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El Dao en disputa. La argumentación filosófica en China antigua PDF

750 Pages·2013·4.738 MB·Spanish
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SECCIÓN DE OBRAS DE FILOSOFÍA EL DAO EN DISPUTA 2 Angus Charles Graham 3 El Dao en disputa La argumentación filosófica en la China antigua Traducción de Daniel Stern Revisión de Flora Botton 4 Primera edición en inglés, 1989 Primera edición en español, 2012 Primera edición electrónica, 2013 Título original: Disputers of the Tao: Philosophical Argument in Ancient China D. R. © 1989, Open Court Publishing Company Esta traducción recibió el apoyo a la investigación del programa de becas integradas Ruy de Clavijo 2005, concedida anualmente por Casa Asia D. R. © 1989, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008 Comentarios: [email protected] Tel. (55) 5227-4672 Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor. ISBN 978-607-16-1402-5 Hecho en México - Made in Mexico 5 Sumario Nota del traductor Prefacio Introducción I. El colapso del orden mundial decretado por el Cielo II. De crisis social a crisis metafísica: el Cielo se separa del hombre III. El Cielo y el hombre toman caminos distintos IV. La reunificación del imperio y la del Cielo y el hombre Apéndice Notas Bibliografía Índice onomástico Índice analítico Índice general 6 Nota del traductor GRAN PARTE DEL INTERÉS QUE DESPIERTA ESTE LIBRO SE DEBE A LA gran originalidad con la que su autor traduce e interpreta varios de los conceptos fundamentales del pensamiento chino, lo cual esperamos que pueda apreciarse a lo largo de la presente traducción. Pero no sólo resultan novedosos los términos ingleses empleados por Graham, sino que también puede llegar a serlo, por ejemplo, la sintaxis que emplea. Graham pertenece, sin lugar a dudas, a aquel tipo de traductor que juega con y hasta cierto punto reinventa la lengua en la que escribe, con el fin de intentar capturar no sólo los conceptos, sino también los modos de expresión, de aquella desde la cual traduce. Por esta razón, transmitir en español su singular lectura del pensamiento chino sin hacer demasiada violencia a nuestro idioma no ha sido una labor sencilla, y seguramente más de una vez he fallado en ella. He intentado ser especialmente fiel a su traducción de los conceptos clave del pensamiento chino antiguo (es decir, aquellos que él mismo considera clave), aunque de vez en cuando los términos o expresiones empleados resultaran un tanto extraños al oído del hispanohablante. En situaciones como ésta, he procurado incluir una nota al pie de página, generalmente allí donde el término o expresión aparecen por primera vez en el libro, explicando por qué han sido elegidos. Hay, sin embargo, un término que, tanto por su ubicuidad en el libro como por la confusión a la que puede llevar, me parece pertinente explicar aquí mismo. A lo largo de esta obra, Graham traduce una de las acepciones del término chino shen , quizá la más importante, como daimon (y el adjetivo correspondiente daimonic), que a su vez remite a la acepción antigua de demon («demonio», que quería decir «numen» o «espíritu») y se distingue claramente de la acepción contemporánea de la palabra «demonio», asociada específicamente con el mal. En español, aunque la Real Academia sigue reconociendo la acepción original de «demonio» («En la Antigüedad, genio o ser sobrenatural. El demonio de Sócrates», DRAE, 22a edición), es prácticamente inevitable que las palabras «demonio» y «demoniaco» nos remitan al mal. Por ello, y en aras de preservar el sentido que Graham le quiere dar al término, he optado por emplear los neologismos «daimon» y «daimónico». La razón por la que no empleamos «numen» y «numinoso» es porque, pese a tener significados muy parecidos a «daimon», «numen» no necesariamente denota algo vivo o animado. Sobre las referencias bibliográficas a lo largo del texto, hay un par de cosas que vale la pena mencionar. Como el lector apreciará, Graham escribe citando: en el libro hay muy pocos argumentos que nuestro autor no desarrolle hilvanando citas de textos chinos, además de que con frecuencia deja que las citas hablen por sí solas. Cuando los textos chinos que cita cuentan con una traducción inglesa reconocida, Graham no sólo indica la 7 página del texto original en la cual se encuentra la cita, sino también la página de su traducción inglesa. Ello no significa, sin embargo, que el texto citado provenga de dicha traducción: en la enorme mayoría de casos, Graham traduce las citas directamente del chino e indica la página de la traducción publicada para indicar, quizá, que la tomó en cuenta al hacer su propia traducción, pero no porque de allí tome el texto. Aunque en esta traducción mantenemos dichas referencias, ello constituye una peculiaridad editorial que es importante tener presente. Ni siquiera cuando hace referencia a traducciones suyas anteriormente publicadas (por ejemplo, su traducción del Zhuangzi, que publicó algunos años antes que el presente libro), concuerdan necesariamente la traducción referida con la que ahora presenta. Asimismo, puesto que el (casi siempre) peculiar sentido que Graham da a dichas citas resulta vital para entender el desarrollo de sus argumentos, en ningún caso sustituyo la versión de Graham con la versión en español de dichas citas (que de cualquier forma no siempre existe), sino que me limito a traducir su propia versión. En los contados casos donde sí cito la versión en español de alguna obra (por ejemplo, en el caso de autores occidentales que Graham tan sólo cita y no traduce él mismo), lo indico. Si no hay indicación alguna, toda referencia a traducciones de textos chinos se refiere a la versión citada por Graham mismo, que por lo general es la inglesa. Finalmente, cabe mencionar que, en la publicación original, el sistema de transliteración de palabras chinas empleado era el Wade-Giles; en esta publicación hemos empleado el Pinyin excepto para académicos contemporáneos cuyo nombre establecido está escrito en Wade-Giles u otro sistema. En la bibliografía, las obras citadas vienen tal cual fueron publicadas, aunque con sus nombres en Pinyin también indicados. Quiero agradecer al doctor Henry Rosemont y al doctor Hal Roth por haberme impulsado —con su amistad, apoyo y enseñanza— a emprender esta traducción, y muy especialmente a la doctora Flora Botton, sin cuya iniciativa y colaboración difícilmente se hubiera revisado, completado y publicado. 