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El Discurso Del Psicoanalisis PDF

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el discurso del psicoanálisis volumen a cargo de néstor a braunstein mirta bicecci rodrigo s. tosca no néstor a, braunstein daniel gerber maría teresa orvañanos juan david nasio trida saal adalberto levi hambra ángeles de la mora héctor arruabarrena jonathan scott lee coloquios 4 de la fundación siglo veintiuno editores psicología y etología DIRIGIDA POR ARMANDO SUÁREZ EL DISCURSO DEL PSICOANÁLISIS a cargo de NÉSTOR A. BRAUNSTEIN m siglo veintiuno editores MÉXICO ESPAÑA ARGENTINA COLOMBIA ÍNDICE Prólogo 7 I. DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICO­ ANÁLISIS por Mirta Bicecci 9 Freud y su obra, 9; Creación de la institución, 12; El comité secreto, 18; El problema de la formación, 22; El psicoanálisis y su transmisión, 24 II. LA TEORÍA Y LAS TEORÍAS SEXUALES INFAN­ TILES por Rodrigo S. Toscano Alonso 30 III. TOPOLOGERÍA por Juan David Nasio 47 IV. MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA por María Teresa Orvañanos 56 Introducción, 56; Rasgo unario y repetición, 57; De­ manda, deseo y repetición, 64; Más allá de las ficciones del amor, 75 V. ACTO ANALÍTICO: UNA ÉTICA FRENTE AL GOCE por Ángeles de la Mora 79 VI. EDIPO VIENÉS por Néstor A. Braunstein 85 VII. DIS CURSO DEL PSICOANÁLISIS: UN PUNTO DE VISTA ANTIECONÓMICO por Daniel Gerber . 103 Introducción: Freud, la ciencia y el punto de vista eco­ nómico, 103; Lo económico y el trauma, 107; El [5] 6 Indice problema de la energía y la pulsión, 111 Del placer al goce: un ruestionamiento de lo económico, 115; La re­ petición: un trauma que retoma, 119; El dualismo pul­ sional y la imposible armonía, 121; La libido: .ifluido u órgano?, 124; Una economía que no produce "bienes”, 126; La deuda y su economía paradójica, 128; Negati­ vidad y economía subjetiva, 130; El factor cuantitativo: obstáculo y causa del análisis, 134 VIII. LA IDEOLOGÍA DEL INCESTO por Héctor Arruabam-na 139 El incesto, imaginario, 139; Lo distinto a la relación, 143; La pregunta, la respuesta y el enigma, 144; El in­ cesto,' 146; Naturaleza incestuosa cultura exogámica, 147; Lógica apretada. 147 IX. EL AGUJERO INAUGURAL por Adalberto Levi Hambra 148 X. EL SABER Y LA VERDAD por Frida Saal 161 De un auccdotario a tiempo, 161; El saber y la verdad, 161; La ciencia y la verdad, 164; El sujeto excluido se funda en una carencia desde donde sutura la cadena significante, 168; Resumen de la tesis, 172 XI. DEL SABER A LO REAL: LA FILOSOFIA DESPITÉS DE LACAN por Jonathan Scott Lee 173 PRÓLOGO ¿Quién habla cuando se habla una vez que se acepta que el sujeto es un efecto y no el autor de su decir? ¿Cómo pensar la posibilidad de un discurso que no serla semblante y donde el agente no estaría en el lugar de transmisor de un saber preconstituido sino en el de objeto que tiene por función desencadenar la verdad por medio de eso que se llama interpreta­ ción? ¿Qué hacer para pro-mover la teoría de este recién llegado al campo de los vínculos sociales, el discurso del psicoanálisis? ¿Cuál es el sentido de aferrarse a la producción del sentido, efec­ to del saber inconsciente, oponiéndose a la dominancia en la reali­ dad del saber proposicional, el de la universidad y el de la ideología, el que supone que la proposición con su sujeto, su verbo y su complemento es el lugar donde reside la verdad? £stas son algunas de las preguntas que indujeron el título del Cuarto Coloquio de la Fundación, realizado, como en oportunida­ des anteriores, con los auspicios del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, El Colegio de México y Siglo XXI Editores. El saber y la verdad, el incesto y el Edipo, las teorías y la teoría de la sexualidad, la demanda y el goce, las vicisitudes históricas de este discurso nuevo y su lugar más allá de la economía, su relación con el discurso de las ciencias y las vueltas y revueltas de su topología peculiar son los temas que, por elección de los autores in­ vitados a participar en el coloquio, se- diseñan, se bordan y se bor­ dean en los textos que siguen. Los autores no pueden ser sino el efecto de sus decires. Por eso sobran las presentaciones y los datos biográficos. Toca al lector construirlos construyéndose. De todos modos, ¿quién es' el autor?, ¿quién es el Segismundo que aparece mencionado como rey de Roma en el desasosiego de Bernardo Soares, ese autor que es una realidad que nunca existió porque es un heterónimo, una creación de esa realidad que sí exis­ tió con el nombre de Femando Pessoa? Ángel Crespo, que organizó y calzó