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Egipto Signos y símbolos de los sagrado PDF

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EGIPTO SIGNOS Y SÍMBOLOS DE LO SAGRADO Elisa Cas tel El fascinante mundo drl Anticuo ΚμΐρΙο ru»* atrapa < cautiva, entre oirás manifestaciones, a través de sus signos y símbolos, instrumentos utilizados por esta civilización milenaria para expresar su pensamiento y sus creencias. Tras cada detalle, en rada relieve o pintura, en la elección de animales, plantas, piedras, árboles, sobre Ihs figuras ile los dioses... se esconden clave* imprescindibles para la compresión de la milenaria cultura del Valle del Nilo. E lisa C astel R onda EGIPTO SIGNOS Y SÍMBOLOS DE LO SAGRADO Oí ALDERABAN ( Elección: EL LEGADO DE LA HISTORIA N° 20 Dirección de Historia Antigua: Federico Lara Peinado (Profesor Titular de la Universidad Complutense de Madrid) Dirección de Historia Media y Moderna: Manuel Peni Ríos Ninguna parte de esta publicación puede ser rd^mdutul.i, almacenada <> transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito del editor. Reservados todos los derechos de traducción, adaptación y reproducción para rodos Jos países. © Elisa Castel Ronda, 1999 © Alderabán Ediciones, S. L. 1999 Luna, 28 - 28004 MADRID Tel. 91 532 9409 - Fax: 91 532 5682 l.S.B.N. 84-88676-76-X Depósito legal: M-29748-1999 Preimpresión: JMPG Fotomecánica: A’Resti Producción: G. D. A., S. L. Imprime: Edigrafos S. A. Encuadernación: Martínez S. L. Ilustración de Portada: Ojo de Horus. α (Tumba de Pashedu) Impreso en idspaña - Printed in Spain. ALDERABAN En memoria de Jorge Bellón PRÓLOGO Parece que las postrimerías del siglo XX están propiciando una intensa ac­ tividad académica, divulgativa y editorial en el ámbito hispano en todo lo rela­ tivo a la egiptología, el conocimiento y el interés por la civilización del antiguo Egipto. Y hay que decir que ya era hora, visto el desarrollo y el protagonismo que han ido adquiriendo en los últimos decenios otras áreas o parcelas del es­ tudio de la Antigüedad, como Roma, Grecia, o incluso el mundo Bíblico y, con­ secuentemente, el área Sirio-palestina. Paulatinamente nos hemos ido acos­ tumbrando a ver anunciados cursos, ciclos de conferencias, exposiciones, viajes de estudio, etc. Las Universidades están incorporando a sus planes de estu­ dios, siempre en elaboración, siempre cambiantes —todo hay que decirlo—, asignaturas específicas, a impulsos de un grupo de profesores dedicados a la Egiptología, reducido en número pero lleno de iniciativas y de energías. La buena acogida por parte de los estudiantes, el éxito de público que registran estas actividades y el buen mercado que encuentran los libros de egiptología son aspectos indiscutibles que merece la pena destacar de esta incipiente ac­ tividad. Y decimos incipiente porque, con todo, queda todavía mucho trabajo por hacer, muchas barreras que saltar y, porqué no decirlo, mucho tópico por des­ truir. Empezando por la marginación cierta que aún hoy, aunque parezca mentira, se observa en ámbitos académicos españoles dedicados al mundo Antiguo y a la Arqueología. Hay todavía no pocos profesionales anclados en una obsoleta y descaradamente eurocentrista visión del pasado y del devenir histórico, con un menosprecio encubierto o expreso (i!) de todo aquello que no tenga que ver de una u otra forma con el mundo Clásico, con Grecia o Ro­ ma. No es intención nuestra (ni es éste el lugar apropiado para ello) debatir tales cuestiones, que sólo necesitan poner un poco a contribución el sentido común para situarlas adecuadamente. Sin embargo, es lamentable que muchas perso­ nas con tales ideas se sitúen aún hoy, y actuando a veces de forma irresponsable, en lo que coloquialmente podríamos llamar “posiciones de poder”: consejos editoriales, tribunales de adjudicación de plazas, comisiones de contratación, de planes de estudio, etc., determinando en buena medida la composición 11 humana y temática de los estudios, así como la difusión del conocimiento del mundo Antiguo en nuestro país. Por fortuna estos condicionantes se van atenuando progresivamente. Y uno de los