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El Camino del Pensamiento de Charles-S-Peirce PDF

290 Pages·1997·9.697 MB·Spanish
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I lamino del pensamiento tic Charles S. Pcirce Traducción de Ignacio Olmos Gonzalo del Puerto y Gil Karl-Otto Apel El camino del pensamiento de Charles S. Peirce h. ¿«/fe. Visor La balsa de la Medusa, 86 Colección dirigida por Valeriano Bozal Título original: Der Denkweg von Charles S. Peirce. Eine Einführung in den amerikanischen Pragmatismus © Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1975 © de la presente edición, Visor Dis., S.A., 1997 Tomás Bretón, 55 - 28045 Madrid ISBN: 84-7774-586-2 Depósito legal: M-26.782-1997 Impreso en España - Printed in Spain Gráficas Rogar, S.A. Navalcarnero (Madrid) Indice Prólogo del autor................................................................................... 11 Primera parte El trasfondo filosófico del surgimiento del pragmatismo en Charles Sanders Peirce I. Peirce y la función del pragmatismo en el presente................ 21 II. El problema de una introducción a la obra completa de Peirce: los cuatro periodos de su trayectoria intelectual........ 35 III. ['.I primer periodo: Peirce y la tradición, o: De la crítica del conocimiento a la crítica del sentido......................................... 41 IV. Kl segundo periodo: El surgimiento del pragmatismo de la crítica del sentido (1871-1878).................................................. 83 Notas de la primera parte.................................................................... 113 Segunda parte Del pragmatismo al pragmaticismo: la evolución del pensamiento de Peirce I, Exposición preliminar: El último Peirce. Los dos últimos periodos de la evolución de su pensamiento........................... 137 II, 1.a concepción de sistema del último Peirce........................... 141 III, El tercer periodo: del pragmatismo a la metafísica de la evo­ lución (ca. 1885-1898) 195 IV, El cuarto periodo: del pragmatismo al pragmaticismo (ca. 1898-1VI4)..................................................................................... 221 V, Conclusión: Peirce y el futuro de la teoría de la ciencia......... 257 Nwo» de la segunda pane................................................................... 263 Indita de autores ........................................................................ 297 Indice analítico...................................................................................... 301 I. ¡Aniones 1. Collected Papen, vol. I-VI, cd. Charles Hartshorne y Paul Weiss, Harvard University Press, Cambridge/Mass., 1931-1935, M960, vol. Vil-VIII, ed. Arthur W. Burks, Harvard University Press, Cambridge, 1958. (Antologías) 2. Morris R. Cohén (ed.): Chance. Lo ir and Logic, New York, 1923. 3. J ustus Buchler (ed.): The Philosophy of Peirce, New York, 1940, ’ 1956. 4. Vincent Tomas (ed.): Ch. S. Peirce: Essays in the Philosophy of Sicence, New York, 1957. 5. Philip P. Weiner (ed.): Valúes in a Univ erse of Chance, New York, 1958. 6. Karl-Otto Apel (ed.): Ch. S. Peirce: Sehrifeen l, Frankfurt a. M.. 1967, Schriften II. Frankfurt a. M., 1970; en lo sucesivo en mi volumen: Charles Sandcrs Peircc, Schrif­ ten zum Pragmatismus und Pragnuitizismus, Frankfurt a. M., 1976. 7. Elisabeth Walther (ed.): Ch. S. Peircc: Die Eestigung der Überzeugung und andere Sch­ riften, Badcn-Baden, 1967. 8. Klaus Oehler (ed.): Ch. S. Pcirce: Über die Klarheit unserer Gedanken, Frankfurt a. M., 1968. //. Estudios (selección) 1. Justus Buchler: Ch. S. Peirce’s Empirism, New York, 1939. 2. J. K. Fleibleman: An Introduction to Peirces’ Philosophy, interpretedas a System, New York, 1946. 3. Philip P. Wiener and F. H. Young (ed.): Studies in the Philosophy of Ch. S. Peirce, I larvard University Press, Cambridge/Mass, 1952. 4. Philip P. Wiener and F. H. Young (cd.): Studies in the Philosophy of Ch. S. Peirce, Harvard University Press, Cambridge/Mass, 1952. 5. W. B. Gallie: Peirce and Pragmatism, Harmondworth/Middlesex 1952, rev. Auflage, New York, 1966. 6. Jürgcnv. Kempski: Peirce und der Pragmatismus, Stuttgart und Kóln, 1952. 7. Murray G. Murphey: The Development of Peirce's Philosophy, Harvard University Press, Cambridge/Mass., 1961. 8. Hjalmar Wennerberg: The Pragmatism of C. S. Peirce: an analytical Study. l.und u. Copenhagcn, 1962. 9. Fdward C. Moore and Richard S. Robín (ed.): Studies in the Philosophy of Ch. S. Peirce, sccond series, The University of Massachusetts Press/Amherst. 1964. 10. Richard J. Bernstcin (ed.): Perspectives on Peirce, Yale University Press, New Haven and London, 1965. 