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Educación de los sentimientos y la sexualidad PDF

25 Pages·2007·0.25 MB·Spanish
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Educación de los sentimientos y la sexualidad Educación de los sentimientos y la sexualidad por Aquilino POLAINO-LORENTE Universidad San Pablo-CEU Introducción idealizada (que hasta ese momento ha- Las personas, por lo general, suelen bían tomado como realidad) y su persona quererse a sí mismas, quieren querer a real. los demás y quieren que los otros les quie- ran. En principio, esto no hace de las En otras ocasiones, basta con que la personas seres menesterosos y necesita- persona se escandalice a sí misma por dos de afecto. Estos hechos manifiestan, algo negativo que ha hecho o le ha acon- sencillamente, que la persona está hecha tecido, para que su vida afectiva se trans- a para amar y ser amada; que el fin de su forme en algo dramático e incluso trágico. oñ L vida es la felicidad, que no encontrará si Cuando esto sucede la imagen que de sí X VI no se abre a los otros; y que ninguna misma se tiene se hace añicos y la perso- n , persona se satisface a sí misma en un na no entiende, ni sabe, ni quiere, ni se 32 º. 5 mero quererse y replegarse en su propio siente con las fuerzas necesarias para re- s , e p Ya ola. Aselgxuunaalisd ando thausm paanrae,c aid alas qcuaera scete aritzeann- ctaonmcpiaosn, elars pee ars soín ma insom ae.s Ecna peasza sd ec iprceurdnos-- bmeitsiver erat derá al final de esta colaboración. npoasrsibel ea l as aí cmepistamcaió. nY d es isní , pceormdóon s inn oé setas eicid-apse mñ bo La evidencia de estas realidades, no no hay nada o muy poco que se pueda eral 2 d osebnsctailnlate q, uneo, ehna acleg udnea se pllearss ounnaas ,c nuoe sptuióen- estimar. 4 ,600dep e 2a 9g dsuae ldee vaecnonirt eecne r ucnu apnrdoob lelamsa p. eErsso nloa sq unoe es Olat rqau ed ifaiccuoltnatde cqeu ee nn oa qdueebllea ss opselrasyoanrases 254-aígo se aceptan como son, cuando se compa- que no se dejan querer, sea a causa de ran con sus compañeros y se sienten in- su introversión o de su radical inclina- feriores a ellos o cuando perciben la gran ción a la independencia. Son personas que distancia existente entre su persona se tornan huidizas y esquivas —se aver- 429 Aquilino POLAINO-LORENTE güenzan— ante cualquier expresión de ¿no condicionaría tal vez el mismo men- afecto de las personas que les quieren. saje, la percepción de lo que el otro cuen- Comportarse de esta forma —he aquí la ta, y hasta el modo en que se le acoge?, paradoja— no suele estar reñido con dis- ¿pueden expresarse y trasmitirse a los poner de un excesivo talante sentimen- demás, de forma nítida e inconfundible, tal (Polaino-Lorente, 2004 y 2006). la mayoría de los sentimientos propios?, ¿sirve para algo tratar de comunicarse, La posición contraria es también muy si la transmisión de los sentimientos se frecuente. Me refiero, claro está, a quie- bloquea?, ¿no cambia esto quizás el sig- nes sitúan en el núcleo de sus vidas la nificado mismo de lo que se trataba de necesidad de afecto. Son personas que de- comunicar?, ¿es o no es un laberinto ese penden de los demás y, por tanto, afecti- continuo tejerse y destejerse de la vida vo-dependientes. Esta dependencia puede afectiva? ser muy acentuada, lo que encapsula, res- tringe o sofoca su libertad, llegando a so- Sin duda alguna, puede hablarse hoy meter su entera persona a la satisfacción del laberinto sentimental, de ese jardín transitoria y pasajera de su inmaduro encantado donde es demasiado fácil per- emotivismo. derse; en una palabra, del oscurantismo de la emotividad. Como la primavera, A ello se añade el hecho de la igno- también los sentimientos han venido o rancia, de no saber a