campos en los que mejor puede apreciarse es en el de la producción de literatura científica y el marco editorial. La Egiptología es, no lo olvidemos, parte del estudio general de la historia, y por tanto participa plenamente de la categoría de disciplina de humanidades, siendo sus estudiosos ante todo hombres de letras. Su actividad reposa fundamentalmente en libros, revistas, publicaciones de la más variada índole y en definitiva en disponer de buenas bibliotecas. Cada vez es mayor el empeño por traducir al castellano obras cla­ ves de la Egiptología publicadas originalmente en otras lenguas. Cada vez es más frecuente encontrarse con trabajos de alta especialización, serios y cientí­ ficos, firmados por profesionales de nuestro país (tan solo por citar alguno, valga el ejemplo de J.M.Galán Allué y sus libros Victory and border: termino­ logy related to Egyptian Imperialism in the XVIIIth Dynasty, Hildesheimer Agyptologische Beiträge 40, Hildesheim, 1995, o Cuatro Viajes en la Litera­ tura del Antiguo Egipto, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientí­ ficas, 1998). Pero vayamos por partes. Para el adecuado crecimiento de una disciplina científica es necesario disponer de unos recursos bibliográficos básicos que han de cubrir un espectro muy variado. Se necesitan traducciones de textos o fuentes literarias, directamente vertidas al castellano del original con fidelidad y profe- sionalidad, preferentemente comentadas o acompañadas de buenas introduc­ ciones; se necesitan publicaciones de índole arqueológica, memorias de excava­ ciones fundamentalmente, que hagan accesible a todos las riquezas que sigue proporcionando el suelo egipcio; se necesitan revistas o publicaciones periódi­ cas que den el tono de los últimos avances de la investigación, de las innova­ ciones y los problemas sin resolver. Pero quizás, antes que nada, son nece­ sarias aquellas que solemos llamar “obras de referencia”, de consulta, en fin, léxicos o enciclopedias que deben ser el primer escalón para tratar de adentrar­ se en el conocimiento de algo o iniciar una investigación. En el panorama internacional se dispone ya de esos útiles, quizás no mu­ chos, al menos en comparación con otras áreas del estudio de la Antigüedad, pero sin duda imprescindibles e insustituibles. Sin ánimo de ser exhaustivos, hay que empezar, por supuesto, mencionando el monumental Lexikon der Ägyp­ tologie, dirigido por W.Helck y E.Otto y publicado en seis volúmenes (más otros tantos de índices) entre los años 1975 y 1986 en Wiesbaden (Alema­ nia) . Se trata de una obra de extraordinaria calidad, que reúne aportaciones y colaboraciones de docenas de egiptólogos de reconocido prestigio y trayecto­ ria y que a través de sus miles de entradas proporciona una excelente síntesis de los conocimientos actuales, acompañados por adecuadas referencias docu­ mentales y bibliográficas. Constituye sin duda la lectura primera y obligatoria 12 para lodo aquel que desee adenlrar.se en no importa, que aspecto, personaje o acontecimiento del antiguo Egipto y no quedarse en lo superficial. Es el equivalente, mulalis mutandis, a la Pauly-Wissowa o la Daremberg-Saglio de los estudios Clásicos. Con un carácter mucho más elemental y con objetivos más reducidos Helck y ( )tlo publicaron también un pequeño breviario con unas 700 palabras, el Klei­ nes Wörterbuch der Aegyptologie (también en Wiesbaden) que es realmente una pena tener aún traducido al castellano. A otro nivel habría que situar a conti­ 110 nuación el Dictionnaire de la Civilisation Egyptienne, elaborado por el francés G.Posener, en colaboración con sus compatriotas S.Sauneron y J.Yoyotte (París, 1988); sus casi cuatrocientas páginas contienen una adecuada introducción pa­ ra estudiantes y público culto en general, siendo su lectura mucho más liviana por supuesto que el Lexikon. Otro tanto podríamos decir de Guy Rächet y su Dic- cumnaire de la Civilisation Égyptienne (Paris, 1968), y aunque se trata de una obra más elemental, disponemos por fortuna de una traducción al castellano (La- rousse-Planeta 1995), lo que la convierte en muy recomendable. Afortunadamente, en