, su ser y su estructura mismos. Eikasia. Revista de Filosofía, año III, 17 (marzo 2008). http://www.revistadefilosofia.org 127 Garrobo Robles, Raúl: «El druida, el rey y la soberanía sagrada». En tanto que paradigma y guía de nuestras reflexiones, en el primero de los tres capítulos que conforman el presente estudio habremos de servirnos de la dialéctica que puede ser localizada en la Antigua Grecia entre sabiduría y filosofía, pues sólo así, reflejado en el espejo que proporciona este reconocido escenario, podremos alcanzar a vislumbrar el verdadero alcance del antiguo pensamiento céltico irlandés. No menos indispensable, en el segundo capítulo nos detendremos brevemente en el comentario del devenir histórico de los celtas irlandeses, así como en el examen del estatuto y las posibilidades de su literatura de tradición oral. Mientras que, por su parte, en el tercero y último desplegaremos el análisis de las principales estructuras y categorías que configuran los cimientos de su pensamiento mítico. Como es obvio, un estudio de estas características no puede llevarse a cabo dejando a un lado los recursos que la historia, la arqueología o la lingüística pueden ofrecernos, sin olvidar, cómo no, las aportaciones de la antropología o la mitología comparada. Como consecuencia, a lo largo de estas páginas habremos de manejar un tipo determinado de procedimientos, así como gran número de datos que, en principio, hemos de considerar ajenos a la filosofía, pero sin los cuales todo examen del pensamiento de los pueblos iletrados, como es el caso de los celtas irlandeses, resultaría irrealizable. Por otro lado, inevitable es admitirlo, los materiales que ponen a nuestro alcance tanto las ciencias históricas como la lingüística, la antropología o la mitología comparada se encuentran sensiblemente dispersos, lo que en muchos casos dificulta sobremanera el acceso a una visión de conjunto, rigurosa e interdisciplinal. Por todo ello, el terreno por el que habremos de desenvolvernos se encuentra hasta tal punto intrincado que, aquellos que desean transitarlo, como es nuestro caso, corren el riesgo de perderse, bien en la espesura, bien en uno solo de sus muchos recodos. Habida cuenta de esta circunstancia, no podemos dejar de mencionar aquí nuestro sincero deseo de mostrarnos receptivos ante las críticas y sugerencias que el lector quiera hacernos llegar. Ahora bien, debido principalmente a la propia naturaleza del presente trabajo, el cual no puede eludir el estudio de la antigua sabiduría en sus relaciones con la primera filosofía (motivo éste por el que llega a abarcar escenarios tan distantes y dispares como son la Antigua Grecia, Mesopotamia o Irlanda), somos conscientes de que no todos los lectores se sentirán satisfechos con el resultado de nuestros esfuerzos. Pues, en efecto, quien acuda a estas páginas exclusivamente bajo el reclamo del druidismo y la 128 Eikasia. Revista de Filosofía, año III, 17 (marzo 2008). http://www.revistadefilosofia.org Garrobo Robles, Raúl: «El druida, el rey y la soberanía sagrada». mitología céltica habrá de sentirse tan confundido y perplejo en su descontento como aquel que pretenda descubrir bajo estas mismas líneas algo así como la Metafísica o El ser y el tiempo de los antiguos irlandeses. Por ello, ante esta circunstancia, es nuestro deseo advertir al lector de antemano. En otro orden de cosas, a lo largo del presente estudio nos hemos permitido transcribir algunas palabras en griego, latín o irlandés, ya bien en el corpus de nuestro texto, ya en las citas, donde aparecen siempre entre corchetes. Con ello, en ningún caso hemos pretendido hacer alarde de nuestros conocimientos en relación a estas lenguas. Por lo contrario, si hemos decidido incluir tales términos se debe principalmente a dos motivos: el rigor científico y, sobre todo, su capacidad para evocar un campo semántico que en la mayoría de los casos no alcanza a cubrir la traducción. Asimismo, por lo que se refiere a las notas a pie de página, hemos preferido anotar siempre la referencia bibliográfica completa. Esta decisión se encuentra justificada por nuestro deseo de facilitar al