las notas al Libro del desaso­ siego, de Bernardo Soares, se ve en aprietos para ubicar histórica­ mente al tal Segismundo. Y es que el Segismundo de Soares-Pessoa [7] 8 PRÓLOGO no es uno que hipotéticamente habría reinado sobre Roma, sino uno que se hizo a partir de un error y de una frase. Ese Segismun­ do es el que pronunciando un discurso cometió una equivocación gramatical y al que un inoportuno de los que nunca faltan preten­ dió corregir. Allí nació Segismundo cuando dijo: “Soy rey de Roma y además de la gramática.” ¿Qué importa si la anécdota es o no apócrifa? Supongamos que lo es. Pessoa inventa a Soares que inventa a Segismundo con su fra­ se que lo hace Segismundo supergrammaticam, con un título que es real, que es regio. A partir de esta transgresión instrumental de la norma, de este vértigo de la palabra "equivocada”, el sentido se in­ vierte: Segismundo (pero ¿no era ése acaso el nombre de pila — bien que los judíos no pasen por la pila— del inventor del psico­ análisis?), Segismundo, s!, inventa a Soares que inventa a Pessoa que hace un comentarista Crespo que nos produce a los lectores de su desasosiego. “Me soy”, dirán Soares-Pessoa en el apogeo de su creación. “Una ética del bien decir”, propondrá Lacan como definición del psicoanálisis. “Cada hombre que sabe decir lo que dice es, a su manera, rey de Roma. El título es regio y la razón del título es serse.” En ese sentido, este libro. NÉSTOR A. BRAUNSTEIN, enero de 1986 NOTA: El lector podrá consultar: Femando Pessoa, Libro del desasosiego, Barcelo­ na, Seix Barral, 1984, pp. 42-43, y Blas Matamoro, “Fingir y fungir”, trabajo apa­ recido en el núm. 425 de Cuadernos Hispanoamericanos (noviembre de 1985), Madrid, pp. 171-182. I. DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS MIRTA BICECCI Las relaciones entre los primeros que abrazaron la causa del psico­ análisis no estuvieron exentas de los síntomas habituales de las co­ munidades analíticas, tales como rivalidades, competencia, inclina­ ciones a autorizar o desautorizar en situaciones y con criterios no del todo analíticos. Genealogía del psicoanálisis, de la que hereda­ mos esta historia entretejida y puesta en acto de las relaciones soste­ nidas por los discípulos y su maestro. Historia fantasmática, si se permite llamarla así, de las condiciones y situaciones que produje­ ron de una u otra manera el discurso psicoanalítico y que hasta cierto punto, prestando su cuerpo a éste, fueron la condición mis­ ma de su transmisión. La relación Freud-Fliess marca los orígenes del psicoanálisis; ras­ trear su transmisión a los discípulos de Freud y la función que cumplió la creación y organización del movimiento psicoanalítico con relación a ella, será nuestra tarea. Nos remontaremos a la "Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico” (1914).1 FREUD Y SU OBRA Señalemos aquí las citas que puntúan la relación de Freud con su propia obra; en el primer capítulo del trabajo mencionado dice: “[...] el psicoanálisis es creación mía [...] nadie puede saber mejor que yo lo que el psicoanálisis es, en qué se distingue de otros modos de explorar la vida anímica, qué debe correr bajo su nombre y qué sería mejor llamar de otra manera”.* Freud considera el psicoanálisis como creación propia y esto le lleva a hacer un deslizamiento: en la medida en que es su obra, és­ ta no es distinta de él mismo, le pertenece. No hay diferencias entre una y otro. Pero si el lugar de la creación es una pérdida del yo en tanto se 1 Véase Sigmund Freud, Obras completas, t. xiv, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, pp. 7ss. (edición en 24 tomos). * Ibid.., p. 7 [9] 10 MIRTA BICECCI presentifica ahí el sujeto del inconsciente, la obra arroja al sujeto como un resto, o un plus; obra sobre la que él mismo ya no tiene arbitrio ni dominio. Freud sabe qué debe permanecer y qué no; pecaríamos de ingenuidad si nos contentáramos con calificar esto como ambición de poder, impulsos egoístas y personalistas de Freud. Si Freud afirma tal cosa es como consecuencia de cierta estructura de relaciones en las que se mueve; de la oposición que despierta la teoría psicoanalítica, del hecho de que ésta, hacia 1914, ya ha ganado cierto número de adeptos y ya ocurrieron algu­ nas de las escisiones más dolorosas en la historia del movimiento psicoanalítico. .Freud protege el descubrimiento del inconsciente de todas las posiciones que tienden a asimilarlo, porque percibe cierta proclividad en algunos de sus discípulos a buscar la acepta­ ción aun a costa del mismo psicoanálisis. Más adelante va a admitir; “[...] desde hace tiempo he