Description:La larga hilera formada por los pesados carromatos de gruesas ruedas y blancos toldos se detuvo, al fin, en el amplio valle que se extendía ante los irritados ojos de los «pioneers» como una promesa de paz, trabajo y bienestar. Eran gentes sencillas. Hombres y mujeres que siempre habían dependido de su trabajo y cuya ambición era bien fácil de satisfacer tan sólo con unos acres de tierra. Ellos la trabajarían, la cuidarían con tanto esmero como cariño, y terminarían por hacer del suelo yermo y baldío inmensos campos de cereales meciéndose al compás del viento. Eran hombres de rústicos ademanes y manos deformadas. Familias que habían abandonado sus ahogares con el afán de establecerse en otras tierras menos pobladas y seguir allí su abnegada labor. Sólo querían espacio para ello, puesto que en los carromatos, al lado de las viejas armas, de oblongos guardamontes y macizos gatillos de pata de dragón, llevaban preparados sus sacos de simientes para dedicarse enseguida a la tarea. Para llegar hasta aquel valle entre montañas que ahora contemplaban, tuvieron que viajar largas jornadas al paso de sus mulos mejicanos, siguiendo las selváticas rutas de las Rocosas, plagadas de peligrosos pasos y de indios ingobernables animados por un insaciable anhelo de destruir caravanas. Horas y horas de casi imperceptible avanzar desde Little Rock, en Arkansas, hasta más allá de Virginia City, en Montana. Un interminable recorrido de Sur a Noroeste del país por entre millas y millas de desolados territorios o escarpados parajes, tan difíciles de atravesar como desconocidos.