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Educar para la convivencia. Las relaciones sociales de los niños PDF

109 Pages·2014·0.65 MB·Spanish
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José Fernando Calderero Educar para LA CONVIVENCIA Las relaciones sociales de los niños de 2 a 7 años   El estilo y los buenos modales de los niños pequeños   SEXTA EDICIÓN REVISADA Y AUMENTADA 2 Colección: Hacer Familia   Director de la colección: Ricardo Regidor Coordinador de la colección: Fernando Corominas   © José Fernando Calderero, 2014 © Ediciones Palabra, S.A., 2014   Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (España)   Telf.: (34) 91 350 77 20 - (34) 91 350 77 39   www.palabra.es   [email protected]   Diseño de la cubierta y maquetación: Raúl Ostos Imagen de portada: © Istockphoto Edición en ePub: José Manuel Carrión ISBN: 978-84-9840-278-0       Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. 3 A Paloma con todo cariño. 4 PRESENTACIÓN Querido lector: Además de agradecerte que estés ahí ahora mismo, me parece obligado explicarte desde el principio de qué trata esta pequeña obra que tienes en tus manos. Podemos considerar que este libro es un «remake» de LOS BUENOS MODALES DE TUS HIJOS PEQUEÑOS al que se le han hecho ciertas transformaciones que creemos que han quedado recogidas en el nuevo título. Conviene tener en cuenta que, dada la complejidad de la vida, la educación de los niños recae en la práctica con cierta frecuencia en manos de otras personas que no son los que deberían ser sus primeros y principales educadores: papá y mamá, aunque sea a estos a quienes me dirijo preferentemente. Por ello, sin renunciar al rigor intelectual, he tratado de presentar el contenido de forma que sea fácil de leer por no especialistas; de hecho se conservan prácticamente todas las anécdotas de Los buenos modales de tus hijos pequeños. Por otro lado parece incuestionable que es muy necesaria, quizá imprescindible, la estrecha cooperación familia-escuela; este tema también interesa a los maestros. De hecho en cada capítulo se incluyen algunas orientaciones que pueden ser útiles también para ellos, tanto en su formación inicial como estudiantes de Grado de Maestro como en cursos de formación permanente. Por ello queremos en esta ocasión dirigirnos a todo educador, profesional o no, que tenga o vaya a tener a su cargo niños pequeños (de 0 a 6 años) y hemos cambiado TUS HIJOS por LOS NIÑOS. Por otro lado el comportamiento de los niños es algo que tiene raíces más profundas que la simple conducta externa por lo que, manteniendo el objetivo de conseguir que los niños tengan buenos modales, apuntamos a una educación más honda cuyos frutos puedan percibirse en el momento, aquí, ahora, pero también en el medio y largo plazo. Pretendemos ayudar a que los niños pequeños tengan «principios» en el doble sentido que el diccionario (Cfr. www.rae.es) admite: «Norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta» y «Primer instante del ser de algo». Lo utilizamos en ambos sentidos ya que no pretendemos, solamente, poner ejemplos o exponer casos prácticos, sino mostrar y proponer algunos «principios» inspiradores de las conductas de los niños; queremos destacar también la gran importancia que tiene abordar la educación de los niños desde el «principio», desde que son pequeños. Aunque, igual que su predecesor, este libro tiene de origen una orientación cristiana, conviene destacar que me dirijo a todo educador de buena voluntad que, con mente y 5 corazón abiertos y sin prejuicios, trate de guiar su quehacer por valores auténticos que necesariamente han de ser universales. Las referencias a la trascendencia del ser humano no han de ser entendidas exclusivamente en el sentido religioso del término, que también, sino a la aspiración de todo ser humano a una plenitud que «trasciende» las propias limitaciones.   