lector, de una manera rápida y cómoda, el acceso a la obra en cuestión sin necesidad de tener que interrumpir la lectura para acudir a la bibliografía que aparece incorporada al final del trabajo. Por último, cabe mostrar aquí nuestro agradecimiento a Tomás Pollán e Ignacio Vento, ambos profesores de la Universidad Autónoma de Madrid, quienes, desde que nos conocemos, no han dudado nunca en poner a nuestra disposición sus amplios conocimientos. Asimismo, es también nuestro deseo agradecer al profesor Charles Doherty del Colegio Universitario de Dublín la ayuda inestimable que hubo de prestar al autor de estas páginas durante su estancia en Irlanda. Por supuesto, sea cual fuere el resultado final de este estudio, ninguno de estos amigos debe ser responsabilizado de lo errores que en él hallamos podido cometer. Gracias también, cómo no, a vosotros, Cristina y Sergio. Eikasia. Revista de Filosofía, año III, 17 (marzo 2008). http://www.revistadefilosofia.org 129 Garrobo Robles, Raúl: «El druida, el rey y la soberanía sagrada». –Capítulo I– La antigua sabiduría a través del espejo de la primera Grecia Con anterioridad a la aparición del pensamiento filosófico hubo un tiempo en el que la sabiduría de las gentes que poblaron el continente europeo se articulaba en torno a la palabra asertórica, no discutida, que afluía en determinados individuos desde el trasfondo sagrado de la realidad cotidiana. Aunque apenas conocemos nada de ellos en este respecto, tal parece haber sido el saber característico de los celtas continentales, uno de los pueblos más importantes que ocuparon el interior de Europa durante su protohistoria. Esta afirmación viene a sostenerse sobre los informes que tanto la lingüística como la arqueología aportaron en su día al estudio de nuestro pasado, los cuales, confirmando muchos de los aspectos apuntados por las fuentes grecorromanas, concluyeron la existencia de una identidad céltica que se constata ya durante la Primera Edad del Hierro y que encontró su apogeo expansivo en los siglos –IV y –III. Desde aquel día en el que la lingüística y la arqueología abrieron las puertas de la investigación, el escenario céltico irlandés (el mejor conocido de todos), no ha dejado de arrojar luz sobre los aspectos más oscuros del pasado céltico continental, a saber, aquellos que hacen referencia a la cultura y al espíritu. Pues la gran baza del patrimonio irlandés, más allá de la excepcional pervivencia de lo céltico sobre la isla, es su antigua literatura de raíces paganas, inexistente en el continente, la cual, como afirma Venceslas Kruta, se utiliza «para hacer prudentes comparaciones e interpolaciones que han producido ya algunos resultados interesantes, sobre todo en el terreno de lo religioso»1. Por eso, cuanto pueda ser dicho a propósito de la sabiduría y el pensamiento de los celtas continentales dependerá siempre, en última instancia, de la lectura que hagamos de las fuentes escritas irlandesas. La importancia que conlleva comprender perfectamente el papel que juega esta literatura a la hora de permitirnos el acceso a las estructuras culturales y espirituales de la Irlanda pagana es fundamental para el desarrollo de nuestro análisis sobre el antiguo pensamiento céltico irlandés. Sin embargo, no diremos más de ella por el momento, pues esta cuestión será tratada más ampliamente y con mayor detalle en el segundo 1 Kruta, V., Los celtas, Edaf, 2002, p. 31. 130 Eikasia. Revista de Filosofía, año III, 17 (marzo 2008). http://www.revistadefilosofia.org Garrobo Robles, Raúl: «El druida, el rey y la soberanía sagrada». capítulo de este estudio. En este primer capítulo son muchas todavía las cuestiones que hemos de atender a propósito de la sabiduría y el pensamiento mítico y religioso de los grupos humanos que ocuparon Europa durante la Antigüedad, de entre los cuales destacan tanto los pobladores de la Irlanda pagana como las gentes que formaron la Primera Grecia2. Pues no sólo hablaremos durante estas primeras páginas de irlandeses, sino principalmente de griegos, entre los que habremos de localizar el paradigma que nos servirá de base para el posterior análisis del