11. Transactions of the Ch. S. Peirce Society, University of Massachusetts Press, 1965. (El completo repertorio bibliográfico sobre Peirce, elaborado por M. Fisch, puede con­ sultarse en 11, 9, pp. 486 y ss. Un repertorio de bibliografía alemana sobre Peircc se en­ cuentra en Peirce, Schriften, I, p. 19, nota 7.) Prólogo del autor El presente libro fue concebido en los años sesenta como doble in­ troducción a la edición alemana, en dos volúmenes, de los principales es­ critos de Charles Sanders Peirce sobre Pragmatismo y Pragmaticismo'. Ambas introducciones aparecieron reunidas en 1975 bajo el título Der Denkweg von Charles Sanders Peirce2, publicándose en 1981 la traducción inglesa bajo el título Charles S. Peirce. From Pragmatism to Pragmaticismo Supone para mí una gran satisfacción y honor que pueda aparecer ahora una traducción española. Ahora bien, habiendo transcurrido más de dos decenios desde la primera redacción del libro y habiéndose mo­ dificado en el ínterin el contexto de la recepción de la obra de Peirce, creo razonable una visión retrospectiva del trasfondo y resultados de mi trabajo. Pienso que tal visión podría interesar al lector de la edición es­ pañola, toda vez que, entretanto, han aparecido en castellano algunos de mis trabajos filosóficos esencialmente inspirados en mis estudios so­ bre Peirce*. Estos trabajos atestiguan de algún modo la recepción histó­ rica específicamente alemana de la filosofía peirceana. Específicamente alemanes -o continentales- fueron los temas que me llevaron, en lo años sesenta, del estudio de William James y John Dewey, los representantes más conocidos del pragmatismo americano, al estudio intensivo de su «precursor», Charles Peirce, aún desconocido por aquel entonces. También fueron éstos los que, en definitiva, me condujeron a considerarle el representante más importante de la filoso­ fía americana y a darle a conocer en Alemania. El horizonte de mi planteamiento histórico-filosófico lo constituía por entonces el proyec­ to de una comparación crítico-reconstructiva de las tres filosofías de la mediación entre teoría y praxis referidas al futuro que, según mi pare­ cer, representaban la respuesta del siglo XIX a Hegel (es decir, a la cul­ minación de la metafísica como teoría retrospectiva de la historia desde su final anticipado): el marxismo, el cxistencialismo (desde Kierkega- ard) y el pragmatismo5. Mediante esta comparación ideal-típica pude establecer, en el seno del pragmatismo americano, correspondencias estructurales con las dos mencionadas filosofías continentales de la praxis. Así, por ejemplo, en­ tre William James (particularmente en su The Will to Believe) y la preo­ cupación existencialista por lo privado y subjetivo; entre el experimen- talismo socialdemócrata de John Dewey y su contrapartida histórico-dialéctica, el marxismo. En Charles Peirce veía, sin embargo, a un continuador de Kant que había renovado, en el contexto del Prag­ matismo americano, los fundamentos de la filosofía transcendental en general en el sentido de una semiótica transcendental (crítica del senti­ do). Esta transformación de la filosofía transcendental en los términos del giro lingüístico-hcrmenéurico o semiótico de la filosofía actual ser­ vía por aquel entonces a mis intereses sistemáticos fundamentales por refundamentar la filosofía teórica y práctica. En ese marco, Peirce pudo tener, junto a Heideggcr y Wittgenstein —e incluso como contrapeso y alternativa a ambos pensadores—, un alcance paradigmático en la re­ construcción de la filosofía transcendental como prima philosophia, que yo consideraba posible y necesaria. Tanto esta vasta comparación como, en mayor medida, el discurso programático de una renovación de la filosofía transcendental como prima philosophia serán hoy recibidos con cierta sorpresa, e incluso ex- trañeza, especialmente en el ámbito de la filosofía anglosajona. ¿No son acaso estos tres pensadores los guías de una filosofía post-metafísica (y por ello también post-transcendental)? Cierto que todos ellos comenza­ ron reconstruyendo y transformando la obra de Kant; Heidegger en Ser y Tiempo6, Wittgenstein en el Tractatus Logico-Philosophicus'' y Peirce en sus esfuerzos por conseguir una New List of Categories*. Pero es igualmente cierto que en sus obras de madurez los tres -obviamente de modos distintos— abandonaron la metafísica tradicional, incluida la fi­ losofía transcendental clásica. Heidegger y Wittgenstein en favor de una filosofía post-metafísica y post-sistemática en general; Peirce en fa­ vor de una concepción de la metafísica como ciencia empírica de las hi­ pótesis globales'’. Pues bien, al menos por lo que se refiere al acta de defunción de la metafísica tradicional, no es mi intención discutir tales afirmaciones, e