el horizonte editorial español, junto a estos libros “de I liera”, comienzan a aparecer obras análogas o similares producidas por auto­ res españoles, específicamente orientadas a nuestro mercado editorial y por su­ puesto con un conocimiento inmejorable de un determinado público que se su­ pone interesado en ellas. Así, en fechas recientes ha aparecido el Diccionario Biográfico del Mundo Antiguo: Egipto y Próximo Oriente (Madrid, Alderabán, 1998), del que es autor Federico Lara Peinado, Profesor Titular de Historia An­ tigua en la Universidad Complutense, y profesional que cuenta en su haber con no pocas publicaciones dedicadas al Próximo Oriente Antiguo. Se trata de una obra de agradable consulta y lectura que presenta no menos de cinco o seis mil personalidades que desempeñaron un marcado protagonismo o tuvieron una incidencia destacada en el devenir histórico del Antiguo Oriente, en sus dife­ rentes áreas (Mesopotamia, Egipto, Anatolia, Siria, etc.). Y es el momento sin duda de introducir a Elisa Castel Ronda, autora que lle­ va una ya larga andadura por el camino del interés y del estudio del Egipto Anti­ guo y a quién debemos una nutrida serie de trabajos, artículos, monografías y obras diversas. Merece la pena destacar su última publicación, Los Sacerdotes del Antiguo Egipto (Madrid, Alderabán, 1998), que sirve de buena presentación no sólo para este aspecto por lo general poco divulgado, (el libro de S.Sauneron, Les Prêtres de l Ancienne Egypte, se publicó en la ya lejana fecha de 1967), si­ no para muchas otras cuestiones relacionadas con la religión egipcia. Y es que Elisa Castel ha hecho del conocimiento y la difusión de las formas de vida re­ ligiosa y del pensamiento mítico de los egipcios el objetivo y finalidad funda­ mental de su labor. Y a nuestro modo de ver ha acertado en su elección; es cierto que la religión egipcia es una de las parcelas más brillantes de esta civi­ lización, aunque sólo sea por los vestigios, los restos y los testimonios que de 13 ella nos han quedado. Pero es que además la cultura egipcia es propia de un pueblo primitivo, y la mentalidad y concepción del mundo de los egipcios en­ caja claramente dentro de esta categoría (algo que a veces se olvida), y en una estructura de pensamiento como esta, lo religioso no sólo es fundamental, sino que lo impregna todo y apenas pueda separarse de otras parcelas o aspectos, como la política, la sociedad o incluso la actividad económica y la explotación de los recurso naturales. Fiel a su vocación, Elisa Castel ha proporcionado ya al mercado editorial his­ pano su Diccionario de Mitología Egipcia (Madrid, Alderabán, 1995), que ocupa por derecho propio un lugar destacado en la galería de esas obras de consul­ ta o referencia a que hicimos alusión más arriba. Se trata de una obra erudita y densa; y sin embargo es de fácil manejo y lectura, gracias a una estructura ordenada y clara, y a la contribución de una serie de tablas de equivalencia onomástica muy bien elaboradas. Para todos aquellos que en mayor o menor medida nos dedicamos a religión egipcia este Diccionario se convierte en un»a- demécum de uso cotidiano práctico y útil. Y además, todo sea dicho, es un alivio poder recomendar a nuestros estudiantes interesados en estos temas obras que no tengan la aridez y dificultad (aunque sólo sea por el alemán) del Lexikon o del, por otra parte, insustituible H. Bonnet, Reallexikon der Ägyptischen Reli­ gionsgeschichte (Berlin, 1953). Por todo lo dicho no podemos menos que saludar con agrado la aparición de esta su nueva obra, Egipto: Signos y Símbolos de lo Sagrado. Como es su cos­ tumbre, Elisa Castel nos ofrece un trabajo claro y bien expuesto, tras el que hay, no obstante, un largo camino de consultas y de referencias bibliográficas, por lo que su lectura será amena para el lector culto interesado en estas cuestiones a la vez que útil para el estudioso o el profesor. Como sucedía en el Diccionario de Mitología Egipcia, acompaña cada entrada o voz con la presentación del signo o símbolo en cuestión, o incluso mejor podríamos decir que con la palabra egip­ cia correspondiente, en