Deseo que estas humildes páginas te sean de ayuda en tu tarea de educador. J.F. Calderero 6 INTRODUCCIÓN Mi idea, al re-escribir este libro, es ayudar a las familias y a los maestros que, convencidos de su importancia, desean que los niños pequeños que están a su cargo puedan adquirir o mejorar los buenos modales. El sentido de las páginas de este volumen es poner a vuestra disposición una serie de pensamientos, consideraciones y consejos que, fruto de mi experiencia profesional y personal en el campo de la actividad educativa, a la que añado conocimientos procedentes de la investigación científica del campo pedagógico, he ido recogiendo sobre los buenos modales. He tratado de hacer un libro práctico que nos facilite soluciones concretas y, sobre todo, que nos ponga en situación de diseñar y aplicar soluciones personales que se adapten a la situación de cada familia. Estoy convencido de que la mejor forma de ser cada día mejores educadores es PENSAR, con cierta profundidad, sobre nuestra tarea como paso previo e imprescindible para ACTUAR; a un pensamiento que no influye de una u otra forma en la conducta le «falta algo». Por eso considero imprescindible el análisis personal de las cuestiones que vamos a tratar y para ello he introducido en los diferentes capítulos algunas preguntas que nos hagan reflexionar. ¿Basta con desear que nuestros hijos tengan buenos modales? ¡No! ¿Basta con sermonear sobre el tema? ¡No! Algunas claves importantes Aunque, como veremos más adelante, lo realmente importante es la actitud interior, centraré la cuestión de los buenos modales en la conducta externa. Los educadores estaríamos muy satisfechos si consiguiéramos que los niños procurasen... Tratar bien: A los objetos. A los animales y las plantas. A las personas. Incluso a… Dios. 7 Si logramos que se acostumbren a ser cuidadosos, irán desarrollando su capacidad de atención para captar detalles y podrán estar en mejores condiciones para tratar bien a sus semejantes, que, evidentemente, son más difíciles de tratar. Todo esto no suele ser un proceso sencillo, continuo, pacífico y sin traumas. Por eso es necesario que nos paremos a considerar criterios y modos prácticos de lograrlo. La educación de los buenos modales está íntimamente relacionada con la educación en valores y de las virtudes (entendidas como hábitos operativos buenos y realizados intencionalmente con buen fin), de las cuales la conducta externa debe ser una manifestación. De hecho es muy peligroso, y contraproducente, fijarse como meta exclusiva la modificación de conductas externas sin prestar atención a la interiorización de dichas conductas. Considero que la relación de los buenos modales con las virtudes es doble: Por un lado, para practicar los buenos modales se requiere haber adquirido, al menos en grado aceptable, algunas virtudes. Por otro, la práctica de los buenos modales consolida, y/o fomenta, la adquisición de las virtudes. Quizá el modo más asequible de empezar a cultivar unos y otras sea centrarse en las conductas externas, que son las observables directamente. Aunque a lo largo de este libro haremos algunas referencias a las virtudes, en tanto en cuanto se relacionen con los buenos modales, si se desea profundizar en la cuestión recomiendo en el apartado «Para profundizar» de la primera parte algún libro más específico sobre el tema. Una de las grandes ventajas que tenemos los Lo que realmente educa eseducadores –padres de familia o profesionales– es que al la vida. Eduquemos con... educar a nuestros hijos, o alumnos, también nos educamos hechos y palabras. nosotros, dentro de un proceso de mejora continua. De hecho, el principal factor educativo para los niños es nuestra conducta, reflejo de nuestra actitud de fondo que se manifiesta de mil formas implícitas y explícitas. También hemos de hablar con los niños, adecuándonos a su edad, si no queremos hacer de ellos unos autómatas sin personalidad. Necesitan saber el porqué de las cosas. Si solo pretendemos que actúen de una determinada manera sin procurar que comprendan los motivos de esa conducta y sin intentar su adhesión interior a los principios morales inspiradores de esa conducta externa, los estamos «cosificando» convirtiéndolos en meras «unidades de producción». El respeto a su dignidad personal exige la motivación y explicación clara, adecuada a su edad y a la idiosincrasia de cada niño, del porqué de las conductas que pretendemos que vivan. 