qué atenerse para sobrevenido a la persona, pero nadie sabe lograr lo uno y lo otro: querer y ser que- cómo ha sido. rido. Lo que manifiesta la necesidad de 2 45 la educación en la afectividad, una nece- En realidad, es casi imposible tratar 9- 42 sidad que no se ha atendido como debie- de explicar qué es un sentimiento, cuál 06, ra y que —dada su complejidad e es su génesis, qué lo suscita, de qué fac- 0 e 2 intensidad— afecta a lo más profundo de tores personales y ambientales depende, br m las personas. Es conveniente insistir aquí cómo y por qué se extingue, etc. Nada de e dagogíambre-dici edinm eqnusei ólno sq uaefe mctáoss aefes ctpar oab alab lpeemrseonntea .la pfáacritli ccuolanro cteiern lea qaufeec tnivoid areds uplrtoep iuan ay ltaa rdeea ee los demás y que, en consecuencia, se ejer- de psepti El laberinto de la afectividad za sobre ella tan escaso control (Marina, a 5, ol3 La afectividad, qué duda cabe, colo- 1997 y 1998). pañn.º 2 rea todo el vivir humano y, aún en las a esXIV, personas menos influenciables, da a su El mismo hecho de la empatía, de ex- stL vio vivir esa pátina alcanforada o fresca, vi- perimentar una cierta simpatía por al- eñ ra vaz o enmohecida, antipática o simpática guien —algo natural que toda persona que modifica de forma sustantiva cual- ha experimentado—, es muy asequible quier pensamiento, diálogo o actividad. como experiencia personal, pero muy ex- ¿De que serviría una vida desnuda y va- traña y compleja cuando se trata de ex- cía de sentimientos?, ¿es acaso posible?, plicar. Algunas teorías se han postulado 430 Educación de los sentimientos y la sexualidad para dar cuenta y razón de esas afinida- el punto de no perjudicarse uno a otro en des afectivas. Pero el resultado es casi la persona en que habitan. siempre el mismo: la gente queda muy insatisfecha y con la mente llena de obje- ¿Quién, en determinadas circunstan- ciones porque el fundamento de esas teo- cias, no se ha dejado invadir por la nos- rías resulta un tanto oscuro. Pero es un talgia ante una escena fílmica, la mirada hecho cierto que los afectos expresados de un niño, el rostro apergaminado de por los otros nos afectan, como también un anciano o la mera observación de un nuestros propios afectos nos afectan y les cielo límpido tachonado de estrellas?, ¿y afectan. por qué esa misma persona ante idéntica escena ha experimentado otras veces una Es preciso reconocer que se han he- completa indiferencia?, ¿de qué depende cho algunos intentos en la última década sentir aquello o experimentar esto?, ¿por —por cierto, con mucho éxito editorialis- qué algunos padres están tan atentos a ta— por poner un cierto orden en las emo- sólo el cumplimiento de las normas fami- ciones, tanto en lo que se refiere a sus liares por sus hijos, mientras otros velan fundamentos neuropsicológicos, como en también por su cumplimiento, pero sobre lo que atañe a sus manifestaciones (ex- todo ponen un mayor énfasis en el talan- presión de emociones, entrenamiento te de cada uno de sus hijos, al que tratan asertivo, habilidades sociales, etc.) y a de ajustarse?, ¿en cuál de los dos ejem- algunos eficaces procedimientos para la plos anteriores se está educando mejor modificación de los sentimientos patoló- en la afectividad? gicos (reestructuración cognitiva; cfr., Beck, Rush, Shaw y Emery, 1980). Muchos ejemplos se podrían poner ña o también respecto del comportamiento L X Pero no es menos cierto que los pro- afectivo de los hijos en relación con sus n ,VI blemas siguen en pie y que los conflictos padres. ¿Acaso han puesto de manifiesto 2 º. 3 que suscitan no acaban de encontrar las los hijos la grandiosa capacidad de ter- 5 s , esperadas soluciones. Es decir, que la nura, alegría, generosidad y vivacidad de pe educación