reconoci­ do que el inevitable destino del psicoanálisis es mover a contradic­ ción a los hombres e irritarlos, he sacado en conclusión que yo de­ bo ser el verdadero promotor de todo lo que lo distingue”.3 En rela­ ción con esto plantea su sin salida respecto al descubrimiento, no hay elección posible ante su magnitud. El psicoanálisis trae una verdad ante la cual no puede volverse la espalda como si no se la hubiera entrevisto. De ahí se deriva su actitud perenne de hacer va­ ler y respetar sus concepciones sin ceder un ápice a los reclamos de la opinión pública y de las jerarquías médicas. Podríamos pensar que Freud hace de esto una virtud, pero es una virtud ante la cual no tiene alternativa. Tenemos así un Freud sometido a una verdad que se le revela en su trabajo, su autoanáli­ sis. ¿Es éste el mismo Freud que afirma; “es una creación mía y yo decido qué se acepta bajo su nombre y qué no”? ¿No hay aquí un deslizamiento de un discurso a otro? En tanto que él se ha someti­ do, exige y espera del que abrace el psicoanálisis la actitud de un sujeto frente a una doctrina, es decir la actitud de sometimiento voluntario. El deslizamiento pasa entre ser creado y ser creador. El psicoaná­ lisis crea a Freud y lo mantiene como el creador, al punto de que el costo es el sujeto mismo. Freud afirma: “[...] mi vida sólo tiene sen­ tido en relación al psicoanálisis”.4 El problema aquí es si esto le da a Freud derechos sobre su creación, y la dificultad surge ante la asimilación que Freud hace del psicoanálisis a su persona hasta 3 Ibid., p. 8. 4 Véase S. Freud, "Autobiografía (1925)”^ en Obras completas, cit., t. XX. DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANALISIS 11 identificarlo con él. Ésta es una de las fuentes de malentendidos que nos conducen directamente al problema del deseo del analista, del discurso del analista, y de la posición que éste ocupa. Párrafos reveladores de esta situación se pueden encontrar en la pág. 17 del tomo XIV de la edición de Amorrortu de las Obras completas de Freud: “Quizás perseveré porque no tenía la opción de principiar otra cosa. Y por fin atiné a reflexionar que uno no tiene el derecho de acobardarse cuando sus expectativas no se cumplen, sino que es preciso revisar éstas.” Y más adelante habla de “aceptar el destino que suele ir asociado a un hallazgo así”. Ese destino implicaba no un reconocimiento de los contemporáneos sino más bien un recono­ cimiento de la historia posterior. Se ubica como precursor malogra­ do, tardíamente reconocido. Tiene a la vez la convicción de no lograr ese reconocimiento, y lucha por él.-Su interlocutor es ese gran Otro que constituye aquí la historia de las ciencias, de ahí su entereza ante las opiniones adversas. Freud narra detalladamente, tanto en su “Autobiografía” como en la “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”, los sucesos por los que hubo de pasar como creador de psicoanáli­ sis: soledad teórica y complacencia en ella, pero también las difi­ cultades y el peso de esa soledad. Esto le lleva a afirmar que nadie tiene derecho a esperar que en esos años naciera en él una inclina­ ción o proclividad a la condescendencia intelectual. Esta afirma­ ción, que no deja de tener su perfil admirable, también entraña la idea de reinar en el discurso osicoanalítico como alguien dueño de la historia de la teoría. Deslizamiento en la obra, del sujeto del in­ consciente al poder que intenti establecer el yo sobre ella. La organización del movimiento psicoanalítico en una institución que garantizara la transmisión del psicoanálisis se inscribe en esta disyuntiva, encrucijada entre el discurso del psicoanálisis y el inten­ to de adaptarlo en los moldes de una disciplina academizada. Los síntomas de esta situación no tardarán en florecer. En algunos pasajes Freud lamenta: “no logré crear [entre los miembros del círculo] esa armonía amistosa que debe reinar entre hombres empeñados en una misma y difícil tarea, ni tampoco aho­ gar las disputas por la prioridad a que las condiciones de trabajo en común daban sobrada ocasión. Las dificultades que ofrece la instrucción en el ejercicio del psicoanálisis, particularmente gran­ des y culpables dfc muchas de las disensiones actuales, ya se hi­ cieron sentir en aquella Asociación Psicoanalítica de Viena [...] Yo mismo no me atreví a exponer una técnica todavía inacabada y una teoría en continua formación con la autoridad que probable­ mente habría ahorrado a los demás muchos extravíos y aun des­ viaciones definitivas. La autonomía de los trabajadores intelec-

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