pensamiento céltico irlandés. Además, lo que viene a constituir uno de los objetivos de este primer capítulo, a través del modelo griego intentaremos establecer un vínculo formal entre la sabiduría de la Primera Grecia y la de la Irlanda pagana, de tal suerte que, al quedar situados a la misma altura que los sabios y maestros de verdad griegos, los integrantes de la clase intelectual druídica puedan quedar libres de todas aquellas acusaciones que los sitúan en la misma órbita que los charlatanes y farsantes. Así pues, debido a su utilidad, será Grecia el punto de partida de este viaje en pos de los antiguos sabios y maestros de verdad del continente europeo. Un viaje que nos conducirá, en última instancia, hasta el extremo más occidental del antiguo mundo conocido. –1– MAESTROS DE VERDAD Con anterioridad al así llamado milagro griego, los antiguos pobladores de la región hoy conocida como Grecia dispusieron de mecanismos complejos a través de los cuales lograron entrar en contacto con el trasfondo de la realidad cotidiana. De hecho, percibir una fractura metafísica en la realidad no dependió únicamente de la filosofía. Antes de que los filósofos emplearan sus capacidades para concretar la verdad (a)lh/qeia), determinados individuos de la Grecia Oscura y Arcaica tuvieron acceso a ese trasfondo sagrado desde el cual brotaban unos conocimientos excepcionales y, por lo tanto, una sabiduría que era reconocida como tal por el resto de la comunidad. Adivinos, poetas y aquellos soberanos de justicia que aún conservaban parte de las 2 Empleamos aquí y en lo sucesivo la expresión “Primera Grecia” para hacer referencia a la Época Oscura y a la Arcaica. No debe, por lo tanto, confundirse con el Período Micénico, el cual será citado como tal. Eikasia. Revista de Filosofía, año III, 17 (marzo 2008). http://www.revistadefilosofia.org 131 Garrobo Robles, Raúl: «El druida, el rey y la soberanía sagrada». funciones religiosas que detentara el gobernante micénico fueron los maestros de la palabra sagrada revelada y, por lo mismo, de la verdad. Pues, en efecto, si la filosofía griega tuvo como objetivo desde su mismo nacimiento el esclarecimiento de la verdad, ésta fue en primer lugar palabra sagrada vinculada a las personas del adivino, el poeta y el soberano de justicia.3 Debido a su utilidad para el análisis del antiguo pensamiento céltico irlandés, en estas primeras páginas tenemos intención de hacer un breve repaso de las características más significativas atribuidas al pensamiento religioso y mítico de los maestros de verdad que proliferaron durante la Primera Grecia. No pretendemos ser exhaustivos. Nos bastará con traer a estas líneas aquellos ejemplos que consideramos paradigmáticos.4 Sin embargo, antes de empezar a hablar directamente de adivinos, poetas y soberanos, todos ellos maestros de verdad y, por lo mismo, portavoces de un tipo concreto de palabra que brota desde lo que aquí llamaremos el trasfondo sagrado de la realidad, parece lógico detenernos también brevemente en el análisis de lo sagrado como realidad última que se deja sentir desde su ocultamiento y que subyace a todo decir verdadero. En la Antigua Grecia, si algo tuvieron en común el adivino, el poeta y el soberano de justicia, entre ellos mismos y también respecto a los primeros sabios y filósofos, no fue sino su relación con el fondo sagrado y misterioso de la realidad última. Ahora bien, la manera en que esta realidad ha sido aprehendida por cada pueblo en cada momento de su historia no ha sido siempre la misma. En el mundo griego antiguo, el cual no supuso ninguna excepción a este proceso, la realidad última adoptó distintos rostros que llegaron a rivalizar entre sí por la ortodoxia de su apariencia. Aun así, su referencia originaria y genuina, lo sagrado, nunca llegó a desaparecer del todo, ni siquiera cuando la filosofía, encabezada por Platón, pretendió desplazar a los tradicionales maestros de verdad. Según se constata en la obra de María Zambrano El hombre y lo divino, lo sagrado, situándonos en un plano antropológico universal, es «la presencia inexorable 3 Sobre esta cuestión resulta imprescindible la lectura de la obra de Detienne, M., Los maestros de verdad en la Grecia arcaica, Sextopiso, México D. F., 2004. 