sentimental continúa siendo «la que disponen para comunicar todas esas bmeitsiver asignatura pendiente». No parece sino energías a sus cansados padres?, ¿lo han erat que persistiera una cierta razón de la intentado alguna vez?, ¿conocen los efec- eicid-apse mñ magnificación del supuesto innatismo tos que han generado en ellos?, ¿han pro- bo eral «inmodificable» de los sentimientos. curado comportarse con sus padres, 2 d 0e Razón y corazón, pensamientos y sen- sfiieqruei,e rdae le mn ilsom qou em oad ola qaufeec tloiv idhaadce sne croen- 24 ,60adep 9g timientos, ideas y emociones, cogniciones sus amigos?, ¿es que esto no cambiaría 254-aígo y afectos no parecen sino ir a la greña acaso el entero clima familiar y los senti- por los caminos de las biografías huma- mientos y las vidas de sus progenitores? nas, sin encontrar el ámbito precioso en el que definitivamente encontrarse y sin A lo que se ve, hay mucha ignorancia que pudieran entre sí distanciarse hasta al respecto. Tal vez por ello la afectivi- 431 Aquilino POLAINO-LORENTE dad no sea sólo un laberinto, sino un la- persona de su familia que tiene siempre berinto en la más completa oscuridad y, en cuenta antes que usted?, ¿a dónde se lo que es peor, un laberinto por el que le va el pensamiento cuando está lejos de forzosamente han de transitar todas las casa?, ¿en qué piensa cuando regresa al personas que componen una familia hogar?, ¿considera que lo de los otros es (Polaino-Lorente, 2004). siempre más importante que lo suyo?, ¿sabe relativizar su cansancio, el peso de ¿Se siente la mujer contemplada por la jornada, las pequeñas o grandes frus- su marido, hasta en los detalles más pe- traciones que tal vez ha sufrido en la úl- queños y modestos?, ¿acaso experimenta tima hora?, ¿se le ilumina la cara con el marido, la admiración que despierta sólo imaginar el rostro de sus hijos cuan- su propio trabajo en su mujer?, ¿se ha do duermen? sentido alguno de ellos incomprendido, aislado e incomunicado?, ¿no son todos Algunas de estas cuestiones podrían ellos sentimientos, en alguna forma? ser de cierta utilidad para remover el animus educandi de los padres. Si algu- Y si lo son, ¿por qué no tratan de ma- nas familias no funcionan es porque se nifestarlos o expresarlos a las personas a han olvidado de las emociones, porque las que, sin duda alguna, más quieren?, perciben a los suyos como una caja en la ¿tan fuertemente incapacitados están que únicamente resuenan o estallan los para ello?, ¿es esto seguro o sólo proba- conflictos, en definitiva, porque han adop- ble? Si fuera probable, es muy cierto que tado el papel de víctimas. un pequeño esfuerzo en este sentido o el mero hecho de acordarse y tenerlo pre- 2 El victimismo familiar se ha converti- 45 sente pondría en marcha un comporta- 9- do hoy en moneda de amplia circulación. 2 miento bien diferente, tanto en la persona 006, 4 que así se comporta como en quienes le Pobelriog andoa eas sqeur ep ehoory qlau ef alam idliae asenata ñoo e. sEtés mbre 2 rfeoldiceeasn,. oYb, jedteivsod ea llu qeugeo , ctoaddoas fsaemríilaian emsátás que el laberinto sentimental se ha vuelto e más opaco, a causa de que los sentimien- aci orientada. ogíe-di tos están más enmarañadamente intrin- dagmbr ¿De qué depende el que una persona cados en las personas. ee e pepti expanda y vuelque o no su afectividad en ds Este retorcimiento antinatural de las a 5, quienes le rodean?, ¿es que acaso se sien- ol3 emociones —nunca expresadas y casi pañn.