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El caso de los exploradores de cavernas PDF

77 Pages·2002·1.578 MB·Spanish, Castillian
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EL CASO DE LOS EXPLORADORES DE CAVERNAS Lon L. Fuller @ LEXISN EXIS Abeledo-Perrot F~ilerL, on L. El caso de los exploradores de cavemas.- 2 ' 4.- Buenos Aires : Abeiedo Perrot. 2002. 80 p. ; 16x12 cm. Traducción de Genaro R. Carrió y Leopoido J. Niilus l. Título - 1. Filocofia del Derecho Dei-echos adquiridos para el idioina espziíol por ABELEDO - PERROT S.A.E. 2 1 Todos !os 2ci.eciios i-escrvados O by .&BELEDO-PERROT LLYISNEXx!~n c~s~Si.Az.~ L~tvsllc1 759 - (CiOISAAF) - Bucnoj Aires - .Argcniinri Ti.!. (54-1 1) 55S3-SS03 - iii<[email protected] QUC'C!:~1 )echoc i dilp5siti) quc marca la ley 1 i.773 Título sn ingl5s "THE CASE OF ?HE SPELUYCEAN EXPLCJRERS" C~~nyr!%0!~ bty Hnrvard Liiw Revie:v Xssoci~iion Tnducción de Ccniiro R. Ccirrió y Leopoido J. Kiiius NOTA PRELI31INAR Los hechos de este caso imagi~iarion o son to- talmente imaginarios. Fuller afirma que le fueron sugeridos por Qcteer~v s. Ducile';j. Stepl~ens(L . R. 14 Q. B. Div. 273; 1884) y por U~liteSs rates vs. Holmes (Wall. 1 ; 1842).T ampoco loes -aunque en otro sentido- la Corte Su~remdae Newgarth y sus cinco miembros. Éstos representan otras tantas actitudes o "filosofías" frente a los pro- blemas jurídicos. Truepenny, Foster, Tatting, Keen y Handy son, por cierto, caricaturas. Fuller se apresilra a reconocerlo. Pero cada uno de ellos, con unilateral determinación, exhibe rassos que combinados en proporciones diversas definen a los jueces de carne y hueso que conocemos, y permiten clasificarlos. Este ensayo jurídico, de naturaleza tan poco convencional, llegará a ser clásico. Es una pe- queña obra maestra; cada nuzva lectura descu- bre nuevas sutilezas. Su idea central 2s mostrar cómo los problemas más abstractos de la filoso- fíajurídica ,oravitan en la decisión de las contro- versias que se ventilan en los tribunales, de suerte que el esclarecimiento de aquéllos no es un mero placer para especialistas, sino una pre- miosa urgencia. Esa idea está ejecutada adnira- blemente. Sólo cabría reprochar a Fuller, me parece, haber puesto mucha luminosidad en la argumentación de Foster y bastante menos en la de ¡os otros. ¿Será ello prueba de que, como piensan algunos, Foster es menos una caricatu- ra que un autorretrato? "E1 caso de los exploradores de cavernas" estáéspecialmente adaptado para sen ir de va- liosa herramienta en la enseiíanza del Derecho. Abre ante nuestros ojos una segura y apasionan- te vía que conduce directamente al corazón de los grandes temas de la teoría jurídica, en un contexto atractivo, liberado de la pesadez y so- lerrinidad que caracteriza a muchas dc las eupo- siciones tradicionales. Favorece la discusión y el anáiisis; permite contraponer posiciones an- tagónicas en relación con dificultades concre- tas, aclarando así el significado efectivo de aquéllas; muestra cómo los problemas capitales de la teoría jurídica se presentan indisoluble- mente ligados entre sí, pero tambiSn pone en guardia contra el riesgo de confundirlos. d La afirmación de que "El caso de los explora- dores de cavernas" es una herramienta valiosa para la enseñanza del Derecho está basada, en este caso. en la propia experiencia. La traduc- ción que ahora damos a la imprenta fue espe- cialmente preparada para uso de los esiudiantes del Curso de Promoción sin Examen de Intro- ducción al Derecho, desarrollado en el segundo semestre de 1960 por Guillermina del Campo, Carlos E. .Alchourrón, E~genioB ulygin. Leo- poldo Niilus y el suscripto, en 13 Facultad de Derecho de Buenos Aires. Pudimos apreciar entonces en forma directa el alto valor pedagó- gico de este singular texto jurídico. Ello nos ha decidido a publicarlo. Por mi parte. abrigo la esperanza de que esta versión de la infortunada suerte de los explora- dores de cavernas pueda ayudar que muchos ri abozados se reconcilien con la Fil~sofíadeDl s- recho, al hacerles ver que el ejerciciode tan alta disciplina no está necesariamente reiíido con la claridad y que, a veces, es incluso compatible con e1 sentido del humor. Quiero agradecer, por último. al Trofesor Lon