8 A lo largo del libro sugeriré formas de conseguir los objetivos educativos que deseamos basándome en experiencias concretas de familias que lo han conseguido. Es especialmente importante que nosotros tengamos bien claros los motivos por los cuales queremos que nuestros hijos tengan buenos modales. Siendo cierto que las formas externas de relación son convencionales, no lo es menos que la razón de su uso es mucho más profunda que la que se derivaría de una simple convención: debo tratar a todo ser humano con la dignidad que le es propia, independientemente de su conducta, circunstancias o incluso de la mayor, menor o nula reciprocidad en el trato. Entiendo que la autenticidad de nuestras motivaciones es determinante de la eficacia educativa. Las intenciones profundas se transmiten de una forma muy difícil de expresar pero muy fuerte y real. El principal «trabajo» de un educador es el interés y el esfuerzo por alcanzar uno mismo la mayor plenitud personal posible; estas actitudes y conductas son las que se «contagian» sin ruido de palabras. Curiosamente para alcanzar esa propia plenitud es necesario ocuparse de la plenitud ajena; en nuestro caso, de los niños que queremos educar. ¿Corrijo a mis hijos porque... Me molestan? Me dejan en mal lugar? Deseo su bien? ¿Cuándo empezar? En muchas ocasiones, analizando situaciones concretas de deterioro de buenos modales, me he encontrado un fondo de desánimo y en el origen de ellas un denominador común, un enemigo terrible: el conocido «¡qué más da!» o el no menos peligroso «ojalá hubiera empezado en su día». ¡REACCIONEMOS! Si en una casa no se hace caso, a tiempo, de una pequeña grieta, puede acabar en ruinas o la reparación puede ser mucho más costosa. La mejor ocasión, y la más fácil, para solucionar un problema es cuando se detecta. Si puede ser al principio, mejor. Pero, si lo descubrimos más adelante, hemos de solucionarlo entonces. Cuanto más tardemos, peor. Guerra al... ¡qué más da! Nos puede hacer mucho bien ese principio que procede, según tengo entendido, del movimiento «hippy» de los años sesenta: Hoy es el primer día del resto de tu vida. Nunca es tarde para empezar. Contenido del libro De todas estas cuestiones voy a tratar con mayor detalle en los capítulos siguientes, buscando en todo momento las aplicaciones prácticas. Cada capítulo contiene, además de las pertinentes explicaciones acerca de las costumbres que se consideran correctas, 9 anécdotas y casos reales, dificultades concretas y posibles soluciones, preguntas que conviene que nos hagamos, y sobre todo la constante invitación a hacer y escribir planes de acción que nos ayuden de modo real a llevar a la práctica aquello que deseamos. El libro está dividido en tres partes: En la primera parte, La familia y el niño, nos centraremos especialmente en las personas que constituyen normalmente una familia. Hablaremos del trato entre los responsables de la familia, especialmente «papá» y «mamá» (Cap. 1) y entre los demás miembros de la familia (Cap. 2). La segunda parte, Relaciones sociales, se refiere al trato correcto con otras personas que no forman parte del hogar propiamente dicho, empezando por el entorno más cercano (Cap. 3) para, a continuación, ampliar el círculo (Cap. 4). La tercera parte, Estilo, se centra en aspectos más «físicos» y menos personales pero también importantes: la ambientación del hogar y de la escuela (Cap. 5), la higiene y el porte exterior (Cap. 6) o la forma de comer (Cap. 7). «Instrucciones» de uso Es corriente, al comprar un objeto práctico, recibir un pequeño folleto que enseña a usarlo, conservarlo, etc. Leyendo y poniendo en práctica las instrucciones se consigue una mayor utilidad. El sentido de este apartado es precisamente ese: aconsejar al lector sobre mi punto de vista acerca de la forma en la que este libro puede ayudar mejor a que los niños pequeños tengan buenos modales. Permitidme que os sugiera unas «instrucciones de uso»: 1. Personalizar el libro. A cada educador le llamarán más la atención algunos aspectos. Otros le serán más aplicables. Con algo puede que no esté de acuerdo. Si se lee el libro subrayando y haciendo anotaciones personales, se facilitan mucho las sucesivas lecturas, se entra en «diálogo» con el autor y se convierte en algo personal, propio. 2. Comentarlo juntos. Para pasar a la acción y conseguir cambios reales en la conducta de los niños es necesario que los educadores, padre, madre, familiares, profesores, hayan sintonizado previamente en los objetivos que pretenden, y eso no es un proceso automático ni inmediato. 3. Hacer planes de acción. No basta con desear conseguir algo. Hay que definir bien la estrategia concreta que se va a emplear para conseguirlo. En la práctica, si un plan no está escrito, es casi como si no existiera. Lo más probable es que se desdibuje e incluso se olvide. 4. Evaluar los resultados. Tampoco basta con escribir un plan de acción. Hay que llevarlo a la práctica y comprobar si funciona o no. Y, si no da resultados, habrá que insistir perseverantemente hasta que los dé o cambiar de plan. 10

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