º 2 te tal vez acogida cuando habla?, ¿es te- siempre sometidas a presión—, es lo que esV, nida en cuenta su opinión?, ¿se cuenta sta LXI con ella lo suficiente? Las anteriores pre- está condicionando en forma poderosa la eviño guntas se encaminan a suponer que la infelicidad familiar. El victimismo fami- ra liar —como una profecía anunciada por responsabilidad es siempre de los otros. los mass media— acaba por cumplirse. Pero no es esto lo que suele pasar. Es preciso formular también otras pre- Es preciso reflexionar acerca de los guntas a la supuesta víctima. ¿Cuál es la sentimientos y sus agrupamientos labe- 432 Educación de los sentimientos y la sexualidad rínticos. Tal vez sea conveniente pregun- buyan a modular y configurar el talante tarse porqué no se lo pasa bien cuando afectivo de las personas. está con los suyos; si sirve para algo la mera exigencia sin cuidado y sin ternu- Estas influencias son más bien ra; si se depende demasiado (dependen- invariantes, es decir, bastantes estables cia afectiva) o demasiado poco (indepen- y difíciles de modificar. Por eso, el viejo dentismo; indiferentismo) de los otros Hipócrates sostuvo que «tu temperamen- miembros de la familia, en el ámbito afec- to es tu destino». Pero más allá de esas tivo; si se está demasiado flexionado so- determinaciones, la afectividad está bre sí mismo (hermetismo) o incapacitado abierta a la acción de otros factores no para la natural y espontánea apertura a biológicos que también le impactan y pue- los otros (desinterés); si preocupa en ex- den modificarla. ceso la imagen del propio yo (egoísmos), la opinión de los compañeros acerca del En tercer lugar, porque la general ex- prestigio profesional o la labor realizada periencia personal resulta coincidente en cara a la historia (egotismo; cfr., Polaino- detectar esa característica de la plastici- Lorente, 1987 y 2004). dad natural de los sentimientos, cuyo en- samblaje a lo largo de la vida puede realizarse de modos muy diversos, confi- ¿Es posible la educación en la gurando en la persona un determinado afectividad? talante afectivo que no porque le singu- A lo que parece, la afectividad, como larice está cerrado a la acción educadora cualquier otra función humana, puede ser de padres y profesores. objeto de educación. Hay varias razones a ñ en que fundamentar lo que se acaba de o En cuarto lugar, por último, porque L X postular. En primer lugar, en el hecho la persona es también libre, incluso res- VI de que la afectividad del niño no está pecto de sus sentimientos, siquiera sea 2 º.n , desarrollada en el momento de su naci- de un modo relativo. La persona puede 53 miento, sino que ha de ir madurando a lo acrecer el sentimiento que experimenta es , p laafregcoti vdied asdu edsetséa rirnoclloom. Eplle htae ceh oi ndaec qaubea dlaa oy fdreiscmueinnucirialo; lean pseurs oinntae npsuideadde, edxutirnagcuióirn- erbmeitatsiver (inmadura) durante un largo periodo evo- lo, reprimirlo, «olvidarlo» o sublimarlo, eicid-apse lutivo, la hace muy permeable a lo que como también obsesionarse con ello, rei- mñ bo suceda en su entorno. terarlo, excitar su presencia y manifes- 2 erd al 0e En segundo lugar, porque la afectivi- tdaec iósne,n tsirelon.tir que lo siente y querer tratar 24 ,60adep 9g dad no está completamente determinada 254-aígo en cada persona por su biología. Otra cosa Las anteriores posibilidades, que con- muy diferente es que las estructuras bio- curren en cualquier persona, ponen de lógicas de las que depende el tempera- manifiesto el hecho de que la persona dis- mento —principalmente, el sistema ponga de una cierta libertad para dirigir nervioso y el sistema endocrino— contri- su vida afectiva o, si se prefiere, de una 433 Aquilino POLAINO-LORENTE cierta capacidad de control sobre su vida circunstancias tampoco sean muy cons- afectiva. cientes de lo que están haciendo, de que están educando a sus hijos en la afectivi- Por estas y otra muchas razones, en dad. las que ahora no puedo penetrar, hay que concluir que la afectividad es educable. En ese