Imaginen el clásico drama decimonónico protagonizado por un viejo tiránico, su hija o su joven esposa desventurada y el canalla que la pretende, como ocurre en Eugenia Grandet de Balzac o Washington Square de Henry James, pero invocado esta vez por una sensibilidad similar a la de un Strindberg o un Ingmar Bergman y empezarán a hacerse una idea de la fuerza y el candor de esta punzante obra maestra de la literatura del norte de Europa.