incluso las acepto como sistemáticamente vinculantes10. Sin embargo, por lo que respecta a la detranscendentalisation (R. Rorty) quiero hacer algunas observaciones. O más exactamente, quiero negar que Heideg­ ger y Wittgenstein hayan logrado demostrar la caducidad de los presu­ puestos trascendentales necesarios de su propio pensamiento -crítico- destructivo- (mostrando, por ejemplo, su contingencia en el sentido de la «Historia del Ser» o en el sentido de la infinita multiplicidad de «jue­ gos lingüísticos» y «formas de vida»")- En el caso de Peirce quiero negar incluso que haya puesto en tela de juicio el supuesto fundamental de toda filosofía transcendental: el supuesto de las condiciones de posibili­ dad necesarias y universalmente válidas de la validez intersubjetiva del conocimiento. Si abstraemos con la suficiente radicalidad os presupuestos catego- riales y mentalistas de la filosofía del sujeto de Kant, podremos, más bien, comprobar que Peirce resolvió de un modo completamente nue­ vo el problema central de los fundamentos de la validez del conoci­ miento en el sentido de una lógica semiótica normativa de la investiga­ ción. Peirce resolvió el problema de lo transcendental de un modo tan abstracto -en sentido transcendental lógico kantiano, y no sólo formal lógico— que tiene en cuenta desde un principio toda relativización del apriorismo transcendental, que hoy relacionaríamos con las revolucio­ nes científicas (teoría de la relatividad y microfísica), con la historiza- ción de la teoría de la ciencia («cambio de paradigmas») o con una teo­ ría evolutiva del conocimiento. A diferencia de Kant. la solución propuesta por Peirce evita la fiiacióiTde «principios» sintéticos a priori de la ciencia (por ello pudo afirmar Peirce «there is no need of trans- cendentalism»12). No obstante, confía la fundamentación de la validez delas«infcrcncias sintéticas» en las que se basa la investigación a una suerte de «lógiaTtranscendental». que es también una lógica normativa déla interpretación~de los signos0] Puesto que esta lógica de la investigación supone que todas las pro­ posiciones científicas -incluso cuando funcionan de facto como princi­ pios- proceden de procesos de inferencia -en gran medida inconscien­ tes—, le es posible escapar sin esfuerzo al relativismo de los paradigmas o de los frameworks a través de una idea de progreso que es compatible con la detranscendentalization de los categorial schetnes en el sentido del holismo de forma y contenido del conocimiento (Davidson, Rorty). (Aunque el apriorismo de las tres categorías fundamentales de Peirce, «Primeridad», «Segundidad» y «Terceridad», quedaría excluido del al­ cance de tal suposición). Sin embargo, para Peirce como para Kant. el proceso de interpretación e inferencia está sujeto a priori a ideas regula­ tivas y a postulados normativos. Estos evidencian que tal proceso tiene sentido únicamente si presuponemos que la meta de la interpretación de los signos del ultímate lógica/ interpretant (que encontraría igual­ mente su correspondencia en un Fabit del comportamiento) así_c£>jno la meta de la construcción de hipótesis científicas —como idea regulati- va tic la verdad— sea el consenso último (ultimóte opinion) de una^o- nuinidad ilimitada de investigadores. Mediante es i e > d esp 1 aza m i enf0 del punto de ¡i>ravedaxLdcl aprioris- mo de La-lógica ii aii.scendenral de la investigación, que de las «formas 3cTa intuición» y los «principios» pasa a las ideas regulativas de los pro- ccsos de inferencia e interpretación, Peirce fundamenta en mi opinión, indirectamente al menos, el concepto de una lógica semiótica transcen­ dental que precede metódicamente, en tanto que prima philosophia, a toda construcción hipotética empírica y falible (incluida la metafísica empírica). I3 . lógica semiótica transcendental presupone, a su vez, úni­ camente aquellas disciplinas que, como la fenomenología («phaneros- copy») y la matemática o lógica matemática, no proporcionan conoci­ miento alguno de lo real14. Peirce estaba diseñando de este modo, al menos para la filosofía teorética, una alternativa a esa «superación» (Üherwindung) de la metafísica y de la filosofía transcendental que as­ pira hoy a la total detranscendentalización (y en ese sentido a la histori- zación y relativización) de toda condición imaginable de validez inter­ subjetiva -y no en última instancia también de las normas éticas. En lo que resta de prólogo querría referirme brevemente al ámbito de problemas de la filosofía teórica —e indirectamente también de la práctica- en clquc este estudio sobre Peirce ha sido fructífero para mí mismo desde 1970 aproximadamente. La comparación crítica y la recíproca