caso, es más probable que la Aunque todo depende de lo que se en- propia afectividad de los padres sea la tienda por educación sentimental. que dirija su comportamiento y hasta em- bote su inteligencia, tomando decisiones, Los padres y la educación de los de una forma más impulsiva que reflexi- va, sin hacerse cargo de cuáles son los sentimientos sentimientos o los cambios que en sus En realidad, la educación sentimen- hijos se suscitan, con ocasión o como con- tal que hoy se imparte por los padres es secuencia de esos comportamientos pa- más bien escasa. Y, sin embargo, los pri- ternos. meros educadores sentimentales son siempre los padres. Es abundante la lite- De otra parte, los padres educan en ratura científica disponible sobre este la afectividad a sus hijos —especialmen- particular, especialmente en lo que ata- te en la afectividad relativa a las perso- ñe a las primeras experiencias afectivas nas de distinto sexo—, a través del modo de los hijos en relación con sus padres. en que se comportan entre ellos. Esta vía Es lo que se conoce con el término de indirecta, y como in obliquo, es de vital apego (attachment; cfr., Vargas y Polaino- importancia para los hijos. Es posible que Lorente, 1996). 52 algunas actitudes machistas o feminis- 4 9- tas, de respeto o de su ausencia en lo 2 4 El vínculo afectivo singular que se es- 6, relativo al trato con el otro cónyuge, de 0 tablece entre los padres y cada uno de 20 ternura o violencia, etc., tengan sus raí- e sus hijos es el lugar donde se acunan los br ces en el aprendizaje temprano de los hi- m primeros sentimientos del niño, de los que e jos, a través de la observación del modo aci ogíe-di tanto dependerá en el futuro su personal en que se relacionan sus padres. dagmbr estilo afectivo. Ese vínculo es natural, es- e peeptie pontáneo e innato en el niño y, además, La paradoja surge cuando los hijos lle- ds necesario, no renunciable, y algo confor- gan a la adolescencia y comienzan a ena- a 5, ol3 me a la naturaleza de su condición, en morarse. En ese momento los padres pañn.º 2 cuya ausencia no puede crecer. experimentan una gran ignorancia y no esV, a XI saben cómo comportarse con ellos. Se han stL vio Es cierto que los padres educan a sus olvidado de que en la educación amorosa eñ ra hijos en la afectividad —de forma natu- o para el amor ya han educado a sus ral y espontánea—, cuando los consue- hijos a lo largo de sus vidas, precisamen- lan, los corrigen, les riñen, les animan, te a través de cómo hayan sido las rela- les sonríen, les acarician, etc. Pero es har- ciones entre marido y mujer. Por eso to probable que incluso en esas mismas habría que incorporar a los derechos del 434 Educación de los sentimientos y la sexualidad niño no sólo el afecto —a él manifestado, ámbito de la afectividad. Pero afirmar que se entiende— de su padre y de su madre, una persona es introvertida o extroverti- sino también el afecto y las buenas rela- da, colérica o flemática, reflexiva o ciones que debieran haber entre el padre impulsiva, optimista o pesimista, cariño- y la madre. sa o seca, es decir bien poco. Pues aun- que eso fuese cierto, tal etiquetado sólo Al parecer, las actitudes de los pa- está fundamentado en el temperamento. dres más convenientes para el desarrollo Pero, afortunadamente, la afectividad de la autoestima en los hijos pueden humana no sólo depende del tempera- sintetizarse en las siguientes: aceptación mento, sino también de la educación fa- incondicional de los hijos; implicación de miliar y escolar, del grupo de amigos y los padres respeto a la persona del hijo; de las relaciones interpersonales que se coherencia personal y disponer de un es- establezcan, así como de otras muchas tilo educativo que esté presidido por unas variables