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Educar Para El Bien Y La Belleza PDF

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EDUCAR PARA EL BIEN Y LA BELLEZA Editora de la Universidad Federal de Rio Grande, RG, 2011 y Editorial Pueblo y Educación, MINED, 2011. Dedico este libro a dos personas entrañables: a los profesores Humberto Calloni y Elisabeth Brandão Schmidt, coordinadores del Programa de Doctorado en Educación Ambiental de la Universidad Federal de Rio Grande (FURG, Brasil), quienes con su amorosa demanda y estímulo han posibilitado que dedique interminables jornadas de trabajo, en los amaneceres riograndinos, a las cuestiones de la educación estética. Ellos ilustran la elevada sentencia de Fa-Tsang: ―un pétalo de flor no aparece jamás solo sino formando parte de un árbol florido‖. 2 (…) si el propio cosmos origina belleza, si vivimos en un mundo estético, entonces el modo primero de ajustarnos al cosmos sería a través de un sentido de belleza. J. Hillman 3 ÍNDICE Introducción /5 Lo bello en la naturaleza y en la sociedad /8 Lo estético en la condición humana /52 El hombre nuevo /64 La sustentabilidad estética del hombre nuevo /76 El saber sensible en la educación /87 Educar para el bien y la belleza /97 El cultivo de la sensibilidad /101 Bibliografía /115 4 INTRODUCCIÓN Cuatro años de convivencia con la escuela soviética, ocho con la escuela mexicana y la brasileña, y el resto de mis sesenta y cuatro años con la escuela cubana (incluyendo una parcela con la escuela pre revolucionaria) avalan el concepto de la educación orientado a lo sensible que se configura en el presente libro. En consecuencia, una tesis fundamental lo transita de principio a fin: el hecho de que no es posible alcanzar los elevados fines de una educación que pretenda sustentar la condición humana, sin la promoción de un saber sensible que equilibre las dimensiones racional y emocional del ser humano. En el caso de Cuba, cuyo sistema de educación promueve el ideal de la formación integral como vía para el desarrollo de una personalidad de nuevo tipo, la finalidad estética del proceso docente educativo queda fuera de toda duda y es promovida por el Programa Nacional de Educación Estética: un instrumento sin parangón en el escenario de la educación latinoamericana, donde predominan los modelos de corte neoliberal. Sin embargo, ese notable esfuerzo organizativo-educacional debe ser respaldado por una producción de carácter teórico-metodológica que, por diversas causas, no ha estado a la altura de las realizaciones en la esfera de la educación estética: algo que el autor ha podido constatar en charlas y 5 conferencias con profesores, instructores de arte y promotores culturales. Esa constatación, precisamente, me ha estimulado a divulgar algunas experiencias desarrolladas a lo largo de casi cuatro décadas de trabajo docente e investigativo en universidades cubanas y extranjeras.1 Al retomar aquí la reflexión en torno al trabajo estético-educativo en el seno de la sociedad cubana, me anima la firme convicción de que sólo a través del perfeccionamiento de la condición estética, podrá alcanzar el ser humano el estadio de armonía y plenitud extraviado en la etapa inicial de su azaroso itinerario histórico-natural, y que en virtud de un racionalismo a ultranza (erigido sobre la base de la ideología del industrialismo y del utilitarismo como filosofía de vida), parece cada vez más alejado en el horizonte de la vida contemporánea. Sólo la terquedad de pocas utopías como la socialista, es capaz de mantener viva la esperanza en el desarrollo integral del hombre en medio de la diabólica dinámica del mundo actual, que parece esforzarse por retrotraerlo a la condición de humanoide. En el presente libro son retomados algunos temas (como los relacionados con lo bello en la naturaleza y en la sociedad; el hombre nuevo, y la sustentabilidad estética de la condición humana), que forman 1 En particular, consideramos de gran valor las experiencias adquiridas en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL, Monterrey, México) donde en 1992 fundamos una filial del Centro Latinoamericano de Educación Estética ―La Edad de Oro‖ (CELE, UCLV, 1991) y en la Universidad Federal de Río Grande (FURG, Brasil) donde en 1999 fundamos el Núcleo de Estudio, Investigación y Extensión en Educación Estética (NUPEE), trabajo continuado a partir del año 2008 con el Grupo de Estudio e Investigación ―Eco-estética‖ integrado con alumnos del Programa de Maestría y Doctorado en Educación Ambiental (PPGEA). 