8 Prefacio ÉSTA ES UNA HISTORIA GENERAL DE LA FILOSOFÍA CHINA EN LA época clásica (500-200 a.C.) que aprovecha el progreso en los estudios textuales, gramáticos y exegéticos de las últimas décadas. Se centra en los contenidos del pensamiento de los sabios tanto como en sus modos de pensar, con el énfasis puesto en los debates entre escuelas rivales. Ahora sabemos que hay mucho más discurso racional en la literatura de lo que se solía suponer, y ello especialmente desde que los estudiosos dejaron de verse impedidos por problemas textuales para poder dar plena cuenta del corpus de los moístas tardíos. Pero se le prestará la misma atención al análisis de modos de pensar que se ubican en el polo opuesto al de la racionalidad occidental: los aforismos del Laozi, las correlaciones de la cosmología Yin-Yang y el sistema adivinatorio del Yi jing. Con el fin de evitar la peligrosa disociación entre los «pensamientos», por un lado, y el pensar y el decir, por el otro (la cual acaba produciendo poco más que etiquetas y lemas como los del «amor universal» de Mozi, «la naturaleza humana es buena» de Mencio o «la naturaleza humana es mala» de Xunzi), recurro con mucha frecuencia a las citas directas, las cuales a veces exceden mi propia exposición de los temas. Las principales historias de la filosofía china disponibles en inglés a principios del siglo XX fueron escritas por chinos impulsados por influencias occidentales a reexaminar su propia tradición: es el caso de Hu Shi (estimulado por el pragmatismo) y de Fung Yu- lan (por el neorrealismo). En años recientes, las propuestas más originales han provenido de las fronteras entre la sinología occidental y la filosofía profesional, como sucede con el filósofo Herbert Fingarette y su Confucius: The Secular as Sacred, o con el sinólogo Roger Ames y el filósofo David Hall y su Thinking Through Confucius. También nosotros, como los chinos, sólo nos involucramos plenamente con el pensamiento cuando logramos vincularlo a nuestros propios problemas. Yo, por lo menos, no me prohibiré darle lugar a un par de mis propias debilidades: la imposibilidad de deslindar completamente el pensamiento analítico del correlativo y un «cuasi silogismo», útil para interpretar el pensamiento chino, que también ha cambiado mi perspectiva sobre la filosofía moral de Occidente. No lo hago porque suponga que para entender la filosofía china el lector tenga que tragarse la mía entera, sino porque pienso que, para dicha labor, es necesario filosofar por uno mismo. Tomar en serio el pensamiento chino no significa tan sólo reconocer la racionalidad de una parte de él (y quizá negarle el apelativo de «filosofía» al resto), ni tampoco descubrir algo valioso para uno mismo en la poesía del Laozi o los diagramas del Yi jing. Es un estudio que nos involucra constantemente en temas de filosofía moral, filosofía e historia de la ciencia, deconstrucción de esquemas conceptuales establecidos y, también, en los problemas de vincular el pensamiento con la 9 estructura lingüística y el pensamiento correlativo con la lógica. Todas las citas son traducciones nuevas, aunque incluyen referencias a versiones ya existentes. Esto es necesario para asegurar que haya consistencia en la traducción de términos clave. En cualquier caso, las traducciones disponibles representan diversas etapas del progreso de la sinología a lo largo del último siglo: de vez en cuando, al lector que busca un pasaje citado en una versión previa le resultará difícil identificarlo. La romanización sigue el sistema Pinyin.† En ocasiones, he puesto tildes en palabras que había que distinguir de otras con pronunciación similar pero tonos distintos (por ejemplo, el emperador Zhòu depuesto por los Zhou). Puesto que el libro está diseñado para el lector general interesado en la filosofía china, sólo hago referencia a obras eruditas en chino o en japonés cuando dependo de pruebas no publicadas en lenguas occidentales. Pido una disculpa si esta práctica no le hace justicia a la producción erudita de Extremo Oriente. Si me propusiera reconocer plenamente la ayuda de otros, tendría que mencionar a todos aquellos con quienes, a lo largo de los más de 30 años que llevo en esto, he tratado de manera fructífera estos temas. Muchos de ellos hallarán sus nombres a lo largo del libro; por ahora agradezco explícitamente tan sólo a algunos que han leído y criticado partes sustanciales del manuscrito: Christoph Harbsmeier, Roger Ames, Henry Rosemont, Hal Roth y Robert Henricks. También deseo agradecer a las instituciones dentro de las cuales he podido dedicarme a este libro: el Institute of East Asian Philosophies, en Singapur; la Facultad de Lingüística de la Universidad de Tsing Hua (Qinghua), en Taiwan; la Facultad de Estudios de la Religión de la Universidad de Brown; la Facultad de Filosofía de la Universidad de Hawái, y, por último, la School of Oriental and African Studies, en Londres, donde llevé a cabo mis primeras investigaciones sobre la lengua y la filosofía chinas. 10

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