socioculturales. expectativas muy precisas, de modo que establezcan unos límites muy claros La educación de los hijos en los senti- (Rosenberg, 1965; Coopersmith, 1967; mientos, por parte de los padres, es esen- Baumrind, 1975; Newman y Newman, cial, puesto que constituye el primer 1987; Polaino-Lorente, 2004). núcleo configurador —no sólo teórico o normativo, sino práctico, vivencial y En este punto, considero que hay dos experiencial— a cuyo través se modelará opciones fundamentales y relativamente y moldeará el estilo emocional de cada contrapuestas. La primera y más tradi- hijo. cional es la que opta por imprimir en el ña o niño los criterios, más o menos acerta- Nada de particular tiene que la edu- L X dos, acerca de lo que se le debería permi- cación sentimental vaya unida a la edu- VI n , tir o no en la expresión de sus cación en valores. Un estilo emocional no 2 º. 3 manifestaciones afectivas. La segunda — es un vulgar modo de expresar las emo- 5 s , mucho más difícil y compleja, pero tam- ciones y/o de reaccionar así al medio. Es pe bién más eficaz— es la que se atiene a desde luego eso, pero también mucho más bmeitsiver enseñar al niño a identificar, apresar y que eso. Cada estilo emocional constitu- erat desvelar los sentimientos y emociones que ye un modo particular de situarse la per- eicid-apse mñ barbotan en su intimidad, de manera que sona en el mundo, lo que favorece o bo eral conociéndolos pueda dirigirlos a donde dificulta unos y otros comportamientos. 2 d 0e desea. En la primera los padres optan Y esos comportamientos afirman o nie- 4 ,60dep por los límites; en la segunda, por el co- gan, realizan o frustran la adquisición 2a 9g nocimiento personal del hijo y la capaci- de ciertos valores. De aquí que el estilo 254-aígo dad que tiene de autocontrol de sus emocional tenga mucho que ver con la sentimientos. educación en los valores y virtudes. Con frecuencia se apela al «etiqueta- Desde la perspectiva de la educación do» de las personas y de sí mismo en el moral, cada uno de ellos tiene sus venta- 435 Aquilino POLAINO-LORENTE jas e inconvenientes. La persona al comportamiento que observaron en sus flemática, por ejemplo, tendrá una ma- respectivos padres. yor dificultad para vencer la pereza, al mismo tiempo que suele ser más reflexi- Los profesores y la educación va que impulsiva. Por el contrario, la per- de la afectividad sona impulsiva se implicará emotiva- En lo relativo a los profesores, hay mente más en cuanto hace, dice, piensa que decir algo parecido. De hecho, no hay y siente, y la rapidez con que actúa pue- ninguna disciplina en el currículum vi- de estar falta de la necesaria reflexión. tae, cuyo contenido se refiera en concreto a la educación en la afectividad. Pero no Pero en cualquier caso, una y otra per- se debiera concluir de aquí que los profe- sona, si se conocen en modo suficiente, sores no educan a sus alumnos en la afec- pueden crecer, bien luchando contra sus tividad. En realidad, tal educación se «puntos débiles» o bien desarrollando con lleva a cabo, aunque no en directo sino muy poco esfuerzo sus «puntos fuertes». casi siempre subsumida, de alguna for- Esta sí que es materia que los padres ma, en las relaciones entre profesores y debieran conocer para, sirviéndose de alumnos y entre compañeros, circunstan- ella, educar en la afectividad y en las cias que entretejen el comportamiento y virtudes a sus propios hijos. aprendizaje de los alumnos en el aula. La educación en los sentimientos es El profesor haría bien en pensar que inseparable de la educación en las virtu- educa a sus alumnos con su entera per- des. Por eso, los padres no debieran des- sona, además de enseñarles los conteni- 52 cuidar esta cuestión de vital importancia, dos precisos y