Description:Cuando Jesse Haywort, terminada la entrevista con su hija, salió de la habitación, parecía llevar la muerte en el alma. La joven quedó inmóvil, fijos los ojos en un punto determinado, como una estatua de carne que simbolizara la pena. Brotaban de sus pupilas silenciosas lágrimas que le rodaban lentamente por el bello rostro y se detenían en las comisuras de los entreabiertos labios. Permaneció en aquella actitud, ajena al tiempo; casi insensible a fuerza de sentir.En la puerta apareció Basil McCrea, muchacho, simpático, tímido, de grandes e inocentones ojos quien se detuvo unos instantes mirando extrañado a la mujer, y corrió luego hacia ella, exclamando:—¡Annette!… ¿Por qué lloras?Le tomó una mano y la besó apasionadamente, al insistir:—Nunca te he visto como hoy… Vamos, ¿qué te ocurre? No me ocultes nada.