L. Fuller y a la Harvard Law Review Asso- ciation, su gentil autorización para publicar ata izísión casteltana. EL CASO DE LOS EXPLORADORES DE CAVERNAS Suprma Cortz de Nz:r !3~rth- Xiío 1300 Los acusado fueron procesados por homici- dio. El tribunal del Condado de Stowfield los declaró cuipabies y fueron condenados a la hor- ca. Los a!udidos apelan ante estacorle. Los he- chos aparecen con suficiente detalle en !a :?!a- ción de! señor Presidente. Prcsic!e:~reT niepei~iz\-L. os cuatro ~\cusado;. con miembros dz ia Socizdad Espel~ológicli. que 2s una organización iie aficionados a la rx- plorución de ca; tinas. h pt,ncipios de mxyo de 4-99.s n cornpaÍ?ía de Roger Wheíinore, en aquel entonces micmtro también de la Sociz- dad. penetraron zn el interior de una caverna de piedra caiiza. dzl tipo que sc encuentra en la Plataforma Central de este Comrnoiiwealth. Cuando se hallaban ya lejos de la entrada de la caverna, tuvo lugar una avalancha. La única abertura conocida de la caverna fue campleta- mente bloqueada por pesados cantos. Al descti- brir su situación, los exploradores se ubicarori en las cercanías de la entrada obstruida para aguardar que a1;una partidade rescate removie- ra los escombros que les impedían salir de su prisión subterrinea. Al no volver Whetmore y los acusados a sus casas, el secretario de la SO- ciedad fue notificado por las familias de aqui- 110s. Los exploradores habían dejado indicacio- nes en la sede central de la Sociedad acerca de la ubicación de la caverna que se proponían tisi- tar. Una partida de rescate fue enviada de inrne- diato al lugar indicado. La tarea del rescate, empero, resultó de ex- traordinaria dificultad. Se hizo menester engro- sar las fuerzas de la partida originaria con repe- tidos envíos de hombres y mriquinas, cuyo transporte a la lejana y aislada región en la que se hallaba la caverna fue realizado a ele\.ado costo. Se instaló un enorme campamenro de obreros, ingenieros, geólogos y otros expertos. Las tareas de remoción fueron varias veces frustradas por nuevas avalanchas. En una de ellas perecieron diez obreros ocupados en des- pejar la entrada. Los fondos de !a Sociedad Es- peleológica se agotaron rápidamente con los trabajos de rescate y se gastó la suma de ocho- cientos mil frelares - e n p arte obtenidos me- diante suscripciones populares, en parte vota- dos por resolución legislativs- antes de poder rescatar a los atrapados. El éxito fue finalmente alcanzado el trigésimo segundo día a contar de la entrada de los exploradores en la caverna. Como se sabía que los exploradores habían llevado consigo sólo escasas provisiones, y como también era sabido que la caverna no con- tenía sustancia animal ni vegetal que permitiera subsistir, desde un principio se previó la angus- tiosa posibilidad de que los prisioneros perecie- ran por inanición antes de que se hiciere viable un acceso acllos. Reci2n el vigésimo primer día sz supo que aquéllos habían llevado consigo a la caverna un equipo inalámbrico portátil con el que se podía tanto transmitir como recibir men- sajes. De inmediato se instaló en e! carnparnen- to d:: rescate un equipo similar y se estableció comunicación oral con los infoitunados explo- radores. Éstos pidieron qEe se les informara qué tiempo insurniíía su liberación. Los ingenieros a car;o del proyecto contestaron que harían fal- ta por lo menos diez díasl y siempre que no ocu- rrieran nuevas avalanchas. Los zxploradores preguntaron, entonces? si había alsún médico presente y se les puso en comunicación con una comisión de ellos, a quienes describieron su condición y dieron cuenta de las raciones que habían llevado consigo. Por último, les solicita- ron opinión médica acerca de !a probabilidad de seguir subsistiendo sin alimentos durante diez días más. El jefe de la comisión de médicos les inforrnc que había muy poca. El cquiao incilámbnco del interior de la caver- na se mantu~si~lzn~c iuso durante las siguientes ocho horas. '41 restablecerse Irt ~omunicación, los exp1orado:es pidieron hablar nuevamente con los médicos. El jefe de la comisión se acer- có al aparato, y Whetmore, hablando por sí y en representación de los otros, preguntó si comién-

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