4 Por ello, como complemento para el lector que desee profundizar más en cada caso, incluiremos a pie de página, como en este caso, aquellos comentarios y referencias bibliográficas que, a nuestro juicio, vienen a ampliar información sobre los puntos tratados en el corpus de nuestro texto. 132 Eikasia. Revista de Filosofía, año III, 17 (marzo 2008). http://www.revistadefilosofia.org Garrobo Robles, Raúl: «El druida, el rey y la soberanía sagrada». de una estancia superior a nuestra vida que encubre la realidad y que no nos es visible»5, «es una irradiación de la vida que emana de un fondo de misterio; es la realidad oculta, escondida»6. Igualmente, según hubo de sentirlo el hombre originario, lo sagrado puede ser concretado como «lo divino no revelado aún», «ese algo que más tarde, después de un largo y fatigoso trabajo, se llamarán dioses»7. Ahora bien, si atendemos a las palabras de la ilustre pensadora malagueña, especialmente a las referencias a los dioses y a la realidad oculta, no nos será difícil localizar en la primera de éstas la manifestación religiosa y mito-poética de lo sagrado, a saber, lo divino, cuya imagen se convirtió en la primera materialización conceptual construida sobre la presencia sentida de lo sagrado. En cuanto a la realidad oculta, fue la filosofía la que pasó a hacerse cargo directamente de ella al tomar el desocultamiento de lo sagrado como desocultamiento de lo real, esto es, del ente (to\ o)/n), de lo verdadero (to\ a)lhqh/j). Por eso «el origen de la filosofía se hunde en esa lucha que tiene lugar dentro todavía de lo sagrado y frente a ello»8. Sin ir más lejos, en los fragmentos que conservamos de Heráclito y Parménides se puede apreciar la pervivencia de las maneras propias del pensamiento oracular y poético de los antiguos maestros de verdad. Así pues, no debe extrañarnos el carácter excéntrico (al racionalismo filosófico, se entiende) de buena parte de los pensadores presocráticos; lo que viene a mostrarnos lo cerca de los tradicionales maestros de la palabra sagrada que llegaron a encontrarse los precursores inmediatos de la filosofía. Ahora bien, más allá de las formas que caracterizan el surgimiento del pensamiento filosófico, lo que nos interesa en este momento de la exposición es el hecho de que hubo un tiempo en el que el adivino, el poeta y el soberano de justicia detentaron el poder de la palabra verdadera que, con el advenimiento de la filosofía, reclamaría para sí el filósofo. En el segundo apartado de este capítulo analizaremos el proceso según el cual el filósofo, encarnado en Platón, llegó a solicitar para sí la exclusividad de la palabra certera que habría de situarlo, de acuerdo con sus expectativas, por encima del resto de los ciudadanos haciéndole asumir las más altas responsabilidades políticas de la ciudad. Sin embargo, antes de entrar en estos asuntos, parece evidente detenernos en la figura de los antiguos maestros de verdad que aparecen en los textos griegos más arcaicos, donde 5 Zambrano, M., El hombre y lo divino, Fondo de Cultura Económica, México D. F., 1993, p. 31. 6 Zambrano, M., El hombre y lo divino, Fondo de Cultura Económica, México D. F., 1993, p. 33. 7 Zambrano, M., El hombre y lo divino, Fondo de Cultura Económica, México D. F., 1993, p. 28. 8 Zambrano, M., El hombre y lo divino, Fondo de Cultura Económica, México D. F., 1993, p. 66. Eikasia. Revista de Filosofía, año III, 17 (marzo 2008). http://www.revistadefilosofia.org 133 Garrobo Robles, Raúl: «El druida, el rey y la soberanía sagrada». el pensamiento filosófico que hubo de propiciar el surgimiento de la pólis, como es lógico, no está presente, al menos como tal. Con ello no sólo intentaremos hacer más comprensible el empeño de la filosofía por desplazar a estos maestros tradicionales de la palabra, sino que, sobre todo, a partir de las figuras griegas del adivino, el poeta y el soberano de justicia, fijaremos tres de las funciones más importantes de los antiguos maestros de verdad, a saber, la adivinación profética, el mantenimiento