complementación entre el programa de una semiótica transcendental de inspiración peirceana y el programa de la filosofía contemporánea del análisis del lenguaje, en particular del pragmatic turn representado por el último Wittgenstein y la teoría de los actos de habla, me parecen hoy fundamentales, desde un punto de vista metodológico, para la fundamentación de una prima philosophia moderna”. En este sentido, el programa peirceano presenta, entre otros, el atractivo de hacer posible la integración de la teoría del conocimiento y de la ciencia natural, así como de las ciencias herme­ néuticas, en el marco de una teoría de la evolución de la cultura. Del resto de los atractivos referidos cabe mencionar, en primer lu­ gar, la amplia base semiótica que contempla, además de los signos con­ ceptuales («símbolos») que caracterizan únicamente al lenguaje huma­ no, los signos inicialmcntc no conceptuales («índices» e «iconos») en tanto que signos integrados en el lenguaje y que funcionan como sig­ nos naturales. Esta clasificación triádica de los signos posibilita por un lado —y en especial en el juicio perceptivo— la relación entre evolución de la naturaleza y lógica normativa de la investigación'*1; por otro la reintegración, como criterio de verdad normativamente relevante,, de la evidencia-fenoménica («Primeridad» más «Segundidad» de la percep­ ción, según Peirce) en la lógica de la investigación, de la cual había sido erróneamente excluida, en tanto que meramente psicológica, por el se- manticismo de Carnap e incluso de Popper17. Esto conduce, en mi opi­ nión, a una rehabilitación parcial de la fenomenología -que, por su­ puesto, Husserl entendía aún en términos presem¡óticos— en el marco de la semiótica. Además, hace posible una clara distinción entre el ma­ terial fenoménico, de las ciencias de la naturaleza (únicamente «índices» e_«iconos») y el de las ciencias sociales o dcl espíritu (que incluye ade­ más a los símbolos), lo que constituiría una aportación decisiva a la «controversia explicación-comprensión»1*. Otro atractivo del programa inspirado por Pcirce estaría en el ca- rácter no sólo descriptivo sino, normativamente relevante de la teoría del significado que bosquejaría en si/ «máxima pragmática»/ A diferen­ cia de lo que sucede tanto en el conductísmo de Charles Morris19 como en la idea de juego del lenguaje del último Wittgenstein20, en esta teoría la clarificación pragmática del significado no recurre reductivamente al uso fáctico de los signos sino a experimentos mentales. En ellos se ma­ nifestarían las coordinaciones condicionales de acciones y experiencias posibles en las que se haría presente el significado -normativamente co­ rrecto— de un signo (del logical interpretant). Para una clarificación tal dcl significado no es determinante en última instancia el status quo del uso sígnico -fijado, por lo general, mediante convenciones lingüísti­ cas— que presupone, como J. Scarle ha mostrado, siempre ya un back- ^ ¡¡round de precomprensión elemental del mundo de la vida2'. Sí lo es, ,£ii cambio, explorar innovadoramente el espacio de significación lógi­ camente posible que todo signo delimita, de modo que sea posible in­ cluso clarificar la parte inconsciente del backyround de la precompren- sión del mundo de la vida. Unjyfijnplo de tal clarificación exploratoria dcl significado en el sentido de la «máxima pragmática» lo proporciona la teoría especial de la relatividad de Einstein. Esta se reduce, en lo esencial, a una serie de experimentos mentales referidos a mediciones posibles. Mediante éstos se determina el significado de la «simultanei­ dad de dos sucesos». Otro ejemplo podría constituirlo un libro como Theory of fustice. de John Rawls, que, en lo esencial, puede entenderse como un experimento mental exploratorio -la construcción de la origi­ nal position- para la determinación del significado de justice. Considero, en fin, que el realismo crítico del sentido y la teoría consensual de la verdad (teoría normativo-procedimental aplicable a rodo criterio posible de verdad) son dos de los mayores atractivos del programa de la semiótica transcendental. Mediante ambas teorías es posible evitar cualquier forma de realismo acrítico «externo» o «metafí- sico», así como su teoría de la verdad como correspondencia, teoría que presupone un punto de vista situado al margen de la relación sujeto- objeio. Incluso la cosa en sí incognoscible -que Kant conjeturaba aún metafísko- uanscendentalmcnte— puede integrarse en el espacio de la interpretación sígnica como lo cognoscible in the long run (a diferencia de aquello que, de hecho, nunca podrá conocerse). Con ello no se efec­

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