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El drama del humanismo ateo PDF

462 Pages·1967·23.208 MB·Spanish
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HENRI DE LUBAC EL DRAMA DEL HUMANISMO ATEO SEGUNDA EDICION Corregida BANCO DE LA REPUBLICA BIBLIOTECA lUiS-ANGEL ARANGO CATALOGACION \Ò o EPESA n ■ Traducción de Carlos Castro Cübells r . ; ■ ' n n . n n n n n r> 0 n r i 1 1 n n r i r¡ r ; ^ 1 Título original: Le árame de Vhumanisme athée. Impreso r , por A. G. I. S. A. Tomás Bretón, 51. Madrid (7) 1967. Depó- * - * sito Legal: M. 7.791-1967. (Q Ediciones y Publicaciones r Españolas, S. A. Oñate, 15, Madrid, 1967. 2.a edición. 1 i f ? ) ( \ π Henri de Lubac El drama del humanismo ateo η ί \ η ί I ί I ί I ( V ( I η Γι ί * f I ί 1 1 ti ί 1 ί ! 1 - ί i \ HENRI DE LUBAC EL DRAMA DEL HUMANISMO ATEO EPESA ί f Γ f ί ί ( ί ( l ί ( ί ί ( ί ( PROLOGO Si los diferentes capítulos de esta obra no están organizados dentro de un todo sistemático, tampo­ co su objeto es, en la intención de su autor, verda­ deramente uno. Bajo las innumerables corrientes que afloran en la superficie externa de nuestro pen­ samiento contemporáneo, nos parece que existe un profundo común denominador, antiguo ya, o mejor dicho, algo como una inmensa «deriva». De­ bido a la acción de una parte considerable de nuestra minoría pensadora, la humanidad occi­ dental reniega de sus orígenes cristianos y se se­ para de Dios. No hablamos de un ateísmo vulgar, que es propio, más o menos, de todas las épocas, y que no ofrece nada significativo; tampoco nos refe­ rimos a un ateísmo puramente crítico, cuyos efec­ tos continúan extendiéndose hoy, pero, que no cons­ tituye una fuerza viva, porque se revela incapaz de reemplazar aquéllo que destruye. Este es únicamen­ te capaz de ofrecer el terreno propicio para aquello que precisamente queremos estudiar. Cada vez más, él ateísmo contemporáneo se torna positivo, orgá- 8 H E N R I DE LUBAC nico, constructivo. Uniendo a un inmanentismo de naturaleza mística, una conciencia clara del acon­ tecer humano, ofrece tres aspectos principales que podrían ser simbolizados con tres nombres: Augus­ to Comte, Feuerbach (al que habría que añadir el nombre de su discípulo Marx) y Nietzsche. A través de una serie de intermediarios, adiciones, mezclas y, frecuentemente, deformaciones, las doctrinas de estos tres pensadores del último siglo inspiran, in­ cluso hoy, tres filosofías de la existencia social y política y también individual, cada una de las cuales ejerce una influencia muy importante. La actuali­ dad de su estudio es, pues, más que manifiesta. Sean las que sean las vicisitudes de las causas y partidos que luchan por alcanzar la primacía, existe el peligro de que, bajo formas quizá renovadas, sigan sierydo actuales durante largo tiempo. \¿kumanismo positivista, humanismo marxista, hu­ manismo nietzscheano son, más que un ateísmo pro­ piamente dicho, un antiteísmo, y, más concretamen­ te, un anticristianismo, por la negación que hay en su base. Por opuestos que sean entre sí, sus mutuas implicaciones, escondidas o patentes, son muy gran­ des y tienen un fundamento común consistente en la negación de Dios, coincidiendo también en su objetivo principal de aniquilar la persona humana. Nos hemos esforzado en poner bien en claro este doble carácter, creyendo que la simple exposición sería, indudablemente, si no la más eficaz de las «refutaciones», al menos por la que debe empezar­ se. El lector apenas encontrará en estas páginas discusiones teóricas. No encontrará nada de eso que comúnmente se llama «teología». No es más que un EL DRAMA DEL HUMANISMO ATEO 9 cuadro histórico, cuyo rasgo esencial, que nos pa­ rece poco acentuado en general, lo hemos subra­ yado fuertemente. Se trata, pues, sobre todo, de una «toma de con­ ciencia», que proponemos a los cristianos, sobre la situación espiritual del, mundo en que viven. No ignoramos que el positivismo es una inmensa cons­ trucción de filosofía científica y de «política posi­ tiva»; que el marxismo, que tiene su Summa, si no su Biblia, en El Capital, es un vasto y poderoso sistema de economía política y social; que el pensa­ miento de Nietzsche ofrece un caudal de recursos pedagógicos, en él sentido más profundo de la pala­ bra, de una extraordinaria riqueza. Hay muchos elementos sobre los cuales el cris­ tiano, en cuanto tal, no tiene que tomar posición; muchos otros, frecuentemente contradictorios, que puede con todo derecho considerarais como su­ yos apartándolos de la síntesis que los falsea, pu­ diéndolos reconciliar. Y también encontrará muchas agudezas de las cuales no ha de tener ningún miedo. Añadamos que leerá aquí críticas con él propósito más blasfemo, pero cuya exactitud tendrá que reco­ nocer. Estos tres conjuntos no son, por lo gene­ ral, tres bloques irrompibles. En la vida real de las conciencias se operan muchas disociaciones, de suer­ te que todos los que se dicen, y que son en gran par­ te, positivistas, marxistas o nietzscheanos, no son, sin embargo, ateos. Algunos, por ejemplo, dejan abierto el problema metafísica, no adhiriéndose al marxis­ mo más que en función de su programa social, y también, sin examen exacto de este programa, sino solamente en razón de sus propias aspiraciones so­ ciales, más cristianos, a veces, que los que los com- 10 H E N R I DE LU BAC baten. También sabemos qúe muchos pensamientos cuyo origen es marxista, nietzscheano o positivista pueden encontrar su lugar en ciertos esbozos de sín­ tesis nuevas, de las cuáles no señalaremos ni su ortodoxia, ni su valor, ni su oportunidad. La obra de asimilación no cesa nunca en la Iglesia, ni es nun­ ca demasiado pronto para comenzarla. Tampoco es menor la existencia de una lógica interna de los sistemas que sostiene su inspiración funcional. Esto es lo que es preciso ver ahora con toda claridad, si no se quiere correr el riesgo de extraviarse peli­ grosamente. En el triple caso presente, esta inspi­ ración, esta lógica coloca con fuerza a nuestra hu­ manidad lejos de Dios, arrastrándola al mismo tiem­ po por los caminos de una doble esclavitud, social y espiritual. jTanto Feuerbach y Marx como Comte y Nietzsche estaban convencidos de que la fe había desapare­ cido para siempre. Este sol declinaba en nuestro ho­ rizonte para no volver a resurgir. Su ateísmo se creía y se quería definitivo, teniendo —pensában­ la ventaja, sobre los ateísmo antiguos, de descar- tár hasta el problema mismo que había hecho na­ cer a Dios en la conciencia. Antiteístas como Proudhon, y én sentido más radical aún, han saca­ do la conclusión de que entre la existencia de Dios y la del hombre existe «un antagonismo eterno». No han tenido, como él, este sentimiento de una vuelta ofensiva del misterio, y de un misterio que no solamente es el del hombre, después de cada tentativa para vencerle. Bajo la variedad de estos estilos su «humanismo» nos parece igualmente cie­ go. Nietzsche mismo ha quedado encerrado en su noche. ¡Sin embargo, el sol no ha dejado de elevar-

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