de la memoria colectiva de la tribu y la manifestación ante ésta última de la existencia indispensable de la soberanía sagrada. Funciones que, como veremos, reaparecerán en el mundo céltico irlandés, aunque, eso sí, bajo modificaciones que corresponden a su funcionamiento en otra época y en otro escenario. En tal caso, aún nos queda por ver de qué manera se presentaron en la Antigua Grecia estos maestros de verdad ante las gentes que como tal les reconocieron. ¿En qué consistía su maestría? ¿Cuál fue su sabiduría? Por lo que se refiere al adivino, no cabe duda de que fue considerado durante la Primera Grecia maestro de verdad. Ya fuera a través de la inducción de presagios o por mediación de las visiones, sabemos que su palabra ofrecía al resto de la comunidad el conocimiento de la voluntad divina que, por lo general, era trascendente al común de los mortales. Respaldado por la divinidad, Apolo en este caso, la cual le había otorgado su don, el adivino era capaz de acceder al plano religioso de lo sagrado donde se tejían los destinos y, por lo tanto, podía descifrar e incluso ver los designios ocultos en la maraña del presente, retroceder hasta el pasado o anticipar el futuro. El poeta de la Ilíada nos describe con suficiente detalle las capacidades de uno de estos maestros de verdad, a quien hemos de tomar como arquetipo de aquellos adivinos que operaban a través de la inducción de presagios. Se trata del Testórida Calcante: «de los agoreros [oi¹wnopo/lwn] con mucho el mejor, que conocía [vÃdh] lo que es, lo que iba a ser y lo que había sido, y había guiado a los aqueos con sus naves hasta Ilio gracias a la adivinación [mantosu/nhn] que le había procurado Febo Apolo»9. De hecho, como muestra de su proceder inductivo, en el canto II de este mismo poema se da a conocer uno de sus vaticinios, según el cual los aqueos habrían de penar 9 Homero, Ilíada, I, 69-72; traducción de Crespo Güemes, E., Gredos, Madrid, 1996, p. 105. 134 Eikasia. Revista de Filosofía, año III, 17 (marzo 2008). http://www.revistadefilosofia.org Garrobo Robles, Raúl: «El druida, el rey y la soberanía sagrada». durante no menos de nueve años frente a las puertas de Troya antes de lograr tomarla. Es Odiseo quien describe la situación ante la asamblea de los aqueos: «“Parece que fue ayer o anteayer cuando las naves de los aqueos se unieron en Áulide para traer la ruina de Príamo y los troyanos, y nosotros estábamos alrededor del manantial [krh/nhn] en sacros altares sacrificando en honor de los inmortales cumplidas hecatombes bajo un bello plátano [platani/st%] de donde fluía cristalina agua. Entonces apareció un gran portento: una serpiente de lomo rojo intenso, pavorosa, que seguro que el Olímpico en persona sacó a la luz, y que emergió de debajo del altar y se lanzó al plátano. Allí había unos polluelos de gorrión recién nacidos, tiernas criaturas sobre la cimera rama, acurrucados de terror bajo las hojas: eran ocho, y la novena era la madre que había tenido a los hijos. Entonces aquélla los fue devorando entre sus gorjeos lastimeros, y a la madre, que revoloteaba alrededor de sus hijos llena de pena, con sus anillos la prendió del ala mientras piaba alrededor. Tras devorar a los hijos del gorrión y a la propia madre, la hizo muy conspicua el dios que la había hecho aparecer; pues la convirtió en piedra el taimado hijo de Crono. Y nosotros, quietos de pie, admirábamos el suceso. Tan graves prodigios interrumpieron las hecatombes de los dioses. Calcante entonces tomó la palabra y pronunció este vaticinio [qeoprope/wn]: `¿Por qué os quedáis suspensos, aqueos, de melenuda cabellera? El providente Zeus nos ha mostrado este elevado portento, tardío en llegar y en cumplirse, cuya gloria nunca perecerá. Igual que ésa ha devorado a los hijos del gorrión y a la madre, los ocho, y la novena era la madre que había tenido a los hijos, también nosotros combatiremos allí el mismo número de años y al décimo tomaremos la ciudad, de anchas calles´. Eso es lo que aquél proclamó, y todo se está cumpliendo ahora”»10. Reconocemos que se trata ésta de una cita quizá demasiado extensa, por lo que bien hubiéramos podido