concretos de que se 4 9- dejándola al albur del determinismo tem- compone el programa de la disciplina que 2 4 6, peramental de cada hijo o, lo que sería enseña. Pero es en el modo de afrontar 0 20 peor, dejándose sustituir por el azar, las los problemas, de corregir a un alumno e br costumbres y las modas que caracterizan distraído, de motivar al que se ha queda- m e el emotivismo cultural contemporáneo. do atrás en el aprendizaje o de consolar aci ogíe-di al que tiene un determinado sufrimien- dagmbr A los padres compete además la ob- to, como comparece y se ejercita esta edu- e peeptie servancia de uno de los mejores procedi- cación en la afectividad. ds mientos para la educación de los a 5, pañoln.º 23 s—eenlt immeiejonrt oesd:u claa ddore—l ,e pjeumesptloo qpueer seosn aell la eSdounc aecsiótons sleons timmoemnteanl teons eesl taeulalare, sm due- esV, a XI más natural y el que mejor se adecua a chos de los cuales acaso permanezcan stL vio las interacciones con sus hijos en el con- para siempre en el recuerdo vivo de al- eñ ra texto familiar. No se olvide que una bue- gunos de sus alumnos. El profesor no de- na porción de los sentimientos biera olvidar que su presencia en el aula experimentados por los hijos —modos en es estar expuesto casi siempre como en que responden a determinados eventos el escaparate, y que los niños son exce- familiares— son casi siempre reactivos lentes observadores. 436 Educación de los sentimientos y la sexualidad Por eso, el modo en que el profesor de la persona respecto de cómo conducir responde a una pequeña frustración per- sus pasiones. sonal en presencia de los alumnos, o se irrita porque algo sale mal o la forma en De aquí la impotencia que muchas que responde a los vaivenes a que se ve personas experimentan al tratar de afron- sometida su estabilidad emocional cons- tar o conducir los propios sentimientos y tituyen, en muchas ocasiones, verdade- sus manifestaciones. Respecto a la edu- ros hitos emblemáticos de esta educación cación sentimental unos y otros miran a otra parte, mientras que la mayoría de sentimental encubierta. las manifestaciones culturales son atra- vesadas por el emotivismo. A los profesores hay que invitarles a que opten, además de con el ejemplo de El pathos, mientras tanto, sobrevive su propia conducta, por procedimientos y se afianza con su más sólida robustez y más académicos, puesto que la actividad pujanza en el corazón y el comportamien- que realizan se ajusta mejor a ello. to de las personas. Y eso a pesar de que haya muchos hitos e indicadores que po- La presencia magnificada de la afec- nen de relieve la conversión de este tividad en una cultura tradicionalmente pathos en ethos. emotivista, tal vez pueda entenderse pre- cisamente desde esta perspectiva: la es- En los más jóvenes, la emotividad y casa presencia o la ausencia casi completa sus formas de expresión son todavía más de educación sentimental de niños y jó- radicales, aunque tal vez se oculten me- venes en sus contextos naturales. jor por miedo al que dirán. Se ha inaugu- a ñ o rado una nueva mística: la de los L Este defecto o carencia es casi ances- sentimientos. La «mística» que se funda VIX tral. Es probable que tenga su origen en n , la cultura griega, de la que en tantas ecan» l,o sp esreon tsimobiernet otso deos mmuuyy ppooccoo «raesacliésttia- 532 º. cosas somos deudores, sin duda alguna, s , (Polaino-Lorente, 2003). e p yq udeere lralo —qu es otomdoasv íalo sh opyr o—tasgino nsisatbaesr loq unei La sobrestimación del ‘corazón’ por erbmeitatsiver prolongamos su valiosa vigencia entre encima de la ‘cabeza’ —como reacción al eicid-apse nosotros. reciente racionalismo— puede llegar a mñ bo confundirse con el emotivismo antintelec- 2 erd al 0e grieEgla ,p ayt hsous