su forma original, jeroglífica, con su transcripción relati­ va. La escritura egipcia propia (el sistema jeroglífico), bueno es decirlo, por su arraigado conservadurismo y por aferrarse continuamente a los elementos pic­ tográficos, constituye obviamente un fértil campo para estudios de tipo simbóli­ co o semiótico que aún no se han desarrollado suficientemente (véase también, por ejemplo, 0. Goldwasser, From Icon to Metaphor: studies in the Semioitics of the Hieroglyphs, Orbis Biblicus et Orientalis -OBO— 142,1995). Por otra parte, Egipto: Signos y Símbolos de lo Sagrado, desde nuestro punto de vista, se convierte también en una excelente y original manera de in­ troducirse en algunos de los aspectos más importantes de la civilización egip­ cia. Por ejemplo, en los recursos naturales del valle del Nilo, ya sean vegetales, minerales (o de tipo geológico) o animales. Leyendo el trabajo de Elisa Castel desfilan ante nuestros ojos la fauna y la flora faraónicas, lo que nos transporta a sus hábitos alimenticios, a su farmacopea, a su economía, tanto a nivel estatal 14 cmno «i nivel coluliano y doméstico. Nos percatamos del peso del cereal, de la escasez de árboles de lalla, con las contadas excepciones de la palmera (cuya eslmcliira leñosa no tiene valor constructivo), el sicomoro o la acacia; descubrimos la miríada de compañeros del reino animal, útiles algunos, moles­ tos o temibles otros, que acompañaron el discurrir de los días, de las estaciones y de los años del egipcio antiguo, como las serpientes, de muchos tipos, insectos —siempre presentes—, como los escarabajos, escorpiones o ciempiés, aves acuá­ ticas, bueyes y vacas, asnos, cerdos, antílopes, hipopótamos y cocodrilos, etc. Nos asombramos ante la riqueza de piedra de buena calidad, arenisca y granito, caliza y alabastro, que sirvió para inmortalizar los rasgos hoy más populares de su genio creativo; y ante el oro y el cobre, del que dispusieron en relativa abun­ dancia en comparación a otros pueblos o culturas del Antiguo Oriente. A través de estas páginas, a través de los signos que representan útiles, ob­ jetos de cultura material, edificios, etc., se nos hace poco a poco familiar y pró­ xima la tecnología de ese pueblo y esa' civilización ya idas. Como vivían, como vestían, como solucionaban sus, por así decirlo, problemas de confort cotidia­ no, al mismo tiempo que se lanzaban a grandes empresas. Pero es que además, y esta es una de las finalidades fundamentales de esta obra, tales representaciones tienen en muchos casos una doble lectura y un se-, gundo sentido para los egipcios. Funcionan, en definitiva, como claves simbóli­ cas que les sirven para expresar su forma de percibir el orden del mundo, el universo que les rodea, la misma naturaleza sagrada y divina de su organiza­ ción social y política, al mismo tiempo que para dar cauce a sus inquietudes ín­ timas, a sus preguntas —y respuestas— ante las cuestiones trascendentales de la condición humana, de las que ellos, como hombres que eran, tenían cons­ ciencia, exactamente igual que nosotros. De esta forma Elisa Castel nos adentra en cuestiones, a nuestro modo de ver, fundamentales para todo aquel que se acerque, no sólo al Antiguo Egipto, sino a cualquier rincón del pasado: la men­ talidad, el pensamiento, o, lo que es lo mismo, tratándose como antes dijimos de un pueblo primitivo, las formas de vida religiosa. Sería injusto no terminar sin alabar la excelente presentación de esta obra, lo que no ha de extrañar lo más mínimo a todo aquel que conozca de antemano los trabajos de la autora. Un formato cómodo, un adecuado manejo de las dis­ tintas grafías (jeroglíficos, transliteraciones, etc.), una estructura, como seña­ lamos, clara y de fácil manejo garantizan, a nuestro modo de ver, que Egipto: Signos y Símbolos de lo Sagrado que aquí presentamos vaya a ser disfrutado por todos aquellos que, desde una perspectiva de interés y respeto por la cul­ tura y las gentes del antiguo Egipto, se acerquen a él. José Miguel Serrano Delgado Departamento de Historia Antigua Universidad de Sevilla 15

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