acortarla o resolverla mediante una explicación preliminar de la naturaleza del portento. Si hemos decidido incluirla en su totalidad, esto es, tal y como la hemos presentado, se debe a que en ella se nos ofrecen algunas de las claves de acceso a los mecanismos de funcionamiento del pensamiento prefilosófico; claves que habrán de reaparecer, aunque mucho más activas, en las narraciones irlandesas. Se trata de la disposición que debe adoptar el escenario donde se ha de propiciar el contacto con lo sagrado, a saber, la presencia de «sacros altares» en las cercanías de un manantial «de donde fluía cristalina agua» «bajo un bello plátano». De hecho, más allá de la 10 Homero, Ilíada, II, 303-330; traducción de Crespo Güemes, E., Gredos, Madrid, 1996, pp. 132-133. Eikasia. Revista de Filosofía, año III, 17 (marzo 2008). http://www.revistadefilosofia.org 135 Garrobo Robles, Raúl: «El druida, el rey y la soberanía sagrada». pertinencia de este pasaje, resulta innegable la existencia de cierta dependencia por parte de los grupos humanos que poblaron el continente europeo durante la Antigüedad respecto de las aguas que fluían desde la Madre Tierra y el árbol que enterraba sus raíces en ella, nutriéndose. No es esto, por lo tanto, nada nuevo. Ni es gratuito, a nuestro juicio, que sea en torno a este escenario donde se produce el portento que Zeus envía a los aqueos. Portento desde el cual Calcante, maestro de verdad, extrae su conocimiento y aporta su palabra verdadera. Somos conscientes de que la aparición de las aguas y el árbol en el antiguo poema de la guerra de Troya puede ser considerada por algunos lectores como algo perfectamente circunstancial que responde, en última instancia, a su utilidad narrativa. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, pues, repitámoslo, su presencia desempeña un papel fundamental dentro de los procesos afines al pensamiento prefilosófico indoeuropeo, ya sea éste céltico o griego. En efecto, no debemos olvidar que el lento proceso de formación de la Primera Grecia se efectuó sobre los sustratos poblacionales micénico y dorio, entre otros, los cuales, a pesar de involucrarse en el entorno mediterráneo, nunca llegaron a desprenderse completamente de su identidad indoeuropea. Sea como fuere, de figurar estos mismos elementos en alguno de los relatos irlandeses no dudaríamos en llamarlos aguas y árbol sagrados, mostrando así su función simbólica dentro del pensamiento céltico. Esta afirmación, como tendremos oportunidad de demostrar, se encuentra en estrecha relación con la existencia entre los habitantes de la Irlanda pagana de una clase intelectual sólida que llegó a operar sobre buena parte de los asuntos de la comunidad tribal, fijando el culto y los ritos de acuerdo al dictamen de su sabiduría druídica; una clase intelectual centralizada que no llegó a poseer la Primera Grecia, no al menos a la manera céltica, y cuya inexistencia sobre el escenario panhelénico bien pudo influir en el proceso de desintegración de determinados aspectos cultuales y rituales de la herencia indoeuropea. Ahora bien, si tratáramos más a fondo esta cuestión nos alejaríamos demasiado de la línea argumental que para este primer capítulo nos hemos fijado.11 Dicho esto, por lo tanto, podemos retomar sin más el análisis que sobre la figura del adivino veníamos realizando. 11 Además, un análisis riguroso de la vigencia de las estructuras indoeuropeas entre los habitantes de la Primera Grecia requeriría un tratamiento que, por límite de espacio, no podemos desarrollar aquí. Habremos, pues, de dejarlo pendiente para posteriores estudios e, incluso, invitamos a quienes así lo 136 Eikasia. Revista de Filosofía, año III, 17 (marzo 2008). http://www.revistadefilosofia.org

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durante algunos siglos, hubieron de alzarlos durante la Edad Media a la . En la Antigua Grecia, si algo tuvieron en común el adivino, el poeta y el .. Primera Grecia una herramienta didáctica al servicio de la tradición. Santiago: –Diccionario de adivinos, magos y astrólogos de la Antigüeda
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