6 parte del currículo de la disciplina que imparto en el Programa de Doctorado: Educación Estético-Ambiental, y que han sido publicados en forma de libros y folletos en portugués. Dichos temas, al igual que los restantes, fueron minuciosamente revisados a la luz de las experiencias actuales, y expresan mis más firmes convicciones en torno al papel de la educación estética en la formación de las nuevas generaciones. Rio Grande, 30 de abril de 2010 7 LO BELLO EN LA NATURALEZA Y EN LA SOCIEDAD El sentimiento estético expresa una singularidad de la condición humana, pero esa verdad no se impuso de golpe en la historia de la sociedad humana. En la época en que Carlos Darwin (1809 ― 82) escribió Del origen de las especies por medio de la selección natural (1859), era posible creer que la percepción de la belleza es un atributo compartido con los animales: Si recordamos que los machos de algunas aves extienden intencionadamente sus plumas y alardean de sus brillantes colores ante las hembras, mientras que otras, que carecen de plumas, no coquetean de esta forma, naturalmente, no dudaremos que las hembras se deleitan contemplando la belleza de los machos.‖2 Un siglo después, esta conducta de los animales sería catalogada de instintiva, de biológicamente condicionada; mientras que el sentimiento estético sería reservado a la naturaleza humana: al hombre en su carácter de ente consciente y sensible. La apreciación estética de la armonía, la simetría, el volumen, la proporcionalidad y el color (cualidades inherentes a los objetos), se remonta en el tiempo más allá de los 30 ― 40 mil años a. n. e. cuando, en las condiciones del paleolítico superior, el hombre da muestras de posesión del sentimiento de la belleza. En este período, precisamente, tiene lugar la fijación de escenas domésticas en cavernas como Altamira (Santander, España) y Lascaux (Dordoña, Francia), que asombran por la perfección de los trazos y el vigor de las figuras representadas. 2 Plejanov, Cartas sin Dirección. El Arte y la Vida Social, 1958, p. 11. 8 Esta sensibilidad ―estética‖, de que hicieron gala nuestros ancestros, fue fruto del trabajo: que posibilitó, primero que todo, el salto cualitativo del mono al hombre. ―El trabajo es así histórica y socialmente ―subrayó el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez― la condición necesaria de la aparición del arte y de la relación estética del hombre con sus productos‖. Y agregó: ―En el alba de la creación artística, en el paleolítico superior, encontramos ya esa hermandad del arte y el trabajo.‖3 El paleolítico superior (aproximadamente 1 000.000 ― 14 000 años a. n. e.) desarrolló una cultura de cazadores de bisontes y renos, que plasmaron sus experiencias en pinturas policromas de un gran realismo. Expresiones de la primitiva cultura auriñaciense se expandieron por el sur de Europa, el suroeste de Asia, el África septentrional y la región pirenaica, dando lugar a las culturas solutrense, gravetense, capsense y magdaleniense. En este contexto, cuando el hombre empezó a diferenciarse de la naturaleza, los objetos empezaron a ser apreciados no sólo por su utilidad; sino también por atributos que pudieran parecer ―inútiles‖ a primera vista: los valores estéticos, cimentando así el camino para el surgimiento, en épocas posteriores, del objeto ― bello. Es decir, para la aparición de un objeto apreciado, únicamente, por sus valores estéticos. Al inicio, la idea de la belleza estuvo asociada a los objetos más útiles a la colectividad: plantas, metales, animales, etc. Los adornos en los pueblos primitivos siempre estuvieron vinculados a las actividades fundamentales de la sociedad: allí donde el sustento dependía del pastoreo, escaseaba por lo regular la planta como objeto de adorno, y viceversa. Por otra parte, las canciones de trabajo para hilar, remar y segar mieses (aún hoy populares en muchas colectividades de Europa y en otras regiones del mundo), revelan el parentesco del trabajo con el arte. Según 3 Sánchez Vázquez, Las ideas estéticas de Marx, 1965, p. 68. 9 George Thompson, los remeros maoríes acompañan su jadeo, con frecuencia, con el ritmo de una canción: ¡Alcen el remo, bajen el remo! ¡Cómo salta mi agitado corazón Al ver tus ojos relampaguear O Puhi - huia! ¡Alcen el remo, bajen el remo! 4 En general, la interrelación hombre ― objeto en el proceso del trabajo, condujo a la diferenciación del hombre con respecto a la naturaleza, en la medida en que este asumió el papel de sujeto de las transformaciones sociales, y, con el perfeccionamiento de la mano, fue perfeccionando su propia conciencia. Sin embargo, esto no ocurrió de pronto; sino que fue el resultado de un lento y traumático aprendizaje en el medio natural. Gráficamente, la interrelación hombre ― objeto, que habría de conducir a la diferenciación del hombre con respecto a la naturaleza, y más tarde, a la concepción del objeto ― bello a partir del objeto ― útil, puede ilustrarse como sigue: objeto objeto objeto Trabajo ---------------------------------------------------------------------► útil útil bello bello (I) (II) (III) I. Hay una relación inmediata, utilitaria, dada por el hecho de que el hombre ―(…) abrumado de inquietudes, necesidades, no tiene sentidos para el más bello espectáculo…‖5 4 Thompson, Marxismo y poesía, 1969, p. 29. 10

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