El 26 de abril de 1998, el obispo y coordinador de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, Juan Gerardi, fue asesinado a golpes. Sólo habían pasado dos días desde que presentara las mil seiscientas páginas del informe que documentaba las sistemáticas violaciones de los derechos humanos cometidas por el ejército de Guatemala en la lucha contra la insurgencia que, formalmente, había terminado en 1996. «El horror con nombre y apellidos», llamaría la prensa local al documento, aludiendo a las más de cincuenta mil víctimas de la guerra civil que identificaba. Las hipótesis de los investigadores del gobierno, en una investigación que más parecía una farsa, iban desde el crimen pasional entre homosexuales, a una red de traficantes de arte sacro, cuyos robos había descubierto Gerardi. Pero los héroes de este libro son los jóvenes investigadores de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado que investigaron por su cuenta el asesinato. Su trabajo de detectives condujo a un juicio histórico, y a condenas mucho más convincentes.