vqinuceu laimcipórne ganl ód elas ticnuol,t utraal ttiueanleis tean ela irsroacciieodnaadl, aqcuteu atla.n amplio eco 24 ,60adep 9g vez hundió en una excesiva pasividad a 254-aígo la persona respecto de sus sentimientos Ni el emotivismo actual ni el (léase pasiones). La recepción de este le- racionalismo del pasado parecen ser bue- gado por la Edad Media y el Renacimien- nos compañeros de viaje en la educación to intensificó todavía más si cabe, la sentimental. En todo caso, lo ideal no es representación y el discurso sentimental optar por lo uno o por lo otro, sino por 437 Aquilino POLAINO-LORENTE ambos. La elección de un modo de estar zaría un puerto seguro. Para que la en el mundo no debe llevar parejo la ex- navecilla surque con tino los mares clusión del modo contrario. Ambos se ne- procelosos del vivir humano ambos ele- cesitan, son naturales, están presentes mentos resultan imprescindibles, irre- en toda persona, y no deberían mutua- nunciables y, además, han de estar mente excluirse. equilibrados. Tratar de conseguir ese ba- lance es, qué duda cabe, la misión insos- Lo conveniente es lograr esa difícil sín- layable de la educación sentimental. tesis en que ambos participan, se poten- cian y acrecen, tal y como lo exige la Pero ese balance no podrá establecer- condición humana. Un buen balance se sin apelar al conocimiento personal y cognitivo-emotivo constituye el mejor de al querer de la voluntad. Autoconoci- los servicios a la persona. miento y autocontrol son los fundamen- tos imprescindibles en los que el profesor Sin duda alguna, es bueno que la afec- ha de asentar la educación sentimental tividad esté a flor de piel (lo que permite de sus alumnos. a la persona estar y sentirse viva), pero al mismo tiempo es conveniente que la Observemos, en primer lugar, lo refe- afectividad no sea el único ni el principal rente al conocimiento personal. En reali- motor en la toma de decisiones —si se dad, la persona es para sí misma una desea no equivocarse y sufrir a causa de desconocida, es decir, que ignora quién los propios errores personales—, lo que es y cómo es, casi de una manera perfec- exige que la afectividad esté embridada ta. Esto acontece de modo muy especial 52 por la razón. 4 en lo relativo a los sentimientos. No hay 9- 42 como hacerse preguntas a sí mismo para 6, De otra parte, la misma razón gana 0 comprobar si lo que se acaba de afirmar 20 mucho con ello, pues la afectividad em- e es verdad o no. br puja y estimula al pensamiento, condi- m e cionando su curso, fecundándolo otras ogíae-dici veces y, en algún sentido, modulándolo ¿Por qué los enfados, la irritabilidad, dagmbr siempre. La afectividad —según una me- la agresividad y el guerrear por guerrear ee con los otros miembros de la familia?, de psepti táfora muy del gusto de Ortega y ¿por qué esos sentimientos irrumpen en a 5, Gasset— es el viento que empuja las ve- ol3 las personas y ocupan tanto tiempo fa- españV, n.º 2 lzaósn dye sl inp eelnlas anmo iesen tolle. gEal at inminógnú ne sd elsat inrao-. miliar, cuando lo más probable es que a XI Pero sólo el timón no basta, por insufi- ninguna de ellas lo deseen? stL eviño ciente. ra ¿Cuál es la razón de tanto trato des- Es preciso que las velas de esa pótico, de tanta ordinariez, descalifica- navecilla sean empujadas por el viento ción y pesimismo de los hijos adolescentes de los deseos y pasiones, sin las cuales respecto de sus padres y de estos respec- aquella no se movería y tampoco alcan- to a aquellos? Si no es esto lo que de- 438

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por Aquilino POLAINO-LORENTE. Universidad San Pablo-CEU. Introducción. Las personas, por lo general, suelen quererse a sí mismas, quieren
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